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DE MIDZAN A UN LUGAR DESCONOCIDO 2

El aparato se esfumó en medio de una luz cegadora, dejando un camino de llamas azules, que también se extinguieron un par de segundos más tarde. No había rastro ni evidencia que demostrara que Axel Joll o la máquina, hubiesen estado en aquel lugar. Baham se encontraba pensativo, no tenía la certeza de que habría ocurrido con su alteza, pero de lo que si estaba seguro, era que, si el joven Axel Joll no regresaba para el amanecer, su vida sería tomada sin piedad alguna. Le juzgarían de traidor, lo encerrarían, a diario lo torturarían y finalmente le cortarían la cabeza. Por favor, no falle mi señor. Pensó mientras seguía a toda prisa el sendero que lo conduciría a la residencia de su alteza.

Cort

Después de la explosión de partículas, el palanquín ingresó en el universo cuántico. Viajando por brumas ocres e infinitos agujeros purpúreos. Dentro, Axel permanecía con los ojos cerrados, tomando con manos temblorosas la palanca a su lado derecho. Toda la maquina se zarandeaba e iba a gran velocidad por el espacio y tiempo. Axel no podía evitar sentir una extraña fascinación cercana al terror. ¿Terminaría su vida en ese instante? O ¿Lograría comprobar su hipótesis?

Debido a que la estructura de la maquina y de su armadura no eran lo suficientemente resistentes, un calor sofocante comenzó a consumir el palanquín, al punto de que Axel no lograba respirar bien. De la manera que fuese, ya no podía rendirse, deseaba con ansias probar que era posible lo que se había planteado. La estructura de acero empezaba a desintegrarse gradualmente. La presión y calor a la que estaba siendo expuesta, había superado su resistencia. El universo cuántico, siendo una dimensión desconocida, extraña e indescriptible, absorbía la máquina por diversos agujeros, transportándola por el espacio y tiempo. Axel comenzaba a entrar en desesperación, su indumentaria estaba al rojo vivo y empezaba a quemar su piel. Entonces Axel no alcanzó a accionar la palanca situada a su derecha, la cual ponía fin al viaje, deteniéndolo en algún momento de la historia.

La máquina acabó por disgregarse. Ya no existía. Se había pulverizado por completo. Su cuerpo ya no resistía tanta presión, él también empezaba a desaparecer. "No pude lograrlo y ahora moriré aquí. En un lugar que ni si quiera sé si existe”. Pensó antes de perder todo uso de razón. Ya no estaba consciente. En su cuerpo se podían ver innumerables quemaduras de primer grado, estaba simplemente muriendo.

Lo que antes fue un hombre, ahora solo parecía un bulto de trapos quemados. Su cuerpo rostizado flotaba en un gran espacio oscuro, en el cual solo se distinguían fugaces luces de color, pero esto no era suficiente para iluminar la zona. Era la barrera que separaba el mundo de los vivos del de los muertos, y Axel se aproximaba al de los no vivos. En ese mismo instante, junto a él, otro cuerpo flotaba. Este iba de regreso, pues había logrado zafarse de la muerte. Ambas entidades se rozaron y resultaron ser idénticos. Aquel diminuto roce generó que la agonizante alma de Axel se intercambiara con la del otro ser, ocasionando que Axel retornara a la vida y el otro ente sucumbiera.

Un auto ardía en un fuego infernal en una zona cercana al río Danubio. La muchedumbre comenzó a aproximarse hacia el lugar del accidente automovilístico, mientras platicaban sobre un extraño objeto que había caído del cielo en el preciso momento en el que aquel auto se estrelló. Los policías, los bomberos y los paramédicos no tardaron en llegar a la escena. Extinguieron prontamente las llamas, buscando así algún sobreviviente. Las personas contenidas por los policías, no paraban de grabar con sus teléfonos lo que estaba ocurriendo. Los bomberos se llevaron en una camilla a un joven, quien no respiraba, su cuerpo estaba muy débil y tenía grandes quemaduras. En la ambulancia, camino al hospital, los paramédicos lo socorrieron e hicieron que su corazón volviera a latir, retomando así la respiración con ayuda de mecanismos médicos.

Y arriba, en el segundo piso de un hospital, en una pequeña habitación, detrás de una enorme puerta, la fría cama se encontraba ocupada por un cuerpo inconsciente, vestido solo con ropa interior y una bata de enfermo.

—¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?

El joven había despertado finalmente de su letargo, estaba desconcertado por completo y no podía moverse. Sentía en todo su cuerpo innumerables punzadas que ardían, como si mil cuchillos encendidos en fuego azul, estuviesen siendo clavados frenéticamente en su piel.

—¿Cómo se siente el día de hoy joven? Al fin ha recobrado la conciencia.

Un doctor de aspecto mayor, con anteojos, cabello oscuro pero canoso, de alta estatura y vestido de blanco, entró a la habitación con un expediente médico en su mano derecha, mientras que con la otra sostenía un pequeño bote con pastillas. Este hombre iba en compañía de una enfermera chica y corpulenta, de rasgos finos, cabello pelirrojo y mirada aireada.

—¿Qué estáis haciendo? ¿Quiénes sois vosotros? —inquirió Axel con el ceño fruncido. Volvía su vista de un lado al otro y luego hacia sus manos. Frente a él había un espejo, grande y extravagante, que abarcaba gran parte de la pared. Allí vio su reflejo. Tocó su rostro, brazos y cabello. Todo parecía estar en orden, excepto por una cosa—: Está corto. ¡¿Por qué demonios está corto?! —exclamó con desesperación mientras removía disgustado sus manos entre sus cortos cabellos negros. Su cuerpo también había cambiado. Ya no lucía como un guerrero viril y poderoso, en cambio, su cuerpo parecería desnutrido y enfermo.

—Aldrich Grape, no tiene de que preocuparse, estamos aquí para ayudarlo —explicó el doctor Schulze, quien estaba a cargo de su cuidado.

—¿Quién es Aldrich Grape? Ese no es mi nombre. Yo soy Axel Joll.

Volvía la cabeza en todas direcciones tratando de abarcar todo con su mirada. No reconocía ese extraño lugar en absoluto. Las personas de ese territorio le parecían sumamente extrañas, su forma de vestir y de hablar era inaudita, sin mencionar el hecho de que se comunicaban en una extraña lengua a la suya, que para su sorpresa, comprendía con gran facilidad. «Un momento. ¿Acaso lo he conseguido?» Inquirió en su cabeza.

—¿Y la máquina? ¿Dónde se encuentra mi máquina, señor?

Un hombre elegante y algo mayor, entró a la habitación en compañía de un asistente. Tomó asiento en uno de los muebles y cruzando sus piernas, le dirigió la palabra al doctor encargado.

—Dígame. ¿Cómo está mi hijo?

Este hombre, de unos 50 años, vestía un traje azul marino de Hugo Boss, con corbata beige y camisa blanca. Su rostro impávido como el de un empresario, demostraba autoridad e impaciencia.

—Buenas tardes, señor Grape —prosiguió el doctor Schulze—. A juzgar por los resultados de los exámenes, hemos descubierto que hay un pequeño daño cerebral, lo que trae como consecuencia, la posibilidad de que haya alguna perdida de recuerdos. Nada incorregible por supuesto. Quemaduras de primer grado en algunos lugares de su cuerpo; sin embargo, estas han desaparecido sin razón alguna. Debido al impacto del choque, su brazo al igual que su pierna izquierda, sufrieron una leve contusión muscular…

—En conclusión, ¿está sano o no? —le interrumpió el señor Grape con aire arrogante—. Dígame ya si en una semana estará como nuevo.

—Sí, señor Grape. Su hijo no tardará en recuperarse por completo…

—Lamento interrumpir lo que parece ser una amistosa conversación sobre las convalecencias de alguna persona, sin embargo, no logro entender que está ocurriendo aquí —intervino Axel impidiendo que el doctor Schulze continuase hablando.

Se incorporó de golpe y con sus manos empezó a arrancarse los cables que se encontraban adheridos a su piel, al tiempo que intentaba colocarse en pie. Su cuerpo seguía adolorido, pero no le importaba en lo más mínimo. Ese desafiante comportamiento era una clara señal que expresaba su alteración.

—He preguntaos ya, ¡¿dónde está mi máquina?!

—Por favor, cálmese joven Grape. No debe alterar...

—¡¿Por qué me llama Grape?! ¡Mi nombre no es Grape, ya se lo he dicho antes! ¡¿Dónde está́ la maquina?!

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