La semana concluyó y fue dado de alta una tarde soleada. Axel salió de la pequeña habitación, siendo esta el único territorio que conocía desde su llegada. Su mirada se fijaba en aquellos objetos fascinantes para su vista, los pasillos, ascensores, pinturas, personas, plantas, iluminación, muebles y pisos. Todo era sumamente extraño y extraordinario. En varias ocasiones se desvió́ del camino que debía seguir solo para acercarse a las ventanas y observar con atención y detenimiento los enormes edificios que se alzaban desde el suelo, con luces y diferentes diseños arquitectónicos.
—¡¿Qué es eso?! —preguntó con tono exagerado a una de las enfermeras, al tiempo que retrocedía dos pasos y casi caía al suelo, al ver que un avión volaba en el cielo—. ¿Qué clase de ave se supone que es?
Los pacientes y doctores lo ignoraron. Axel aclaró su garganta e hizo un intento por actuar normal, mientras que era tomado del brazo por los guardaespaldas.
—¿Qué tenéis en la cara? —inquirió retirándole los lentes de sol al chofer que estaba a cargo de él—. No deseo entrar allí—dijo rehusándose a entrar al elevador y preguntó—. ¿Qué clase de caja brillante es esta?
—¡Entre ya, joven Grape! —exclamó el chofer arrastrándolo dentro. Su curiosidad aumentaba con cada paso que daba, los botones que se iluminaban en el elevador captaron su atención.
—¿Me está permitido tocaros? —preguntó acercando su dedo a los mismos con sonrisa traviesa.
—No.
—Wow, y ¿esto qué es? —preguntó Axel tomando entre sus manos el auricular del chofer. Lo acercó lentamente a su oído para escuchar si salía algún ruido de ese extraño aparato. El hombre se lo arrebató de las manos y lo fulminó con la mirada.
—¡Ya basta! —ordenó irritado. Axel se sobresaltó y volvió su vista a un lado—. Compórtese, joven Grape.
—¿Qué le ocurre? ¿Acaso piensa que puede dictar vuestras órdenes sobre mí? —bufó viendo el techo del elevador.
Una vez se abrieron las puertas, salieron al salón principal, aproximándose a la recepción para informar a las secretarías que ya el joven Grape había sido dado de alta. Mientras observaba con curiosidad sus alrededores, cierta imagen le causó intriga, Axel frunció el ceño y se acercó a una mujer que fumaba cómodamente un cigarrillo en la entrada del hospital.
—Señorita, disculpad mi atrevimiento, pero me parece que necesita algo de ayuda, pues su vestido ha sufrido un accidente bastante trágico. Necesitará algo de ropa nueva, esta se encuentra rota e inservible—expuso señalando la corta y ajustada prenda que cubría la mitad de sus muslos. La mujer volvió su vista hacia él y lo miró con incredulidad, llevándose a la boca el cigarrillo—. ¡Se le quema la boca! —gritó Axel con horror, tomando con ágiles manos en un movimiento rápido, el cigarrillo de la mujer para luego arrojarlo lejos.
—¡¿Pero cuál es tu maldito problema?! —exclamó ella malhumoradamente.
—Discúlpelo, señorita —dijo el chofer tomándolo de los brazos para dirigirlo a la calle donde esperaba un vehículo por ellos—. ¡¿Por qué́ no se queda quieto?! Nos hace quedar mal.
—¡Noooo! ¿Qué son esos? —dijo llevándose las manos a la cabeza con tono sorpresivo—. ¿Qué clase de máquinas son estas?
Con ojos brillantes, Axel se dirigió hacia los autos que se encontraban estacionados en la acera. Comenzó a detallar cada aspecto de aquellas máquinas del futuro; colocó las manos en las ventanas y acercó su rostro para ver a través de ellas, se puso a gachas para observar por debajo de los autos, tocó los cauchos y analizó con detenimiento el material empleado para fabricarlo.
—Ya basta. ¡Venga para acá! —exclamó el chofer aproximándose a él para tomarlo de los brazos, pero Axel se acercó intencionalmente a otro auto para alejarse del irritado hombre.
—Mire, este es diferente. Tanto en forma como en color. Simplemente magnifico—afirmó con gracia. El chofer fue por él, pero Axel cambio de ruta y fue hacia una motocicleta de repartidor—. Wow, esta es tan extraña y tiene una caja con escrituras.
—Joven Grape, venga para acá inmediatamente —ordenó con autoridad el hombre. Quien parecía ser más una niñera que un chofer. Axel lo miró incrédulo haciendo una mueca y se acercó de mala gana a él.
En ese momento, Axel observó que a una distancia prudencial se encontraba una chica risueña bajando de un auto amarillo. Inmediatamente le pareció atractiva, por lo cual decidió acercarse de forma distraída para captar su atención. Aquella técnica nunca le había fallado. Sin embargo, mientras caminaba resuelto hacia ella, pisó una agujeta suelta de su zapato y en un abrir y cerrar de ojos cayó al suelo sobre ella. Se miraron a los ojos por algunos segundos, él sonrojado y apenado, ella con el entrecejo fruncido y leves lágrimas en los ojos. Axel no se colocó en pie hasta que ella le dijo: “¿No piensa quitarse de encima?”.
—Mis disculpas, señorita- Axel le tomó la mano y la ayudó a levantarse.
Ella lo observó recelosa y sin decir nada caminó hacia el interior del enorme edificio, donde se perdió entre la muchedumbre. Atónito, Axel la siguió con la mirada y luego frunció el ceño. «¿En qué pensaba al hacer caer a vuestra alteza? En definitiva, este lugar me repugna». Pensó irritado, aun así, la extraña mirada de aquella chica turbó sus sentidos. «Pero, ¿ella estaba llorando?». Se preguntó para sus adentros en tanto se sacudía la ropa.
—Suba a este auto, joven —indicó el hombre al tiempo que aguardaba junto a la puerta abierta de un vehículo negro. «Como sea».
Su fascinación se hizo más grande cuando dentro del vehículo, observó los asientos, palancas, botones, espejos y demás cosas. Sus incesantes preguntas y deseos de curiosear comenzaban a irritar al chofer del auto. No apartaba la vista de las ventanas, veía los altos edificios, los autos, las personas con trajes extraños. «Ahora que mi mente lo ha analizado mejor, he cambiado de opinión. Este mundo es realmente fascinante». Pensó con ojos brillantes. Fijó su vista en un restaurant de pollo, abrió la boca con asombro y sonrió traviesamente.
—¡Parad el vehículo! —. El conductor frenó y se volvió a verlo. Axel abrió la puerta y en un arriesgado intento de cruzar la calle sin morir, corrió al lugar de pollo—. ¡Wow!
Se acercó a las personas que comían mientras las observaba con sorpresa e inquietud y preguntaba a cualquiera, todo tipo de cosas. Lo miraban extrañados. Algunos se enfadaban por su comportamiento infantil, y otros se reían de sus gestos. Una de las meseras, quien fue hipnotizada por el atractivo de Axel, le ofreció una pieza de pollo y este la comió con curiosidad. «Delicioso».
El chofer entró al lugar y se lo llevó nuevamente al auto. “Nos avergüenza, joven Grape”. Fue lo que le dijo el hombre después de sujetarlo bien con el cinturón de seguridad en el vehículo. Con una expresión malhumorada, por cohibirle sus deseos de explorar las periferias de aquel desconocido territorio, Axel reflexionó sobre todo lo que sus ojos observaron: las edificaciones, tecnologías intrigantes, formas de vestir y comer, en general un estilo de vida completamente diferente al de su época. En su cabeza no cabían esos extraños hábitos de estas personas. «No veo posible mi adaptación a este lugar». Pensó después de dejar salir un suspiro.
Finalmente, llegaron a una residencia ubicada en el Barrio de Pescadores. Al bajar del vehículo, una hoja de un diario local se alzaba en serpenteante vuelo, se movía de manera tortuosa de un lado al otro en compañía de algunas hojas secas, luego voló en dirección a Axel, aferrándose firmemente a su pierna derecha por la presión del viento. Él se inclinó para tomarla con curiosidad, la observó, le dio vueltas al derecho y al revés y luego la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón.
La distribución de habitaciones era extraña para Axel, le producía una sensación de inseguridad el lugar, no sabía cómo llegar a su dormitorio o al baño. Para él todo era tan confuso, se sentía como un bicho raro ante aquel lugar.No había vuelto a ver a su supuesto padre desde el día que despertó en el hospital, tampoco esperaba que lo fuese a ver, no lo consideraba necesario. Su habitación era sencilla, una cama, un escritorio, un pequeño armario y un espacioso. En la habitación también había una puerta que lo conducía a una especie de estudio donde había otro escritorio, muebles, muchos estantes con libros y lienzos para pintar. Era realmente acogedor y agradable para Axel, reconoció algunas cosas, como el papel de dibujo, los pinceles, las tintas y algunos libros antiguos.Cuando el día se hizo noche, Axel terminaba de v
—¿Por qué llorar? —inquirió con una sonrisa a medias—. Shhh. Te prometí que no dolería, pero al parecer me he equivocado.—Vamos, Mina, por favor no lo hagas —susurró, suplicante, al tiempo que se retorcía sobre las bolsas plásticas—. Hemos sido amigas desde siempre.—Si, es cierto, aun así, creo que eso dejó de importarme hace mucho.Mina tomó de la mesa junto a ella el utensilio brillante en el que se reflejaba la luna. Se encontraba frío, como su mirada implacable. Al fondo, Been Down So Long de The Doors inundaba la oscura habitación, acompañado por un trasfondo de quejidos y lamentaciones.—¡A llegado la hora de cortar la carne!Al tiempo que Mina limpiaba meticulosamente la boquilla de su corno francés, recordaba satisfecha, los placeres de su fi
Después de asearse y vendar la herida de su hombro, Mina cambió su ropa y farfullando toda clase de ininteligibles palabras, que en su mayoría eran insultos, salió en busca de un taxi.El auto no demoró en llegar. Una vez dentro de este, Mina notó que un enorme cansancio la consumía. En el asiento trasero del taxi, dio unas cuantas vueltas, estirándose y revolviéndose con una dejadez como al que no le esperan obligaciones, y entonces, dejó salir un prolongado bostezo, inundando de lágrimas sus ojos. «Siempre ocurre eso». Pensó enjugándose los ojos. El taxi se detuvo frente al hospital y Mina bajó casi arrastras. Cuando el enorme edificio, sonrió y volvió a bostezar. Sin enjugarse las lágrimas que volvían a sus ojos, caminó apresurada sin importarle qué o quién estuviera en su camino, y en medio de otro pesado b
Desconcertada, Sonn asintió y siguió a Mina, que caminaba bajo el despejado cielo de julio, con dirección al café en el que habían conversado la noche anterior. «Dios santo, como puede ser alguien tan desalmado». Pensó Sonn mientras observaba de reojo a Mina. «O tal vez, ¿siente tanto dolor que le avergüenza demostrarlo?». Una vez llegaron a su destino, Sonn se dirigió inmediatamente al baño, mientras Mina, desinteresada, ordenó un café para luego tomar asiento. Volvió la vista hacia la maceta junto a ella, al otro lado del cristal, y con atención observó una vez más la flor, esta vez marchita y descolorida, como ella y su infame corazón. Al percatarse de que su acompañante tardaba, colocó sus audífonos y aleatoriamente una canción. Comenzó a tararear y a dar golpecitos con sus dedos sobre la mesa en tanto bebía de su café. Cerró sus ojos para masajearlos y luego los abrió despacio, mientras con su dedo índice ajustaba sus gafas. Entonces cuando volvió a se
El reloj sobre la puerta de entrada marcó las 12 de la noche. Ya era hora de volver a casa, así que en compañía de Sonn caminó hasta la casa inclinada, donde sus caminos se separaron después de una breve despedida. Con bostezos de por medio, Mina se adentró silenciosa en su nuevo “hogar”, dio un pequeño recorrido por la cocina en busca de un vaso con agua y luego se dirigió a su dormitorio. Este era espacioso y tenía todo lo necesario para vivir; una cama grande, un armario, un escritorio, un baño y una pequeña terraza de hermosa vista hacia la ciudad. Pero, la linda y cálida habitación con decoraciones de madera, no llegó a agradar por completo a Mina, pues esta inmediatamente consideró necesario hacer algunos cambios, comenzando por conseguir un librero e inundar las paredes de posters de las estrellas del rock y sus escritores preferidos. Un nuevo escritorio era indispensable, al igual que un mueble, cortinas y espejos. Mientras que desde la puerta observaba airea
Previo a que el reloj cambiara la fecha del calendario, Axel Joll se detuvo junto al umbral de la puerta y volvió su vista con el propósito de contemplar una vez más el rostro de una desconocida. Con cierta fascinación, se extrañó al notar que en ese mismo instante ella lo observaba con un ligero airé de añoranza, como quien no quiere dejar ir algo preciado. El contacto visual fue inevitable, aun así estrictamente necesario para que ambos experimentaran la sensación de una corriente cálida recorrer su pecho, y al mismo tiempo, como si estuvieran enlazados, el eco en sus oídos de los incontrolables latidos de sus corazones acelerados. Era realmente extraño. Esa secuencia de peculiares sentimientos podría ser lo que muchos se atreverían a describir como “amor a primera vista”.Manteniendo el enlace visual que compartía con Mina, Axel percibió
Axel giró sobre sus talones. Se acercó con pasos lentos y confiados hacia donde se encontraba el guardia, quien empuñaba una mágnum 44. Axel observó el arma con la que le apuntaba el corpulento hombre, cuyas manos sudaban y temblaban. La simple presencia de Axel le brindaba una extraña sensación de temor, era como si tuviera en frente a un bravucón. Axel alzó una ceja y río demencialmente con la vista fija ahora en el guardia. Movió con rapidez su puño y le atestó un fuerte golpe en él gordo y grasiento rostro.—Ah, no debería apuntarle con un eso a su alteza —dijo pasando una mano por sus nudillos.El fornido hombre cayó desconcertado en el suelo y Axel comenzó a correr con dirección hacia las escaleras del lado oeste, pero fue sorprendido por otro guardia que no había advertido. Se dio la vuelta para correr hacia la otra dir
Axel sonrió victorioso por lo bajo, sin embargo, una intensa duda llegó a su mente. «¿Qué significará victoriano?» Se preguntó para sus adentros en tanto que seguía su camino hacia la cocina y luego a su habitación, donde ya lo esperaban desde hace unas horas, Carsten y Mark. Cerró la puerta con seguro y se quitó el suéter, la camisa de botones y la franela para sacer de allí la carpeta. Se las arrojó con una expresión malhumorada.—¿Por qué no han venido conmigo a ese lugar? —reprochó con una mueca de descontento—. ¿Qué se supone que estuvieron haciendo durante mi ausencia? —Inquirió dirigiéndose al baño para tomar una larga ducha, estaba exhausto. «Que intenso ha sido el día de hoy». Pensó dejando en