La distribución de habitaciones era extraña para Axel, le producía una sensación de inseguridad el lugar, no sabía cómo llegar a su dormitorio o al baño. Para él todo era tan confuso, se sentía como un bicho raro ante aquel lugar.
No había vuelto a ver a su supuesto padre desde el día que despertó en el hospital, tampoco esperaba que lo fuese a ver, no lo consideraba necesario. Su habitación era sencilla, una cama, un escritorio, un pequeño armario y un espacioso. En la habitación también había una puerta que lo conducía a una especie de estudio donde había otro escritorio, muebles, muchos estantes con libros y lienzos para pintar. Era realmente acogedor y agradable para Axel, reconoció algunas cosas, como el papel de dibujo, los pinceles, las tintas y algunos libros antiguos.
Cuando el día se hizo noche, Axel terminaba de vestirse después de tomar una ducha. Un inesperado llamar en su puerta llegó a sus oídos y con recelo se acercó para abrir la misma. Dos chicos se adentraron a la habitación con una enorme sonrisa, saludando a Axel con familiaridad y dirigiéndose al estudio de la habitación. Él los observó con extrañeza y decidió seguirlos.
El primero llevaba por nombre Carsten. Era rubio, de baja estatura y enorme peso. Sus cachetes le hacían perecer una ardilla con la boca repleta de nueces, y su tez tostada, no le ayudaba mucho. Usaba unas gafas redondas y vestía con un ancho suéter que trataba de ocultar su estómago. Era poco atractivo, pero algo en su actitud llamaba mucho la atención de las personas, en especial de las mujeres. Era un hacker promiscuo que estudiaba informática en la universidad, y la mayoría del tiempo, se encontraba rodeado de chicas con las cuales hacía ilícitos negocios a cambio de sexo, y ellas, se regocijaban, porque a pesar de su físico, él contaba con una personalidad alegre, seductora y divertida, lo cual le favorecía con la mayoría de las estudiantes.
El segundo, era un ser completamente diferente. Se llamaba Mark, era alto, de hombros anchos, delgado, pero con músculo. Llevaba el cabello negro hasta los hombros, alborotado y cubriéndole una buena parte del rostro que enloquecía a las chicas, sin embargo, su mal genio y evasiva actitud, hacía que las chicas se alejaran, como se aleja el correcaminos al percibir la presencia del coyote. Era un aplicado estudiante de neurología en la facultad de medicina, sin embargo, su familia solo criticaba cada uno de sus defectos, en especial, su incesante consumo de cigarrillos.
—¿Ya recuperaste la cordura? —preguntó Carsten con gracia al tiempo que sacaba de su mochila una bolsa de frituras.
—Pudiste haber muerto en ese accidente. ¿En qué pensabas? —reprochó Mark.
Este se acercó a la ventana de la habitación, corrió el cristal hacia arriba y encendió un cigarrillo. Axel rio irónicamente tratando de contener su molestia ante la forma tan irrespetuosa con la que los dos jóvenes se dirigían hacia él.
—¿Ustedes me conocieron antes del accidente? —inquirió con tono vacilante. Ambos chicos se volvieron para verse con miradas de desconcierto y luego dejaron salir una carcajada.
—¿Qué ocurre contigo? —inquirió el gordito—Somos tus amigos. Soy Carsten y él es Mark.
—Veamos, ¿pero que tenemos aquí? —Mark acercó una mano hacia el escritorio de Axel para tomar la hoja del diario local.
—¿Sabes qué es eso?
—Es una página de un diario local —afirmó Mark jocosamente luego de dar soltar una bocanada de humo—. Estas actuando extraño. Habla, ¿qué ocurre contigo, Aldrich?
—Yo no soy Aldrich —expuso Axel fastidiado. Los dos chicos rieron al unísono y comenzaron a leer la noticia:
“CIENTÍFICOS CONSTRUYEN EL PRIMER PROTOTIPO DE UNA MÁQUINA DEL TIEMPO.
Hoy, 13 de junio del 2017, la Organización Nacional de Estudios Científicos de la Universidad de Ulm, mostró al público universitario y a la prensa, su nueva invención.
El pueblo alemán fue sorprendido hoy, cuando el grupo de científicos de la Universidad de Ulm, decidió hacer una conferencia en el laboratorio donde llevan a cabo los proyectos relacionados con la física mecánica. Tras una ponencia en la cual abordaron las diversas teorías con respecto a los viajes a través del tiempo, el físico Kissinger, tomó la palabra y desmanteló durante la conferencia, una curiosa máquina del tiempo. Explicó con detalles el funcionamiento de dicho proyecto, que en conjunto a sus colegas físicos, había estado realizando desde un par de años. Aseguraron que en un futuro no muy lejano, será posible el viaje en el tiempo. Estas fueron sus palabras al respecto: Hemos dedicado nuestras vidas a este proyecto y a pesar que aún no hemos logrado que funcione correctamente, descubrimos lo que nos hace falta. Se trata de un componente especial, plutonio, para ser más preciso. La presencia de este componente radioactivo para realizar el viaje, es indiscutible. La enorme carga radiactiva de dicho componente, puede proporcionar la velocidad necesaria a la máquina… ”
Axel dio unos pasos atrás cuando Mark acabó de leer la noticia, se llevó una mano a la cabeza y sus ojos se abrieron como platos. Una desagradable sensación de pánico y alegría le apuñaló el estómago. Una máquina del tiempo había sido construida y se encontraba en la misma ciudad que él. «La necesito». Se dijo, al tiempo que se paseaba ante sus ojos, como un paisaje, la primera vez que tuvo en sus manos la roca radioactiva color esmeralda. Recordó que esta al estar en contacto con aquel impactante relámpago, le había proporcionado una velocidad parecida a la de la luz, a su máquina. «Podría ser la roca el componente necesario».
Axel volvió a la habitación con prisa y revisó la mochila que le habían entregado en el hospital, donde estaban los objetos que encontraron junto a él en el accidente. Buscó desesperadamente, arrojando en la cama objetos innecesarios para él y al introducir la mano por milésima vez, dio con un pequeño objeto esférico y sólido. Lo sacó con premura y una gran sonrisa se esbozó en sus labios cuando tuvo frente a él la piedra radioactiva. Giró sobre sus talones para observar ansioso a Carsten y a Mark, que en ese mismo instante, lo miraban con recelo.
—Necesito esa máquina —anunció con firmeza—. ¿Pueden ayudarme a conseguirla?
—¿Por qué llorar? —inquirió con una sonrisa a medias—. Shhh. Te prometí que no dolería, pero al parecer me he equivocado.—Vamos, Mina, por favor no lo hagas —susurró, suplicante, al tiempo que se retorcía sobre las bolsas plásticas—. Hemos sido amigas desde siempre.—Si, es cierto, aun así, creo que eso dejó de importarme hace mucho.Mina tomó de la mesa junto a ella el utensilio brillante en el que se reflejaba la luna. Se encontraba frío, como su mirada implacable. Al fondo, Been Down So Long de The Doors inundaba la oscura habitación, acompañado por un trasfondo de quejidos y lamentaciones.—¡A llegado la hora de cortar la carne!Al tiempo que Mina limpiaba meticulosamente la boquilla de su corno francés, recordaba satisfecha, los placeres de su fi
Después de asearse y vendar la herida de su hombro, Mina cambió su ropa y farfullando toda clase de ininteligibles palabras, que en su mayoría eran insultos, salió en busca de un taxi.El auto no demoró en llegar. Una vez dentro de este, Mina notó que un enorme cansancio la consumía. En el asiento trasero del taxi, dio unas cuantas vueltas, estirándose y revolviéndose con una dejadez como al que no le esperan obligaciones, y entonces, dejó salir un prolongado bostezo, inundando de lágrimas sus ojos. «Siempre ocurre eso». Pensó enjugándose los ojos. El taxi se detuvo frente al hospital y Mina bajó casi arrastras. Cuando el enorme edificio, sonrió y volvió a bostezar. Sin enjugarse las lágrimas que volvían a sus ojos, caminó apresurada sin importarle qué o quién estuviera en su camino, y en medio de otro pesado b
Desconcertada, Sonn asintió y siguió a Mina, que caminaba bajo el despejado cielo de julio, con dirección al café en el que habían conversado la noche anterior. «Dios santo, como puede ser alguien tan desalmado». Pensó Sonn mientras observaba de reojo a Mina. «O tal vez, ¿siente tanto dolor que le avergüenza demostrarlo?». Una vez llegaron a su destino, Sonn se dirigió inmediatamente al baño, mientras Mina, desinteresada, ordenó un café para luego tomar asiento. Volvió la vista hacia la maceta junto a ella, al otro lado del cristal, y con atención observó una vez más la flor, esta vez marchita y descolorida, como ella y su infame corazón. Al percatarse de que su acompañante tardaba, colocó sus audífonos y aleatoriamente una canción. Comenzó a tararear y a dar golpecitos con sus dedos sobre la mesa en tanto bebía de su café. Cerró sus ojos para masajearlos y luego los abrió despacio, mientras con su dedo índice ajustaba sus gafas. Entonces cuando volvió a se
El reloj sobre la puerta de entrada marcó las 12 de la noche. Ya era hora de volver a casa, así que en compañía de Sonn caminó hasta la casa inclinada, donde sus caminos se separaron después de una breve despedida. Con bostezos de por medio, Mina se adentró silenciosa en su nuevo “hogar”, dio un pequeño recorrido por la cocina en busca de un vaso con agua y luego se dirigió a su dormitorio. Este era espacioso y tenía todo lo necesario para vivir; una cama grande, un armario, un escritorio, un baño y una pequeña terraza de hermosa vista hacia la ciudad. Pero, la linda y cálida habitación con decoraciones de madera, no llegó a agradar por completo a Mina, pues esta inmediatamente consideró necesario hacer algunos cambios, comenzando por conseguir un librero e inundar las paredes de posters de las estrellas del rock y sus escritores preferidos. Un nuevo escritorio era indispensable, al igual que un mueble, cortinas y espejos. Mientras que desde la puerta observaba airea
Previo a que el reloj cambiara la fecha del calendario, Axel Joll se detuvo junto al umbral de la puerta y volvió su vista con el propósito de contemplar una vez más el rostro de una desconocida. Con cierta fascinación, se extrañó al notar que en ese mismo instante ella lo observaba con un ligero airé de añoranza, como quien no quiere dejar ir algo preciado. El contacto visual fue inevitable, aun así estrictamente necesario para que ambos experimentaran la sensación de una corriente cálida recorrer su pecho, y al mismo tiempo, como si estuvieran enlazados, el eco en sus oídos de los incontrolables latidos de sus corazones acelerados. Era realmente extraño. Esa secuencia de peculiares sentimientos podría ser lo que muchos se atreverían a describir como “amor a primera vista”.Manteniendo el enlace visual que compartía con Mina, Axel percibió
Axel giró sobre sus talones. Se acercó con pasos lentos y confiados hacia donde se encontraba el guardia, quien empuñaba una mágnum 44. Axel observó el arma con la que le apuntaba el corpulento hombre, cuyas manos sudaban y temblaban. La simple presencia de Axel le brindaba una extraña sensación de temor, era como si tuviera en frente a un bravucón. Axel alzó una ceja y río demencialmente con la vista fija ahora en el guardia. Movió con rapidez su puño y le atestó un fuerte golpe en él gordo y grasiento rostro.—Ah, no debería apuntarle con un eso a su alteza —dijo pasando una mano por sus nudillos.El fornido hombre cayó desconcertado en el suelo y Axel comenzó a correr con dirección hacia las escaleras del lado oeste, pero fue sorprendido por otro guardia que no había advertido. Se dio la vuelta para correr hacia la otra dir
Axel sonrió victorioso por lo bajo, sin embargo, una intensa duda llegó a su mente. «¿Qué significará victoriano?» Se preguntó para sus adentros en tanto que seguía su camino hacia la cocina y luego a su habitación, donde ya lo esperaban desde hace unas horas, Carsten y Mark. Cerró la puerta con seguro y se quitó el suéter, la camisa de botones y la franela para sacer de allí la carpeta. Se las arrojó con una expresión malhumorada.—¿Por qué no han venido conmigo a ese lugar? —reprochó con una mueca de descontento—. ¿Qué se supone que estuvieron haciendo durante mi ausencia? —Inquirió dirigiéndose al baño para tomar una larga ducha, estaba exhausto. «Que intenso ha sido el día de hoy». Pensó dejando en
—Joven Aldrich Grape.Pequeños golpes en la puerta de la habitación de Aldrich lo despertaron de su profundo sueño. «Soy Aldrich». Pensó confuso mientras se incorporaba en la amplia cama de madera oscura. Volvió su vista de izquierda a derecha. «Soy Aldrich». Repetía nuevamente en susurros. La puerta del estudio se encontraba medió abierta y permitía divisar dos cuerpos masculinos en el sofá cama de esa habitación. «Soy Aldrich».—Su madre lo está buscando —anunció el ama de llaves, desde el otro lado de la puerta. «¿Cuándo regresó esa estúpida mujer?» Pensó Aldrich irritado apresurándose al cuarto de baño para esconderse de la mujer que no tardar&ia