—Joven Aldrich Grape.
Pequeños golpes en la puerta de la habitación de Aldrich lo despertaron de su profundo sueño. «Soy Aldrich». Pensó confuso mientras se incorporaba en la amplia cama de madera oscura. Volvió su vista de izquierda a derecha. «Soy Aldrich». Repetía nuevamente en susurros. La puerta del estudio se encontraba medió abierta y permitía divisar dos cuerpos masculinos en el sofá cama de esa habitación. «Soy Aldrich».
—Su madre lo está buscando —anunció el ama de llaves, desde el otro lado de la puerta. «¿Cuándo regresó esa estúpida mujer?» Pensó Aldrich irritado apresurándose al cuarto de baño para esconderse de la mujer que no tardar&ia
Aldrich sonrió victorioso y empezó a comer. «¿Qué se supone que trama?» Inquirió Mina, volviendo su vista a ambos lados. Intentaba pensar en una excusa para marcharse de allí lo más pronto posible. Entonces el recuerdo de aquel juego se hizo presente en su cabeza «¿Piensas que con mudarte de barrio lograrás ser diferente? Eres una maldita idiota que debió morir junto a sus padres. Yo me aseguraré de librar a esta ciudad de la escoria que eres». Las palabras de una vieja amiga la hicieron reír mucho. «Toma, muere, toma, muere».—Coma algo, señorita Hoffman —insistió Aldrich, señalando los alimentos en la mesa. Mina lo observó con recelo y se limitó a tomar solamente un cupcakes—. Estos están deliciosos, pruébelos —in
El verano seguía transcurriendo en Ulm, pero este no era precisamente cálido como en otros lugares. Durante el día, la temperatura se mantenía en 24 grados y por las noches bajaba a los 22, brindándole a la ciudad una suave oleada de viento fresco. Esta situación se tornaba perfecta para Mina, quien disfrutaría el resto de sus vacaciones de verano como lo ha hecho durante años.Ella sería como un vampiro; mientras el sol brillara en el cielo, permanecería en la comodidad de su habitación rodeada de libros clásicos y tazas de café; y cuando finalmente la luna despertara, saldría de fiesta para buscar algún amante que saciara su sed de sangre. A excepción de ciertos días en los cuales debía ir al instituto de música donde tocaba el corno francés.Comenzó a practicar dicho instrumento al momento de mudarse con su tía. La
Por un momento, Mina no soportó verse en el espejo. Prefería mil veces más eternizarse bajo tierra en una caja de madera, que verse de aquella forma tan lamentable. Su rostro destrozado, un corte en su pómulo izquierdo, el labio partido y un moretón cerca de su ojo derecho. Su cuello parecía arañado por un gato montés. Sus clavículas, hombros y brazos, con grandes hematomas purpúreos. Su cabello permanecía intacto, levemente despeinado, pero seguía siendo la cascada color miel de siempre; lacio en las raíces y ondulado a partir de sus hombros.Sobre la superficie pulida de la cómoda, había una tijera. Mina no era consciente de sus actos, no cavilaba con claridad. Su mente se encontraba completamente acaparada por el odio. Odio a las chicas, a su madre, a su padre y odio a la putrefacta sociedad. Dominada por sus impulsos destructores, lo hizo. Tomó agitada la tijera y
Durante otra pesada noche, Mina se encontraba en la cocina siendo víctima de un pavoroso dolor de cabeza. Permanecía plácidamente sentada en una de las sillas del comedor, ligeramente inclinada hacia delante y con una compresa caliente en su vientre. Se puso en pie mientras bebía un té verde para acercarse a la sala y observar que hacía Yi Zhou, sin embargo, se detuvo cuando un líquido tibio se escurrió en su interior y se concentró en su ropa interior, donde la sensación de humedad se intensificó.El flujo de sangre se filtró por la delgada tela y comenzó a bajar por sus muslos. Mina frunció el entrecejo y caminó cautelosa y de prisa a su habitación, donde cerró la puerta y se dirigió al cuarto de baño para tomar una ducha. Cuando se vio aseada, advirtió que solo contaba con una toalla sanitaria. Había olvidado comprar otro paquet
Estas cuatro palabras fueron pronunciadas en más de una ocasión durante el transcurso de las tres semanas continuas. “Buenas noches, joven Aldrich”. “Buenas noches, señorita Hoffman”. Sus tropiezos resultaron ser frecuentes, generalmente de manera ocasional. Los sentimientos de Aldrich se arraigaron, al punto de olvidar su objetivo. Su misión de regresar al pasado comenzaba a prolongarse intencionalmente. Los ataques de histeria y las punzadas ardientes en su pecho, no habían vuelto a hacerse presente, lo que para él significaba poder permanecer un corto lapso del tiempo en el futuro. No era consciente de las consecuencias que podría acarrear su precipitada e inmadura decisión.En alguna parada de autobuses de Ulm, Mark y Aldrich aguardaban pacientemente la llegada de Carsten, quien traería las identificaciones y documentos falsificados delictuosamente por él. Estos les valdrían
Mark condujo calmadamente hacia la casa de Aldrich inmediatamente después de comprar junto a Carsten, un par de teléfonos nuevos y dos laptops. Mientras pensaba en todas las cosas que había guardado en su antiguo teléfono, advirtió que algunos archivos habían quedado en el olvido. «Maldición, desapareció mi canción favorita». Expresó irritadamente Aldrich para sus adentros, en tanto que revisaba su lista de reproducción en su nuevo móvil. «Tendré que pedirle a Mark ayuda para recupéralas».—Deja de perder el tiempo y ven para acá —refutó Mark desde la sala de estudios de Aldrich—. Debes observar lo que hace Carsten —añadió asomando por el umbral de la puerta su cabeza para ver que hacía Aldrich, quien dejó su móvil en la cama y se levantó de la misma para diri
—¡Yi Zhou! ¡Vamos, déjame entrar! —exhortó Mina por enésima vez desde fuera de la habitación, como un general enfurecido lo haría con sus incompetentes soldados—. Déjame entrar, Yi Zhou —murmuró finalmente con un aire de derrota. Se inclinó hacia delante, colocó sus rodillas en el suelo y giró sobre ellas para sentarse con las piernas estiradas y cruzadas al nivel de sus tobillos. Apoyó la espalda en la puerta al igual que su cabeza, ligeramente inclinada a la izquierda. Mina tenía en cuenta que Yi Zhou no saldría pronto. Desde allí sus agudos oídos podían captar el característico sonido del agua al caer de la regadera al suelo. Se estaba duchando. Consideró por un momento volver a su habitación, sin embargo, le convenía permanecer en el oscuro y frío pasillo para recuperar el libro que se encontraba en la mochila de Yi Zhou. Estaba demasiado impaciente por leer los poemas que extravagantemente Aldrich escribía cada día para ella en el pequeño diario vino tinto.
—Tome. Léalo cuando este en casa —anunció con una amplia sonrisa.Se puso en pie y observó con anhelo al sol que ya se había ocultado. El hermoso cielo diáfano y rosado, permanecía aún con los destellos amarillos y naranjas del crepúsculo. Se mezclaban pintorescamente con el pálido rosa que hacía un lindo contraste con el blanco de las nubes. Ya se podía notar con ligereza la conjugación de tonos púrpuras y oscuros de la noche que se avecinaba.—Comienza a anochecer —indicó Aldrich en un pesado suspiro—. La acompañaré a casa —añadió tomando su mano para ayudarla a incorporarse. Esos fueron segundos mágicos. El suave roce de sus manos que encajaban dulcemente bien y sus miradas conectadas que delataban las sensaciones que recorrían sus cuerpos. Ambos parecieron disfruta