Como cada semana, aquí les dejo un nuevo capítulo, deseando de corazón que lo disfruten y se animen a comentar o reseñar mi historia. De verdad que me ayudarían mucho con ese simple gesto. Gracias a todos los que me leen y siguen mi historia.
—¡Me va a dar algo si no despierta de una puñetera vez! Maldecía Richy a su manera por enésima vez, mientras me miraba chequear el estado de Olympia de manera autómata. —Quizá debí llevarla directamente al hospital —pensé en voz alta compartiendo su preocupación e imitando la posición del fiel amigo, admirándola de cerca. —No, hiciste bien —contestó para mi sorpresa —, a ella le enfadaría el doble despertarse en un hospital, incluso más, que haber sido víctima de un puto misógino. Aquella respuesta no me extrañó en absoluto, estaba seguro de que no le faltaba razón, casi podía escucharla maldecir a los cuatro vientos. Pero no lo hacía... —Mi bella flor, por favor, despierta... —murmuré en un susurro, tomándola de la mano y ansiando algo parecido a una respuesta. —Su respiración es estable, es como si fuera la bella durmiente... —añadió Richy tras unos minutos buscando animarme —. Aprovecha su calma, es probable que pronto llegue tormenta —dudó huyendo despavorido hacia el
Era imposible no sentirme aterrado por lo que Olympia pudiera hacer si se encontraba de frente con su agresor, a sabiendas de lo que yo mismo sería capaz de hacerle. Ella era en muchas ocasiones imprevisible y por ello, no tuve las fuerzas necesarias para dejarla ir a solas hacia su objetivo. Tardé demasiado en arrancar el auto, decidiendo cómo actuar sin tener que sufrir parte de las consecuencias de retenerla en su firme ambición. ¿Podría acaso interponerme? Era justo, pensé, que al menos tuviera la posibilidad de desahogar su rabia pidiéndole algún tipo de explicación. Él había sido su mentor, alguien importante en su vida pasada a quien admiraba, pero ahora ¿serviría ese sentimiento de algo? ¿la haría dudar cuando llegara el momento? Poniéndolo en duda, intenté seguirla mientras la oscuridad de la noche me lo dificultaba envolviéndola en su halo, por aquellos callejones que le servían de atajo hacia el edificio del pintor. El caos de pensamientos que me azoraban se mezclaba con
Creía que aquel día apuntaba a convertirse en el día más largo de mi vida, y sólo comenzaba. ¡No seas exagerado Peter, solo llevas una hora lejos de ella! me culpó mi habitual voz interior a lo "Pepito grillo" Ese que se encargaba de sermonearme a cada rato, cuando mi automático gesto revisaba el reloj, dando un sonoro suspiro de impaciencia por su lentitud en consecuencia. Sí, era realmente estúpido sentirme como un loco adolescente, solo quizás, se debía a la novedad de sentir demasiado por aquella mujer que me conquistaba día tras día, al misterio que me suponían sus arranques de valentía, su creciente ironía y su arrebatadora personalidad. ¡Sí, me tenía loco! ¡Sí, estaba enamorado! ¡Joder si lo estaba! me decía notándome más seguro que en toda mi vida, dejando a un lado las dudas subyacentes de que mis impulsos fueran tan solo producto de su extrema singularidad. En tal caso, no podía dejar de rememorar casi instante que había pasado a su lado, en estos últimos dos meses. —
La noche era cálida a esas horas, advertí cogiendo aire profundamente y disfrutando de las pinceladas del olor a mar en el alisio, mientras el sonido de las olas apacibles rozaba con la arena, aportándome con su vaivén, una paz inusual. Sobre todo, si tenía en cuenta que llevaba más de una hora de local en local buscando a Olympia y la zona de ocio, tan solo acababa de comenzar. No, no quise alertarla en un principio de mi cambio de opinión, pues una parte de mí prefería llegar de sorpresa y analizar su reacción al verme allí, dispuesto a deleitarme otra noche junto a ella. Quizá era demasiado arriesgado, sopesé un instante caminando por el paseo marítimo hasta otro de los atestados pubs, ella podría estar pasándolo en grande sin mi presencia, e incluso sentirse abrumada si llegaba en su busca y sin avisar. Sí, podría ser precavido, sería lo habitual en mí, al menos siempre lo habría sido. Pero en esta ocasión, y sin saber por qué, quise pecar de auto confianza con el empuje que me
Entré al apartamento de Olympia casi arrastrando los pies aquella noche. Ya no tenía el aguante de antes, me dije irónico pensando en los bailes y chupitos continuos que me habían dejado exhausto. Ya ni recordaba cuantas noches había pasado en vela, ocupado en otras diversiones más atractivas que el mismo sueño; tareas de rescate e incluso en mi nueva faceta de acosador exclusivo de Olympia. Sin embargo, no podía evitar pensar, que terminaría pagando las consecuencias de alguna manera a largo plazo. Mi bella corrió hasta su baño con un paso acelerado y con cara de consecuencia, seguramente impulsada por la imparable ronda de bebidas que nos había acompañado esa velada. ¡Ja! Reí en consecuencia, encontrando lógica a otra de sus manías alejada de los atestados baños públicos. La esperé entonces en su cama, el lugar más accesible y cómodo a mi disposición ¡oh! ronroneé de puro alivio, apoyando mi cabeza abrumada de sonidos retumbantes, quedando este suspendido en un llano y sordo pi
Resoplé alertado por mi urgencia, temiendo volver a llegar con retraso a la oficina. Mi móvil sonó aumentando mi inquietud, pero advirtiendo con alivio que no se trataba de mi ayudante. — ¿Sí? —pregunté sin reconocer el número. —Hola Pet, mi rey ¿cómo estás? —saludó Richy con su inigualable deje amanerado, sin llegar a dudar de quién se trataba. —Hola Richy ¿qué tal? ¿ha pasado algo? —me preocupé al no entender su llamada a mi teléfono y no al de su mejor amiga. —No nene, no te asustes. Solo es que Oly tiene el móvil fuera de servicio y supuse que estarías cerca, por lo tanto, he decidido disculparme a través de ti, quizás seas más benevolente que mi querida Olympia. — ¿Disculparte? No entiendo... —contesté confuso. —Sí, por lo de la cena de anoche, Mark no podía acudir, mi pobre chico se ha lesionado el pie y quise quedarme a cuidarlo. Ya sabes, además no era plan de estar de carabina con ustedes, así que lo dejamos para otro día ¿Ok? — ¡Vale, vale! Espero que se rec
Llegamos a casa en un halo de extraña tensión, me mantuve alejado sopesando mis opciones. Quizá debería hablar, romper el hielo y atenerme a las consecuencias. Sí, eso haría, aunque el nerviosismo me comiera por dentro. Fingí revisar mis mensajes y correos como siempre hacía, pero tendría que dejarlo para otro momento. Ahora no estaba ni medianamente concentrado para ponerme con ello. Olympia, se encerró en la ducha sin intención de invitarme a compartirla con ella como siempre lo hacía ¡Uf, aquello no pintaba bien! maldije en mis adentros esperando su salida. —Creo que es hora de que hablemos de lo que ha pasado esta tarde —solté sin darle más vueltas, nada más verla tumbarse en el sofá y tomar el mando a distancia pareciendo absorta en sus pensamientos. — ¿Y qué ha pasado? —contestó fingiendo una voz neutral, imposible de interpretar. —Sé que escuchaste lo que tu amigo me dijo, por eso has estado como ausente desde que fuiste a por los helados. No contestó, pero su expresió
Una mañana más a la que debía enfrentarme. Otra en la que las tareas de un jefe debían ir por encima de mi vida privada y mi incapacidad de dejar de pensar en otra cosa que no fuera en estar con ella. Pasé las reuniones impuestas con sobresaliente, cerrando tratos con nuevos asociados en la isla y por supuesto, empleando todos los métodos de negociación aprendidos en el paso de los años de formación. Era, en parte, una buena manera de mantener mi mente ocupada y mi parte ociosa, ahora más alentada que de costumbre, en un rinconcito esperando la hora de apoderarse nuevamente de mi persona. Alejandro volvió a demostrar su empeño y valía durante toda la jornada, en cambio Mario, quien llegó de Londres demasiado avispado e insolente, solo consiguió decepcionar en sus escuetas obligaciones, esas que habían quedado reducidas tras mi llegada a la sucursal. Tenía que buscar una solución a este asunto, me dije convenciéndome de que había llegado el momento de hacer algunos cambios en su a