47. Su adiós.
Avisté cómo nos acercábamos al alto edificio de apartamentos, ya iluminado al anochecer, con los nervios gobernando cada una de mis habituales acciones. Mario se mantenía callado, absorto en sus pensamientos, pero con la agitación plasmada en los repetidos movimientos espasmódicos de su pierna. Al menos, podía consolarme al saber que éramos cómplices a favor de enfrentarnos al delicado encuentro con la culpable de nuestro dilema.

Entré al hall con paso firme y sin titubear, en dirección al ascensor, con mi acompañante intentando seguir el ritmo de mis pasos.

— ¡Señor! —exclamó el conserje en su inglés nativo, llamando mi atención —. ¡Señor Maillard, le han dejado un mensaje urgente!

Cesé mi avance bruscamente alertado por aquellas palabras y con el gesto impaciente, tomando el extraño papel que me mostraba para observarlo sin sentirme capacitado a leer su contenido.

— ¿Quién ha sido? —pregunté con el desbocado latido de mi corazón resonando en mis oídos, haciéndome temer sa
Belinda Gonvel

Y más cerquita, espero que al menos les haga emocionarse con este capítulo. Siempre gracias por seguir leyendo.

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