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4. Cabronazo a la fuga.

El sonido sordo de mi móvil me hizo abrir los ojos de sopetón, cayendo en la cuenta de que me había quedado traspuesto mientras maldecía mis últimas acciones en seminconsciencia.  

Me levanté de un salto, aún con el condón colgado a medias en mi inactivo pene. Vi de soslayo cómo mi acompañante dormía plácidamente como habiendo ejecutado a la perfección su confabulada maniobra de seducción.  

¡Que no se despierte! recé en mi fuero interno mientras entraba en el aseo contiguo. No se me apetecía en absoluto disimular mi falta de interés entremezclado con mi mal humor vespertino. 

Me miré durante un segundo en el espejo... ¡Serás estúpido! me culpé. 

 Ya oía las llamadas de mis colegas felicitándome por tremenda hazaña. Ahora sí que te has puesto la medalla de honor al cabronazo del año.  

No pude dejar de hostigarme, con mi típico mal humor mañanero hasta que oí su voz.  

—¿Peter? —repetía contrariada Gisela tras la puerta. Decidí salir y enfrentarla de una vez, a fin de cuentas, teníamos que seguir trabajando en la misma empresa y por mi bien, no debía dejar las cosas así.  

—Lo siento —, fue lo primero que se me ocurrió decir —, pero tengo que salir enseguida o perderé mi vuelo.  

—Sí —contestó por lo bajo —, lo entiendo.  

Dudó un segundo viéndome coger mis cosas e intentando adecentarse delante de mí.  

—Supongo que podremos hablar de lo que ha pasado esta noche en algún momento —dijo sin tapujos, yo paré en seco dándole la espalda. ¡Joder! Era justo de lo que quería escapar hace un momento.  

La miré pensando cual debería ser mi respuesta. Era su jefe, un cabronazo de jefe que no había podido mantener su ego masculino encerradito bajo sus pantalones y finalmente, se había acostado con ella.   

—Sí —acepté soltando el aire suavemente —, pero ahora me es imposible quedarme. Tengo compromisos de los que no puedo ausentarme. 

Vi en su expresión que buscaba una solución más eficaz a su propuesta. 

—Seguiremos en contacto Gisela —le di un suave beso en la mejilla intentando zanjar el tema —. Desde que me instale te llamaré y hablaremos con más calma, y me gustaría que, hasta entonces, esto quedara entre nosotros.  

¿En serio le había prometido tal cosa? De verdad que no tenía remedio. Aquel no había sido el mejor polvo de mi vida, eso lo tenía claro, pero quería intentar ser cauto al menos por una vez. A ver, tampoco podía decirle a la cara todo lo que pensaba de aquella locura, o quedaría como un capullo al completo.  

Salí de allí con el enfado como sustituto del subidón sexual de hacía solo unas horas y no dejé de hostigarme a insultos hasta que no estuve parado frente a la puerta de embarque, donde por poco, no había perdido el embarque a mi vuelo.  

Entré apresurado y sin mirar a mi alrededor, centrado únicamente en mi caos de pensamientos y mi drama personal. Sí, por supuesto que era cliente vip y entraría por la fila prioritaria. Ahora solo estaba deseando despegar y alejarme lo máximo posible de todo aquel embrollo.  

¡Adiós a Londres, a su sede y a Gisela Smith! Vitoreé en mis adentros una vez sentado en mi asiento, jamás pensé que mi traslado se terminaría convirtiendo en una apresurada fuga. 

   *****

—Ups, lo siento —dijo una voz femenina a mi lado, sacándome de mis vagos pensamientos.  

Wow, dijo mi lado masculino por lo bajo rebotando en mi mente. Menudo pibón llevas como compañera de vuelo. Peter ¡contrólate! Mira hasta donde te han llevado tus impulsos varoniles hasta ahora. Pero ¿por qué no podía dejar de admirarla e imaginarme entre sus piernas? Se la veía incómoda, de ahí el codazo que había recibido ¡Merecido! Por supuesto, y más si supiera de qué pensamientos obscenos tenía con ella en aquel mismo momento. ¡Cambia el chip joder! 

—Puedes apoyarte en mí si te resulta más cómodo —solté de repente como respuesta. Por supuesto, ese había sido mi lado naturalmente amable. Sí... como no, así me resultaría más sencillo dejar de fantasear con ella.

¡Serás masoquista! 

Me miró extraño durante unos segundos, como dudando de mis buenas intenciones. Puse carita de inocente, ¡qué bien se me daba esto de parecer todo un hombre decente! De repente contestó con naturalidad.  

—Te lo agradezco, pero me doy por vencida- resopló dramáticamente —. Aquí va a ser imposible pegar ojo. 

—Yo me rendí hace mucho. Soy incapaz de dormir en un avión —compartí con ella sin saber muy bien por qué. Sí, uno de mis pocos miedos era sin duda la idea de caer en picado en uno de aquellos trastos voladores, ¡joder, eso sería una muerte de lo más horrorosa!  

Sonreí para mí mismo pues, nunca me había resultado sencillo hablar de mis asuntos con desconocidos. Y menos con una, potente arma de seducción femenina.  

—¿Alguna fobia? —dijo de repente. La miré pensando en qué decirle en respuesta, ¿de verdad estaba tentado a conversar de mis pormenores con ella? ¿por qué no? Podría ser interesante y sin duda sacaría mis malos pensamientos por un rato de mi cabeza.  

—No, en verdad es que siempre tengo la esperanza que si esto —, señalé hacia el techo para ser preciso —, se fuera a pique, no me gustaría estar dormido —. Y era la puñetera verdad, guardaría la fe de poder salir antes de que se hiciera añicos contra el suelo. 

—Entonces, ¿crees que habrá alguna diferencia si nos estrellamos contigo bien despierto?

¡Ja! A ver cómo contestas a eso gracioso, pensé divertido. De verdad que no tenía ni puñetera idea, pero bueno, siempre me quedaba ser original.  

—No sé por qué, pero guardo la esperanza de poder hacer cualquier cosa antes de llegar al suelo. 

Ella aceptó con la cabeza, pero se veía estar disfrutando de cierta diversión a mi costa.  

—Entonces eres algo así como un súper héroe frustrado...

Mi carcajada brotó de improvisto, como si me hubieran contado el mejor chiste de mi vida. ¿Cuánto hacía que no me reía de esa manera y a mi costa? Jamás me habían puesto un mote tan original, pero, esta mujer una fuera de serie. ¿De verdad se estaba burlando de mí con tanta arrogancia y consiguiendo hacérmelo pasar en grande? 

—He acertado ¿verdad? —añadió sonriéndome con ganas en respuesta.

Wow, dije una vez más en mis adentros. ¡Menuda sonrisa! ¿De verdad podría mejorar? 

—Sí, por supuesto. Creo que el ego masculino tiene la culpa —acepté encogiéndome de hombros, pues suponía que algo de eso tenía que haber en mi estúpida premonición.  

—Qué gran problema tienen ustedes con eso. Debería estudiarse y buscar alguna cura, o podría acabar dando verdaderos problemas.  

¡Joder que sí! Pura sabiduría su deducción, pues recientemente había tenido justo ese problema.  No muchas horas atrás había tenido que enfrentarme a una de las consecuencias de ello.  

Me quedé ahora durante un instante sumido en mi m****a de recuerdos recurrentes. El avión se movía... ¡Arriba la bilirrubina! estúpidamente siempre me ponía tenso el ascenso a los cielos. ¡Sí, literalmente! Estiré la mano para agarrarme con fuerza al brazo del asiento donde ella tenía apoyada su mano. La sujeté sin miramientos ¡Qué m****a! La bilis ascendía por mi estómago y no podía controlar todos mis movimientos. ¡Joder, joder! Rondaba mis pensamientos. ¡Que no se caiga!

Ella me miraba confundida, quise reírme y decirle que era parte de una broma, pero no pude. Su ceja irónica era de lo más significativa, ¡sí, menuda valentía estaba demostrando ahora! Menudo super héroe de m****a estaba siendo.

En cuanto el avión se estabilizara, lo arreglaría, me dije autoconvenciéndome de no haber estropeado mi imagen de hombre galante y seguro de su hombría, al menos todavía. 

—Lo siento, esta vez sí que he notado el ascenso —, le dije sonriendo con naturalidad, soltando su mano, ajustando el aire acondicionado por encima de mi cabeza y desabrochando el primer botón de mi camisa demasiado sujeta a mi cuello. ¡Necesitaba más aire! Demasiados acontecimientos...—me dije sintiéndome algo presionado.  

—No pasa nada. A veces es bueno rezar un poco en estos momentos —contestó tras un segundo inspeccionándome de soslayo. Pero, ¿por qué iba a rezar? ¡La había vuelto a cagar! Ahora pensaría que era tremendo cagueta. Le sonreí un poco de medio lado , si ella supiera la guerra que mantenía en mi cabeza, sabría que la fe poco me ayudaría con ello.

Pasó de mí al instante, centrada en la música atípica que salía de sus auriculares y tarareando como si a su lado no viajara nadie. ¡Genial! ¡Ahí lo tienes machote! ¡Ha pasado de ti como de la m****a!

Tenía los ojos cerrados y yo solo me dispuse a admirarla disimulando de tanto en tanto. ¡Wow! Era realmente bonita, y poseía una dosis de ferocidad que la hacían destilar amor propio. Sonreí estúpidamente por mis pensamientos redundantes. ¡No tenía remedio! 

Pasó algo de tiempo y su cuerpo cedió al cansancio, su inconciencia iba tumbándola hacia mi lado y sin dudarlo, la dejé acomodarse en mi pecho. Mmm, un placer tener algo tan bello un poquito más cerca, tentador... Déjalo Peter, pareces un auténtico sátiro con esas ideas en la cabeza. 

—¿Qué ha pasado? —se alzó repentinamente en alerta cortando mi deleite. Sí, así es como me miraba, como si me hubiera sobrepasado con ella.  

—No te preocupes, creo que han sido las turbulencias —contesté con cara de inocente seguridad. Incluso creo que alcé los brazos en consecuencia.  

—Sí, pero, ¿por qué me he caído casi encima de ti? —soltó confusa con su ceja consecuente aún alzada, poniendo nuevamente en duda mis intenciones.  

—Pues estabas K.O. y yo solo te sostuve cuando caíste a mi lado —quise explicarle con los mayores detalles posibles exudando amabilidad.  

—Lo siento —se disculpó. ¡Bien! Había colado. Al menos ahora no me vería como un compañero de viaje depravado —. No creía que estaba tan cansada, pero veo que me equivocaba —prosiguió como auto inculpándose de aquello que al menos para mí, había sido tan agradable.  

—No pasa nada. Puedes seguir durmiendo si quieres. Yo te avisaré en el caso de tener que saltar del avión —, contesté haciéndome el graciosillo. Al menos tenía que intentar liberar la tensión del ambiente, y ¡qué coño! Debía admitir que se sentía la mar de bien el notar su involuntaria cercanía.  

Dudó unos instantes, mirándome sin disimular su escrutinio. Sí, le dije con mi cara, estaba hablando en serio. Finalmente, y con un gesto tan espontáneo como inocente se acercó apoyando la cabeza sobre mi hombro. 

—De acuerdo... ¡Qué afortunada me siento en estos momentos! —susurró ahora mucho más cerca de mi oído.  

Reí por lo bajo, acomodándome también para que mi posición no fuera tan forzada y pudiera acomodarse sobre mi hombro.  

—Y digo yo... —la escuché murmurar volviendo a alzarse para mirarme lo más cerca que la había tenido de mi rostro —¿De verdad fueron las turbulencias las que me sobresaltaron? Porque yo juraría que es una excusa para deshacerte de la pesada acompañante que se duerme incluso sin querer encima tuya. No me habrás despertado a conciencia para que dejara de babearte la camisa, ¿verdad? 

Wow, me dije una vez más ante aquella perorata tan comedida. No pude sino reírme ante aquella conclusión en la que ni yo había deparado. ¿A quién le importaba la camisa? Dudé, pues ¿de verdad este pedazo de mujerón me estaba coqueteando?  

—Me has calado, me gusta demasiado esta camisa —mentí siguiéndole el juego, ajeno a quienes pudieran percatarse de nuestra extraña conversación.  

—Menudo caballero que estás hecho —contestó simulando estar dolida, pero sin éxito teniendo en cuenta la sonrisa traviesa que aún tenía pintada en su cara.

¡Madre mía! ¡Cómo me ponía aquella cautivadora compañera! 

—Me da que tú tampoco eres una damisela en apuros —solté de repente sin miedo a equivocarme.  

En cuestión de una hora, aquella mujer había sido capaz de despejar mi mente de todo malestar, sumergiéndome en un juego de egos que me sugestionaba a dejarme llevar y ser un poquito más yo.  

Ella mantuvo mi mirada, pero su expresión era de triunfo, como si en aquella batalla, ella fuera a la cabeza sin llegar a dudarlo en alguna ocasión.  

—Veo que al menos gozas de algún súper poder —contestó sin separar el contacto visual, alcé una ceja esperando la reflexión al completo —. Sabes captar la esencia de personas desconocidas. 

—No lo había pensado, pero nunca se me ha dado mal el alejarme de las personas que no me convienen —admití.

¡Buen punto! dije en mi interior.  

—Entonces seguro que lo usas a menudo —dio ella por sentado.  

¡Más quisiera! me volví a compadecer de mí mismo, pero ahora solo quería centrarme en nuestra particular guerra. 

—Sí, esa será la manera de elegir quien saldrá vivo de aquí en caso de accidente repentino.  

La vi reír con ganas, aceptando mi respuesta como réplica en nuestra pequeña batalla, aunque quisiera disimular mirando hacia el otro lado.

¡Será pícara!  

Volvieron las miradas conspirativas por ambos lados, sin poder evitar parecer atontados y demasiado entusiasmados con llevar ventaja.  

Miró mis manos, parecía pensativa. Su semblante guardaba los misterios de sus pensamientos sin mucha exclusividad. ¿Acaso buscaba una alianza entre mis dedos? ¡Ja! Eso no podría interponerse entre ella y yo. 

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