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5. Un regreso entretenido.

Me moví algo incómodo, preguntándome si me quedaba mucho tiempo con mi bella acompañante de vuelo. No más de dos horas, me convencí repentinamente ansioso. ¡Bien! Tenía el tiempo suficiente para saber más de ella, para poder tener su número o quizá buscar la manera de encontrarla tras salir de aquel avión. ¡Peter, no tienes remedio! me culpé. Pero en esta ocasión ignoré esa vocecilla estúpida de mi subconsciente, leyendo el folleto de evacuación del avión sin ponerle demasiada atención. ¿Cómo no iba a sentirme así de excitado con una mujer tan interesante como aquella? 

Mis ojos volaron disimuladamente a controlar sus gestos, escribía algo en una servilleta, pero ¿qué...?  

En un instante cambió de postura, dispuesta a levantarse. Mis ojos midieron su cuerpo que ahora quedaba alzado frente a mis ojos, inclusive sus pechos, los cuales pasaban lentamente sobre mis ojos, pero ¡joder! Mira para otro lado, me dije. Y en seguida vi el mensaje, pues la servilleta había quedado a mi merced, sobre el folleto que simulaba ojear segundos antes de aquel alboroto. 

"Tú y yo solos en el aseo del fondo, quizá allí puedas mostrarme otro de tus súper poderes" 

Pero, ¿¡qué coño!? ¡Qué broma era aquella? Estas cosas solo pasan en las pelis, ¿no? O ¿de verdad aquella irresistible mujer quería que folláramos en el aseo de un avión? 

Volví a mirarla estupefacto, mi cara debía ser un poema porque ella pasó lentamente rozándome muy de cerca, viendo mi sorprendida reacción con un gesto de lo más provocador. Wow, estaba alucinando. Le mantuve la mirada sin creérmelo del todo, al menos hasta la observé ir con decisión hasta el fondo del pasillo y pararse justo entre los aseos. 

¿Y ahora qué hacía? me debatí en mi interior. Una parte de mí, seguía barajando la idea de que aquello fuera una vil broma de una mujer algo conspiranoica. Pero, ¿y si hablaba en serio? 

Mi lado más atrevido, era quien me hacía verlo como algo tentador, quizá lo más loco que hubiera hecho en mi vida. Seguí parado en mi asiento, moviéndome en sintonía con mis pensamientos.  

¿Y si alguien nos pillaba? ¿Estaría ella mirándome mientras me ponía a prueba? Si tardaba demasiado o me negaba, quedaría como un vil tonto, pues estaba claro que, durante las más de dos horas de vuelo, nuestro tonteo había sido de lo más provechoso.  Pero, ¿y si cedía y me tomaba el pelo, o me veía como el típico patán vanidoso?  

Uf, menuda indecisión...

¡Qué diablos! Esta vez estaba fuera de la zona que reservaba para ser cauto, así que, en esta ocasión, mi lado perverso elegiría la más lógica reacción.  

Me levanté mirando el pasillo en cada dirección ¡Despejado! Y ella esperándome con una sonrisa coqueta al final del paso ¡Bien! Allá vamos campeón.  

Su atractivo me llamaba como la miel a las moscas, era como un imán de puro fuego y atracción. Con seriedad escruté su expresión triunfadora, sí, ella era ese prototipo de mujer peligrosa que tanto me atraía y en esta ocasión, no lo iba a desaprovechar.  

Aun así, me mostraría cauteloso, primero me dejaría llevar. 

—Eres tan... —susurró provocadora, ya dentro del ajustado espacio cerrado, mientras se apresuraba a desabrocharme los botones de mi pantalón.

Aspiré su olor mientras me centraba en su reflejo, pegada a mi cuerpo y notando crecer mi erección. Me besó con una necesidad arrolladora, sí, me dejaría arrastrar a su fuego y me quemaría sin pedir redención. Instintivamente busqué tocar su cuerpo, ahora lo necesitaba. Subí por encima de su cabeza la ligera camisa buscando encandilarme con su desnudez etérea.  

¡Wow, joder, sí que era intimidante esta mujer! 

Su lencería sexy y elegante destacaba sobre su piel dejándome atónito. Su tibio contacto hacía efecto sobre mis sentidos, despertándolos y poniéndome la piel de gallina de pura expectación. ¡Estábamos en un puto avión, joder! Podrían descubrirnos o incluso lesionarnos en el intento, y era una sensación de lo más excitante y aterradora a la vez.  

—Por cierto, ni siquiera sé tu nombre —comenté por lo bajo sonriendo por la incómoda situación.  

—Olympia —soltó dejándome nuevamente sorprendido. Ese nombre le iba como anillo al dedo. Tan potente y poderoso como ella misma —. Eres más caliente de lo que imaginaba Olympia... Yo me llamo Peter —susurré admirándola una vez más y atreviéndome sin poder dominar mis impulsos, a tomar sus redondeados pechos entre mis manos  

—Pues bueno Peter, en eso has acertado, ahora te demostraré lo poco que me parezco a una dama en apuros, porque haré que sueñes con mi nombre a partir de ahora.  

Wow, estaba alucinando, y mi miembro se hinchó algo más en respuesta, hasta ser doloroso llevarlo dentro de mis pantalones. Ella lo adivinó con su atrevimiento apabullante y bajó su posición hasta quedar frente a la entrepierna. ¡Madre mía! me dije notando como lo dejaba expuesto y se mordía el labio con sutileza.   

 —¡Vaya, creo que acabo de descubrir otra de tus grandes virtudes!  

Mis ojos se tornaron bajo mis párpados mientras me tocaba, extendiendo un condón con rapidez y destreza.  

¡No podía dejar de pensar en estar dentro de ella! maldije y quise tenerlo todo de una vez, verla sentir placer y con esa sonrisa irónica, hacerla gemir y saber todo y más de ella.  

Y así lo haría.  

La sujeté, elevando su imponente cuerpo sobre el escueto lavamanos, buscando su comodidad para recibirme sin molestias. Entendió al instante, sin quitar el contacto de su mirada airosa. Abrió sus piernas exponiéndose, movió un poco el delicado tanga y casi exploto al instante ante tanta necesidad. Mi respiración era casi jadeante y quería poseerla allí y no parar de hacerlo jamás.  

—Ahora ¡fóllame Peter! —exigió en un susurró imperativo.  

Y yo simplemente cumplí su orden, como si mi poder hubiera quedado sujeto al de ella, como si todo se concentrara en aquel instante donde su nombre completaba mi existencia.  

Olympia... Sí, ella era como la mujer perfecta, pero ¿qué pasaría después de todo, en cuanto llegáramos a tierra? 

Quería pensar que aquello no sería el final de nuestro encuentro, me dije devorándola con la mirada mientras disfrutaba todo de ella. Sí, estaría dispuesto a repetir aquello, dejar que me guiara hasta donde ella quisiera. Una dosis extra de emoción, algo que incluyera más aventuras como la que estábamos viviendo, tan disparatadas y apoteósicas, para quizá ya en nuestro destino pudiéramos, no sé, tal vez, hasta inventar una nueva posibilidad.  

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