Me puse la camiseta de Ethan. Me llegaba hasta la mitad de los muslos, dejando mis piernas completamente desnudas. «Perfecto. Justo lo que necesito.» Esta camiseta es perfecta para lo que quiero lograr: molestarlo. «Quiero sacarlo de su frialdad. Quiero ver una reacción en él. La que sea.» Con esa idea fija en mi mente, me quité el pantalón de pijama que también me había dado y se lo arrojé a los pies de la cama con una deliberada falta de cuidado. «Que vea lo poco que me importa su opinión ahora.» La luz del baño seguía encendida, iluminando la habitación con una luz suave que hacía que la tela blanca de la camiseta se transparentara, revelando la silueta de mi cuerpo. Lo vi allí, en la cama, mirándome fijamente como si me desnudara con esa intensa mirada oscura sin los lentes de contacto azules. «Por fin me está mirando. Por fin me ve.» Ahora entiendo por qué lo ven irresistible las biased Ethan. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que me puso nerviosa, pero al mismo tiempo me excitaba. «Es peligroso. Pero me gusta este juego. Me gusta tener su atención.» Su mandíbula estaba tensa y sus labios apretados en una fina línea. Sus manos se aferraban a las sábanas, como si estuviera intentando contenerse. «Está luchando contra sí mismo. Lo noto. Lo siento.» Percibí una mezcla de sorpresa, confusión y… ¿deseo? en su mirada. «Sí, deseo. Lo veo en sus ojos. Al fin veo algo más que indiferencia.» Era una mirada que me recorría de arriba abajo, deteniéndose con insistencia en mis muslos desnudos, en la forma en que la fina tela se adhería a mis curvas, delineando mis pechos bajo la tenue luz. Sentí que se me erizaba la piel bajo su escrutinio. Esa mirada me hizo sentir poderosa, provocativa, pero también vulnerable, expuesta. «Es justo lo que quiero. Que me vea en toda mi complejidad. Que vea la mujer que soy, más allá de la farsa.» Esa era la reacción que buscaba. Necesitaba que me viera, que me viera de verdad, más allá del contrato, más allá de la farsa. Necesitaba que viera a Ariana. Y, para mi deleite, parecía que estaba funcionando. Me divertía ver la lucha interna que se libraba en su interior, la forma en que intentaba mantener la compostura mientras sus ojos lo delataban. «Está perdiendo el control. Y me encanta.»
—¿Qué haces? —preguntó con el ceño fruncido, su mirada recorriendo mi figura. «Justo como quería. Que me mire. Que se fije en mí.» Su pregunta no me tomó por sorpresa. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mis labios al ver la expresión de fastidio en su rostro. «Bingo. He dado en el blanco.» Justo lo que quería.
—¿Dónde más me voy a vestir? —respondí, arqueando una ceja y elevando ligeramente la barbilla, con una falsa inocencia que sabía que lo irritaría—. ¿En el pasillo? «Sé que le molesta. Pero me da igual. Necesito que sienta algo, aunque sea irritación.»
—Hay una sala —señaló con la cabeza hacia la puerta corredera—. Podrías haberte vestido allí. «Como si me importara lo que él piense.»
Con una lentitud deliberada, como si estuviera midiendo cada uno de mis movimientos, me levanté del borde de la cama y caminé hacia el centro de la habitación. «Quiero que me siga con la mirada. Quiero que se dé cuenta de lo que se está perdiendo.» Me detuve justo delante de él, a pocos pasos de distancia. Levanté la camiseta blanca hasta que rozó la parte inferior de mis senos, deteniéndome allí, observando su reacción. «A ver si así reacciona. A ver si así deja de ser tan frío.» La tela, al tensarse, se adhería aún más a mi cuerpo, delineando mis curvas bajo la luz del baño. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la necesidad de provocarlo, de romper esa barrera de frialdad que nos separaba, era más fuerte que yo. «Necesito que me vea como una mujer. No como una simple parte del contrato.»
—No es que me moleste —dijo Ethan, con una expresión que decía todo lo contrario—. Es solo que… es innecesario. Y ahora esto… —Su mirada recorrió mi cuerpo una vez más, deteniéndose justo a la altura de mis pechos, donde la tela de la camiseta se ceñía a mis curvas, marcando mis pezones bajo la tenue luz. Sus ojos se oscurecieron por un instante, y un ligero rubor apareció en sus mejillas. «Lo he pillado. Le estoy afectando. Por fin.» ¿Qué es lo que veía exactamente? Podía sentir su mirada quemándome la piel, y aunque intentaba mantener una expresión indiferente, noté un ligero temblor en sus manos, que aún se aferraban a las sábanas. «Está luchando contra sí mismo. Lo siento.» Era como si estuviera librando una batalla interna, entre la compostura que intentaba mantener y el deseo que comenzaba a aflorar. «Gané esta batalla», pensé con una sonrisa interna. Suspiró profundamente, apartando la mirada por un segundo antes de volver a mirarme a los ojos. —¿En serio, Ariana? ¿Tenías que…? Apaga la luz del baño, ya quiero dormir.
Innecesario. Esa palabra resonó en mi cabeza como un eco. Innecesaria. Así me sentía yo. Innecesaria en su vida, en su corazón, en su cama. «¿De verdad piensa que soy innecesaria? Después de todo lo que le he dicho… después de todo lo que siento…» La confesión que le había hecho minutos antes parecía ahora una locura, un error imperdonable. «Me arrepiento de haberle dicho nada. Me arrepiento de haber sido tan vulnerable con él.»
—¿Y qué se supone que haga? ¿Dormir en el sofá? —pregunté, señalando con la mirada el incómodo mueble. «Como si fuera a dejar que me trate así.»
Ethan suspiró y se incorporó en la cama, apoyando la espalda en la cabecera.
—Puedes dormir ahí —respondió, encogiéndose de hombros. «No voy a dejar que me ignore de esta manera.»
Lo miré con incredulidad. ¿De verdad me estaba diciendo eso? ¿Después de todo lo que había pasado? ¿Después de que me había confesado? «Es un insensible. Un completo insensible.»
—Eres… —busqué la palabra adecuada, pero ninguna parecía lo suficientemente fuerte para expresar lo que sentía—. Eres increíble. «Increíblemente cruel.»
Sin decir nada más, me di la vuelta y me dirigí al sofá. Pero antes de llegar, me detuve. «No. No voy a dormir ahí. No voy a ceder ante su indiferencia.» No iba a dormir allí. No después de todo. No iba a permitir que me tratara de esa manera. «Voy a luchar por mi lugar. Aunque sea en esta cama. Aunque sea por esta noche.»Respiré hondo, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Luego, me di la vuelta y regresé al dormitorio. Ethan me miraba con el ceño fruncido, como si estuviera anticipando una nueva discusión. «Que espere lo que quiera. No voy a irme.»Sin embargo, no dije nada. Simplemente me deslicé bajo las sábanas, dándole la espalda. «No voy a darle la satisfacción de verme sufrir más. No voy a darle la espalda a lo que siento.» El silencio que se instaló en la habitación era denso, cargado de tensión y emociones contenidas. «Pero esta noche, voy a dormir en su cama. Y eso, al menos por ahora, es una pequeña victoria.»—¿Qué crees que haces? —Murmuró Ethan, con l
La misma tormenta que se estaba desatando en el exterior, la lluvia comenzó a caer con fuerza. El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos. Era Yu-jin. Me dijo que era imposible viajar con la tormenta y la cantidad de fans afuera, que aprovechará el tiempo con ella y que la vuelva invitar a los eventos con la banda. «Maldición. Esto es lo que me faltaba. Estar atrapado aquí con ella. Con la mujer que me miente, con la mujer que me… confunde.»Salí del baño, secándome el pelo con una toalla, y la vi sentada en el sofá. «Sigue aquí. Atrapada conmigo. Por la tormenta. Por el destino. O por lo que sea.» La miré a los ojos, sintiendo una mezcla de frustración y resignación.—Bien —dije al colgar, volviéndome hacia ella—. Parece que no te irás a ningún lado esta noche, se te cumplió lo que querías, Ariana —enfatice su nombre con sarcasmo, dejando caer los hombros con un suspiro de cansancio. «¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy a pasar esta noche con ella?».Evité su mirada, fijándola
La vi moverse. Lentamente, gateando por la cama hacia mí, como una felina cautelosa. «¿Qué pretende ahora? ¿No se da cuenta de que esto es una tortura para mí?». Suplicó, con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas que me quemaban más que cualquier insulto.—Por favor… no te vayas —Su voz era un hilo de voz, cargado de desesperación—. No hice nada. Te lo juro. No estuve con nadie.«Miente. Puedo olerlo. Puedo sentirlo.» La rabia volvió a rugir en mi interior, amenazando con consumirme. «¿Cree que soy estúpido? ¿Que no me doy cuenta de lo que pasó?».—¡Te olí! —Le grité, incapaz de contenerme más. La furia me cegaba, haciendo que mis palabras salieran como dagas envenenadas—. ¡Apestabas a alcohol con esa mezcla barata de mi perfume!Su rostro se contrajo ante mis palabras, y una mueca de dolor se dibujó en sus labios. «Sé que la estoy lastimando. Pero no puedo evitarlo. Necesito que entienda la magnitud de su error.»—Por favor… escúchame… —Volvió a suplicar, acercándose aún más. «No
«Solo hablaron. Claro. Como si eso fuera posible. Como si pudiera creer que dos personas se acercan tanto como para dejar una marca así sin que pase nada más.» La incredulidad se transformó en desprecio. «Me toma por idiota.»—Vete, Ariana —dije con voz fría y distante, apartando la mirada de su rostro—. Vete y déjame en paz. Ya no quiero verte.—¡No me voy a ir! —su insistencia a quedarse me mataba—. ¡No pasó nada con él, Ethan!«¿Por qué no se va? ¿Por qué me tortura de esta manera? ¿Acaso no entiende que me está destrozando por dentro?». La miré con rabia, con frustración, con una mezcla de emociones que me quemaban por dentro. «No puedo soportarlo más. No puedo seguir con esta farsa. No puedo seguir viéndola después de lo que ha hecho.» Su testarudez, su negativa a alejarse, era como una tortura constante, un recordatorio perpetuo de mi propia debilidad, de mi incapacidad para alejarla de mi vida. «Me está poniendo al límite. Me está obligando a enfrentarme a lo que no quiero ver,
—Bien, Ariana —dije con voz grave, cada palabra calibrada para transmitir la seriedad de mis intenciones—. Ya que insistes en quedarte, te diré lo que pienso. Te diré la verdad.Me acerqué un paso más, reduciendo la distancia entre nosotros hasta que casi podía sentir el calor de su cuerpo. La miré fijamente, buscando en sus ojos alguna señal de comprensión, alguna pizca de arrepentimiento.—Estoy harto de esta farsa —comencé, con la voz baja pero firme—. Estoy harto de tener que fingir delante de las cámaras, de tener que sonreír cuando por dentro me estoy muriendo. Estoy harto de que nuestra relación sea un tema constante en los medios, de que todo el mundo opine sobre nosotros, de que Chromatic se vea afectado por esta mentira.Hice una pausa, respirando profundamente para controlar la rabia que amenazaba con desbordarse.—Estoy harto de tener que ocultar mis verdaderos sentimientos —continué, con la voz temblando ligeramente—. Estoy harto de tener que callar lo que pienso, de tene
—No lo sé —Respondí con sinceridad, apartando la mirada. No podía verla a los ojos. No podía enfrentarme a la vulnerabilidad que veía en ellos. «Tengo miedo. Mucho miedo.»—Ya hablaron de nuestra relación por tanto tiempo… —Continué, sintiendo un nudo en la garganta—. Si se vuelve real… tengo miedo que sea todavía más comercial. —La imagen de los titulares, los comentarios en redes sociales, la presión de las agencias… todo eso me abrumaba. «No quiero que nuestro amor, si es que realmente existe, se convierta en un producto más que vender.»—Pero quiero que sea real —Dijo con firmeza, tomando mi rostro entre sus manos. Su tacto era cálido y suave, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. «Maldición. Sigue afectándome. Sigo deseándola.»Y entonces, comenzó a besarme. Un beso suave al principio, un roce delicado de sus labios contra los míos. «¿Qué está haciendo? ¿Está intentando convencerme? ¿O se está convenciendo a sí misma?». Luego, sus besos se volvieron más intensos, más apasionad
La miré a los ojos, con una sinceridad que me dolía hasta los huesos.—No puedo… no puedo ir más allá… hasta que todo esto esté claro. No puedo… hasta que esté seguro.«Necesito estar seguro de que lo que siento es real. Necesito estar seguro de que ella siente lo mismo. Necesito estar seguro de que podemos superar esto. Necesito estar seguro de que vale la pena luchar por nosotros.» El eco de mis propias palabras resonaba en mi cabeza, como un mantra que intentaba convencerme de algo que aún no terminaba de creer. La miré de reojo, mientras la lluvia seguía golpeando implacablemente la ventana. Su perfil se recortaba contra la luz tenue de la habitación, una silueta delicada que contrastaba con la tormenta que se libraba en mi interior.«¿Qué sentí cuando me besó?», me pregunté, repasando cada instante de ese intercambio cargado de tensión y deseo. «Sentí… necesidad. Deseo puro, animal, una urgencia por tenerla cerca que me quemaba por dentro. Sus labios sobre los míos… fue como si e
(PARK ETHAN)El despertador no sonó. O al menos, no lo escuché. La cabeza me punzaba con un dolor sordo y constante, y mis ojos ardían como si tuvieran arena. Me giré en la cama, buscando a tientas mi teléfono. Las 11:30 a.m. «Mierda.» Me levanté de golpe, sintiendo un mareo momentáneo. La noche anterior… recuerdos fragmentados de discusiones, lágrimas, besos… y la insistente sensación de que nada estaba resuelto. «Ariana…» La imagen de su rostro, con los ojos llorosos y la expresión suplicante, me golpeó como un puñetazo. «¿Qué he hecho?».Pero entonces, sentí un peso suave sobre mi pecho y un calor reconfortante a mi lado. Bajé la mirada y la vi. Ariana dormía plácidamente, con la cabeza apoyada en mi pecho y un brazo rodeándome la cintura. «Mierda. Doble mierda.» La tenía justo ahí, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel, el suave aroma de su cabello. «¿Cómo demonios terminé durmiendo con ella?». Un torbellino de emociones me invadió: confusión, deseo, culpa… y una ex