4. JUEGO PELIGROSO (5/12)

Me puse la camiseta de Ethan. Me llegaba hasta la mitad de los muslos, dejando mis piernas completamente desnudas. «Perfecto. Justo lo que necesito.» Esta camiseta es perfecta para lo que quiero lograr: molestarlo. «Quiero sacarlo de su frialdad. Quiero ver una reacción en él. La que sea.» Con esa idea fija en mi mente, me quité el pantalón de pijama que también me había dado y se lo arrojé a los pies de la cama con una deliberada falta de cuidado. «Que vea lo poco que me importa su opinión ahora.» La luz del baño seguía encendida, iluminando la habitación con una luz suave que hacía que la tela blanca de la camiseta se transparentara, revelando la silueta de mi cuerpo. Lo vi allí, en la cama, mirándome fijamente como si me desnudara con esa intensa mirada oscura sin los lentes de contacto azules. «Por fin me está mirando. Por fin me ve.» Ahora entiendo por qué lo ven irresistible las biased Ethan. Sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que me puso nerviosa, pero al mismo tiempo me excitaba. «Es peligroso. Pero me gusta este juego. Me gusta tener su atención.» Su mandíbula estaba tensa y sus labios apretados en una fina línea. Sus manos se aferraban a las sábanas, como si estuviera intentando contenerse. «Está luchando contra sí mismo. Lo noto. Lo siento.» Percibí una mezcla de sorpresa, confusión y… ¿deseo? en su mirada. «Sí, deseo. Lo veo en sus ojos. Al fin veo algo más que indiferencia.» Era una mirada que me recorría de arriba abajo, deteniéndose con insistencia en mis muslos desnudos, en la forma en que la fina tela se adhería a mis curvas, delineando mis pechos bajo la tenue luz. Sentí que se me erizaba la piel bajo su escrutinio. Esa mirada me hizo sentir poderosa, provocativa, pero también vulnerable, expuesta. «Es justo lo que quiero. Que me vea en toda mi complejidad. Que vea la mujer que soy, más allá de la farsa.» Esa era la reacción que buscaba. Necesitaba que me viera, que me viera de verdad, más allá del contrato, más allá de la farsa. Necesitaba que viera a Ariana. Y, para mi deleite, parecía que estaba funcionando. Me divertía ver la lucha interna que se libraba en su interior, la forma en que intentaba mantener la compostura mientras sus ojos lo delataban. «Está perdiendo el control. Y me encanta.»

—¿Qué haces? —preguntó con el ceño fruncido, su mirada recorriendo mi figura. «Justo como quería. Que me mire. Que se fije en mí.» Su pregunta no me tomó por sorpresa. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mis labios al ver la expresión de fastidio en su rostro. «Bingo. He dado en el blanco.» Justo lo que quería.

—¿Dónde más me voy a vestir? —respondí, arqueando una ceja y elevando ligeramente la barbilla, con una falsa inocencia que sabía que lo irritaría—. ¿En el pasillo? «Sé que le molesta. Pero me da igual. Necesito que sienta algo, aunque sea irritación.»

—Hay una sala —señaló con la cabeza hacia la puerta corredera—. Podrías haberte vestido allí. «Como si me importara lo que él piense.»

Con una lentitud deliberada, como si estuviera midiendo cada uno de mis movimientos, me levanté del borde de la cama y caminé hacia el centro de la habitación. «Quiero que me siga con la mirada. Quiero que se dé cuenta de lo que se está perdiendo.» Me detuve justo delante de él, a pocos pasos de distancia. Levanté la camiseta blanca hasta que rozó la parte inferior de mis senos, deteniéndome allí, observando su reacción. «A ver si así reacciona. A ver si así deja de ser tan frío.» La tela, al tensarse, se adhería aún más a mi cuerpo, delineando mis curvas bajo la luz del baño. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la necesidad de provocarlo, de romper esa barrera de frialdad que nos separaba, era más fuerte que yo. «Necesito que me vea como una mujer. No como una simple parte del contrato.»

—No es que me moleste —dijo Ethan, con una expresión que decía todo lo contrario—. Es solo que… es innecesario. Y ahora esto… —Su mirada recorrió mi cuerpo una vez más, deteniéndose justo a la altura de mis pechos, donde la tela de la camiseta se ceñía a mis curvas, marcando mis pezones bajo la tenue luz. Sus ojos se oscurecieron por un instante, y un ligero rubor apareció en sus mejillas. «Lo he pillado. Le estoy afectando. Por fin.» ¿Qué es lo que veía exactamente? Podía sentir su mirada quemándome la piel, y aunque intentaba mantener una expresión indiferente, noté un ligero temblor en sus manos, que aún se aferraban a las sábanas. «Está luchando contra sí mismo. Lo siento.» Era como si estuviera librando una batalla interna, entre la compostura que intentaba mantener y el deseo que comenzaba a aflorar. «Gané esta batalla», pensé con una sonrisa interna. Suspiró profundamente, apartando la mirada por un segundo antes de volver a mirarme a los ojos. —¿En serio, Ariana? ¿Tenías que…? Apaga la luz del baño, ya quiero dormir.

Innecesario. Esa palabra resonó en mi cabeza como un eco. Innecesaria. Así me sentía yo. Innecesaria en su vida, en su corazón, en su cama. «¿De verdad piensa que soy innecesaria? Después de todo lo que le he dicho… después de todo lo que siento…» La confesión que le había hecho minutos antes parecía ahora una locura, un error imperdonable. «Me arrepiento de haberle dicho nada. Me arrepiento de haber sido tan vulnerable con él.»

—¿Y qué se supone que haga? ¿Dormir en el sofá? —pregunté, señalando con la mirada el incómodo mueble. «Como si fuera a dejar que me trate así.»

Ethan suspiró y se incorporó en la cama, apoyando la espalda en la cabecera.

—Puedes dormir ahí —respondió, encogiéndose de hombros. «No voy a dejar que me ignore de esta manera.»

Lo miré con incredulidad. ¿De verdad me estaba diciendo eso? ¿Después de todo lo que había pasado? ¿Después de que me había confesado? «Es un insensible. Un completo insensible.»

—Eres… —busqué la palabra adecuada, pero ninguna parecía lo suficientemente fuerte para expresar lo que sentía—. Eres increíble. «Increíblemente cruel.»

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