4. JUEGO PELIGROSO 6/12

Sin decir nada más, me di la vuelta y me dirigí al sofá. Pero antes de llegar, me detuve. «No. No voy a dormir ahí. No voy a ceder ante su indiferencia.» No iba a dormir allí. No después de todo. No iba a permitir que me tratara de esa manera. «Voy a luchar por mi lugar. Aunque sea en esta cama. Aunque sea por esta noche.»

Respiré hondo, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Luego, me di la vuelta y regresé al dormitorio. Ethan me miraba con el ceño fruncido, como si estuviera anticipando una nueva discusión. «Que espere lo que quiera. No voy a irme.»

Sin embargo, no dije nada. Simplemente me deslicé bajo las sábanas, dándole la espalda. «No voy a darle la satisfacción de verme sufrir más. No voy a darle la espalda a lo que siento.» El silencio que se instaló en la habitación era denso, cargado de tensión y emociones contenidas. «Pero esta noche, voy a dormir en su cama. Y eso, al menos por ahora, es una pequeña victoria.»

—¿Qué crees que haces? —Murmuró Ethan, con la voz cargada de desaprobación. «Justo lo que quería. Que reaccione. Que deje de ignorarme.» Sentí su cuerpo tensarse en la cama. No se movió, pero supe que no le gustaba para nada que estuviera ahí. Su mirada se endureció y sus labios se apretaron en una fina línea. «Está furioso. Pero me da igual. No voy a ceder.»

Un silencio sepulcral reinó en la habitación durante unos instantes, solo roto por el sonido de la lluvia golpeando contra la ventana. Se notaba su incomodidad, su mandíbula tensa y la forma en que sus manos se aferraban a las sábanas. «Está intentando controlarse. Pero sé que le estoy afectando. Lo veo en sus ojos.» No respondí. Me limité a cerrar los ojos, fingiendo dormir. «Si cree que me voy a ir, se equivoca. Me voy a quedar aquí. En su cama. Cerca de él.» Sabía que no iba a ser fácil, pero no iba a ceder. No esta vez. «He llegado demasiado lejos para rendirme ahora.»

Pasaron unos segundos de silencio tenso. Pensé que se quedaría así, dándome la espalda y mostrándome su descontento. «Quizás me equivoqué. Quizás no le importa en absoluto.» Pero entonces, sentí su mano rodear mi cintura, atrayéndome hacia él. «¿Qué…?». Su cuerpo se pegó al mío por detrás, y sentí su aliento caliente en mi nuca. «Oh…». Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No me esperaba esto. «¿Qué está pasando? ¿Por qué hace esto ahora?».

—¿Esto es lo que quieres, Ariana? —susurró en mi oído, con una voz que ahora sonaba extrañamente suave, casi… seductora—. «Su voz…». Está bien. Vamos a jugar. «¿Jugar? ¿A qué juego se refiere? ¿Qué está tramando?». Una mezcla de confusión, excitación y miedo se apoderó de mí. «No entiendo nada. Pero… no quiero que pare.»

(PARK ETHAN)

ESA MISMA NOCHE

Abrí la puerta de la habitación, exhausto después de la confrontación con Yu-jin y la posterior interacción con las fans. Lo único que quería era una ducha caliente y un poco de paz. Pero entonces la vi. Ariana estaba sentada en el borde de la cama, con la luz de la ciudad iluminando su silueta. «¿Qué hace aquí? ¿Por qué ha venido?». Una punzada de… ¿ira? ¿preocupación? me recorrió el cuerpo. No entendía qué estaba pasando.

Su mirada se elevó hacia mí, y noté algo diferente en ella. Algo que me puso en alerta. Había una determinación en sus ojos que no había visto antes. «Está enfadada. Muy enfadada.» Luego, mi mirada bajó a su cuello y… ahí estaba. Una pequeña marca rojiza, casi imperceptible, pero inconfundible. Sangre helada corrió por mis venas. «¿Qué demonios…?». Olfateé el aire, buscando cualquier rastro de otro perfume, y lo encontré. Un aroma masculino, amaderado, que no era mío. La rabia me invadió, una rabia ciega y primitiva que me nubló el juicio. «¿Con quién ha estado? ¿Quién se ha atrevido a tocarla?». Apreté los puños con fuerza, intentando controlar el impulso de gritar.

—Tenemos que hablar, Ethan —dijo ella, con una voz que temblaba ligeramente. Pero había firmeza en su tono, una firmeza que me desconcertó aún más.

No respondí. Estaba demasiado ocupado intentando procesar lo que acababa de ver y oler. «¿Cómo se atreve a venir aquí después de…?». La miré de arriba abajo, escaneando cada centímetro de su cuerpo, buscando alguna otra señal, alguna otra prueba de su… traición. «No puedo creerlo. Justo cuando pensaba que las cosas no podían empeorar…».

Después de su… confesión, después de ese beso, solo pude pedirle mi teléfono y que se fuera. No podía lidiar con sus sentimientos, no ahora, no con la rabia carcomiéndome por dentro. «Necesito tiempo para procesar esto. Necesito entender qué está pasando.»

No podía dejar de pensar en sus labios sobre los míos. Un contacto inesperado, una chispa que encendió una llama que creía extinta. «¿Por qué me besa? ¿Qué está intentando demostrar?». Su sabor dulce y familiar me transportó a un pasado que me esforzaba por olvidar. Un pasado donde las sonrisas eran genuinas y los abrazos sinceros. «No puedo corresponder a esto. No debo.» Sentí la frustración en su beso, la rabia contenida, el eco de un deseo que resonaba con el mío. «¿También lo siente? ¿También anhela algo más allá de esta farsa?». Intenté mantenerme firme, resistiendo la tentación de estrecharla entre mis brazos, de devolverle el beso con la misma intensidad. «No puedo dejar que me afecte. No puedo permitir que esta cercanía me haga olvidar la verdad.» Pero su cercanía me quemaba, me recordaba lo que me estaba perdiendo, lo que habíamos perdido. «¿Por qué ahora? ¿Por qué este beso? ¿Qué significa?». Su beso era una súplica, una exigencia, una confesión. Y yo, atrapado entre la razón y el deseo, solo podía aferrarme a mi máscara de indiferencia, luchando contra la tormenta que se desataba en mi interior. «Maldita sea, Ariana. ¿Por qué me haces esto?».

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