La vi moverse. Lentamente, gateando por la cama hacia mí, como una felina cautelosa. «¿Qué pretende ahora? ¿No se da cuenta de que esto es una tortura para mí?». Suplicó, con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas que me quemaban más que cualquier insulto.
—Por favor… no te vayas —Su voz era un hilo de voz, cargado de desesperación—. No hice nada. Te lo juro. No estuve con nadie.
«Miente. Puedo olerlo. Puedo sentirlo.» La rabia volvió a rugir en mi interior, amenazando con consumirme. «¿Cree que soy estúpido? ¿Que no me doy cuenta de lo que pasó?».
—¡Te olí! —Le grité, incapaz de contenerme más. La furia me cegaba, haciendo que mis palabras salieran como dagas envenenadas—. ¡Apestabas a alcohol con esa mezcla barata de mi perfume!
Su rostro se contrajo ante mis palabras, y una mueca de dolor se dibujó en sus labios. «Sé que la estoy lastimando. Pero no puedo evitarlo. Necesito que entienda la magnitud de su error.»
—Por favor… escúchame… —Volvió a suplicar, acercándose aún más. «No. No puedo dejar que se acerque. No puedo permitir que me vuelva a tocar.»
—¡Vete! —Le ordené, apartándome de ella—. Vete de mi habitación. Vete de mi vida.
Pero ella no se movió. Al contrario, se acercó aún más, desafiando mi rechazo, ignorando el veneno en mis palabras. «¿Qué está haciendo? ¿Por qué no se va?». Sus manos se aferraron a mi brazo, y sus ojos, ahora llenos de una intensidad que me heló la sangre, me miraron fijamente.
—No me voy a ir —Dijo con voz firme, desafiándome—. Necesito que me escuches. Necesito que me creas.
«No puedo creerla. No después de lo que pasó. No después de lo que olí.» La miré con desprecio, intentando ocultar el torbellino de emociones que me sacudía por dentro. «¿Por qué me hace esto? ¿Por qué me tortura de esta manera?».
Y entonces, me besó. De nuevo. Un beso desesperado, un beso que me tomó por sorpresa, un beso que derrumbó las pocas defensas que me quedaban. «Maldita sea. No puedo resistirme a ella.» Su sabor, su aroma, su tacto… todo en ella me atraía como un imán. «No debería estar haciendo esto. No debería besarla después de lo que pasó.» Pero mis principios se desvanecieron ante la intensidad de su beso, ante la necesidad de sentirla cerca, aunque solo fuera por un instante. «¿Por qué me besa? ¿Qué está intentando demostrar? ¿Acaso cree que con un beso va a borrar todo lo que pasó?».
Me resistí al principio, intentando mantener la compostura, intentando recordar la marca en su cuello, el olor a otro hombre en su piel. «No puedo olvidarlo. No puedo perdonarla. No puedo…». Pero su beso se intensificó, volviéndose más profundo, más demandante, y poco a poco, mis defensas comenzaron a ceder. «Maldita sea, Ariana… ¿Por qué me haces esto?».
—Sé que estuviste con otro… —susurré en una pausa que hicieron nuestros labios, la respiración entrecortada, el sabor de ella aún en mi boca, mezclado con un amargor que no podía identificar. «Maldita sea. ¿Por qué tengo que recordarlo? ¿Por qué tengo que torturarme con esta imagen?». Usé mis manos para crear una barrera entre nosotros, separándola suavemente de mí, tomándola por los hombros. Necesitaba verla a los ojos, buscar una explicación, una negación, cualquier cosa que calmara el huracán que se había desatado en mi interior. Pero en su mirada solo vi confusión y… ¿culpabilidad?
—¡Te vi las marcas! —Sentencié con furia contenida, apretando ligeramente mis dedos en sus hombros. «No puedo creer que me haya hecho esto. No puedo creer que me haya traicionado de esta manera. ¿Cómo pudo…?». La imagen de esa marca en su cuello, esa prueba irrefutable de la intimidad que había compartido con otro, me quemaba por dentro.
—No fue nada —intentó explicarse, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas que amenazaban con derramarse—. En él te vi a ti.
«Mentira. Una m*****a mentira.» No podía creerle. No después de lo que había visto, de lo que había olido. «¿Cree que soy idiota? ¿Qué voy a creerme esa patraña?».
—Estaba enojada contigo… estaba en la fiesta de Kaia, ¿la recuerdas? —Continuó, intentando justificar lo injustificable.
—No —Respondí secamente, apartando la mirada. No quería verla. No quería ver la mentira en sus ojos. «Y te hubieses quedado con él. Hubieras seguido con tu farsa con él. No me necesitas. Nunca me has necesitado.» El dolor me apretaba el pecho, dificultando mi respiración.
—¡Te quiero a ti! —Exclamó con desesperación, poniendo una mano en mi pecho.
Sentí su tacto a través de la tela de mi camisa, y un escalofrío me recorrió el cuerpo. «Maldición. Su tacto… incluso después de todo esto, su tacto sigue afectándome.» Pude sentir mis latidos imprudentes latiendo con fuerza bajo su mano, delatando mi agitación. Temía que pudiera oírlos, que pudiera sentir la traición de mi propio cuerpo. «¿Por qué me haces esto, Ariana? ¿Por qué me sigues confundiendo?».
—Es costumbre… —Dije con amargura, apartando su mano de mi pecho—. Es una farsa.
—Sé que no es así… —Susurró con la voz entrecortada, con la mirada fija en mis ojos. «Me está suplicando que la crea. Me está pidiendo que la perdone.»
—¡Estuviste con otro! —Le grité, la voz cargada de dolor y rabia—. ¿Por qué viniste, Ariana? —Pregunté con un hilo de voz, con la mirada fija en sus ojos, buscando una respuesta que sabía que nunca llegaría. «¿Por qué me haces esto? ¿Por qué me torturas de esta manera? ¿Por qué no te quedaste con él?». El perfume de ella, una mezcla de flores dulces y mi propio aroma, me revolvía el estómago, mezclándose con el recuerdo del otro perfume, del perfume de él. La miré con intensidad, con la respiración entrecortada, deseando con todas mis fuerzas que me dijera la verdad, aunque esa verdad me destrozara por completo.
—No, Ethan. No fue así —Dijo con firmeza, negando con la cabeza—. No pasó nada con él. Te lo juro. Estaba molesta, sí. Estaba confundida. Pero no pasó nada. Nada de nada.
«¿Cómo puede seguir mintiéndome? ¿Cómo puede ser tan descarada?». La miré con incredulidad, sintiendo la rabia crecer de nuevo en mi interior. «¿De verdad cree que voy a creerme esa mentira? ¿De verdad cree que soy tan estúpido?».
—Te olí, Ariana. Oí tu respiración, sentí tu cuerpo. Sé que estuviste con alguien. No me mientas.
—No te estoy mintiendo —insistió, con los ojos llenos de lágrimas que finalmente comenzaron a caer por sus mejillas—. Por favor, créeme. No pasó nada. Solo… solo hablamos.
«Solo hablaron. Claro. Como si eso fuera posible. Como si pudiera creer que dos personas se acercan tanto como para dejar una marca así sin que pase nada más.» La incredulidad se transformó en desprecio. «Me toma por idiota.»—Vete, Ariana —dije con voz fría y distante, apartando la mirada de su rostro—. Vete y déjame en paz. Ya no quiero verte.—¡No me voy a ir! —su insistencia a quedarse me mataba—. ¡No pasó nada con él, Ethan!«¿Por qué no se va? ¿Por qué me tortura de esta manera? ¿Acaso no entiende que me está destrozando por dentro?». La miré con rabia, con frustración, con una mezcla de emociones que me quemaban por dentro. «No puedo soportarlo más. No puedo seguir con esta farsa. No puedo seguir viéndola después de lo que ha hecho.» Su testarudez, su negativa a alejarse, era como una tortura constante, un recordatorio perpetuo de mi propia debilidad, de mi incapacidad para alejarla de mi vida. «Me está poniendo al límite. Me está obligando a enfrentarme a lo que no quiero ver,
—Bien, Ariana —dije con voz grave, cada palabra calibrada para transmitir la seriedad de mis intenciones—. Ya que insistes en quedarte, te diré lo que pienso. Te diré la verdad.Me acerqué un paso más, reduciendo la distancia entre nosotros hasta que casi podía sentir el calor de su cuerpo. La miré fijamente, buscando en sus ojos alguna señal de comprensión, alguna pizca de arrepentimiento.—Estoy harto de esta farsa —comencé, con la voz baja pero firme—. Estoy harto de tener que fingir delante de las cámaras, de tener que sonreír cuando por dentro me estoy muriendo. Estoy harto de que nuestra relación sea un tema constante en los medios, de que todo el mundo opine sobre nosotros, de que Chromatic se vea afectado por esta mentira.Hice una pausa, respirando profundamente para controlar la rabia que amenazaba con desbordarse.—Estoy harto de tener que ocultar mis verdaderos sentimientos —continué, con la voz temblando ligeramente—. Estoy harto de tener que callar lo que pienso, de tene
—No lo sé —Respondí con sinceridad, apartando la mirada. No podía verla a los ojos. No podía enfrentarme a la vulnerabilidad que veía en ellos. «Tengo miedo. Mucho miedo.»—Ya hablaron de nuestra relación por tanto tiempo… —Continué, sintiendo un nudo en la garganta—. Si se vuelve real… tengo miedo que sea todavía más comercial. —La imagen de los titulares, los comentarios en redes sociales, la presión de las agencias… todo eso me abrumaba. «No quiero que nuestro amor, si es que realmente existe, se convierta en un producto más que vender.»—Pero quiero que sea real —Dijo con firmeza, tomando mi rostro entre sus manos. Su tacto era cálido y suave, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. «Maldición. Sigue afectándome. Sigo deseándola.»Y entonces, comenzó a besarme. Un beso suave al principio, un roce delicado de sus labios contra los míos. «¿Qué está haciendo? ¿Está intentando convencerme? ¿O se está convenciendo a sí misma?». Luego, sus besos se volvieron más intensos, más apasionad
La miré a los ojos, con una sinceridad que me dolía hasta los huesos.—No puedo… no puedo ir más allá… hasta que todo esto esté claro. No puedo… hasta que esté seguro.«Necesito estar seguro de que lo que siento es real. Necesito estar seguro de que ella siente lo mismo. Necesito estar seguro de que podemos superar esto. Necesito estar seguro de que vale la pena luchar por nosotros.» El eco de mis propias palabras resonaba en mi cabeza, como un mantra que intentaba convencerme de algo que aún no terminaba de creer. La miré de reojo, mientras la lluvia seguía golpeando implacablemente la ventana. Su perfil se recortaba contra la luz tenue de la habitación, una silueta delicada que contrastaba con la tormenta que se libraba en mi interior.«¿Qué sentí cuando me besó?», me pregunté, repasando cada instante de ese intercambio cargado de tensión y deseo. «Sentí… necesidad. Deseo puro, animal, una urgencia por tenerla cerca que me quemaba por dentro. Sus labios sobre los míos… fue como si e
(PARK ETHAN)El despertador no sonó. O al menos, no lo escuché. La cabeza me punzaba con un dolor sordo y constante, y mis ojos ardían como si tuvieran arena. Me giré en la cama, buscando a tientas mi teléfono. Las 11:30 a.m. «Mierda.» Me levanté de golpe, sintiendo un mareo momentáneo. La noche anterior… recuerdos fragmentados de discusiones, lágrimas, besos… y la insistente sensación de que nada estaba resuelto. «Ariana…» La imagen de su rostro, con los ojos llorosos y la expresión suplicante, me golpeó como un puñetazo. «¿Qué he hecho?».Pero entonces, sentí un peso suave sobre mi pecho y un calor reconfortante a mi lado. Bajé la mirada y la vi. Ariana dormía plácidamente, con la cabeza apoyada en mi pecho y un brazo rodeándome la cintura. «Mierda. Doble mierda.» La tenía justo ahí, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel, el suave aroma de su cabello. «¿Cómo demonios terminé durmiendo con ella?». Un torbellino de emociones me invadió: confusión, deseo, culpa… y una ex
—¿Podemos saltarla? —pregunté con el ceño fruncido, intentando no entrar en pánico por tener que estar otra vez con Ariana. «Maldita sea. No puedo con esto. No puedo fingir que todo está bien después de lo de anoche. Necesito espacio. Necesito tiempo.» Tal vez sea la costumbre de tenerla cerca que me hace ver cosas donde no las hay. «O tal vez… tal vez lo que siento es real. Y eso me aterra aún más.» No quiero hacer entrevistas, ni juegos el día de hoy. «Solo quiero encerrarme en mi habitación y no salir nunca más.»—¡No! Claro que no, las posibilidades de que sea cancelado es un 0.1%, así que no, no vamos a cancelar nada —resoplé al escuchar la respuesta de Yun-jin. «Como siempre, pensando solo en la imagen, en el negocio. Como si mis sentimientos no importaran nada.»—Ya estoy lista, podemos irnos —apreté los labios al ver entrar por la puerta a una Ariana con un vestido azul que le quedaba espectacular. «Joder. Se ve… hermosa. Como siempre.» Desvié la mirada, inhalando fuerte, inte
Sentía la boca seca como la arena del desierto, la lengua pegada al paladar, y un nudo apretándome el estómago, una bola de nervios que amenazaba con subir por mi garganta en cualquier momento. Tragué saliva con dificultad, intentando humedecer mi boca y disimular el temblor que recorría mis manos. Las oculté bajo mis muslos, aferrándome a la tela de mis pantalones como si fueran un salvavidas. «Necesito aire. Necesito salir de aquí. Necesito que esto termine.» Mis ojos se movieron involuntariamente hacia Ariana, buscando quizás un gesto de complicidad, una mirada de apoyo, pero ella estaba absorta en una conversación con la entrevistadora, con una sonrisa brillante y una postura relajada que me resultaba exasperante. «¿Cómo puede estar tan tranquila? ¿Cómo puede fingir tan bien? ¿Acaso no le afecta todo esto?». Aparté la mirada rápidamente, sintiendo un pinchazo de celos, un dolor sordo en el pecho. «No puedo seguir con esto. No puedo seguir mintiéndome a mí mismo.» Sentía el peso de
Ariana, hasta ahora silenciosa, decidió intervenir, con una sonrisa que parecía genuina, aunque yo dudaba de todo ya. La vi inclinar ligeramente la cabeza hacia un lado, como buscando mi mirada, pero me negué a darle esa satisfacción.—En realidad, hemos tenido muchas… salidas divertidas —dijo, mirándome con una mirada que no puedo descifrar. ¿Era una súplica silenciosa? ¿Una advertencia velada? ¿O simplemente una actuación más, un intento de salvar la situación ante las cámaras?—. Pero creo que lo más importante es que nos apoyamos mutuamente en nuestras carreras.«¿Apoyo mutuo? ¿De qué demonios está hablando? ¿De apoyarnos en esta mentira? ¿De fingir que nos queremos mientras nos estamos destrozando por dentro?». Pensé con amargura, apretando los puños bajo mis muslos. «Ella está jugando su papel a la perfección. Es una profesional. Y yo… yo soy el que está arruinando todo. El que no puede seguir con la farsa.» Sentí un profundo cansancio, un agotamiento que iba más allá del físico.