«Solo hablaron. Claro. Como si eso fuera posible. Como si pudiera creer que dos personas se acercan tanto como para dejar una marca así sin que pase nada más.» La incredulidad se transformó en desprecio. «Me toma por idiota.»
—Vete, Ariana —dije con voz fría y distante, apartando la mirada de su rostro—. Vete y déjame en paz. Ya no quiero verte.
—¡No me voy a ir! —su insistencia a quedarse me mataba—. ¡No pasó nada con él, Ethan!
«¿Por qué no se va? ¿Por qué me tortura de esta manera? ¿Acaso no entiende que me está destrozando por dentro?». La miré con rabia, con frustración, con una mezcla de emociones que me quemaban por dentro. «No puedo soportarlo más. No puedo seguir con esta farsa. No puedo seguir viéndola después de lo que ha hecho.» Su testarudez, su negativa a alejarse, era como una tortura constante, un recordatorio perpetuo de mi propia debilidad, de mi incapacidad para alejarla de mi vida. «Me está poniendo al límite. Me está obligando a enfrentarme a lo que no quiero ver, a lo que me niego a aceptar.» Sentí mis puños apretarse con fuerza, mis dientes rechinando, la tensión acumulándose en cada músculo de mi cuerpo. «Tengo que controlarme. No puedo perder los estribos. No puedo… lastimarla.» Pero al mismo tiempo, una parte oscura y retorcida de mí deseaba que se quedara, deseaba sentir su cercanía, aunque fuera una tortura, aunque me quemara por dentro. «¿Por qué me haces esto, Ariana? ¿Por qué no te vas de una vez? ¿Por qué me obligas a odiarte cuando lo único que quiero es… abrazarte?». Su mirada desafiante, sus ojos llenos de lágrimas que se negaban a caer, me taladraban el alma. «Maldita sea. ¿Por qué tiene que ser tan difícil? ¿Por qué no puedo simplemente odiarla y olvidarla?». La respiración se me entrecortó, el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, amenazando con estallar. «No me voy a ir…» esas palabras resonaban en mi cabeza como un eco constante, una condena que me ataba a ella, a esta situación, a esta m*****a farsa que nos consumía a ambos.
—¿Las marcas son nada? —repetí, la voz cargada de incredulidad y dolor. «¿De verdad cree que voy a creerme eso? ¿Qué voy a ignorar la evidencia?». Mis manos se apretaron en puños a mis costados, la rabia recorriéndome como una descarga eléctrica. «Siento que me está tomando el pelo. Que se está burlando de mí.» La miré fijamente, buscando una señal de arrepentimiento, una pizca de honestidad en sus ojos, pero solo encontré una mezcla de miedo y… ¿lástima? «¿Me tiene lástima? ¿Cree que con eso va a solucionar algo?». Di un paso hacia ella, acortando la distancia entre nosotros, sintiendo la tensión crecer en el ambiente.
—¡Eres mi novia! —exclamé, señalándola con el dedo, la voz temblando de rabia—. ¡Mi novia! ¿Por qué no me lo dijiste? —Mi pecho subía y bajaba con cada respiración, la furia nublando mi juicio. «Se supone que confiamos el uno en el otro. Se supone que somos una pareja. ¿Por qué me ocultó esto?».
—No puedo hablar contigo, Ethan… —susurró ella, bajando la mirada. Su voz temblaba, y pude ver cómo sus manos se retorcían nerviosamente. «Está mintiendo. Lo sé. Pero, ¿por qué? ¿Qué está ocultando?»—Eres frívolo conmigo.
—¿Frívolo? —repetí, con una risa amarga que resonó en la habitación. «¿Yo soy el frívolo? ¿Después de todo lo que me ha hecho?». Me crucé de brazos, intentando controlar la ira que me consumía. «No voy a dejar que me manipule. No voy a ceder ante sus lágrimas.»—Porque no necesitamos hablar de más. —sentencié, con voz fría y distante. «La verdad está ahí, frente a mis ojos. No necesito que me dé explicaciones.»
—¡No me querías en tu concierto! —exclamó ella, levantando la voz por primera vez. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero había un brillo de desafío en su mirada. «Me está acusando. Me está echando la culpa a mí. Como si yo fuera el culpable de su… error.»
—¡Porque no quiero que Chromatic sea la sombra de nuestra relación! —Le grité, perdiendo finalmente la poca paciencia que me quedaba. «Esta farsa está afectando a mi banda. A mi música. A lo que más amo en el mundo.» Di media vuelta, dándole la espalda, incapaz de seguir mirándola. «Necesito alejarme de ella. Necesito aire. Necesito pensar con claridad.» Sentía el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, la sangre bombeando con fuerza por mis venas. El perfume de Ariana, que antes me resultaba tan agradable, ahora me producía náuseas, mezclado con el recuerdo del otro aroma, el aroma del hombre que la había tocado. «No puedo seguir con esto. No puedo seguir con esta mentira. Tengo que ponerle fin. Tengo que alejarla de mí. Por mi bien. Por el bien de Chromatic. Y quizás, incluso, por el suyo.»
—¿Por qué? —escuché su voz a mis espaldas, un susurro cargado de dolor y confusión. «¿Por qué? Esa es la pregunta que me he estado haciendo desde hace tres años.» Me giré lentamente para encararla, encontrándome con sus ojos llenos de lágrimas que luchaban por no caer. «¿Por qué me haces esto, Ariana? ¿Por qué me obligas a odiarte cuando lo único que quiero es… que todo esto sea real?». —Dices que no quieres que Chromatic sea la sombra de nuestra relación… pero ¿qué relación? ¿Esta farsa? ¿Este contrato? ¿Es eso lo que quieres proteger? ¿Una mentira?
Dio un paso hacia mí, acercándose peligrosamente. Sentí su perfume, ya no mezclado con el otro aroma, invadiendo mis sentidos, y un escalofrío me recorrió el cuerpo. «Maldición. Sigue afectándome. Sigo deseándola.»
—Ese beso… —continuó, con la voz temblando—, esas caricias… ¿no significaron nada para ti? ¿Fueron solo… una actuación más? ¿Una escena para mantener la farsa?
«No. No fueron una actuación. Fueron reales. Al menos para mí lo fueron.» Pero no podía decírselo. No podía mostrarle mi vulnerabilidad. No después de lo que había pasado.
—¿Por qué viniste aquí, Ariana? —Pregunté con voz ronca, intentando mantener la compostura—. ¿Qué es lo que quieres?
—Quiero… —vaciló, bajando la mirada—. Quiero que esto termine. —levantó la cabeza y me miró directamente a los ojos, con una determinación que me sorprendió—. Pero quiero que termine de verdad. Sin farsas. Sin contratos. Quiero que definamos qué somos… o qué fuimos. Quiero saber qué significó todo esto.
«¿Qué significó? Una tortura. Una dulce y amarga tortura.» Aparté la mirada, incapaz de sostener la suya. «Ella quiere la verdad. Quiere una respuesta. Pero ¿cómo puedo darle una respuesta cuando ni siquiera yo la tengo? ¿Cómo puedo explicarle que la deseo y la odio al mismo tiempo? ¿Cómo puedo decirle que me duele que haya estado con otro, pero que al mismo tiempo me aterra pensar en una vida sin ella?»
—Bien, Ariana —dije con voz grave, cada palabra calibrada para transmitir la seriedad de mis intenciones—. Ya que insistes en quedarte, te diré lo que pienso. Te diré la verdad.Me acerqué un paso más, reduciendo la distancia entre nosotros hasta que casi podía sentir el calor de su cuerpo. La miré fijamente, buscando en sus ojos alguna señal de comprensión, alguna pizca de arrepentimiento.—Estoy harto de esta farsa —comencé, con la voz baja pero firme—. Estoy harto de tener que fingir delante de las cámaras, de tener que sonreír cuando por dentro me estoy muriendo. Estoy harto de que nuestra relación sea un tema constante en los medios, de que todo el mundo opine sobre nosotros, de que Chromatic se vea afectado por esta mentira.Hice una pausa, respirando profundamente para controlar la rabia que amenazaba con desbordarse.—Estoy harto de tener que ocultar mis verdaderos sentimientos —continué, con la voz temblando ligeramente—. Estoy harto de tener que callar lo que pienso, de tene
—No lo sé —Respondí con sinceridad, apartando la mirada. No podía verla a los ojos. No podía enfrentarme a la vulnerabilidad que veía en ellos. «Tengo miedo. Mucho miedo.»—Ya hablaron de nuestra relación por tanto tiempo… —Continué, sintiendo un nudo en la garganta—. Si se vuelve real… tengo miedo que sea todavía más comercial. —La imagen de los titulares, los comentarios en redes sociales, la presión de las agencias… todo eso me abrumaba. «No quiero que nuestro amor, si es que realmente existe, se convierta en un producto más que vender.»—Pero quiero que sea real —Dijo con firmeza, tomando mi rostro entre sus manos. Su tacto era cálido y suave, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. «Maldición. Sigue afectándome. Sigo deseándola.»Y entonces, comenzó a besarme. Un beso suave al principio, un roce delicado de sus labios contra los míos. «¿Qué está haciendo? ¿Está intentando convencerme? ¿O se está convenciendo a sí misma?». Luego, sus besos se volvieron más intensos, más apasionad
La miré a los ojos, con una sinceridad que me dolía hasta los huesos.—No puedo… no puedo ir más allá… hasta que todo esto esté claro. No puedo… hasta que esté seguro.«Necesito estar seguro de que lo que siento es real. Necesito estar seguro de que ella siente lo mismo. Necesito estar seguro de que podemos superar esto. Necesito estar seguro de que vale la pena luchar por nosotros.» El eco de mis propias palabras resonaba en mi cabeza, como un mantra que intentaba convencerme de algo que aún no terminaba de creer. La miré de reojo, mientras la lluvia seguía golpeando implacablemente la ventana. Su perfil se recortaba contra la luz tenue de la habitación, una silueta delicada que contrastaba con la tormenta que se libraba en mi interior.«¿Qué sentí cuando me besó?», me pregunté, repasando cada instante de ese intercambio cargado de tensión y deseo. «Sentí… necesidad. Deseo puro, animal, una urgencia por tenerla cerca que me quemaba por dentro. Sus labios sobre los míos… fue como si e
(PARK ETHAN)El despertador no sonó. O al menos, no lo escuché. La cabeza me punzaba con un dolor sordo y constante, y mis ojos ardían como si tuvieran arena. Me giré en la cama, buscando a tientas mi teléfono. Las 11:30 a.m. «Mierda.» Me levanté de golpe, sintiendo un mareo momentáneo. La noche anterior… recuerdos fragmentados de discusiones, lágrimas, besos… y la insistente sensación de que nada estaba resuelto. «Ariana…» La imagen de su rostro, con los ojos llorosos y la expresión suplicante, me golpeó como un puñetazo. «¿Qué he hecho?».Pero entonces, sentí un peso suave sobre mi pecho y un calor reconfortante a mi lado. Bajé la mirada y la vi. Ariana dormía plácidamente, con la cabeza apoyada en mi pecho y un brazo rodeándome la cintura. «Mierda. Doble mierda.» La tenía justo ahí, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel, el suave aroma de su cabello. «¿Cómo demonios terminé durmiendo con ella?». Un torbellino de emociones me invadió: confusión, deseo, culpa… y una ex
—¿Podemos saltarla? —pregunté con el ceño fruncido, intentando no entrar en pánico por tener que estar otra vez con Ariana. «Maldita sea. No puedo con esto. No puedo fingir que todo está bien después de lo de anoche. Necesito espacio. Necesito tiempo.» Tal vez sea la costumbre de tenerla cerca que me hace ver cosas donde no las hay. «O tal vez… tal vez lo que siento es real. Y eso me aterra aún más.» No quiero hacer entrevistas, ni juegos el día de hoy. «Solo quiero encerrarme en mi habitación y no salir nunca más.»—¡No! Claro que no, las posibilidades de que sea cancelado es un 0.1%, así que no, no vamos a cancelar nada —resoplé al escuchar la respuesta de Yun-jin. «Como siempre, pensando solo en la imagen, en el negocio. Como si mis sentimientos no importaran nada.»—Ya estoy lista, podemos irnos —apreté los labios al ver entrar por la puerta a una Ariana con un vestido azul que le quedaba espectacular. «Joder. Se ve… hermosa. Como siempre.» Desvié la mirada, inhalando fuerte, inte
Sentía la boca seca como la arena del desierto, la lengua pegada al paladar, y un nudo apretándome el estómago, una bola de nervios que amenazaba con subir por mi garganta en cualquier momento. Tragué saliva con dificultad, intentando humedecer mi boca y disimular el temblor que recorría mis manos. Las oculté bajo mis muslos, aferrándome a la tela de mis pantalones como si fueran un salvavidas. «Necesito aire. Necesito salir de aquí. Necesito que esto termine.» Mis ojos se movieron involuntariamente hacia Ariana, buscando quizás un gesto de complicidad, una mirada de apoyo, pero ella estaba absorta en una conversación con la entrevistadora, con una sonrisa brillante y una postura relajada que me resultaba exasperante. «¿Cómo puede estar tan tranquila? ¿Cómo puede fingir tan bien? ¿Acaso no le afecta todo esto?». Aparté la mirada rápidamente, sintiendo un pinchazo de celos, un dolor sordo en el pecho. «No puedo seguir con esto. No puedo seguir mintiéndome a mí mismo.» Sentía el peso de
Ariana, hasta ahora silenciosa, decidió intervenir, con una sonrisa que parecía genuina, aunque yo dudaba de todo ya. La vi inclinar ligeramente la cabeza hacia un lado, como buscando mi mirada, pero me negué a darle esa satisfacción.—En realidad, hemos tenido muchas… salidas divertidas —dijo, mirándome con una mirada que no puedo descifrar. ¿Era una súplica silenciosa? ¿Una advertencia velada? ¿O simplemente una actuación más, un intento de salvar la situación ante las cámaras?—. Pero creo que lo más importante es que nos apoyamos mutuamente en nuestras carreras.«¿Apoyo mutuo? ¿De qué demonios está hablando? ¿De apoyarnos en esta mentira? ¿De fingir que nos queremos mientras nos estamos destrozando por dentro?». Pensé con amargura, apretando los puños bajo mis muslos. «Ella está jugando su papel a la perfección. Es una profesional. Y yo… yo soy el que está arruinando todo. El que no puede seguir con la farsa.» Sentí un profundo cansancio, un agotamiento que iba más allá del físico.
(ARIANA JÁUREGUI)Una semana. Siete días, ciento sesenta y ocho horas, diez mil ochenta minutos. Una eternidad. Eso era lo que había pasado desde la tensa entrevista y la confesión a medias de Ethan. «Te amo, Ariana…» Sus palabras resonaban en mi cabeza como un eco persistente, una melodía agridulce que me llenaba de esperanza y, al mismo tiempo, de una profunda incertidumbre. «Necesito tiempo… Necesito entender lo que siento… de verdad.» Sus siguientes palabras, frías y distantes, me habían helado la sangre. ¿Qué significaba todo eso? ¿Me amaba o no? ¿Estaba arrepentido de lo que había pasado entre nosotros o simplemente asustado por las consecuencias públicas de nuestra relación falsa?Desde entonces, el silencio entre nosotros había sido casi absoluto. Apenas nos habíamos cruzado en los ensayos, y cuando lo hacíamos, él evitaba mi mirada, como si temiera que pudiera leer sus pensamientos. «Me siento como una extraña. Como si volviera a ser la chica que firmó un contrato para fingir