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4. JUEGO PELIGROSO (10/12)

—Bien, Ariana —dije con voz grave, cada palabra calibrada para transmitir la seriedad de mis intenciones—. Ya que insistes en quedarte, te diré lo que pienso. Te diré la verdad.

Me acerqué un paso más, reduciendo la distancia entre nosotros hasta que casi podía sentir el calor de su cuerpo. La miré fijamente, buscando en sus ojos alguna señal de comprensión, alguna pizca de arrepentimiento.

—Estoy harto de esta farsa —comencé, con la voz baja pero firme—. Estoy harto de tener que fingir delante de las cámaras, de tener que sonreír cuando por dentro me estoy muriendo. Estoy harto de que nuestra relación sea un tema constante en los medios, de que todo el mundo opine sobre nosotros, de que Chromatic se vea afectado por esta mentira.

Hice una pausa, respirando profundamente para controlar la rabia que amenazaba con desbordarse.

—Estoy harto de tener que ocultar mis verdaderos sentimientos —continué, con la voz temblando ligeramente—. Estoy harto de tener que callar lo que pienso, de tener que reprimir lo que siento. Estoy harto de esta constante tensión, de esta continua lucha entre lo que quiero y lo que debo hacer.

Aparté la mirada por un instante, sintiendo las lágrimas picar en mis ojos. No quería mostrarle mi vulnerabilidad. No quería que viera el dolor que me estaba causando.

—Estoy harto de sentirme dividido —dije finalmente, volviendo a mirarla a los ojos—. Dividido entre mi amor por Chromatic y… —Me detuve, incapaz de pronunciar la siguiente palabra. «Dividido entre mi amor por Chromatic y… por ti.» Ese pensamiento resonó en mi cabeza como un trueno, pero me negué a verbalizarlo. No podía decirle que la amaba. No después de lo que había pasado. No después de la traición.

En lugar de eso, terminé la frase con una mentira a medias:

—Dividido entre mi amor por Chromatic y la responsabilidad que siento hacia mi banda, hacia mi música, hacia mis compañeros. Esta farsa nos está destruyendo a todos. Y no voy a permitirlo más.

Con estas palabras, le había dicho la verdad, o al menos una parte de ella. Le había expresado mi frustración, mi hartazgo, mi dolor. Le había mostrado la magnitud del daño que esta farsa estaba causando. Pero me había guardado lo más importante. Me había guardado mis verdaderos sentimientos hacia ella. Porque, aunque me doliera admitirlo, una parte de mí, una parte que me negaba a reconocer, lo amo. Y ese era un secreto que estaba dispuesto a llevarse a la tumba. «No puedo decirle la verdad. No puedo confesarle que la amo. No después de lo que pasó. No después de la traición. No me perdonaría a mí mismo ser tan débil.»

Pero entonces, algo cambió. La vi. Sus ojos, antes llenos de desafío y lágrimas, ahora reflejaban una profunda tristeza, una vulnerabilidad que me llegó hasta el alma. «¿También está sufriendo? ¿También le duele todo esto?». Sentí mis defensas comenzar a resquebrajarse, la coraza que había construido alrededor de mi corazón comenzando a ceder. «No puedo seguir con esto. No puedo seguir mintiéndole. No puedo seguir mintiéndome a mí mismo.»

Sin darme cuenta, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, resbalando por mis mejillas sin que pudiera detenerlas. «M*****a sea. No quería que me viera así. No quería mostrarle mi debilidad.» Bajé la mirada, avergonzado, intentando ocultar mi rostro. Pero ya era demasiado tarde.

Sentí sus brazos rodearme, un abrazo cálido y reconfortante que me tomó por sorpresa. «No… no puedo…» Intenté resistirme, tensando mi cuerpo, negándome a corresponder al abrazo. «No puedo dejar que me toque. No puedo dejar que me consuele. No me lo merezco.» Pero su abrazo se intensificó, apretándome con fuerza contra su cuerpo, y poco a poco, mi resistencia comenzó a ceder. «Maldición… se siente tan bien…».

Finalmente, me rendí. Dejé que mis brazos la rodearan también, aferrándome a ella como si fuera un náufrago a una tabla de salvación. «Necesito este abrazo. Necesito su cercanía. Necesito sentirla cerca, aunque solo sea por un momento.» Lloré en su hombro, dejando que las lágrimas fluyeran libremente, liberando todo el dolor, la frustración y el amor que había estado reprimiendo durante tanto tiempo. «Me siento tan aliviado… tan vulnerable… tan… amado.»

Después de unos minutos que se sintieron como una eternidad, me separé lentamente de ella, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano. La miré a los ojos, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. «Tengo que decirle la verdad. Tengo que confesarle lo que siento. Ya no puedo seguir ocultándolo.»

—Lo que siento por ti… —comencé, con la voz temblando ligeramente—. Es…

Respiré profundamente, reuniendo todo mi valor.

—…Es que te amo, Ariana. —confesé finalmente, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. «Ahí está. Lo he dicho. He confesado mi secreto más profundo. Ahora ya no hay vuelta atrás.»

Sus ojos se abrieron de par en par, llenándose de lágrimas que esta vez sí comenzaron a resbalar por sus mejillas.

—¿Qué… qué sientes por mí? —preguntó con voz entrecortada, con la mirada fija en mis ojos.

La miré a los ojos, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—Te amo, Ariana —repetí, con una voz más firme esta vez—. Te amo más de lo que puedo expresar con palabras. Te amo desde hace mucho tiempo, y ni yo lo sabía.

—¿Si podemos estar juntos? —Preguntó con una voz tan suave que apenas pude oírla. Sus palabras resonaron en mi interior, despertando una esperanza que creía enterrada bajo capas de desconfianza y dolor. «¿De verdad cree que es tan sencillo? ¿Después de todo lo que hemos pasado? ¿Después de todas las mentiras?».

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