La miré a los ojos, con una sinceridad que me dolía hasta los huesos.
—No puedo… no puedo ir más allá… hasta que todo esto esté claro. No puedo… hasta que esté seguro.
«Necesito estar seguro de que lo que siento es real. Necesito estar seguro de que ella siente lo mismo. Necesito estar seguro de que podemos superar esto. Necesito estar seguro de que vale la pena luchar por nosotros.» El eco de mis propias palabras resonaba en mi cabeza, como un mantra que intentaba convencerme de algo que aún no terminaba de creer. La miré de reojo, mientras la lluvia seguía golpeando implacablemente la ventana. Su perfil se recortaba contra la luz tenue de la habitación, una silueta delicada que contrastaba con la tormenta que se libraba en mi interior.
«¿Qué sentí cuando me besó?», me pregunté, repasando cada instante de ese intercambio cargado de tensión y deseo. «Sentí… necesidad. Deseo puro, animal, una urgencia por tenerla cerca que me quemaba por dentro. Sus labios sobre los míos… fue como si el tiempo se detuviera, como si todo lo demás desapareciera. Solo éramos ella y yo, conectados por un beso que gritaba todo lo que no nos atrevíamos a decir en palabras.»
Cerré los ojos por un momento, reviviendo la sensación de su tacto. «Sus manos en mi cabello… su aliento en mi cuello… su cuerpo pegado al mío… sentí cada curva, cada roce, cada temblor. Fue… intoxicante. Me hizo olvidar, aunque solo fuera por un instante, la rabia, la desconfianza, el dolor. Me hizo creer, aunque fuera una ilusión, que todo podía ser diferente.»
Pero entonces, la imagen de la marca en su cuello volvía a aparecer, como un fantasma que me recordaba la realidad. «Ese beso… esas caricias… ¿fueron reales para ella? ¿O solo fueron una estrategia para convencerme de algo? ¿Para manipularme? ¿Para hacerme olvidar lo que pasó?». La duda me carcomía, envenenando los recuerdos de ese momento de intimidad.
«¿Qué sentí yo?», volví a preguntarme, intentando separar el deseo de la confusión. «Sentí… una profunda contradicción. Deseaba con todas mis fuerzas corresponder a sus besos, abrazarla con fuerza y no soltarla jamás. Pero al mismo tiempo, sentía un rechazo visceral, una necesidad de alejarme, de protegerme de su traición. Era como si dos fuerzas opuestas tiraran de mí en direcciones contrarias, desgarrándome por dentro.»
Abrí los ojos y volví a mirarla. Seguía allí, con la mirada perdida en la ventana, ajena a la tormenta que se libraba en mi interior. «¿Qué siente ella ahora? ¿Se arrepiente? ¿Está asustada? ¿O simplemente está intentando calcular sus próximos movimientos?». No podía leerla. No podía entenderla. Y esa era la peor parte.
«Necesito tiempo», me repetí, como si intentara convencerme a mí mismo. «Necesito tiempo para procesar todo esto. Necesito tiempo para entender qué significaron esos besos, esas caricias. Necesito tiempo para decidir si puedo perdonarla. Necesito tiempo para decidir si puedo amarla.» Y, sobre todo, necesitaba tiempo para averiguar si lo que sentía por ella era real, o simplemente una consecuencia más de esta m*****a farsa.
—Necesito… tiempo —Dije, intentando encontrar las palabras correctas—. Necesito que todo esto esté claro… entre nosotros. «No puedo seguir adelante como si nada hubiera pasado. No puedo fingir que no me importa lo que pasó con ese otro hombre. Necesito entender qué significa todo esto. Necesito entender qué significa ella para mí.»
—Yo… te confesé… —Continué, sintiendo un nudo en la garganta—. Y… yo también te confesé… —Me detuve, incapaz de pronunciar la palabra "amo". «No puedo decírselo. No todavía. Hay demasiadas cosas sin resolver. Hay demasiada confusión en mi interior.»
—Y… —Susurré finalmente, con la voz temblando ligeramente—. Necesito tiempo para procesarlo. Necesito tiempo para entender lo que siento… de verdad. «Necesito tiempo para decidir si puedo perdonarla. Necesito tiempo para decidir si puedo confiar en ella otra vez. Necesito tiempo para decidir si puedo amar a alguien que me ha lastimado de esta manera.»
La miré a los ojos, con una sinceridad que me dolía hasta los huesos.
—No puedo… no puedo ir más allá… hasta que todo esto esté claro. No puedo… hasta que esté seguro. «Necesito estar seguro de que lo que siento es real. Necesito estar seguro de que ella siente lo mismo. Necesito estar seguro de que podemos superar esto. Necesito estar seguro de que vale la pena luchar por nosotros.»
Un silencio denso se instaló entre nosotros, roto solo por el sonido implacable de la lluvia contra la ventana. La miré a los ojos, buscando alguna señal, alguna pista de lo que estaba pensando. Su rostro era una máscara indescifrable, una mezcla de dolor, confusión y… ¿esperanza? «¿Entiende lo que estoy intentando decirle? ¿Entiende que no la estoy rechazando, sino que estoy luchando contra mis propios demonios?».
Ella no dijo nada. Simplemente me miró, con los ojos fijos en los míos, como si estuviera intentando leer mi alma. Sus labios temblaban ligeramente, y una lágrima solitaria resbaló por su mejilla. «Me duele verla así. Me duele ser la causa de su dolor. Pero no puedo hacer otra cosa. No ahora.»
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, ella asintió lentamente. Un pequeño gesto apenas perceptible, pero que me transmitió un mensaje claro: entendía. O al menos, lo intentaba.
Me di la vuelta, dándole la espalda una vez más. No podía seguir mirándola. No podía seguir viendo la tristeza en sus ojos. Necesitaba espacio. Necesitaba tiempo. Necesitaba estar solo con mis pensamientos.
Caminé hacia la ventana, apoyando la frente en el frío cristal. La lluvia seguía cayendo con fuerza, como si el cielo estuviera llorando conmigo. Cerré los ojos, respirando profundamente, intentando calmar el torbellino de emociones que me sacudía por dentro. «¿Qué va a pasar ahora? ¿Podremos superar esto? ¿Podremos reconstruir lo que nunca existió? ¿O este es el final de nuestra historia?».
No tenía respuestas. Solo incertidumbre, dolor y una profunda sensación de confusión. Pero una cosa sí sabía: necesitaba tiempo. Necesitaba tiempo para sanar, necesitaba tiempo para entender, necesitaba tiempo para decidir. Y esperaba, con todo mi corazón, que ella me lo diera.
(PARK ETHAN)El despertador no sonó. O al menos, no lo escuché. La cabeza me punzaba con un dolor sordo y constante, y mis ojos ardían como si tuvieran arena. Me giré en la cama, buscando a tientas mi teléfono. Las 11:30 a.m. «Mierda.» Me levanté de golpe, sintiendo un mareo momentáneo. La noche anterior… recuerdos fragmentados de discusiones, lágrimas, besos… y la insistente sensación de que nada estaba resuelto. «Ariana…» La imagen de su rostro, con los ojos llorosos y la expresión suplicante, me golpeó como un puñetazo. «¿Qué he hecho?».Pero entonces, sentí un peso suave sobre mi pecho y un calor reconfortante a mi lado. Bajé la mirada y la vi. Ariana dormía plácidamente, con la cabeza apoyada en mi pecho y un brazo rodeándome la cintura. «Mierda. Doble mierda.» La tenía justo ahí, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel, el suave aroma de su cabello. «¿Cómo demonios terminé durmiendo con ella?». Un torbellino de emociones me invadió: confusión, deseo, culpa… y una ex
—¿Podemos saltarla? —pregunté con el ceño fruncido, intentando no entrar en pánico por tener que estar otra vez con Ariana. «Maldita sea. No puedo con esto. No puedo fingir que todo está bien después de lo de anoche. Necesito espacio. Necesito tiempo.» Tal vez sea la costumbre de tenerla cerca que me hace ver cosas donde no las hay. «O tal vez… tal vez lo que siento es real. Y eso me aterra aún más.» No quiero hacer entrevistas, ni juegos el día de hoy. «Solo quiero encerrarme en mi habitación y no salir nunca más.»—¡No! Claro que no, las posibilidades de que sea cancelado es un 0.1%, así que no, no vamos a cancelar nada —resoplé al escuchar la respuesta de Yun-jin. «Como siempre, pensando solo en la imagen, en el negocio. Como si mis sentimientos no importaran nada.»—Ya estoy lista, podemos irnos —apreté los labios al ver entrar por la puerta a una Ariana con un vestido azul que le quedaba espectacular. «Joder. Se ve… hermosa. Como siempre.» Desvié la mirada, inhalando fuerte, inte
Sentía la boca seca como la arena del desierto, la lengua pegada al paladar, y un nudo apretándome el estómago, una bola de nervios que amenazaba con subir por mi garganta en cualquier momento. Tragué saliva con dificultad, intentando humedecer mi boca y disimular el temblor que recorría mis manos. Las oculté bajo mis muslos, aferrándome a la tela de mis pantalones como si fueran un salvavidas. «Necesito aire. Necesito salir de aquí. Necesito que esto termine.» Mis ojos se movieron involuntariamente hacia Ariana, buscando quizás un gesto de complicidad, una mirada de apoyo, pero ella estaba absorta en una conversación con la entrevistadora, con una sonrisa brillante y una postura relajada que me resultaba exasperante. «¿Cómo puede estar tan tranquila? ¿Cómo puede fingir tan bien? ¿Acaso no le afecta todo esto?». Aparté la mirada rápidamente, sintiendo un pinchazo de celos, un dolor sordo en el pecho. «No puedo seguir con esto. No puedo seguir mintiéndome a mí mismo.» Sentía el peso de
Ariana, hasta ahora silenciosa, decidió intervenir, con una sonrisa que parecía genuina, aunque yo dudaba de todo ya. La vi inclinar ligeramente la cabeza hacia un lado, como buscando mi mirada, pero me negué a darle esa satisfacción.—En realidad, hemos tenido muchas… salidas divertidas —dijo, mirándome con una mirada que no puedo descifrar. ¿Era una súplica silenciosa? ¿Una advertencia velada? ¿O simplemente una actuación más, un intento de salvar la situación ante las cámaras?—. Pero creo que lo más importante es que nos apoyamos mutuamente en nuestras carreras.«¿Apoyo mutuo? ¿De qué demonios está hablando? ¿De apoyarnos en esta mentira? ¿De fingir que nos queremos mientras nos estamos destrozando por dentro?». Pensé con amargura, apretando los puños bajo mis muslos. «Ella está jugando su papel a la perfección. Es una profesional. Y yo… yo soy el que está arruinando todo. El que no puede seguir con la farsa.» Sentí un profundo cansancio, un agotamiento que iba más allá del físico.
(ARIANA JÁUREGUI)Una semana. Siete días, ciento sesenta y ocho horas, diez mil ochenta minutos. Una eternidad. Eso era lo que había pasado desde la tensa entrevista y la confesión a medias de Ethan. «Te amo, Ariana…» Sus palabras resonaban en mi cabeza como un eco persistente, una melodía agridulce que me llenaba de esperanza y, al mismo tiempo, de una profunda incertidumbre. «Necesito tiempo… Necesito entender lo que siento… de verdad.» Sus siguientes palabras, frías y distantes, me habían helado la sangre. ¿Qué significaba todo eso? ¿Me amaba o no? ¿Estaba arrepentido de lo que había pasado entre nosotros o simplemente asustado por las consecuencias públicas de nuestra relación falsa?Desde entonces, el silencio entre nosotros había sido casi absoluto. Apenas nos habíamos cruzado en los ensayos, y cuando lo hacíamos, él evitaba mi mirada, como si temiera que pudiera leer sus pensamientos. «Me siento como una extraña. Como si volviera a ser la chica que firmó un contrato para fingir
Después de la reunión en la cafetería con Sarah, mis pensamientos seguían dando vueltas en torno a Ethan. La conversación con mi mejor amiga me había dado un nuevo impulso, una renovada esperanza, pero la realidad era que él seguía distante, casi ausente. «Tengo que encontrar una manera de acercarme a él. Tengo que romper este muro que ha levantado entre nosotros.»De vuelta en la casa, Keyla, mi asistente, me entregó mi agenda para la semana. La revisé rápidamente, buscando alguna mención a Ethan, alguna actividad que nos obligara a interactuar. Pero nada. Solo reuniones con ejecutivos de la empresa, sesiones de fotos, entrevistas en solitario. Ni rastro de Chromatic, ni rastro de él. «Parece que el universo conspira para mantenernos separados.» Sentí una punzada de decepción, pero me negué a rendirme. «Si él no viene a mí, tendré que ir yo a él.»Justo cuando estaba a punto de tomar el teléfono para llamar a Yun-jin, la puerta de la casa se abrió de golpe y Silvia entró hecha una fu
Me giré hacia Keyla, que me miraba con una mezcla de preocupación y curiosidad.—Keyla, necesito que me consigas un vuelo a Nueva York… ¡ahora mismo! —dije con urgencia—. El primero que salga. No me importa la hora, ni la aerolínea. Solo necesito llegar allí lo antes posible.Keyla, aunque sorprendida por mi repentina decisión, no dudó en actuar. Asintió con la cabeza y se puso manos a la obra, buscando vuelos en su computadora y hablando por teléfono con las agencias de viajes. La veía teclear rápidamente, con el ceño fruncido por la concentración, y sentí un profundo agradecimiento por su apoyo incondicional.Mientras Keyla trabajaba en la reserva del vuelo, yo corría por el apartamento, recogiendo lo esencial. No tenía tiempo para empacar una maleta en condiciones. Metí en mi bolso lo primero que encontré: mi pasaporte, mi billetera, el cargador del teléfono, un cepillo de dientes y algo de maquillaje. «No necesito nada más. Solo necesito verlo a él.»—¡Ariana! —exclamó Keyla desde
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, desde la punta de los dedos de los pies hasta la raíz del cabello. «¿Qué? ¿Cómo que no está aquí? Silvia me dio esta dirección. Tiene que haber un error.» La respiración se me entrecortó y sentí un nudo formándose en mi garganta, amenazando con ahogarme. «¿Me está evitando? ¿Me ha mentido? ¿Se ha ido sin decirme nada?». La idea de que Ethan me estuviera evitando deliberadamente me dolió más de lo que podía expresar. Sentí como si una mano invisible me apretara el corazón, exprimiéndolo hasta dejarlo vacío.—¿Está segura de que es el hotel correcto? —pregunté, intentando mantener la compostura, aunque mi voz temblaba ligeramente. Saqué mi teléfono del bolso y le mostré la dirección que Silvia me había enviado en un mensaje.El conserje revisó la dirección con detenimiento y luego me miró con una expresión de disculpa.—Sí, esta es la dirección correcta —dijo—. Pero… me parece que la banda, se cambió de hotel hace un par de días.«¿Se cambiaron de