4. JUEGO PELIGROSO (3/12)

Las palabras salieron de mi boca como un torrente descontrolado, una confesión que había estado guardando durante demasiado tiempo. «Tenía que decírselo. No podía seguir callándomelo más. Necesitaba que lo supiera. Necesitaba que entendiera.» Lo miré a los ojos, buscando alguna reacción, alguna señal de que mis palabras lo habían afectado de alguna manera. Buscaba una chispa de sorpresa, de comprensión, incluso de enojo. Cualquier cosa que me diera una pista de lo que estaba sintiendo. «¿Acaso no siente nada? ¿Es que no le importa en absoluto?». Pero su rostro permanecía impasible, inexpresivo. Como si le estuviera hablando a una pared. «Es como si no me viera. Como si no me oyera. Como si no existiera para él.» La frialdad en su mirada me caló hasta los huesos, haciéndome sentir más sola y vulnerable que nunca. «¿Por qué me hace esto? ¿Por qué es tan frío conmigo? ¿Acaso no se da cuenta del daño que me está haciendo?»

—Sin ti, yo sigo siendo Ariana Jáuregui —continué, con la voz temblando, pero con una determinación que me sorprendió incluso a mí misma—. Soy la hija de Matilde Vázquez, la supermodelo de los noventa. Soy la hija de Ricardo Jáuregui, uno de los cantantes más importantes de Estados Unidos. No necesito que tú me des un lugar en este mundo. Ya lo tengo. Pero… yo quería que me vieras. Quería que me vieras a , no a la novia de Ethan Park. Quería… quería que me quisieras.

Las lágrimas seguían cayendo, pero ya no me importaba. Había dicho todo lo que tenía que decir. Había expuesto mi alma, mis miedos, mis deseos. Había confesado mi amor y mi odio. Había mostrado mi vulnerabilidad. «Me he desnudado por completo frente a él. Le he entregado mi corazón en bandeja. ¿Y esto es todo lo que recibe a cambio?». Y Ethan, frente a mí, permanecía inmutable, como una estatua de hielo. «Ni siquiera me mira a los ojos. Es como si yo no estuviera aquí.»

—Devuélveme mi teléfono, Ariana —dijo finalmente, con voz monótona, extendiendo la mano.

Ni una palabra sobre lo que le había confesado. Ni una pizca de emoción en su rostro. Nada. Era como si no hubiera dicho nada en absoluto. «¿De verdad no le importa? ¿De verdad no siente nada por mí? ¿O es que simplemente es un maestro en el arte de la indiferencia?». Tomé aire y con el corazón destrozado le devolví su teléfono.

—Gracias, ahora vete, por favor —volvió a marcar un número en su teléfono y llevó el aparato a su oreja para hablar algo que no entendí porque hablaba en coreano. «¿A quién estará llamando? ¿A su manager? ¿A alguien de la banda? ¿A otra persona?». Colgó para decirme sin mirarme: —Te esperan afuera, ve a casa. Antes de irme de la ciudad te llamaré y rescindiremos el contrato.

La frialdad en sus palabras me golpeó como una bofetada. «¿Rescindir el contrato? ¿Así, sin más? ¿Como si fuera una simple formalidad?». ¿Rescindir el contrato? ¿Así, sin más? ¿Después de todo lo que le había dicho? ¿Después de haberle confesado mis sentimientos? «Le he dicho que lo amo, y él me responde con un simple "rescindiremos el contrato". ¿De verdad no entiende nada? ¿O es que simplemente no le importa?». La rabia volvió a encenderse en mi interior, eclipsando por un momento el dolor. «No voy a dejar que esto termine así. No voy a permitir que me trate como si fuera una basura. Voy a luchar por lo que siento. O al menos, voy a exigir una explicación.»

—No —dije con firmeza, cruzándome de brazos—. No voy a ir a ninguna parte. Y no vamos a rescindir ningún contrato.

Ethan finalmente me miró, con una expresión de fastidio en su rostro. —Ariana, no me hagas perder el tiempo. Ya he tomado una decisión. Esto no está funcionando.

—¡Claro que está funcionando! —exclamé, con la voz temblando—. ¡Está funcionando perfectamente para ti! Tienes la imagen limpia, los fans contentos y a mí… bueno, a mí me tienes aquí, haciendo el papel de la novia perfecta. ¿Qué más quieres?

—Quiero que esto termine —dijo Ethan con voz dura—. Quiero seguir con mi vida sin tener que fingir delante de las cámaras. Y tú deberías hacer lo mismo.

—Pues lo siento, Ethan —dije con una determinación que me sorprendió a mí misma—. Voy a respetar el contrato. Voy a seguir siendo tu novia. Y voy a olvidar todo lo que te he dicho. Voy a olvidar que alguna vez sentí algo por ti.

Lo miré directamente a los ojos, intentando transmitirle con la mirada la firmeza de mis palabras. Quería que supiera que hablaba en serio. Que estaba dispuesta a enterrar mis sentimientos, a convertirme en una piedra, con tal de no darle la satisfacción de verme sufrir. «Si cree que voy a derrumbarme frente a él, se equivoca. No voy a darle ese gusto.»

Por un instante, vi algo en sus ojos. No sabría describirlo con exactitud. ¿Duda? ¿Arrepentimiento? ¿Quizás incluso una pizca de… tristeza? «¿Es posible? ¿De verdad siente algo? ¿O es solo una ilusión mía?». Su expresión se suavizó ligeramente, y por un momento pensé que iba a decir algo, algo que cambiaría todo. «Por favor, di algo. Dime que te equivocas. Dime que no quieres que esto termine.»

Ethan dio un paso hacia mí, y antes de que pudiera reaccionar, me rodeó con sus brazos en un abrazo inesperado. No era un abrazo apasionado, ni siquiera un abrazo reconfortante. Era un abrazo… extraño. Como si estuviera intentando contener algo, como si estuviera luchando contra una emoción que se negaba a mostrar. «¿Qué significa esto? ¿Por qué me abraza ahora? ¿Está intentando confundirme aún más?».

Sentí su cuerpo tenso contra el mío, su respiración agitada. Por un momento, creí que iba a besarme, que iba a decirme que se había equivocado, que no quería que esto terminara. «Por favor, bésame. Dime que me quieres. Dime que todo esto ha sido una pesadilla.» Pero no lo hizo.

Después de unos segundos que se me antojaron eternos, Ethan se separó de mí, manteniendo la misma expresión fría y distante en su rostro. «Todo ha vuelto a la normalidad. La breve ilusión ha terminado. Sigo siendo una extraña para él.»

—Es lo mejor, Ariana —dijo con voz suave, pero con una firmeza que no admitía réplica—. Ahora, por favor, vete.

Su mirada me recorrió por última vez, antes de girarse y alejarse hacia el interior de la habitación, dejándome allí, plantada en la puerta, con el corazón hecho pedazos y la amarga certeza de que, aunque yo estuviera dispuesta a seguir con la farsa, él ya había tomado su decisión. «Se acabó. De verdad se acabó. Ya no hay vuelta atrás.»

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP