4. JUEGO PELIGROSO (2/12)

Su mirada recorrió mi cuerpo de arriba abajo como si me estuviese escaneando, deteniéndose por un instante en mi cuello, como si hubiera notado algo que le incomodaba. «¿Será el perfume de Thomas? ¿Todavía se nota?». Olfateó en el ambiente y arrugó la nariz. Por puro instinto, retrocedí, intentando mantenerme lo más alejada posible de él; no quería que descubriera lo que hice antes de venir aquí. «Si se entera de que estuve con Thomas… no sé qué podría pasar. Aunque, ¿qué más da? Ya nada importa.» La culpa me carcomía por dentro, mezclada con una extraña sensación de rebeldía. «¿Por qué tengo que esconderme? ¿Por qué tengo que fingir todo el tiempo?».

—¿A qué te refieres? —pregunté, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. Instintivamente me toqué el cuello, recordando los besos de Thomas. Demonios.

—Me refiero a que no eres precisamente un ángel, Ariana —Ethan se acercó un poco más, su voz se tornó grave y amenazante—. Hueles… interesante. Una mezcla de excitación y arrepentimiento. ¿O me equivoco? Y, además, ese perfume… —hizo una mueca de disgusto—. Un burdo intento de imitar mi colonia. Francamente, es ofensivo.

—No te importa con quién esté o deje de estar —respondí con voz temblorosa, intentando mantener la compostura, aunque por dentro me estuviera muriendo de la vergüenza. ¿Cómo lo supo? ¿Acaso era evidente?

—¿Ah, no? —Ethan se rio con amargura—. Curioso, porque cuando se trata de nuestra imagen pública, todo me importa. Y que mi… novia ande por ahí oliendo a otro hombre, precisamente después de que me cuestionas sobre mis propias “compañías”, me parece, cuanto menos, hipócrita. Y más aún, después de que me reclamas por no invitarte a mi concierto. ¿Acaso creías que no me daría cuenta?

—¡No es lo que crees! —exclamé, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos. La sola idea de que pensara que yo… que lo había hecho a propósito… me dolía profundamente. No era así. Jamás lo haría para lastimarlo. Aunque nuestra relación fuera una farsa, yo… yo lo respetaba. O al menos, eso creía.

—¿Ah, no? ¿Entonces qué es? Ilumíname, Ariana. Porque desde mi perspectiva, parece que estabas buscando reemplazarme muy diligentemente. Dime, ¿era tan importante ese concierto para ti? ¿O era otra cosa? ¿Acaso te molesta que no te presuma frente a mis fans? ¿Te molesta que no te haga sentir especial como a las otras? —Su voz estaba cargada de veneno, cada palabra era como una puñalada.

—¡Claro que me molesta! —grité, sin poder contenerme más. Las lágrimas finalmente comenzaron a rodar por mis mejillas—. ¡Me molesta que me trates como un objeto, como una simple herramienta para limpiar tu imagen! ¡Me molesta que me prohíbas ir a un concierto que significa tanto para mí, como fan! ¡Me molesta que pienses que soy tan superficial como para querer que me presumas! ¡Me molesta que no veas que esto, todo esto, me está matando por dentro!

—Pues entonces debiste pensarlo mejor antes de firmar el contrato —respondió Ethan con frialdad, sin mostrar ni una pizca de arrepentimiento—. Ahora, si me disculpas, estoy cansado. Le pediré a mi chófer que te lleve a casa. Podemos hablar de esto con más calma cuando se te pase la borrachera.

Ethan sacó su teléfono del bolsillo y comenzó a marcar un número. La humillación me quemaba por dentro. «¿Me está llamando a Silvia? ¿Para qué me regañe por aparecer aquí? ¿Para qué me lleve de vuelta como una niña malcriada?». La sola idea me enfurecía. ¿Así que eso era todo? ¿Me iba a despachar como si fuera una cualquiera? ¿Después de todo lo que hemos pasado? «Aunque… ¿qué hemos pasado realmente? Una farsa. Eso es todo lo que ha sido.» No, no se lo iba a permitir. No iba a dejar que me tratara así, como si no significara nada para él. «Aunque quizás no signifique nada. Quizás nunca lo hice.»

En un arrebato de desesperación, me acerqué a él y lo besé. Un beso cargado de frustración, de rabia, de un deseo contenido durante demasiado tiempo. Un beso que gritaba todo lo que no me atrevía a decir con palabras. Un beso que era una súplica, una exigencia, una confesión. «Por favor, siente algo. Por favor, dime que esto significa algo para ti también.» Pero Ethan no respondió. Al contrario, me apartó suavemente, con una expresión de frialdad que me heló la sangre. Sus ojos, antes llenos de sorpresa, se endurecieron, y su rostro se convirtió en una máscara impenetrable. «Me está rechazando. Me está rechazando de la peor manera posible. Como si fuera una extraña. Como si este beso no significara nada para él.» La humillación se intensificó, mezclándose con una profunda tristeza. «¿Por qué? ¿Por qué me hace esto? ¿Acaso no ve que me estoy rompiendo por dentro?»

—No, Ariana —dijo con voz suave, pero firme—. No vuelvas a hacer eso. Y ahora, por favor, vete.

—No me voy a ir a ninguna parte —dije, con la voz temblando de rabia y frustración. Le arrebaté el teléfono de la mano antes de que pudiera terminar de marcar—. No voy a permitir que me trates como a una estúpida.

—Ariana, dame mi teléfono —dijo Ethan con una voz peligrosa, extendiendo la mano hacia mí.

—No. Primero me vas a decir qué demonios está pasando. Me vas a explicar por qué me prohibiste ir a tu concierto. Me vas a decir qué significo para ti. ¿Soy solo una cara bonita para las revistas? ¿Un trofeo que exhibir? ¿O soy algo más?

—Ya te lo he dicho, es un contrato —respondió Ethan con desdén, intentando recuperar su teléfono. Forcejeamos por un momento, pero yo me negaba a soltarlo.

—¡No es solo un contrato! —grité, con las lágrimas comenzando a brotar de mis ojos—. ¡Para mí es más que eso! ¡Tú eres más que eso!

—No me vengas con sentimentalismos baratos, Ariana —dijo Ethan con frialdad—. Sabes perfectamente cuál es nuestro acuerdo.

—¡Pues a mí ya no me importa el acuerdo! —exclamé, con la voz quebrada por el llanto—. ¡Me importa lo que siento! ¡Me importa que me hayas prohibido ir a tu concierto! ¡Me importa que pienses que soy una cualquiera!

—¿Y qué sientes exactamente, Ariana? —preguntó Ethan con una ceja alzada, con una expresión que parecía burlarse de mi dolor.

—Te… te odio —dije entre sollozos, sintiendo cómo las lágrimas recorrían mis mejillas—. Te odio por hacerme sentir así. Te odio por hacerme creer que significo algo para ti cuando en realidad no soy nada. Pero… también… también… —Tragué saliva, intentando controlar el temblor de mi voz—. También te… te… quiero.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP