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2. El debut público (5/9)

Mi madre fue la última en estar conmigo. Me dijo que podía hacerlo, que me amaba, y tomó mi mano hasta que escuchamos el grito de «¡Acción!». A pesar del cansancio y la tristeza que aún sentía por lo de Ethan, me concentré en el presente. No iba a dejar que su actitud me robara este momento. Seguía enojada con él por dudar de mí, pero ahora tenía algo más importante en qué pensar.

El 2 de octubre de 2020, el show de modas se estrenó a nivel mundial. Mientras caminaba hacia el centro del escenario, la imagen de Ethan y su acusación resonaban en mi mente, pero las palabras de mi madre y Keyla, junto con el apoyo silencioso de Sarah, me impulsaron a seguir adelante. Este era mi momento, y nada, ni siquiera la sombra de un malentendido, lo arruinaría.

(PARK ETHAN)

UNA SEMANA ANTES

El estruendo de los aplausos y los flashes de las cámaras… aún no habían llegado. Faltaba una semana para el show. Pero el vacío, ese vacío ensordecedor, ya se había instalado en mi interior. Caminaba por los pasillos del hotel, sintiéndome como un autómata. Había sonreído a los managers, había asentido a las indicaciones de los estilistas, había ensayado las coreografías con el resto de Chromatic. Había interpretado el papel que me habían asignado. Pero por dentro, seguía sintiéndome vacío, roto.

De vuelta en la suite, las persianas estaban completamente bajas, sumiendo la habitación en una penumbra casi total. El aire acondicionado mantenía el ambiente helado, contrastando con el calor exterior de Los Ángeles. Me había arrojado en la cama sin siquiera quitarme la ropa del día anterior, agotado física y emocionalmente. El sueño me había vencido, un sueño inquieto y plagado de pesadillas.

Desperté sobresaltado, con el corazón latiendo con fuerza. La tenue luz que se filtraba por los bordes de las persianas me lastimaba los ojos, acostumbrados a la oscuridad. Me incorporé lentamente, sintiendo cada músculo de mi cuerpo rígido y dolorido. El teléfono, tirado sobre la mesita de noche, vibró débilmente. Lo tomé con mano temblorosa. Era un mensaje de Keyla. Jae-hyun estaba en Los Ángeles.

Un nudo se formó en mi garganta. Había pasado un día desde mi llamada desesperada, un día que se había sentido como una eternidad. La idea de ver a Jae-hyun, de tener a alguien que me entendiera, me trajo un atisbo de alivio, pero también una punzada de ansiedad. No quería que me viera así, tan vulnerable.

Minutos después, un suave golpe en la puerta resonó en el silencio de la habitación. Me levanté de la cama como un autómata, arrastrando los pies. Al abrir la puerta, allí estaba él. Jae-hyun. Su rostro mostraba cansancio por el viaje, pero sus ojos brillaban con una preocupación sincera.

—Hyung… —susurré, sintiendo las lágrimas amenazar con volver. La máscara de frialdad y control que tanto me esforzaba por mantener se hizo añicos. Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas sin que pudiera detenerlas. Me derrumbé, sollozando sin control, aferrándome a Jae-hyun como si mi vida dependiera de ello.

Jae-hyun me abrazó con fuerza, sin decir nada, dejando que me desahogara. Sentí su calor, su apoyo incondicional, y por primera vez en mucho tiempo, me permití llorar sin reservas.

Después de unos minutos, cuando mis sollozos se calmaron un poco, Jae-hyun me separó suavemente y me miró a los ojos, con una expresión de profunda preocupación.

—Ji-hoon… ¿qué demonios pasó?

—Me… me obligaron a firmar… un contrato —logré decir entrecortadamente, con la voz aún temblorosa. Le conté todo lo que había sucedido, desde el encuentro con Yu-jin hasta la firma del contrato en casa de Ariana, omitiendo, por el momento, la parte de las fotos filtradas.

Jae-hyun escuchó atentamente, con el ceño fruncido. Una vez que terminé, guardó silencio por un momento, procesando la información. Luego, habló con voz suave pero firme:

—Esto es muy raro, Ji-hoon. Porque el Director Kim no me dijo absolutamente nada. Cancelé toda mi agenda para venir. Los demás chicos llegan mañana. Honestamente, estoy perdido con los días, me siento como si estuviera en el pasado, porque en teoría yo viajé hoy. —Miró a su alrededor, como buscando una explicación lógica a la situación—. ¿Qué día es hoy siquiera?

Vi a Jae-hyun con un gesto cansado, pero no sabía cómo consolarlo. Ni siquiera yo podía consolarme a mí mismo. Opté por acomodar su maleta en el armario mientras él abría las cortinas, dejando que la luz del sol inundara la habitación, haciendo que entrecerrara los ojos.

—Voy a dormir contigo, como en los viejos tiempos —dijo Jae-hyun, con una sonrisa nostálgica. Me miró con detenimiento, con una expresión que intentaba ocultar su preocupación—. ¿Estás mejor?

—Dudo que no lo sepa… Yu-jin, nunca acciona sin órdenes —dije, secándome las lágrimas con el dorso de la mano. La confusión y la angustia se arremolinaban en mi interior. «¿Quién está detrás de todo esto? ¿Por qué el Director Kim no me ha contactado? ¿Qué significa este silencio?»

—No lo sé, Hyun, solo sé que no me siento bien —continué, con la voz temblorosa—. Ya fui a dos fiestas con Ariana, tengo que fingir que la paso bien, cuando tú sabes que no me gustan esas cosas. Jamás acepté un contrato privado con nadie, y ahora estoy atado a uno, faltando la regla de oro de la empresa. Y lo peor de todo… el Director Kim no me llama a cuestionarme nada, ni siquiera una sola vez. Ni una llamada. ¿No te parece raro? —Me miré las manos, sintiéndome sucio, como si la firma en ese contrato me hubiera manchado para siempre. «¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿En qué momento permití que esto sucediera?»

Jae-hyun me miró con profunda preocupación, asintiendo lentamente. Se sentó a mi lado en la cama, pasándome un brazo por los hombros en un gesto de consuelo.

—Tienes razón, Ji-hoon. Todo esto es muy extraño. Demasiado extraño. Tenemos que averiguar qué está pasando —me reccosté entre las sábanas, mirando al techo, como si esto me ayudara a pensar—. ¿Has hablado con Yu-jin?

—No... evito hablar con él, siento que me traiciono —solté un suspiro cansado, intentando huir del resentimiento que siento por Yu-jin, hacia la situación—. Para él solo somos un producto.

Jae-hyun suspiró, con una expresión de tristeza en el rostro. —También es nuestro amigo, recuerda que, sin él, no estaríamos donde estamos —chasqueé la lengua, queriendo estar en desacuerdo, pero Jae-hyun tiene razón. «Pero… ¿y si ya no lo es? ¿Y si esto lo cambió todo?»—. Recuerda por qué iniciamos en este mundo, no pierdas el rumbo, Ji-hoon —me apretó suavemente el hombro—. No dejes que esto te consuma.

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