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2. El debut público (4/9)

Antes del mediodía, Silvia me despertó para mi sesión con la terapeuta. Comí algo y volví a dormirme hasta que Keyla nos despertó de nuevo, apresurándonos para llegar con tiempo al edificio de grabación. Nos esperaba una larga sesión de vestuario y maquillaje.

Más tarde, después de un día agotador entre preparativos y nervios, finalmente llegamos a casa. Estaba exhausta, pero aliviada de que todo estuviera a punto de comenzar. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de relajarme de verdad, tocaron el timbre. Mi ama de llaves me avisó que Ethan me esperaba en la sala. Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Qué hacía él aquí? Me sorprendí mucho cuando escuché que Ethan había venido a mi casa. ¡Un miembro de Chromatic conocía mi dirección! Era una locura. Siempre fui una gran fan de la banda, desde que eran unos adolescentes. Tener a uno de ellos parado en mi sala era surrealista, pero dadas las circunstancias, solo sentía fastidio. El recuerdo de las fotos de anoche regresó con fuerza, agudizando mi enojo. Bajé las escaleras con cautela, encontrándome con Ethan de pie, con una expresión seria. Sarah estaba sentada en el sofá, hojeando una revista, y al verme bajar con el ceño fruncido, su mirada se dirigió a Ethan con una mezcla de sorpresa y desconfianza.

—¿Cómo conseguiste mi dirección? —le pregunté directamente, sin rodeos. El fastidio que sentía por las fotos se intensificó al verlo ahí, como si él fuera la personificación de todo ese lío. ¿Acaso él había filtrado las fotos? ¿O alguien de su entorno? La idea me revolvía el estómago.

—Hablé con tu manager. Necesitaba hablar contigo —respondió él.

—¿Hablar conmigo? ¿De qué? ¿De las fotos? ¿De cómo estás arruinando mi gran noche? Porque eso es exactamente lo que estás haciendo —le espeté, cruzándome de brazos. No iba a permitir que me quitara la ilusión justo antes de mi debut. Mañana tengo que trabajar, y tú también, creo que debes irte —dije, sintiendo un nudo en la garganta. Era incapaz de mantener la compostura frente a un miembro de Chromatic, aunque en ese momento lo único que quería era asesinarlo por todo: por las fotos conmigo y, sobre todo, por las fotos filtradas que estaban afectando la reputación de la banda.

—Seré breve: ¿editaste las fotos? —preguntó Ethan, con una seriedad que me crispó aún más.

«¿Qué? No lo puedo creer, ¿ahora yo soy la culpable? No, me rehúso a creer que me esté hablando de esta manera». La incredulidad se transformó rápidamente en furia.

—¿Me estás preguntando en serio eso? ¿Después de todo lo que está pasando, me acusas a mí? —Mi voz temblaba de rabia—. ¿En serio crees que yo haría algo para perjudicarte, o peor aún, para perjudicar a Chromatic? ¡Después de todo lo que he apoyado a la banda!

—Solo quiero saber la verdad, Ariana. ¿Editaste la foto? —insistió, impertérrito.

Esa fue la gota que derramó el vaso. La bilis me subió por la garganta. Lo miré con odio. Sarah, al verme tan alterada, se levantó del sofá y se interpuso entre nosotros, con una expresión protectora.

—¡Fuera de mi casa! ¡Ahora mismo! —grité, señalando la puerta con el dedo tembloroso—. ¡No puedo creer que tengas la desfachatez de venir aquí a acusarme! ¡Después de que tu nombre y el de Chromatic están por los suelos por tu culpa! ¡Y encima me culpas a mí de querer dañar la reputación de la banda! ¡Lárgate!

Lo empujé hacia la puerta, con una fuerza que ni yo misma creía poseer. No me importaba si era una estrella de pop o quien fuera. En ese momento, solo veía a un idiota que me estaba acusando injustamente y manchando el nombre de mi banda favorita. Lo saqué prácticamente a empujones, cerrando la puerta con un portazo que resonó por toda la casa. Me apoyé en la puerta, respirando agitadamente, con el corazón latiendo a mil por hora. La rabia me consumía. No podía creer que Ethan, un integrante de Chromatic, me hubiera acusado de algo tan absurdo. Y, sobre todo, que estuviera poniendo en riesgo la reputación de la banda que tanto amaba. A pesar de mi enojo latente, di la orden estricta de que, si Ethan volvía a insistir, no lo dejaran pasar bajo ninguna circunstancia. Después de eso, intenté dormir, pero el encuentro con él me había dejado un nudo en el estómago. Di vueltas en la cama durante horas, repasando una y otra vez nuestra conversación. Me sentía culpable por haberlo echado de esa manera, pero al mismo tiempo, la idea de que siquiera hubiera pensado que yo era capaz de algo así me hervía la sangre. No había dormido casi nada.

A la mañana siguiente, escuché unos pasos acelerados dirigiéndose a mi habitación, golpeando el picaporte de la puerta contra la pared cuando la abrieron. Yo estaba despierta, aún recostada en mi cama, con los ojos hinchados por la falta de sueño, cuando escuché a Keyla: —Llegó el momento —anunció con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Me levanté de la cama, aún con el cuerpo pesado por la falta de sueño y la mente dando vueltas a lo de Ethan. En cuanto me puse de pie, Sarah, con una energía desbordante, se lanzó sobre mí y se aferró como un koala, saltando y gritando de emoción por mi gran día. A pesar de la tristeza que aún me embargaba por lo sucedido con Ethan, su entusiasmo era contagioso, y una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios. La seguí en sus saltos, aunque aún estaba en ropa interior, en medio de los preparativos, sintiendo una extraña mezcla de nerviosismo por el show y la persistente tristeza por lo de Ethan. No quería que nada empañara este día, pero era imposible ignorar lo que había pasado. Las cuatro mujeres más importantes de mi vida me rodearon, ofreciéndome las palabras justas para ahuyentar el miedo. Cada una con su propio estilo, pero todas coincidieron en un mensaje que se grabó a fuego en mi mente y me acompañó hasta el escenario, justo al lado del de mi madre: «Confío en ti. Escúchame: Llegó el momento de que demuestres de qué estás hecha. Eres valiente, hermosa y fuerte». Esas palabras exactas, las de mi asistente, fueron las penúltimas que escuché.

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