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3. #ETHIANA: El error (3/10)

El aroma que emana de él, de repente, me recuerda intensamente a Ethan, su colonia, ese olor amaderado que tanto conozco. La confusión me golpea con fuerza. ¿Por qué estoy viendo a Ethan? ¿Por qué huelo a Ethan? ¿Por qué tengo esta necesidad repentina de besarlo, de tenerlo cerca? Confundida por la imagen fugaz, me acerco más, buscando refugio en ese hombro que ahora, en mi mente distorsionada, pertenece a Ethan. Necesito sentir esa cercanía, aunque sea una fantasía. Él asintió como si me estuviera dando permiso para apoyarme en él, y con una pequeña sonrisa lo hice: apoyé mi frente en su hombro. Su aroma a Ethan era delicioso; sus caricias se sentían tan suaves, tan bonitas, que sentía que estaba flotando. Exhaló un suspiro corto, frotando mi frente en él, dejando un beso en la zona donde mi cabeza estaba apoyada. En ese momento, la cercanía, el alcohol y el recuerdo de Ethan me nublan el juicio por completo. Me incorporo lentamente, mis ojos buscando los suyos, que ahora, en mi mente, son inconfundiblemente los de Ethan. Lo tomo por el rostro y lo beso, un beso intenso, lleno de una necesidad que no comprendo del todo. Es un beso que mezcla la confusión, el deseo y la rabia contenida por el reciente encuentro con Ethan, la prohibición de ir al concierto. En mi mente, estoy besando al hombre que me acusó, al que me prohibió ir a ver a su propia banda, pero al mismo tiempo, al hombre que amo, al que siempre he admirado.

—Hueles delicioso.

Aprieto mis labios nuevamente, pero esta vez no siento vergüenza por los elogios, sino un extraño éxtasis, una sensación de estar viviendo algo prohibido y excitante. Además, se sentía verdaderamente bien estar a su lado, más aún cuando su mano se dirigió a mi mejilla para dejar una pequeña caricia que aceleró mi corazón. ¿Qué carajos es esto? No me lo puedo creer. Bueno, sí, pero no al mismo tiempo, porque siento que todo esto se siente como un bendito cuento de hadas, o no. No lo sé, pero me encanta.

Justo en ese momento, Thomas toma la botella de Whisky que está en la mesa, una botella que reconozco al instante; es una de las botellas de la colección privada del papá de la dueña de la casa, una colección carísima y casi intocable. Sin decir nada, sirve dos vasos y me ofrece uno. Sin dudarlo, lo acepto. Demonios, si voy a ser imprudente, lo seré con todas las de la ley. Además, un trago no me hará daño, ¿verdad? Y si me hace daño, pues, qué más da.

Brindamos en silencio, chocando suavemente los vasos. El whisky quema al pasar por mi garganta, pero el calor que deja después es reconfortante. Thomas me mira con una sonrisa que me desarma por completo. Rayos, este hombre es peligroso.

—¿Así que Jordan…? ¿A qué te dedicas? —pregunta, inclinándose un poco hacia mí.

En ese momento, la imagen de Ethan vuelve a aparecer en mi mente, mucho más clara que antes. Su rostro se superpone al de Thomas, sus ojos oscuros me miran con reprobación. Recuerdo nuestra discusión, su voz fría y tajante prohibiéndome ir al concierto. La rabia vuelve a encenderse en mi interior. ¿Quién se cree que es para decirme qué hacer?

—Soy… ¿eso importa? —respondo, con la voz un poco más apagada.

La imagen de Ethan persiste. Lo veo ahí, frente a mí, con esa mirada que me hace sentir pequeña e insignificante. Pero al mismo tiempo, siento una atracción irresistible hacia él, una necesidad de desafiarlo, de demostrarle que no puede controlarme. Y entonces, entiendo. No estoy viendo a Thomas. Estoy viendo a Ethan. Y la necesidad de besarlo se intensifica, se convierte en una obsesión.

Sin previo aviso, tomo a Thomas por el cuello de la camisa y lo acerco a mí. Lo beso con fuerza, con una pasión que me sorprende incluso a mí misma. Es un beso que mezcla la rabia, la frustración y el deseo. En mi mente, estoy besando a Ethan, al hombre que me prohíbe, al que me controla, pero también al hombre que amo, al que deseo con todas mis fuerzas. El whisky y la confusión hacen estragos en mis sentidos.

El beso se intensifica. Sus labios se mueven al compás de los míos, respondiendo a mi intensidad con la misma fuerza. En mi mente, ya no hay duda. Estoy besando a Ethan. Siento su aroma amaderado, su tacto, su calor. Es él. Tiene que ser él.

Me separo de él lentamente, con la respiración entrecortada. Lo miro a los ojos, buscando una respuesta, una confirmación de que lo que acabo de experimentar es real. Pero al verlo bien, la imagen de Ethan se desvanece, dejando ver de nuevo el rostro de Thomas, con una expresión de sorpresa y… ¿excitación?

Demonios. ¿Qué he hecho?

La culpa me invade de repente. Me siento avergonzada, confundida, y, sobre todo, terriblemente culpable. Acabo de besar a un extraño, un completo desconocido, creyendo que era mi… mi novio. Sí, mi novio. La ridícula y secreta farsa que mantenemos para el mundo. #Ethiana, repito en mi mente con sarcasmo. Espero que no se esté divirtiendo sin mí en ese concierto al que me prohibió ir.

—Yo… lo siento —murmuro, apartando la mirada.

Thomas me observa en silencio, con una expresión indescifrable. ¿Qué estará pensando? ¿Pensará que estoy loca? Probablemente tenga razón.

El resto de la fiesta se desvaneció en un segundo plano. Solo existíamos él y yo, en una burbuja de conexión inexplicable, ahora rota por mi impulsivo error. Sin embargo, en algún lugar de mi mente, recordaba la mención del after-party. Una parte de mí deseaba seguir en esta burbuja con Thomas, o, mejor dicho, con la fantasía de Ethan que había proyectado en él, pero otra, más cautelosa, se preguntaba qué pasaría después, cuando la magia de este encuentro fugaz se disipara, y, sobre todo, cómo reaccionaría al recordar a quién había besado realmente, y la razón por la que estaba tan enojada con él. Y ahora, además, con la resaca moral de haber besado a un extraño.

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