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3. #ETHIANA: El error (8/10)

Entre la multitud de carteles con nuestros nombres, con mensajes de apoyo y dibujos coloridos, destacaban algunos que me helaron la sangre. Carteles con mi nombre y el de Ariana, unidos por un corazón. Fotos nuestras de las alfombras rojas, recortadas y pegadas juntas. Incluso algunos con frases como "Ethan y Ariana para siempre" o "#Ethaniana". La "ship" que habían creado los fans, esa fantasía que alimentaban con cada una de nuestras apariciones públicas, estaba ahí, frente a mí, recordándome la farsa que vivía.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Apreté la mandíbula y cerré los ojos por un instante, intentando controlar la rabia que comenzaba a crecer en mi interior. «No puedo dejar que esto me afecte. No puedo dejar que esta mentira arruine el concierto. Los chicos dependen de mí, los fans dependen de nosotros.»

Abrí los ojos y me obligué a sonreír. Intenté conectar con el público, interactuar con ellos entre canción y canción, como siempre lo hacía. Pero la imagen de esos carteles seguía presente en mi mente, como una mancha que no podía borrar. «Es como si me estuvieran restregando en la cara la mentira que estoy viviendo. Como si me dijeran: 'Recuerda, Ethan, esto no es real'.»

Durante todo el concierto, me esforcé por disimular mi fastidio. Intenté no mirar directamente a la zona donde veía los carteles de "Ethaniana", concentrándome en los fans que coreaban nuestras canciones con entusiasmo. Interactué con los chicos en el escenario, compartiendo miradas cómplices y pequeñas bromas, intentando mantener la energía alta. «Tengo que hacerlo por ellos. Por Chromatic.»

Pero por dentro, me sentía como una bomba a punto de estallar. Cada vez que veía un nuevo cartel, cada vez que escuchaba a alguien gritar nuestros nombres juntos, la presión aumentaba. «Es insoportable. ¿Cuánto tiempo más podré seguir con esto?» Era como si estuviera caminando sobre una cuerda floja, intentando mantener el equilibrio mientras una tormenta amenazaba con derribarme.

Finalmente, el concierto terminó. El último acorde resonó en el estadio, y la multitud estalló en aplausos. Nos inclinamos ante el público, agradeciendo su apoyo. Mientras bajaba del escenario, sentí un profundo alivio. Lo había logrado. Había logrado disimular mi fastidio y dar el concierto que los fans merecían. «Pero esto no ha terminado. La farsa continúa, y la conversación pendiente con Yu-jin me espera al final del camino.»

La adrenalina del concierto se había disipado, dejando un vacío frío en su lugar. El alivio inicial por haber superado la presentación sin incidentes se desvanecía rápidamente, reemplazado por la inminente confrontación con Yu-jin. Lo encontré esperándome en mi camerino, con los brazos cruzados y una expresión que presagiaba una tormenta.

—Tenemos que hablar, Ethan —dijo, sin rodeos. Su voz era dura, cortante.

—Ya lo sé —respondí, dejando caer mi guitarra en el sofá. Me sentía agotado, física y mentalmente.

—¿Qué demonios te crees que estás haciendo? —espetó Yu-jin, dando un paso hacia mí. Su rostro estaba rojo de furia. —¡Pedirle a Ariana que no venga a los conciertos! ¿Acaso te has vuelto loco?

—Estoy pensando en la banda —dije, intentando mantener la calma. —Los chicos se sienten…

—¡Me importa un bledo cómo se sientan los chicos! —me interrumpió, con la voz cada vez más alta. —Lo que me importa es la imagen, las ventas, el éxito. ¡Y tú estás poniendo todo eso en riesgo!

—No estoy poniendo nada en riesgo —repliqué, con la mandíbula apretada. —Estoy intentando salvar a Chromatic.

—¡Tú no estás salvando nada! —gritó Yu-jin, dando un golpe en la mesa que hizo que varios miembros del staff se giraran a mirarnos con preocupación. Bajó la voz, pero la furia seguía presente en cada palabra. —Escúchame bien, Ethan. Ariana va a seguir apareciendo contigo en todos los eventos, en todas las entrevistas, en todos los conciertos. ¿Entendido?

—No —respondí, con firmeza. —No voy a pedírselo.

Yu-jin me miró con incredulidad, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo. —¿Te estás negando? ¿A mí?

—Sí —dije, mirándolo directamente a los ojos. —Ya no voy a seguir con esta farsa. No a costa de mi banda. No a costa de mis amigos.

—¡Eres un ingrato! —gritó Yu-jin, perdiendo por completo la compostura. —Te di la oportunidad de tu vida, te convertí en una estrella, ¡y así me lo agradeces!

—Me diste una jaula dorada, Yu-jin —repliqué, con la voz cargada de amargura. —Y ya no quiero estar dentro.

La discusión continuó durante varios minutos, con gritos, reproches y amenazas. El resto del staff se movía incómodo a nuestro alrededor, intentando no involucrarse, pero era imposible ignorar la tensión que llenaba el ambiente. Algunos incluso se retiraron discretamente, buscando alejarse del inminente estallido.

—¡Vas a llamarla ahora mismo! —ordenó Yu-jin, señalándome con el dedo. —Y le vas a decir que todo fue un malentendido, que la necesitas a tu lado, que la extrañas. ¡Dile lo que sea, pero convéncela de que vuelva!

—No lo haré —respondí, con la voz firme como una roca—, ya se lo dije. No voy a pedirle que vuelva.

Yu-jin respiró profundamente, intentando controlar su ira. Su rostro estaba rojo y sus manos temblaban ligeramente—. Ethan… —dijo, con una voz peligrosamente baja—. Estás jugando con fuego. Y te vas a quemar.

—Tal vez —respondí, encogiéndome de hombros—. Pero prefiero quemarme a seguir viviendo esta mentira.

—¡Te arrepentirás de esto, Ethan! —gritó Yu-jin antes de salir del camerino, dando otro portazo que resonó por todo el backstage. Varios miembros del staff que se habían quedado cerca intercambiaron miradas nerviosas, algunos incluso negando con la cabeza. La tensión en el aire era palpable, incluso después de que Yu-jin se fuera.

Me quedé solo en la habitación, con el corazón latiendo con fuerza. Sabía que había cruzado un límite, que la guerra con Yu-jin estaba declarada. Pero por primera vez en mucho tiempo, sentía una extraña sensación de libertad. Había tomado una decisión, y estaba dispuesto a afrontar las consecuencias. «Por Chromatic. Por mí. Por… tal vez, incluso por Ariana.»

El silencio en el camerino era pesado, incluso después de que los chicos intentaran aligerar el ambiente. La discusión con Yu-jin resonaba en mi cabeza, y la tensión seguía presente, aunque de una forma más contenida. Estaba sentado en el sofá, con la mirada fija en el suelo, repasando mentalmente lo que había sucedido.

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