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2. El debut público (3/9)

—No la subas, salgo fatal.

—Pero te ves linda —corro detrás de ella para intentar recuperar mi teléfono y ver si borró la foto. Sonrío al ver que no lo ha hecho—. Si quieres, le pongo un filtro.

—Está bien. ¿Vas a tomar fotos de la pijamada?

—Obvio, pero nada de videos… bueno, a TikTok sí.

—¿Qué? —me siento en el taburete que me palmea para que me siente—. ¿Te hiciste una cuenta?

—Ajá, estoy pensando en subir videos con Sarah —contestó Keyla—. ¿Y para qué me invocas ser sensual? —pregunté con diversión. —¿Qué? —se ríe, tapándose los ojos con las manos—. No soy sensual, cállate.

—Claro que lo eres, ¿por qué dices lo contrario? —Porque me vives pasando tus fotos en tanga, ¡mami!

La miro con los ojos abiertos como platos y me echo a reír mientras le doy golpecitos. —Y encima te tratan como a una reina. ¡Ya quisiera yo una Keyla que me atienda así! —Cállate, exagerada —miré a Sarah con cara de pocos amigos después de pedir que se guarde silencio porque para mí, está exagerando. —¡Ay, mira lo que tengo que estar viendo, Keyla! —exclamó Sarah con dramatismo, rodando los ojos con una expresión que me llamó la atención. Había algo más que simple fastidio en su mirada, una tensión que no había notado antes.

Sarah saca su teléfono para mostrarle a Keyla las fotos que le envié. Necesitaba su opinión, no me puede juzgar por buscar su aprobación. Ella sabe que siempre se la pido.

—Wow… —enfatizó Keyla exagerando. —Ya, basta —digo, sonrojándome un poco—. ¿Qué estás diciendo?

Keyla se ríe a carcajadas, interrumpiendo el secado de mi cabello. De repente, Sarah se pone seria, con el teléfono en la mano, la cara tensa. Se acerca a mí con una expresión que me hiela la sangre.

—¡Miren esto! —exclama, mostrándonos la pantalla.

En la pantalla veo una foto de Ethan. Bueno, varias fotos, en realidad. Fotos editadas, con filtros extraños, subidas por cuentas de fans. Pero entonces veo una que me deja helada. Estoy yo, frente a Ethan. ¡¿Yo?! No recuerdo para nada este momento. Es como si me hubieran borrado ese recuerdo. En la foto estamos muy cerca, casi cara a cara. ¡¿Cuándo pasó esto?! El pánico empieza a recorrer mi cuerpo. Sarah me mira con preocupación, y Keyla, que ahora también mira la pantalla, frunce el ceño.

—¿Qué…? —alcanzo a murmurar, sintiendo un nudo en la garganta.

Sarah sigue bajando por el carrete, mostrándonos más fotos. En algunas estoy yo sola, en otras con Ethan, todas con ese aire extraño, como si fueran sacadas de un sueño confuso. Y lo peor de todo: ¡me están etiquetando en todas partes! Mi nombre aparece en los comentarios, en las etiquetas de las fotos, en historias. ¡Un escándalo en potencia! ¿Por qué me etiquetan a mí? ¿Qué significa todo esto?

—¡No puede ser! —exclamo, llevándome las manos a la cabeza.

Keyla deja de secarme el pelo y me abraza fuerte. Sarah se acerca y me da un beso en la mejilla, tratando de reconfortarme. Luego, como intentando aligerar el ambiente, me dice: —A ver, va, una foto para las redes sociales—me quita el teléfono y nos acomoda a las tres para una selfie. Ella se sienta en mi regazo mientras Keyla sigue con la toalla en mis manos, secándome el cabello, y justo antes de tomar la foto me da un beso en la mejilla—. ¡Sonrían!

Saca varias fotos antes de subir un par a nuestra lista de Mejores Amigos en I*******m. Después se levanta y regresa a mi habitación, volviendo al rato con una botella de champán. Suelto un gritito de emoción, intentando olvidar por un momento el caos que acabo de ver en redes.

—No, no puedes beber. Mañana tienes que estar en perfectas condiciones y además no tienes la edad —me reprende Keyla.

—Pero solo un poquito… —pongo cara de cachorrito, mirando su reflejo que niega con la cabeza—. De tu copa, si quieres.

—No tienes edad. Silvia me mata si te dejo beber.

—¿Después del show? —Tal vez una copa. —¡Pero es una pijamada, Keyla! Mañana es otro día. Y después me vas a decir que es muy temprano para que beba o que voy a terminar muy tarde.

Sarah festejó y me obligó a levantarme para despejar la zona. Me tomó de la mano, me hizo dar unas vueltas y me arrastró de vuelta a mi habitación, donde nos esperaba una botella y unas copas en mi mesa de noche. Sirvió tres copas bajo la atenta mirada de Keyla, quien la detuvo justo a tiempo antes de que se pasara de la raya. Con una sonrisa divertida, Keyla se encargó de repartirlas.

—¡Brindemos! —exclamó Sarah. —¿Y por qué brindamos? —pregunté, con el fastidio aún presente por las fotos. —¡Pues obvio! ¡Por mañana, tonta!

Keyla se echó a reír por las payasadas de Sarah. Yo, en cambio, solo deseaba que terminara con el brindis. Me ponía un poco nerviosa; no me gustan nada, ni tampoco ser el centro de atención. Es una contradicción, lo sé. Mi trabajo no me permite precisamente pasar desapercibida, pero me avergüenza un poco que celebren mis logros. Además, después de ver esas fotos… todo se sentía un poco agridulce.

—Brindemos porque mañana en la noche Ariana Jáuregui va a enseñar su pequeño trasero en televisión —dijo Sarah con picardía.

—Que estará cubierto por un short —repliqué, intentando seguirle el juego, aunque con menos entusiasmo. —¡Un short tan chiquito que se le van a ver las nalgas en la tele!

—Y que vengan más contratos buenos para que me suban el sueldo —añadí.

—¡Eso! Brindemos por un sueldo más alto para Keyla… ¡y por las nalgas de Ari! —celebró Sarah con diversión.

Me puse roja y le di un pequeño empujón a Sarah, pero ella siguió riendo. Brindamos y bebí solo un sorbo, porque Keyla me bajaba la copa cada vez que intentaba tomar otro trago.

—Ya es suficiente alcohol por hoy. ¿Listas para los masajes y las mascarillas?

—¡Sí!

La noche transcurrió entre risas, mascarillas y masajes. Tres profesionales nos mimaron como reinas. Compartimos una pizza entre las tres y terminamos el champán que mi mejor amiga había servido. Jugamos un rato antes de caer rendidas en mi espaciosa cama, lo suficientemente grande para las tres. A pesar de la relajación, un pequeño pensamiento sobre las fotos seguía rondando en mi cabeza. Observé a Sarah de reojo. Incluso en medio de las risas y la diversión, noté que su mirada volvía a posarse en mí con esa misma intensidad de antes. Una intensidad que me incomodaba y que, por alguna razón, parecía dirigida también a Keyla. La tensión entre ellas, aunque sutil, era palpable. Mañana sería el gran día, y ahora, además del nerviosismo por el desfile, tenía la extraña sensación de que algo más estaba sucediendo entre mis dos mejores amigas.

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