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2. El debut público (2/9)

—Quiero invitar a Sarah a la grabación. Creo que debería venir esta noche también —dije, apoyando los antebrazos en la cama para mirar a Keyla, que me ayudaba a quitarme las botas. No era parte de su trabajo, pero conocía mi pereza y se adelantaba a mis peticiones.

Sabía que en cualquier momento le pediría que me desvistiera por completo. Esta rutina había comenzado durante los ensayos, aunque, para ser honesta, se había intensificado después de cada pasarela. Muchas veces me quedaba dormida en la cama antes de quitarme los zapatos, y ella siempre me ayudaba, sin importar si se lo pedía o no. «¿Soy demasiado consentida?» me pregunté, con una sonrisa culpable. Una vez que dejó las botas en el suelo, se recostó a mi lado, mirándome fijamente. Keyla había estado presente en gran parte de mi vida. Era mayor que yo, y a veces la veía como una figura materna, pero nuestra relación era mucho más compleja que eso. Compartíamos confidencias, risas y hasta travesuras. En realidad, la sentía como una hermana mayor, una confidente incondicional.

—¿Quieres que le pida a Matías que la traiga? —preguntó Keyla, interrumpiendo mis pensamientos.

—Primero pásame el teléfono para decirle que le voy a pedir a Matías que la traiga —respondí con una sonrisa—. Haremos una pijamada como debe ser. Encárgate tú de pedir comida, que vengan los masajistas y que preparen mascarillas.

—Está bien —respondió Keyla, con una sonrisa cómplice.

—Gracias —dije, sintiendo una profunda gratitud hacia ella.

Le dediqué una sonrisa antes de levantarme de la cama para meterme al baño y llamar a Sarah. La puse en altavoz mientras me lavaba la cara, esperando que contestara, pero la condenada me colgó. Por supuesto, la volví a llamar.

—¿Qué? —contestó agresivamente Sarah, haciéndome reír.

—Me colgaste, oye —dije entre risas.

—¿Perdona? ¿Y tú me dejas en visto y luego me llamas? ¿Qué onda contigo?

—¡Ay, Sarah! A veces eres insoportable —me reí—. Pero en serio, me colgaste.

—¿En serio? No me di cuenta. Pero igual, ¿qué quieres? ¿Ahora sí te acuerdas de mí?

—¿Te has enfadado? ¡Qué dramática! —Me di la vuelta, mirándome en el espejo—. No, en serio, ¿estás molesta?

—¿Tú no lo estarías? Me dejaste botada en tu cama y te fuiste sin decir nada.

—¡Uf! Tenía que trabajar, lo siento, de verdad. Pero mira, ¿qué te parece si te vienes? Hacemos pijamada, vemos pelis, comemos helado… ¿Qué dices?

—Mmm… No sé… Me dejaste dormida, Ariana. Eso no se hace.

—Ya, ya, perdón. ¡Por favor! Será divertido, te lo prometo. Le digo a Matías que te recoja. ¡Todo el fin de semana!

—¿En serio? ¿Todo el fin de semana? Mmm… Está bien… Pero si me aburro, me voy.

—¡Siii! ¡Sabía que dirías que sí! Eres la mejor.

Apreté mis labios para reprimir la risa que quería salir, y es que me hacía gracia cómo se ponía tan intensa por cosas que yo consideraba pequeñas, pero para ella, eran enormes.

—No te hagas de rogar, di que sí.

—Está bien, voy a alistar mi maleta.

Colgué sin previo aviso y le envié un mensaje de texto a Matías para pedirle que fuera por ella. Primero le pregunté a mi madre, porque todavía vivo en la casa familiar y mi hermano también, lo que me gusta porque no soy la única. Una vez tuve su permiso, envié un mensaje a Matías para que pudiera recoger a mi mejor amiga, y luego a ella para que supiera que ya iban por ella. El día fue demasiado largo, pero estaba emocionada porque mañana era el gran día. Solo esperaba que finalmente pudiera tener mi foto con Robyn. Me mordí los labios al verme al espejo, me enrojecí los labios de forma natural y me tomé una foto inmediatamente, con la leyenda: «El gran día se acerca». Estaba desmaquillada, con la bata de pijama, así que nadie sospecharía que iba a participar en el show de Robyn. Aunque los reporteros hablaban de rumores, no había nada confirmado, además, Silvia no dijo nada sobre mi aparición ni sobre mi madre. Así que, nadie debería sospechar absolutamente nada. ¿Cierto? ¡Cierto!

Bloqueé mi teléfono de nuevo y terminé de desvestirme, quedándome mirando en el espejo, mordiendo el interior de mi mejilla. No es tan malo verme sin ropa, pero me metí rápido en la ducha para salir y vestirme pronto con mi camisón de seda. Me eriza al tocar la piel, es mi favorito, aunque no siempre me gusta cómo se siente encima de mi piel. Me tumbé en la cama para acomodar la toalla de tal manera que no se mojaran las almohadas. Desbloqueé mi teléfono para revisar mis redes sociales, especialmente la foto que acababa de publicar, queriendo ver cuántos comentarios y likes había recibido. Revisé otras publicaciones de mis seguidores, terminando unos segundos después en videos cortos de comida.

—Los masajistas están por llegar, ven que te ayudo a secarte el cabello —dijo Keyla.

—Gracias, Keyla —le mostré mi teléfono para que viera mi publicación—. ¡Mira! Un montón de likes en esta última. Algunos están en shock porque estoy sin maquillaje.

—¡Wow! Te ves súper bien, amiga. ¿En serio? Y es que yo subo puras fotos profesionales, no fotos con cara de pato como tú… —Keyla me empujó suavemente, haciéndome tambalear.

—¡Oye! ¡Casi me matas! —Exageré, llevándome una mano al pecho—. ¡Pudiste hacerme daño, loca!

—Ay, no seas dramática. Además, tú eres la fea —me sacó la lengua en broma.

—¡Qué grosera! —Le devolví la lengua y me reí—. Pero sí, a mí también me gustó cómo salí. Creo que a veces está bien subir fotos así, más naturales, ¿no crees?

—Pues sí, te ves bien. Aunque con maquillaje te ves mejor, obvio —me guiñó un ojo.

—Ay, ¡qué intensa! Ya, ayúdame con el pelo.

Moví la cabeza para mirar a Keyla por el rabillo del ojo, pero ella me puso derecha de nuevo, concentrada en secar mi cabello con la toalla. Keyla continuó secándome el pelo, pero un silencio incómodo se instaló entre nosotras. Sentía su mirada, no sobre mi cabello, sino sobre mí, como si estuviera intentando descifrar algo. Me puse nerviosa y evité su mirada, concentrándome en la pantalla de mi teléfono. ¿Qué le pasaba?

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