(ARIANA JÁUREGUI)
SEMANAS DESPUÉS
Silvia no tardó ni diez minutos en contratar a alguien para lidiar con mis inseguridades. Esa misma tarde, al regresar del almuerzo, una mujer me esperaba en una videoconferencia, lista para desmenuzar mis problemas. Entendía la importancia de la paz mental, del crecimiento personal, del trabajo interno… pero cuando te toca a ti, se convierte en una tortura. Sinceramente, no quería hablar de esto con nadie. Pero claro, ellas creían que era un paso necesario. Incluso hablé con mi hermano, veterano en estas lides, quien ya había posado en ropa interior para Calvin Klein. Su consejo fue pragmático: si creían que necesitaba ayuda, que la aceptara. Que me permitiría procesar esas emociones que me tenían en un limbo constante. Pero «hablarlo…» esa era la verdadera dificultad.
Mi padre también dio su visto bueno, así que decidí callar cualquier objeción que pudiera interpretarse como irracional o imprudente. Sin embargo, mi primera sesión con aquella mujer fue un absoluto caos. Me mantuve en un silencio sepulcral, incapaz de articular palabra, mientras ella me bombardeaba con preguntas. Solo al principio, claro. Luego, encontró las palabras clave, las que abrieron la compuerta. Por un instante, la tentación de colgar fue inmensa, pero la necesidad de desahogarme era aún mayor. Así, poco a poco, empecé a soltar la puntita del iceberg. Extrañamente, hablar me trajo una serenidad inesperada al día siguiente. El ensayo fluyó con una calma que no había sentido en días.
Pasamos toda la semana con sesiones casi diarias. Trabajamos en tantos puntos que me mantenían en una constante montaña rusa emocional. A estas alturas, me sentía bipolar, descubriendo que esa inseguridad venía de todas partes y, a la vez, de ninguna. Pero Keyla estuvo ahí, como un faro en la oscuridad. Incluso una noche llamó a mi masajista favorito para que me ayudara a relajarme. Cada noche me brindaba el apoyo necesario para no sucumbir a la profundidad de mis emociones, aunque la simple introspección ya era un proceso doloroso. No estaba segura de cuánto quería seguir escarbando.
Hoy era mi último día de ensayos. La noche anterior la pasé en vela, analizando mis relaciones en general, intentando encontrar respuestas donde solo había confusión. Me desperté apenas para desayunar, y pronto volví a caer en un profundo sueño, acurrucada junto a mi mejor amiga, Sarah, que me acariciaba el cabello con ternura. Se suponía que sería una siesta corta, pero cuando Silvia y Keyla llegaron, yo seguía durmiendo plácidamente, con Sarah dormida a mi lado. Fue Keyla quien me despertó, cerca del mediodía. Habían llegado antes de lo previsto, decididas a sacarme de la cama antes de que me perdiera la mitad del día. Mi ropa ya estaba colgada en el pomo del baño, lista para vestirme. Mis productos de higiene personal estaban cuidadosamente alineados en la ducha, esperándome.
—¿Hoy tengo terapia? —pregunté, aún medio dormida.
—No —respondió Keyla con una sonrisa—. Mañana al mediodía tienen sesión. ¿Estás lista? Tienen que probar el maquillaje y el peinado por última vez.
—Casi —murmuré, terminando de desperezarme. Estaba terminando de secarle el cabello a Sarah.
—Tengo hambre —dijo Sarah, con un bostezo—. ¿Puedo comer algo?
—Aquí tienes —respondió Keyla, señalando la mesa donde había preparado algo para picar.
Me quedé en silencio un momento, contemplando el sándwich envuelto en una servilleta. Aún humeaba, y el aroma a queso fundido me abrió el apetito. Le di un mordisco generoso, saboreando el contraste entre el pan crujiente y el relleno caliente, antes de meter los brazos en la chaqueta que Keyla me ayudaba a poner. Le di un beso rápido en la mejilla en señal de agradecimiento, ofreciéndole un trozo de mi sándwich. Ella sonrió y aceptó un pequeño bocado. Sarah, con un conjunto sorprendentemente similar al mío, ya estaba lista. Cuando por fin estuvimos todas preparadas, nos dirigimos al ensayo. Una vez más, repasamos la coreografía completa, incluso con el cambio de ropa que habían elegido. Observé a mi madre entre bambalinas; se veía radiante, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro. Su felicidad me llenaba de una calidez reconfortante. Era como si su orgullo me envolviera, disipando momentáneamente mis inseguridades.
Al terminar nuestra parte, me reuní con los demás para disfrutar del ambiente relajado. La grabación era al día siguiente, y todos comentaban que podría extenderse durante toda la noche. La idea de pasar una noche entera despierta me generaba cierta ansiedad, pero también una extraña excitación. Sabía que tenía que dormir temprano para rendir al máximo, ya que el desfile culminaría al amanecer. No entendía del todo la logística, pero tomé algunas fotos para mostrarle a Matías, que lamentablemente no había podido acompañarme esta vez. Al final del ensayo, abracé a mi madre con fuerza, buscando refugio en su abrazo. Aún me sentía un poco cohibida al verme en ropa interior frente a tanta gente, pero al mismo tiempo me invadía una extraña sensación de empoderamiento. Había logrado mantenerme profesional y natural durante todo el ensayo, incluso me habían elogiado por mis poses sensuales. Silvia, con el entusiasmo de una fan, no paraba de piropearme, haciéndome sonrojar, pero también haciéndome sentir especial. La abracé también con cariño, dejando una lluvia de besos en su mejilla. Sentía una profunda gratitud hacia ella. Era mucho más que la agente de mi familia; era una amiga, una confidente. Admiraba la confianza que mi madre depositaba en ella para guiarnos a mi hermano y a mí en el difícil camino de la moda.
Apenas terminó el ensayo, nos fuimos a cenar con toda la familia. Mi padre también irradiaba orgullo al ver mi progreso. La idea de que saldría en un programa de televisión junto a mi madre lo tenía visiblemente emocionado. Regresamos a casa temprano, conscientes de la necesidad de prepararnos para el gran día. Antes de llegar, le propuse a Keyla una pijamada para que me ayudara con los preparativos de la mañana siguiente, como hacía cada noche antes de los ensayos, pero esta vez con la diferencia de que se quedaría a dormir. A mi madre le pareció una excelente idea, ya que también podría ayudarla con los preparativos.
—Quiero invitar a Sarah a la grabación. Creo que debería venir esta noche también —dije, apoyando los antebrazos en la cama para mirar a Keyla, que me ayudaba a quitarme las botas. No era parte de su trabajo, pero conocía mi pereza y se adelantaba a mis peticiones.Sabía que en cualquier momento le pediría que me desvistiera por completo. Esta rutina había comenzado durante los ensayos, aunque, para ser honesta, se había intensificado después de cada pasarela. Muchas veces me quedaba dormida en la cama antes de quitarme los zapatos, y ella siempre me ayudaba, sin importar si se lo pedía o no. «¿Soy demasiado consentida?» me pregunté, con una sonrisa culpable. Una vez que dejó las botas en el suelo, se recostó a mi lado, mirándome fijamente. Keyla había estado presente en gran parte de mi vida. Era mayor que yo, y a veces la veía como una figura materna, pero nuestra relación era mucho más compleja que eso. Compartíamos confidencias, risas y hasta travesuras. En realidad, la sentía com
—No la subas, salgo fatal.—Pero te ves linda —corro detrás de ella para intentar recuperar mi teléfono y ver si borró la foto. Sonrío al ver que no lo ha hecho—. Si quieres, le pongo un filtro.—Está bien. ¿Vas a tomar fotos de la pijamada?—Obvio, pero nada de videos… bueno, a TikTok sí.—¿Qué? —me siento en el taburete que me palmea para que me siente—. ¿Te hiciste una cuenta?—Ajá, estoy pensando en subir videos con Sarah —contestó Keyla—. ¿Y para qué me invocas ser sensual? —pregunté con diversión. —¿Qué? —se ríe, tapándose los ojos con las manos—. No soy sensual, cállate.—Claro que lo eres, ¿por qué dices lo contrario? —Porque me vives pasando tus fotos en tanga, ¡mami!La miro con los ojos abiertos como platos y me echo a reír mientras le doy golpecitos. —Y encima te tratan como a una reina. ¡Ya quisiera yo una Keyla que me atienda así! —Cállate, exagerada —miré a Sarah con cara de pocos amigos después de pedir que se guarde silencio porque para mí, está exagerando. —¡Ay, mira
Antes del mediodía, Silvia me despertó para mi sesión con la terapeuta. Comí algo y volví a dormirme hasta que Keyla nos despertó de nuevo, apresurándonos para llegar con tiempo al edificio de grabación. Nos esperaba una larga sesión de vestuario y maquillaje.Más tarde, después de un día agotador entre preparativos y nervios, finalmente llegamos a casa. Estaba exhausta, pero aliviada de que todo estuviera a punto de comenzar. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de relajarme de verdad, tocaron el timbre. Mi ama de llaves me avisó que Ethan me esperaba en la sala. Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Qué hacía él aquí? Me sorprendí mucho cuando escuché que Ethan había venido a mi casa. ¡Un miembro de Chromatic conocía mi dirección! Era una locura. Siempre fui una gran fan de la banda, desde que eran unos adolescentes. Tener a uno de ellos parado en mi sala era surrealista, pero dadas las circunstancias, solo sentía fastidio. El recuerdo de las fotos de anoche regresó con fuerza,
Mi madre fue la última en estar conmigo. Me dijo que podía hacerlo, que me amaba, y tomó mi mano hasta que escuchamos el grito de «¡Acción!». A pesar del cansancio y la tristeza que aún sentía por lo de Ethan, me concentré en el presente. No iba a dejar que su actitud me robara este momento. Seguía enojada con él por dudar de mí, pero ahora tenía algo más importante en qué pensar.El 2 de octubre de 2020, el show de modas se estrenó a nivel mundial. Mientras caminaba hacia el centro del escenario, la imagen de Ethan y su acusación resonaban en mi mente, pero las palabras de mi madre y Keyla, junto con el apoyo silencioso de Sarah, me impulsaron a seguir adelante. Este era mi momento, y nada, ni siquiera la sombra de un malentendido, lo arruinaría.(PARK ETHAN)UNA SEMANA ANTESEl estruendo de los aplausos y los flashes de las cámaras… aún no habían llegado. Faltaba una semana para el show. Pero el vacío, ese vacío ensordecedor, ya se había instalado en mi interior. Caminaba por los pas
—Está bien —respondí, aunque mis palabras sonaban huecas incluso para mis propios oídos.Unas horas después, se escucharon risas y voces provenientes del pasillo. Los demás miembros de Chromatic habían llegado. La puerta se abrió de golpe, revelando a Tae-yang, con su habitual energía desbordante, seguido por Min-ho, Ji-woo y Seo-joon. Ha-neul entró justo detrás, con una expresión más reservada.—¡Ji-hoon! ¡Hyung! ¡Llegamos! —exclamó Tae-yang, entrando a la habitación como un torbellino. Se detuvo en seco al vernos a Jae-hyun y a mí, con nuestras expresiones serias. El ambiente festivo que traía consigo se desvaneció al instante—. ¿Y ahora por qué parece que alguien murió?Una muy pequeña sonrisa se dibujó en mis labios al escuchar a Tae-yang. Una parte de mí extrañaba a estos chicos, incluso a Ha-neul, que me miraba como si me estuviera estudiando. Dirigí mi atención a Jae-hyun, que se secaba el cabello con una toalla, y le cuestioné: —No me habías dicho que venías con compañía.—Yo n
—¡Yo no empecé nada! —exclamé, empujando a Jae-hyun a un lado con brusquedad. Agarré a Ha-neul del cuello de la camisa, con unas fervientes ganas de estamparle la mano en la cara. La rabia me nublaba el juicio—. ¡Cállate de una m*****a vez! ¡Y no la vuelvan a pronunciar en mi presencia! —Miré a todos los presentes, que me observaban con gestos de sorpresa e interrogación. Solté a Ha-neul, alejándome de él a grandes zancadas para encerrarme de un portazo en el baño.Desde dentro del baño, escuché la voz de Jae-hyun, con un tono severo que rara vez utilizaba: —Tienes que aprender cuándo callar, Jung Ha-neul.Escuché a Ha-neul maldecir entre dientes y gritos ahogados, hasta que la voz de Jae-hyun resonó con fuerza, imponiendo silencio en la habitación:—¡Ya basta! —gritó Jae-hyun, haciendo que el silencio reinara de nuevo en la suite—. Todos, busquen dónde van a dormir y démosle espacio a Ji-hoon.Agradecí el gesto de Jae-hyun, aunque una parte de mí seguía sintiéndose perdido. Los próxim
—Sí, muy linda —murmuré, intentando ocultar mi sarcasmo. Bebí un trago de mi copa, intentando calmar los nervios. La mano de Ariana seguía aferrada a la mía, como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento.—¿Te estás divirtiendo, Ji-hoon? —preguntó Tae-yang, acercándose a nosotros con una sonrisa. Su mirada recorrió a Ariana y a mí, deteniéndose en nuestras manos entrelazadas. Su sonrisa se desvaneció ligeramente, pero rápidamente la reemplazó con una expresión neutra, aunque sus ojos brillaban con una picardía mal disimulada. Miró a Ariana con una sonrisa socarrona y soltó: —Te regalo a Ha-neul, Ariana. Es todo tuyo. Pero a mí… dame a mi Ji-hoon.Sin darle tiempo a reaccionar a Ariana, Tae-yang tomó mi muñeca, separando mi mano de la de ella con una suavidad firme. Me jaló hacia la pista de baile, donde la música resonaba con más fuerza y la gente bailaba sin inhibiciones. Los demás miembros nos siguieron, creando un pequeño círculo alrededor nuestro.—¡Vamos, Ji-hoon! ¡
Asentimos en silencio, uniendo nuestras miradas en un pacto tácito. Sabíamos que nos enfrentábamos a una situación difícil, pero también sabíamos que no estábamos solos. Juntos, intentaríamos navegar por este nuevo y complicado capítulo de nuestras vidas, aferrándonos a la esperanza de que, al final, podríamos salir adelante sin perdernos a nosotros mismos en el camino. La determinación brillaba en nuestros ojos, un pequeño fuego que ardía en medio de la oscuridad. A la mañana siguiente, bajamos a desayunar al restaurante del hotel. El ambiente era tranquilo, con el suave murmullo de las conversaciones y el tintineo de las tazas. Apenas nos habíamos sentado cuando un miembro del staff se acercó con Ariana, que sonreía al vernos. Yo apenas la vi, desviando mi mirada a mi café, intentando mantenerme al margen de su presencia. Los demás hicieron lo mismo después de saludarla amablemente frente al miembro del staff.—Buenos días, chicos —dijo Ariana, con una voz alegre que contrastaba con