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2. El debut público (1/9)

 (ARIANA JÁUREGUI)

SEMANAS DESPUÉS

Silvia no tardó ni diez minutos en contratar a alguien para lidiar con mis inseguridades. Esa misma tarde, al regresar del almuerzo, una mujer me esperaba en una videoconferencia, lista para desmenuzar mis problemas. Entendía la importancia de la paz mental, del crecimiento personal, del trabajo interno… pero cuando te toca a ti, se convierte en una tortura. Sinceramente, no quería hablar de esto con nadie. Pero claro, ellas creían que era un paso necesario. Incluso hablé con mi hermano, veterano en estas lides, quien ya había posado en ropa interior para Calvin Klein. Su consejo fue pragmático: si creían que necesitaba ayuda, que la aceptara. Que me permitiría procesar esas emociones que me tenían en un limbo constante. Pero «hablarlo…» esa era la verdadera dificultad.

Mi padre también dio su visto bueno, así que decidí callar cualquier objeción que pudiera interpretarse como irracional o imprudente. Sin embargo, mi primera sesión con aquella mujer fue un absoluto caos. Me mantuve en un silencio sepulcral, incapaz de articular palabra, mientras ella me bombardeaba con preguntas. Solo al principio, claro. Luego, encontró las palabras clave, las que abrieron la compuerta. Por un instante, la tentación de colgar fue inmensa, pero la necesidad de desahogarme era aún mayor. Así, poco a poco, empecé a soltar la puntita del iceberg. Extrañamente, hablar me trajo una serenidad inesperada al día siguiente. El ensayo fluyó con una calma que no había sentido en días.

Pasamos toda la semana con sesiones casi diarias. Trabajamos en tantos puntos que me mantenían en una constante montaña rusa emocional. A estas alturas, me sentía bipolar, descubriendo que esa inseguridad venía de todas partes y, a la vez, de ninguna. Pero Keyla estuvo ahí, como un faro en la oscuridad. Incluso una noche llamó a mi masajista favorito para que me ayudara a relajarme. Cada noche me brindaba el apoyo necesario para no sucumbir a la profundidad de mis emociones, aunque la simple introspección ya era un proceso doloroso. No estaba segura de cuánto quería seguir escarbando.

Hoy era mi último día de ensayos. La noche anterior la pasé en vela, analizando mis relaciones en general, intentando encontrar respuestas donde solo había confusión. Me desperté apenas para desayunar, y pronto volví a caer en un profundo sueño, acurrucada junto a mi mejor amiga, Sarah, que me acariciaba el cabello con ternura. Se suponía que sería una siesta corta, pero cuando Silvia y Keyla llegaron, yo seguía durmiendo plácidamente, con Sarah dormida a mi lado. Fue Keyla quien me despertó, cerca del mediodía. Habían llegado antes de lo previsto, decididas a sacarme de la cama antes de que me perdiera la mitad del día. Mi ropa ya estaba colgada en el pomo del baño, lista para vestirme. Mis productos de higiene personal estaban cuidadosamente alineados en la ducha, esperándome.

—¿Hoy tengo terapia? —pregunté, aún medio dormida.

—No —respondió Keyla con una sonrisa—. Mañana al mediodía tienen sesión. ¿Estás lista? Tienen que probar el maquillaje y el peinado por última vez.

—Casi —murmuré, terminando de desperezarme. Estaba terminando de secarle el cabello a Sarah.

—Tengo hambre —dijo Sarah, con un bostezo—. ¿Puedo comer algo?

—Aquí tienes —respondió Keyla, señalando la mesa donde había preparado algo para picar.

Me quedé en silencio un momento, contemplando el sándwich envuelto en una servilleta. Aún humeaba, y el aroma a queso fundido me abrió el apetito. Le di un mordisco generoso, saboreando el contraste entre el pan crujiente y el relleno caliente, antes de meter los brazos en la chaqueta que Keyla me ayudaba a poner. Le di un beso rápido en la mejilla en señal de agradecimiento, ofreciéndole un trozo de mi sándwich. Ella sonrió y aceptó un pequeño bocado. Sarah, con un conjunto sorprendentemente similar al mío, ya estaba lista. Cuando por fin estuvimos todas preparadas, nos dirigimos al ensayo. Una vez más, repasamos la coreografía completa, incluso con el cambio de ropa que habían elegido. Observé a mi madre entre bambalinas; se veía radiante, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro. Su felicidad me llenaba de una calidez reconfortante. Era como si su orgullo me envolviera, disipando momentáneamente mis inseguridades.

Al terminar nuestra parte, me reuní con los demás para disfrutar del ambiente relajado. La grabación era al día siguiente, y todos comentaban que podría extenderse durante toda la noche. La idea de pasar una noche entera despierta me generaba cierta ansiedad, pero también una extraña excitación. Sabía que tenía que dormir temprano para rendir al máximo, ya que el desfile culminaría al amanecer. No entendía del todo la logística, pero tomé algunas fotos para mostrarle a Matías, que lamentablemente no había podido acompañarme esta vez. Al final del ensayo, abracé a mi madre con fuerza, buscando refugio en su abrazo. Aún me sentía un poco cohibida al verme en ropa interior frente a tanta gente, pero al mismo tiempo me invadía una extraña sensación de empoderamiento. Había logrado mantenerme profesional y natural durante todo el ensayo, incluso me habían elogiado por mis poses sensuales. Silvia, con el entusiasmo de una fan, no paraba de piropearme, haciéndome sonrojar, pero también haciéndome sentir especial. La abracé también con cariño, dejando una lluvia de besos en su mejilla. Sentía una profunda gratitud hacia ella. Era mucho más que la agente de mi familia; era una amiga, una confidente. Admiraba la confianza que mi madre depositaba en ella para guiarnos a mi hermano y a mí en el difícil camino de la moda.

Apenas terminó el ensayo, nos fuimos a cenar con toda la familia. Mi padre también irradiaba orgullo al ver mi progreso. La idea de que saldría en un programa de televisión junto a mi madre lo tenía visiblemente emocionado. Regresamos a casa temprano, conscientes de la necesidad de prepararnos para el gran día. Antes de llegar, le propuse a Keyla una pijamada para que me ayudara con los preparativos de la mañana siguiente, como hacía cada noche antes de los ensayos, pero esta vez con la diferencia de que se quedaría a dormir. A mi madre le pareció una excelente idea, ya que también podría ayudarla con los preparativos.

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