—Ethan —dijo Yu-jin, con una sonrisa formal que me pareció exagerada—. Permíteme presentarte a la madre de Ariana, Matilde Vázquez.
La efusividad de Yu-jin me puso nervioso. Sentía una presión extraña en el pecho, como si me estuvieran observando desde todas partes. Asentí con una sonrisa forzada, mientras Yu-jin y Matilde intercambiaban cumplidos y hablaban de temas que me resultaban ajenos. Sus palabras resonaban a mi alrededor como un zumbido distante.
—Serán una pareja encantadora —dijo Matilde, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Su mirada era penetrante, como si pudiera leer mis pensamientos—. Estoy segura de que esto generará muchas oportunidades… muchos contratos para ambos.
La confirmación me golpeó como un puñetazo en el estómago. «Todo era una farsa, una elaborada estrategia de marketing». Me estaban utilizando como un simple peón en su retorcido juego, y Matilde, con su frialdad y su pragmatismo, era la maestra de ceremonias. Sentí una profunda repulsión. Apreté los puños sobre la mesa, intentando reprimir la rabia que me recorría las venas. «Esto es una locura. Un maldito secuestro en el que me han robado mi libertad.» La puerta se abrió, y Ariana apareció en la sala. Su expresión de sorpresa me desconcertó. Por un instante, dudé de mis propias sospechas. Pero el recuerdo de su frialdad y su sarcasmo en el estacionamiento me devolvió a la realidad. «Ella también era parte de esto. Ella también me estaba mintiendo.»
—Hija, ¡qué alegría verte! —exclamó Matilde, con una sonrisa que me pareció forzada y artificial. Me miró con una expresión que me hizo sentir como un producto en un escaparate—. Justo a tiempo para la firma. Aquí tienes, cariño.
Ariana tomó el contrato y lo firmó con una calma que me desconcertó. No mostró ninguna emoción, ni siquiera cuando Matilde añadió, con una sonrisa de Matilde se ensanchó, triunfal, mostrando una satisfacción que me heló la sangre. Me miró con una mezcla de condescendencia y astucia. —Ya verás, hija, trabajar con Ethan será maravilloso. Es un chico con un futuro brillante, ¿no te parece, Ethan? Una oportunidad como esta es justo lo que necesitabas.
Su pregunta, aunque formulada con una sonrisa, era una clara advertencia. Me estaban obligando a aceptar su versión de la historia, a convertirme en cómplice de su farsa. Sentí una profunda repulsión. Apreté los puños con fuerza, sintiendo un sudor frío recorrer mi frente, intentando controlar la rabia que me paralizaba. Me sentía atrapado en una trampa, un rehén en un juego macabro que no había elegido jugar. Me senté en silencio, con la mirada fija en el contrato que yacía sobre la mesa. La firma de Ariana, justo debajo de la línea donde se suponía que debía ir la mía, resaltaba con fuerza, como una declaración de guerra. Sentí cómo el peso del contrato, ahora con la firma de ambos, se convertía en una cadena invisible pero indestructible que me ataba a ellos. La reunión concluyó, y el silencio posterior fue casi ensordecedor. Me puse de pie de un salto, con la urgencia de quien escapa de un incendio. Ariana estaba cerca de la puerta, pero la evité como si fuera un obstáculo invisible. Pasé a su lado sin siquiera rozarla, como si entre nosotros hubiera un muro de cristal. Salí de la habitación a toda prisa, como un conejo huyendo de un depredador. Necesitaba aire, espacio, cualquier cosa que me alejara de esa atmósfera densa y sofocante. Salí de la mansión con la mente en blanco, caminando mecánicamente hacia la Hummer negra. Ignoré al chofer y me metí dentro del auto, buscando refugio en la oscuridad. El pánico me asaltó de repente, como una ola que me arrastraba hacia el fondo. Mis manos temblaban sin control, mi respiración se agitó y un vacío helado se instaló en mi pecho. Saqué mi teléfono y marqué el número de Jae-hyun. Necesitaba aferrarme a algo, a cualquier cosa que me recordara que aún era humano.
—Hyung… —susurré, con la voz rota por las lágrimas que comenzaban a brotar de mis ojos—. Me han vendido… como una mercancía, como un producto más en su catálogo.
—Ji-hoon… ¿qué estás diciendo? ¿De qué hablas? —preguntó Jae-hyun, su voz, al principio confusa y adormilada, se fue transformando rápidamente en preocupación al escuchar mi tono desesperado.
—¡Hyung! ¡Me vendieron! —exclamé, antes de que el llanto me ahogara por completo.
—Ji-hoon, cálmate. Por favor, respira. Dime, ¿qué pasó? —La voz de Jae-hyun ahora era firme, casi urgente. Se notaba que estaba intentando procesar la información y que estaba realmente angustiado por mi estado.
—No lo sé… —susurré, con la voz apenas audible. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al recordar el momento exacto en que estampé mi firma en el contrato. La pluma se deslizó suavemente sobre el papel, pero para mí fue como si estuviera firmando con mi propia sangre. Sentí un vacío helado en el estómago, como si me hubieran arrancado el alma. Era una sensación de pérdida irreparable, de haber sellado mi destino con una tinta invisible pero imborrable—. Solo sé que tuve que firmar mi sentencia…
—Ji-hoon… ¡dios mío! ¿Qué demonios pasó? —exclamó Jae-hyun, con la voz entrecortada por la preocupación. Se podía escuchar el latido acelerado de su corazón a través del teléfono. Su reacción era visceral, un reflejo del terror que mis palabras le habían transmitido—. Dime, por favor, dime qué firmaste y sé más claro, por favor.
—Hyung… —murmuré entre sollozos, sintiendo cómo las lágrimas me nublaban la vista. Me costaba respirar, el aire parecía escasear a mi alrededor. Intenté explicarle lo que había sucedido, pero las palabras salían entrecortadas y confusas—. Yu-jin… Matilde Vázquez… Ariana… un contrato… me vendieron… como… una pareja… —Las palabras se ahogaron en mi garganta, incapaz de articular una frase coherente. Sentía que me derrumbaba por dentro—. ¡No puedo!
—Ji-hoon, escúchame bien —dijo Jae-hyun con voz firme y decidida. Se podía sentir la determinación inquebrantable en su tono—. Voy a tomar el primer vuelo a Los Ángeles. No te preocupes, no estás solo en esto. Juntos vamos a salir de esto. Te lo juro.
—Gracias, Hyun —dije, con la voz apenas audible. Un escalofrío me recorrió la espalda al escuchar la puerta de la mansión abrirse y la voz de Yu-jin, con su tono amable y persuasivo, llamándome desde el interior. Sabía que no había escapatoria. Estaba atrapado en su red. Me giré hacia la ventana, como un animal acorralado que espera su destino—. Hyun, tengo que colgar. Me está buscando Yu-jin —dije, con un suspiro de derrota. Corté la llamada sin esperar respuesta. Sabía que cualquier intento de resistencia era inútil. Estaba solo, completamente solo.
Al otro lado de la línea, Jae-hyun apretó los puños con rabia. Escuchar la voz de Ji-hoon tan rota le partió el alma.
—Ji-hoon… te juro que voy a ayudarte. Voy a estar allí contigo, y juntos vamos a hacer que paguen por esto.
Las palabras de Jae-hyun encendieron una chispa de esperanza en mi interior. Cerré los ojos por un instante, sintiendo cómo la determinación comenzaba a reemplazar al miedo. Cuando los abrí, la máscara fría y calculadora había regresado a mi rostro. Estaba listo. Estaba listo para la guerra.
(ARIANA JÁUREGUI)SEMANAS DESPUÉSSilvia no tardó ni diez minutos en contratar a alguien para lidiar con mis inseguridades. Esa misma tarde, al regresar del almuerzo, una mujer me esperaba en una videoconferencia, lista para desmenuzar mis problemas. Entendía la importancia de la paz mental, del crecimiento personal, del trabajo interno… pero cuando te toca a ti, se convierte en una tortura. Sinceramente, no quería hablar de esto con nadie. Pero claro, ellas creían que era un paso necesario. Incluso hablé con mi hermano, veterano en estas lides, quien ya había posado en ropa interior para Calvin Klein. Su consejo fue pragmático: si creían que necesitaba ayuda, que la aceptara. Que me permitiría procesar esas emociones que me tenían en un limbo constante. Pero «hablarlo…» esa era la verdadera dificultad.Mi padre también dio su visto bueno, así que decidí callar cualquier objeción que pudiera interpretarse como irracional o imprudente. Sin embargo, mi primera sesión con aquella mujer
—Quiero invitar a Sarah a la grabación. Creo que debería venir esta noche también —dije, apoyando los antebrazos en la cama para mirar a Keyla, que me ayudaba a quitarme las botas. No era parte de su trabajo, pero conocía mi pereza y se adelantaba a mis peticiones.Sabía que en cualquier momento le pediría que me desvistiera por completo. Esta rutina había comenzado durante los ensayos, aunque, para ser honesta, se había intensificado después de cada pasarela. Muchas veces me quedaba dormida en la cama antes de quitarme los zapatos, y ella siempre me ayudaba, sin importar si se lo pedía o no. «¿Soy demasiado consentida?» me pregunté, con una sonrisa culpable. Una vez que dejó las botas en el suelo, se recostó a mi lado, mirándome fijamente. Keyla había estado presente en gran parte de mi vida. Era mayor que yo, y a veces la veía como una figura materna, pero nuestra relación era mucho más compleja que eso. Compartíamos confidencias, risas y hasta travesuras. En realidad, la sentía com
—No la subas, salgo fatal.—Pero te ves linda —corro detrás de ella para intentar recuperar mi teléfono y ver si borró la foto. Sonrío al ver que no lo ha hecho—. Si quieres, le pongo un filtro.—Está bien. ¿Vas a tomar fotos de la pijamada?—Obvio, pero nada de videos… bueno, a TikTok sí.—¿Qué? —me siento en el taburete que me palmea para que me siente—. ¿Te hiciste una cuenta?—Ajá, estoy pensando en subir videos con Sarah —contestó Keyla—. ¿Y para qué me invocas ser sensual? —pregunté con diversión. —¿Qué? —se ríe, tapándose los ojos con las manos—. No soy sensual, cállate.—Claro que lo eres, ¿por qué dices lo contrario? —Porque me vives pasando tus fotos en tanga, ¡mami!La miro con los ojos abiertos como platos y me echo a reír mientras le doy golpecitos. —Y encima te tratan como a una reina. ¡Ya quisiera yo una Keyla que me atienda así! —Cállate, exagerada —miré a Sarah con cara de pocos amigos después de pedir que se guarde silencio porque para mí, está exagerando. —¡Ay, mira
Antes del mediodía, Silvia me despertó para mi sesión con la terapeuta. Comí algo y volví a dormirme hasta que Keyla nos despertó de nuevo, apresurándonos para llegar con tiempo al edificio de grabación. Nos esperaba una larga sesión de vestuario y maquillaje.Más tarde, después de un día agotador entre preparativos y nervios, finalmente llegamos a casa. Estaba exhausta, pero aliviada de que todo estuviera a punto de comenzar. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de relajarme de verdad, tocaron el timbre. Mi ama de llaves me avisó que Ethan me esperaba en la sala. Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Qué hacía él aquí? Me sorprendí mucho cuando escuché que Ethan había venido a mi casa. ¡Un miembro de Chromatic conocía mi dirección! Era una locura. Siempre fui una gran fan de la banda, desde que eran unos adolescentes. Tener a uno de ellos parado en mi sala era surrealista, pero dadas las circunstancias, solo sentía fastidio. El recuerdo de las fotos de anoche regresó con fuerza,
Mi madre fue la última en estar conmigo. Me dijo que podía hacerlo, que me amaba, y tomó mi mano hasta que escuchamos el grito de «¡Acción!». A pesar del cansancio y la tristeza que aún sentía por lo de Ethan, me concentré en el presente. No iba a dejar que su actitud me robara este momento. Seguía enojada con él por dudar de mí, pero ahora tenía algo más importante en qué pensar.El 2 de octubre de 2020, el show de modas se estrenó a nivel mundial. Mientras caminaba hacia el centro del escenario, la imagen de Ethan y su acusación resonaban en mi mente, pero las palabras de mi madre y Keyla, junto con el apoyo silencioso de Sarah, me impulsaron a seguir adelante. Este era mi momento, y nada, ni siquiera la sombra de un malentendido, lo arruinaría.(PARK ETHAN)UNA SEMANA ANTESEl estruendo de los aplausos y los flashes de las cámaras… aún no habían llegado. Faltaba una semana para el show. Pero el vacío, ese vacío ensordecedor, ya se había instalado en mi interior. Caminaba por los pas
—Está bien —respondí, aunque mis palabras sonaban huecas incluso para mis propios oídos.Unas horas después, se escucharon risas y voces provenientes del pasillo. Los demás miembros de Chromatic habían llegado. La puerta se abrió de golpe, revelando a Tae-yang, con su habitual energía desbordante, seguido por Min-ho, Ji-woo y Seo-joon. Ha-neul entró justo detrás, con una expresión más reservada.—¡Ji-hoon! ¡Hyung! ¡Llegamos! —exclamó Tae-yang, entrando a la habitación como un torbellino. Se detuvo en seco al vernos a Jae-hyun y a mí, con nuestras expresiones serias. El ambiente festivo que traía consigo se desvaneció al instante—. ¿Y ahora por qué parece que alguien murió?Una muy pequeña sonrisa se dibujó en mis labios al escuchar a Tae-yang. Una parte de mí extrañaba a estos chicos, incluso a Ha-neul, que me miraba como si me estuviera estudiando. Dirigí mi atención a Jae-hyun, que se secaba el cabello con una toalla, y le cuestioné: —No me habías dicho que venías con compañía.—Yo n
—¡Yo no empecé nada! —exclamé, empujando a Jae-hyun a un lado con brusquedad. Agarré a Ha-neul del cuello de la camisa, con unas fervientes ganas de estamparle la mano en la cara. La rabia me nublaba el juicio—. ¡Cállate de una m*****a vez! ¡Y no la vuelvan a pronunciar en mi presencia! —Miré a todos los presentes, que me observaban con gestos de sorpresa e interrogación. Solté a Ha-neul, alejándome de él a grandes zancadas para encerrarme de un portazo en el baño.Desde dentro del baño, escuché la voz de Jae-hyun, con un tono severo que rara vez utilizaba: —Tienes que aprender cuándo callar, Jung Ha-neul.Escuché a Ha-neul maldecir entre dientes y gritos ahogados, hasta que la voz de Jae-hyun resonó con fuerza, imponiendo silencio en la habitación:—¡Ya basta! —gritó Jae-hyun, haciendo que el silencio reinara de nuevo en la suite—. Todos, busquen dónde van a dormir y démosle espacio a Ji-hoon.Agradecí el gesto de Jae-hyun, aunque una parte de mí seguía sintiéndose perdido. Los próxim
—Sí, muy linda —murmuré, intentando ocultar mi sarcasmo. Bebí un trago de mi copa, intentando calmar los nervios. La mano de Ariana seguía aferrada a la mía, como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento.—¿Te estás divirtiendo, Ji-hoon? —preguntó Tae-yang, acercándose a nosotros con una sonrisa. Su mirada recorrió a Ariana y a mí, deteniéndose en nuestras manos entrelazadas. Su sonrisa se desvaneció ligeramente, pero rápidamente la reemplazó con una expresión neutra, aunque sus ojos brillaban con una picardía mal disimulada. Miró a Ariana con una sonrisa socarrona y soltó: —Te regalo a Ha-neul, Ariana. Es todo tuyo. Pero a mí… dame a mi Ji-hoon.Sin darle tiempo a reaccionar a Ariana, Tae-yang tomó mi muñeca, separando mi mano de la de ella con una suavidad firme. Me jaló hacia la pista de baile, donde la música resonaba con más fuerza y la gente bailaba sin inhibiciones. Los demás miembros nos siguieron, creando un pequeño círculo alrededor nuestro.—¡Vamos, Ji-hoon! ¡