Ella

La suave brisa que anunciaba la llegada del otoño, choca contra la delicada piel de mi rostro. Un miedo crecía en mi estómago, provocando una explosión de nervios que recorría cada centímetro de mi ser. Ha pasado algo de tiempo desde aquel atroz día, en el que me rompieron el corazón, es viernes, y es el último día de escuela para que den comienzo las vacaciones, al menos para mí, lo es. Tomé la decisión de darme de baja por algunos meses, ya que no me encontraba nada bien emocionalmente, no quería hacer alguna locura, después me repondría al iniciar el próximo año, la razón era sencilla, temía entrar en depresión, la simple idea de que eso me sucediera, me enfurecía.

Estaba iniciando el mes de agosto, y debía acudir al colegio para hacer los tramites correspondientes. Mi madre no puso ninguna objeción en cuanto le comenté mis planes, ya que ella pasaba por una situación idéntica a la mía. Mi padre le fue infiel y comenzaron los tramites del divorcio, no lo llevaba bien, lo noté en el momento en el cual no se tomó la molestia de cuestionarme, no puso pero alguno, solo dijo que era necesario y que prepararía todo para un viaje sorpresa.

Después de eso, me dijo que había comprado una casa cerca de un gran lago, hace cinco meses, en un pequeño pueblo llamado Calypso, en el condado de Duplin, en el estado de California del Norte, Estados Unidos, nosotras vivíamos en New York, la gran manzana, era una broma que le decía a mi madre.

Nunca pude llegar a entender como es que mi padre dejó de querer a mi madre, ella era realmente hermosa, alta, delgada, tez clara, ojos azules que al verlos parecía que el mar propio vivía en ellos, labios delgados que al hablar era como si estuvieran en una danza interminable, cabello lacio y corto hasta los hombros, color avellana, era maestra de teatro, y de las buenas.

Su nombre es Nathaly Bellowk, es amable con la gente y una buena madre, pero no me atrevía a juzgar su matrimonio con mi padre, no sabía a ciencia cierta qué había detrás de ellos.

Yo me parecía a ella, alta, delgada, tez clara, mi cabello era largo y llegaba por debajo de mis senos, ondulado y color café claro, saqué los ojos de mi madre, azules, en pocas palabras eramos como dos gotas de agua, la única diferencia era que había sacado el carácter solitario y melancólico de mi padre, al igual que los gustos por el arte y la literatura.

Todos estos pensamientos los aparto justo cuando por fin llego al colegio, estaciono el carro de mi madre y dispongo a dirigirme al salón de la dirección general para poner mi documentación en orden.

Para mi fortuna, pasé desapercibida entre la mayoría de los alumnos, había sido la burla de todos en las redes sociales, me escribían cosas como: la dejada, a la que engañaron, ¿Cuánto miden tus cuernos?, ingenua, etc... Un sin fin de cosas, que al principio me parecieron de lo más dolorosas, luego un mal pensamiento se cruzó por mi mente y creía hasta cierto punto que me quedaban bien, solo eran verdades que no veía por la ceguera del amor.

Al entrar a la oficina, el olor a papel nuevo me envolvió, era parecido al olor de un libro nuevo.

Me acerqué rápidamente a la señorita Limentra, era profesora de orientación vocacional, y una excelente psicóloga, y por supuesto también se encargaba de poner en orden la documentación de sus alumnos, yo ya le había informado acerca de mi decisión, y aunque la entristeció, respetó mi elección de seguir el próximo año.

Lo curioso de esto es que en sus ojos se colocaba la extraña, pero comprensible necesidad de preguntar como llevaba las cosas, toda la escuela lo sabía, no era de extrañarse que llegara a oídos de los profesores y demás personal docente, pero como siempre, no preguntó nada y decidió regalarme una cálida y hermosa sonrisa.

—Veo que sigues en buena postura respecto a tu decisión —dijo muy pensativa—. Me alegro.

—Así es señorita —le regalé una sonrisa al tiempo que le extendía mis documentos.

La señorita Limentra los recibió y verificó la información en el ordenador del colegio, era una de mis profesoras favoritas, mientras hacía su trabajo, no pude evitar mirarla detalladamente, tenía estatura baja, tez apiñonada, ojos grises, cabello corto que apenas rozaba su cuello, rizado, color negro, y una sonrisa demasiado amable.

—Al parecer alguien más sigue tus pasos y tomó la misma decisión que tú, al darse de baja —me dijo esbozando una sonrisa—. ¿Si sabías eso?.

—No señorita, ¿puedo saber de quién se trata? —pregunté en tono tranquilo tratando de ocultar mi curiosidad.

—Se trata de tu amigo Friednish.

Aquello no lo podía creer, su nombre completo era Milan Friednish, su madre y la mía eran amigas desde la infancia, lo que dio como resultado que nosotros nos convirtiéramos en los mejores amigos, él era gay, aunque se mostraba con cierta popularidad entre las chicas, muchas de ellas lo llamaban su amor platónico, y como era de esperarse, al mismo tiempo era la envidia de muchos chicos del colegio.

Su madre falleció hace tres años debido a un cáncer pulmonar que la deterioró en poco tiempo, después de eso, su padre se convirtió en un alcohólico y al poco tiempo murió en un accidente automovilístico, no tenía hermanos al igual que yo, estaba solo, por lo que yo me encargué de llenar sus vacíos.

Me tenía a mí, y eso era más que suficiente. Milan era alto, delgado, tez clara, ojos verdes y cabello rubio natural.

—No tenía idea alguna —abrí los ojos como platos.

—¡Pues porque era sorpresa! —dijo Milan, quien entraba con actitud triunfante a la oficina.

—¿Y cuándo pensabas decírmelo? —le pregunté dándole un pequeño pellizco en la nariz.

—Hoy mismo, sin duda —me dio un beso en la mejilla.

Debo admitir que en el fondo me alegró la noticia, aunque me llenaba de tristeza no pasar los meses que faltaban, a su lado.

—Pues bien, los papeles de ambos están en orden, pueden retirarse, y esperamos verlos el año que entra —Nos dijo la señorita Limentra.

—Gracias, espero verla pronto —le dije sonriendo.

—Eso espero Bellowk.

Ambos nos retiramos de la oficina y salimos al pasillo, la campanilla ya había sonado, y en un segundo apareció un mar de gente, muchos se dirigían a sus siguientes clases, otros se topaban y se saludaban, unos más se encontraban con sus respectivas parejas, y no perdían el tiempo para demostrar en público su amor, y por supuesto, estaban aquellos que eran los renegados de la sociedad estudiantil, algunos los llamaban groseramente: fenómenos, yo prefería llamarlos: personas solitarias con tesoros escondidos detrás de sus almas.

Milan y yo caminábamos hacia el jardín principal, cuando un grupo de chicos pertenecientes al equipo de fútbol, comenzaron a hacerme burla, haciendo sonidos extraños, imitando a algún animal, y con sus manos simulando unos cuernos en su cabeza, no le di importancia y seguimos nuestro camino.

Incluso, antes de alejarnos de ahí, alcancé a escuchar como uno de ellos decía: "Hey, chica cuernos, vamos a divertirnos tú y yo en la cama", aquel comentario fue seguido por risas burlonas, y poco maduras de sus acompañantes.

Pero al final, ¿Qué podía esperar de personas con tan poca mentalidad?.

Milan quiso dar la media vuelta, pero lo sujeté del brazo a tiempo para evitar una pelea en vano.

Cuando llegamos al final del jardín, en la última banca, donde nadie iba o pasaba por ahí, tomé asiento, y Milan se puso de rodillas frente a mí, colocando sus manos sobre las mías.

—Vamos, hazlo —dijo seriamente.

—¿Hacer qué? —le pregunté mordiéndome el labio inferior, y tratando de detener lo que estaba por venir.

—Sé que quieres hacerlo, llora.

En ese momento, al escuchar aquellas palabras, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos como cascadas derramando todo su sentir. No pude evitar romperme una vez más, ya era experta en quitarme las alas, el nudo que sentía en la garganta me ahogaba.

Después de cinco minutos, Milan se encargó de secar mi llanto, como siempre lo hacía.

—¿Me dirás por qué te diste de baja igual que yo? —le pregunté tratando de cambiar el tema.

—¡Tú porque creés!, todo estaba planeado, me iré de vacaciones contigo, y con tu madre.

—¿¡Hablas en serio!? —le pregunté muy sorpresiva—. Pero...¿Mi madre lo sabe?.

Milan se sentó a mi lado, y me abrazó.

—Pues claro, fue su idea, iba a ser una sorpresa, pero sabes que no me puedo aguantar algo, si se trata de ti.

—Es la mejor noticia que he recibido —le dije poniéndome de pie.

—No te iba a dejar sola.

En ese momento, al ver sus ojos fijamente, me di cuenta de que jamás estaría sola, había gente que aún se preocupaba por mí, personas que me amaban. Es cuando supe una vez más, que nuestra amistad duraría como mínimo, una eternidad.

—Entonces tendremos que ir a empacar —le dije sonriendo.

—Te ayudaré, porque mis maletas están en este preciso momento en tu casa —me tomó de los hombros y me estrechó una vez más, contra su pecho.

—Promete que nunca me dejarás —le dije al oído.

—Jamás —respondió él.

Aquel día pude estar tranquila, nuestras vacaciones estaban a punto de comenzar.

Algo era seguro, y es que yo, estaba temerosa y emocionada por lo que fuera a encontrar en mi camino.

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