Sin Heart
Sin Heart
Por: Kleo M. Soto
Prólogo

Las luces de las series navideñas de la gran ciudad, roban mi atención inmediatamente, es como si me arrancaran suspiros del alma cada vez que se prenden, y apagan al ritmo de su melodía ocasional.

Recuerdo que cuando era pequeña, les rogaba casi de rodillas a mis padres para que me llevaran al centro de la cuidad, únicamente para ver las casas adornadas, el olor a pavo recién horneado, y de pasteles adornados con temas de la festividad, me llenaban de un hermoso sentimiento de emoción y bondad, todo olía a navidad, mi época favorita del año.

Pero claro, las cosas cambian, conforme vas creciendo, te das cuenta que aquello que te emocionaba, ahora te da alegría, pero con menos intensidad, aún me siguen hipnotizando las festividades de invierno, solo que a mis dieciocho años ya no le tomo tanta importancia.

Voy en camino para verlo a él, me siento contenta de haber encontrado al amor de mi vida, tal vez no sea el galán de telenovela, pero sí el chico más popular de todo el colegio, tanto, que me cuesta trabajo entender que esté a mi lado.

Mi padre siempre me decía que todos somos viajeros, haciendo paradas en la vida de alguien, para hacer un pequeño cambio en su vida, para mejorarla, darle algo de sentido y luz a su existencia.

Algunos vendrán con maletas llenas de espinas, otros más te asfixiarán con sus miedos y manías, unos más te lastimarán y te romperán el corazón, cual vaso quebrándose en mil pedazos, al caer al abismo infernal. Pero siempre te dejarán un aprendizaje que llevarás por el resto de tu vida.

Esas eran las palabras de mi padre, pero a mí no me pasaría eso, sencillamente no lo permitiría jamás.

Bajo la mirada y con nerviosismo veo la hora en mí celular, con el ceño fruncido noto que falta poco tiempo para llegar a mi destino, en estos últimos minutos se había vuelto una necesidad verlo, llegar y abrazarlo, decirle lo mucho que me arrepiento de haber rechazado la invitación a su fiesta navideña. Me había informado, pero a causa de una discusión que tuvimos la semana pasada, no cruzábamos palabra alguna, ni por mensaje de texto.

Ayer por primera vez después de una semana llena de hostilidad y una larga distancia que nos separó, me había mandado un mensaje para confirmar mi presencia en su fiesta, quería ir, pero como siempre... mi orgullo terminó ganando la batalla, y terminé rechazando su invitación. Cierto los ojos al recordar sus últimas palabras:

"Lo lamentarás Crys"

A ciencia cierta no sé que quiso decir con eso, pero odiaba pelear con el amor de mi vida.

Aparto todos esos pensamientos de mi cabeza y reuniendo todo mi valor, le escribo un mensaje de texto, pero después de pensarlo muy bien, tomé la decisión de no avisarle que estoy en camino, para darle una gran sorpresa, mi madre no me había dado permiso y tuve que escaparme, tenía que verlo y decirle lo mucho que me importa, después de todo, en las relaciones de pareja siempre habrá altas y bajas, si nos amamos tendríamos que superarlo.

Cuando por fin llego a mi destino, le pago al señor del taxi y salgo del vehículo, una leve brisa helada golpea mi rostro y respiro profundo, me quedo observando detalladamente por unos segundos su casa, la cual está adornada con hermosas luces, veo que pequeños gnomos de cera hacen fila por ambos lados del pequeño camino que lleva hasta la puerta principal.

La música está a todo volumen, incluso hay varios chicos de mi escuela fumando marihuana, corren y bailan como si sus mentes estuvieran encerradas en mundos fantasiosos y peligrosos, víctimas de los crueles juegos de sus problemas comunes.

Abro la puerta e inmediatamente el olor a cigarrillo, alcohol y marihuana, me producen nauseas. Mis ojos buscan al amor de mi vida, recorren cada sitio e inspeccionan a cada persona, tratando de encontrar aquello que se me había perdido. Al poco rato termino de buscarlo en la planta baja, y me doy cuenta de que tengo que subir, después de todo era su casa, yo era su novia y tenía más derecho de estar allí, que cualquiera, él debía estar por alguna parte.

Subo las escaleras, esas que había recorrido miles de veces, y al tiempo, me doy cuenta de que algo crece en mi interior.

Un sentimiento que era mezcla de emoción y miedo, yo lo llamaría; mariposas ahogadas, miro a mi alrededor, todos se están divirtiendo, sus rostros reflejan la felicidad que les brinda el momento.

Estoy emocionada, tengo que verlo, me encuentro a escasos pasos de su puerta, pero algo anda mal, a pesar del ruido que hay, logro escuchar ciertas cosas que bombardean mis oídos, cual país atacando a su enemigo en alguna guerra.

Tengo miedo de abrir, pero me decido a hacerlo, salir de mis dudas, verlo con mis propios ojos, así que me armo de valor y logro tocar la perilla de la puerta, comienzo a girarla lentamente, temerosa de ver lo que estoy escuchando.

Cuando por fin puedo girarla completamente, con sumo cuidado abro la puerta, tratando de no hacer ruido, y allí estaba él, mí novio, la persona a la que le había entregado toda mi confianza, el ser al que amaba con toda mi alma, creía que conmigo era feliz, lo había catalogado y visto como el mejor novio, un compañero de vida a futuro, todo lo bueno de mi vida, hasta ahora.

Era el peor escenario que podía estar viendo, desnudo, empapado de sudor, con los ojos cerrados llenándose de placer, y con lo que aún cuesta trabajo entender, eso que me partió en dos más rápido de lo que imaginaba, con mí mejor amiga.

Los ojos se me llenan de lágrimas, siento que mi mundo, nuestro mundo, el que habíamos creado juntos, se desmorona, todo se destruyó en un mísero instante.

De pronto abre los ojos, y me mira sorpresivo, pude notar que su expresión era como la de un niño pequeño, cuando su madre lo encuentra realizando en alguna travesura, solo que en este caso, no sé trata de un niño.

Sé que su corazón dio un paro cuando pronunció una simple palabra, mi nombre:

—Crystalle.

Parecía ser todo una terrible eternidad, cuando eran segundos aquellos momentos de infierno para mí, quiería salir corriendo, escapar volando de esta situación, pero mis piernas no respondían, parecía que se quedaban como estatuas para hacerme sufrir.

Ambos me miraron, y con sus ojos intentaron explicar su error, él se levantó, y en ese mismo instante me di la vuelta y eché carrera agradeciendo que mis piernas respondieran a mis suplicas.

No escucho la música, en cierto modo es como si me hubiera quedado sorda, salgo de su casa, estoy tan mal que tropiezo con una roca y caigo en su patio de rodillas. Me lastimo la mano, estoy hecha un desastre, no paro de llorar. De pronto siento que alguien me toca el hombro, levanto la mirada y noto que se trata de un chico, el cual jamás había visto, y sinceramente en ese momento no me interesaba saber de quién se trataba, tal vez en alguna otra situación me tomaría la molestia de averiguarlo, por simple curiosidad, pero mi mente estaba bloqueada, me pregunta si estoy bien, pero no logro articular ninguna palabra, no respondo, mi lengua parecía adormecida.

¿Por qué a mí?, pregunto para mis adentros, tomo valor, me levanto y sigo, pero me detengo, escucho que él grita mí nombre, aquella voz tan familiar me quiebra el alma, volteo y puedo admirar que se encuentra en la ventana que da a su habitación, con el dorso descubierto, ni siquiera podía creer que no hubiera bajado en busca de mí.

Doy la media vuelta y me voy, a lo lejos puedo escuchar a algunos chicos haciéndome burla, pero no le doy mucha importancia, caminé hacia mí casa, que, aunque no estaba tan cerca, necesitaba tiempo para pensar, y la caminata me haría bien. Hacía frío, pero no me importaba morir congelada en esos momentos, hubiera preferido estar en el polo norte.

Observo la luna y recuerdo palabra por palabra lo que me decía mi padre, y me digo a mi misma que no es el final, que es una espina más en mi camino, que me recuperaré.

Aunque eso no significa que niegue que lo amé con toda mi alma, sé que cuesta trabajo entender, o es poco creíble que a mi edad, pudiera haber amado tanto a una persona, pero fue algo real. Las personas a veces son crueles, piensan que cuando uno es joven, es imposible enamorarse de verdad, que a nuestra edad, solo podemos experimentar amores fugaces, o como muchos lo llamarían; amores de chocolate.

La realidad es que, cuando somos jóvenes, en temas de amor, nos queremos comer al mundo de un solo bocado, todo son amores, ilusiones, desilusiones, en algunos casos hay quienes pierden su camino y todo son excesos para ellos.

Nos creemos superman, volando y conquistando un mundo el cual, desconocemos por completo, fantaseamos con amores de películas y novelas románticas, y esperamos ese grandioso final feliz.

Y hasta intentamos que sea así, pero al final del día todo es drama Hollywoodense, somos jóvenes, y por breves momentos olvidamos que nada es eterno.

Hasta que abres los ojos y te das cuenta de que en la vida real, no se dicen esas frases de películas, nadie va a cruzar un océano para abrazarte y decirte lo mucho que te ama.

Que las historias de amor, solo existen en viejas canciones de antaño, que las personas cuentan mentiras, que siempre va a ser más fácil perdonar, que dejar ir.

Que cuando te traicionan, las cosas nunca vuelven a ser lo mismo, que tú, por desgracia, ya no crees en los cuentos de hadas, ahora estás dispuesta a vivir en tu realidad.

Pero claro, las cosas y las personas cambian, y eso era lo que yo pensaba antes, si, antes de conocer a la persona más importante de mi vida, antes de saber lo que es el amor verdadero, puro, real y fiel. De pensar mil millones de veces en alguien, que hace que tu corazón lata tan rápido, que sientes que se sale tu pecho.

Que cada pensamiento va destinado a ese ser, que llegó a tu vida para mejorarla, para darle algo sentido y magia, enderezar tu camino. Esa persona por la que darías y apostarías todo, hasta tu vida, esa persona a la que llamarás eternamente, el gran amor de tu vida.

Mi nombre es Crystalle Bellowk, gracias a un juego lo conocí, y esta, es mi historia de amor.

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