Capítulo 1

El clima era espectacular, los rayos del sol iluminaban la carretera, dándole un fugaz pero llamativo aspecto de relajación.

Las nubes, aunque eran pocas, servían de adorno en el cielo, y a pesar del poco calor que se sentía, una ligera y fresca ráfaga de viento nos acompañaba en nuestro viaje. Casi no pasaban carros y eso era bueno, era una época en la que comenzaban las vacaciones, me sentía tranquila y emocionada de poder pasar estos meses al lado de las dos personas que más amaba en el mundo.

Mi madre manejaba con todas las precauciones de seguridad, su rostro reflejaba una calidez humana que pocas veces era visible en las personas, estaba orgullosa de poder ser hija de alguien así, sus mejillas eran rosadas, y de vez en cuando soltaba una pequeña risa al escuchar a la locutora de radio, aunque en sus ojos se colocaba aquella tristeza tan familiar para mí, no lo podía ocultar.

Yo iba de copiloto, y Milan, al parecer a él le venía bien el viaje, ya que se veía emocionado, y era contagioso al verlo. Se encontraba leyendo una revista de moda, le encantaba ver los vestidos y tipos de ropa que les quedan a nosotras las mujeres.

Estos cinco meses del año pintaban bien, suena en la radio la canción Welcome To My Life, del grupo Canadiense Simple Plan, amaba la letra, aunque de pronto, al escucharla hizo que pensara en él, mencionar, o pensar su simple nombre me ponía de muy mal humor, no podía creer los rumores que habían llegado a mis oídos, él ya tenía una relación con la que por un tiempo creí mi mejor amiga, aunque en el fondo, creo que aquella reacción de enfado era una simple muestra de que aún me dolía, aún sentía algo por él, después de todo, el amor no se olvida de la noche a la mañana.

Cuando la canción llegó a su fin, la locutora comenzó su pensamiento habitual, muchas veces le gustaba narrar alguna frase de un autor famoso o cosas que se le ocurrían, y esta no era la excepción.

"Habla la voz de la razón, miradas del alma, para decirles que nada en esta vida es coincidencia, hoy, puede ser que el destino te tenga una sorpresa preparada, misma que marcará el resto de tu existencia.

Las cosas pasan por algo, no tengas miedo a lo que te ofrece el futuro, recíbelo, y sigue adelante. El dolor del corazón se borra poco a poco con una sonrisa, te tienes a ti, y eso es lo que importa.

Las lágrimas que hoy derramas se convertirán en grandes enseñanzas, hoy será un gran día para recibir la llegada de un nuevo ciclo."

Aquellas palabras sin duda nos venían bien, tanto a mi madre como a mí, volteé a verla y con certeza confirmé mi sospecha, estaba muy concentrada con lo que dijo la locutora, sabía que aquellos pensamientos iban dirigidos a mi padre, no había más.

Recuerdo que cuando mi madre se enteró del engaño de mi padre, se encerró tres días en su habitación, no salía ni le permitía la entrada a nadie, por suerte cada habitación tenía su propio baño, de no ser así, no logro imaginar como hubiera hecho para ducharse.

Por otra parte, mi padre se había mudado con su nueva familia, en repetidas ocasiones se tomaba la libertad de ofrecerme ir a vivir con él, la que sería su nueva esposa, y su hija de tres años.

Yo no quería, no porque me agradaran poco o los odiara, la cuestión era que no iba a dejar sola a mi madre, ella me necesitaba más, y a decir verdad me incomodaría estar con mi padre, después de todo aquella no era mi familia, no era mi madre, yo no pertenecía ahí.

Por otra parte, a Milan se le veía contento, me preguntaba porqué, en aquel instante mi madre apagó el radio, y bajó la ventanilla para poder dejar que el viento nos inundara más, al parecer, faltaban dos kilómetros para llegar a la gasolinera más cercana.

—Pronto llegaremos a la gasolinera, llenaré el tanque mientras ustedes compran algo de comer —dijo mi madre suspirando—. ¿Les gusta la idea?.

—¡Claro que sí! —Milan se apresuró a contestar—. ¿No es así Crys?.

Milan y mi madre eran las dos únicas personas en el mundo que me llamaban así, era de cariño.

—Supongo que si, hace una hora se me terminó el jugo de arándanos —mostré mi botella vacía—. Y el hambre ya hace presencia en mi estómago.

—Entonces está decidido —dijo mi madre acelerando un poco.

Necesitaba estirar las piernas, caminar un poco, mi madre verificó su GPS, al parecer esa era la última gasolinera antes de llegar a nuestro destino, desde ese punto estaríamos a media hora de llegar a Calypso, por lo que tenía entendido era un pueblo pequeño, creo que por esa razón le había gustado a mi madre.

Todos en la vida necesitamos alguna vez escapar a un sitio donde podamos estar con nuestra soledad, al menos eso pensaba yo.

Al llegar a la gasolinera, mi madre estacionó el carro, y rápidamente se dirigió al mini súper que estaba al lado. Supongo que su prisa se debió a que quiso ir al sanitario.

Milan y yo bajamos del auto, él estiraba los brazos mientras yo arreglaba mi cabello, haciéndome una coleta, la brisa cálida del viento nos hacía bien, estábamos a punto de caminar hacia el súper, cuando sonó un celular, Milan me volteó a ver sorpresivo.

—El mio no es, ni lo pienses, lo traigo conmigo —me dijo muy seguro—. Es tuyo.

Entonces recordé que lo había dejado en la guantera del carro, abrí la puerta y saqué mi celular, en efecto, se trataba de un mensaje de voz, pero no me hacía nada de gracia ver aquel nombre en la pantalla. Una ola de calor mezclada con tristeza, comenzaba a invadir cada una de mis venas, Milan se dio cuenta enseguida de quien se trataba, arrebatando de mis manos el celular.

—¿Qué haces? —le pregunté algo asustada—. No quiero saber nada de él.

—Tú no, pero yo sí —dijo al momento que colocaba el celular cerca de su oído izquierdo.

No estaba enfadada, en ese instante lo único que no podía borrar de mi mente, era aquel nombre.

Nuevo mensaje de voz: Tony Creewtl.

Milan se quedó callado mientras escuchaba atentamente, no podía descifrar al cien la expresión de su rostro, y eso me conflictuaba, era una juego de él.

De pronto, me miró a los ojos y estiró su mano entregándome el celular.

—Tal vez quieras escuchar esto —me dijo en tono serio—. Pero tienes otra opción.

—Así, ¿Cuál?.

—Dejar las cosas así, que me permitas borrar este mensaje de voz, olvidar el mal momento, y disfrutar de este maravilloso día —el rostro de Milan no perdía su seriedad—. ¿Qué dices?.

Aquello me parecía un juego absurdo, una parte de mí, la que seguía atada a Tony, quería saber lo que decía aquel mensaje de voz, pero por otra parte, al recordar todo lo que vi aquella noche, él como me hizo sentir, solo me daban ganas de destrozar el celular y así poder evitar que me llegarán más mensajes de voz. De pronto, me di cuenta de lo que tenía que hacer, había tomado una decisión desde que acepté venir a Calypso, comenzaría desde cero.

—Eres mi mejor amigo, sabes que hacer —le solté una sonrisa al tiempo que le guiñaba un ojo.

Milan me miró con cierta frescura en su rostro y eliminó aquel mensaje, luego me devolvió el celular. Me sentí aliviada, y con sorpresa corroboré que no acudía a mí ningún remordimiento, eso ya era ganancia suficiente para seguir adelante.

Cuando estábamos a punto de dirigirnos al mini súper, a lo lejos, pudimos observar como mi madre caminaba junto con un hombre alto, tez clara, ojos color miel, cabello corto rubio, aparentaba unos cuarenta y cinco años de edad, y lo más visible: era oficial de policía.

—Chicos, él es el oficial Wilsonk, me ayudará a cargar el tanque de gasolina, ya que el encargado de hacerlo no se encuentra —mi madre sonreía como una niñata.

—Llámenme Brandon —aquel oficial nos habló en un tono amable.

—Ellos son los chicos, mi hija Crys y su mejor amigo Milan —mi madre nos presentó.

—¡Mucho gusto! —Milan y yo contestamos al mismo tiempo.

—Es un placer ayudarlos, ¡manos a la obra! —dijo el oficial Wilsonk dirigiéndose a una manguera de gasolina.

Mi madre no dejaba de observarlo, parecía encantada con su presencia, y no la culpaba.

Se le veía demasiado entusiasmada, y no iba a ser yo la que le arruinara el momento, por lo que Milan y yo caminamos al mini súper, al entrar, el olor a pino limpio inundaba el lugar, provocando que pensara en un hospital. Milan se dirigió hacia la sección de bebidas, yo lo seguí y él sonrió.

—¡Lo encontré! —dijo al tiempo que me daba una botella—. Arándanos, ¿cierto?.

—Si, gracias —le respondí tomando la botella—. Echaré un vistazo.

—Vale, pero no te alejes mucho —me dijo entre risas.

—No te preocupes —sonreí y me alejé poco a poco—. No me pasará nada.

Milan me observó y volvió a lo suyo, el encargado del lugar era un chico obeso y con cara de pocos amigos, veía algo en el televisor mientras comía unas papas fritas. Yo me dirigí a la sección de revistas, cuando de pronto se escuchó el rechinar de un carro.

Dirigí la mirada hacia fuera, me sentía un poco aliviada de que estuviera un oficial de policía, o al menos eso creía, ya que mi madre estaba observando todo, sola.

Del carro se bajó rápidamente un chico alto, tez morena y muy musculoso, mi corazón comenzó a acelerar su ritmo, por un instante creí que serían asaltantes, pero no fue así.

Entró y tomó una cajetilla de cigarros, pagó y se fue, aunque antes de salir, por breves segundos cruzamos miradas, después salió, se subió al carro y arrancaron velozmente, a juzgar por las carcajadas y la música, se trataba de un grupo de chicos.

—Es hora de irnos —Milan estaba detrás de mí—. Yo pago Crys.

—Vale.

Pagamos los productos y salimos, mi madre se encontraba buscando algo en la cajuela.

—¿Ya nos vamos? —Milan le preguntó a mi madre mientras bebía una soda de limón.

—Si —mi madre cerró la cajuela—. ¡Lo encontré!.

—¿Qué encontraste? —pregunté con cierta curiosidad.

—Mi CD de música clásica —nos mostró un disco con la carátula de un violín—. Al ver a esos chicos recordé que traía mi disco.

—Pensé que eran ladrones —le dije—. ¿Por cierto y el oficial Wilsonk?.

—No, solo eran un grupo de cinco jóvenes, se veía que traían resaca —dijo mi madre, quien se subía al carro—. Y el oficial Wilsonk se tuvo que ir, al parecer hubo una emergencia en el pueblo, pero me dejó su número.

—Ya veo, con que su número —le dije guiñándole un ojo, lo que provocó que mi madre se sonrojara.

—Solo fue amable, y como estaremos viviendo un tiempo por el pueblo, no pareció mala idea —dijo con voz nerviosa.

—Está bien —dije subiendo al carro.

Me gustaba que la mente de mi madre estuviera despejada, y más, si se trataba de algo nuevo.

—¿Por cierto, ya pagó la gasolina? —preguntó Milan.

—Si, antes de salir pagué —mi madre sonrió—. Es momento de marcharnos, ya estamos cerca.

El resto del camino sería más ligero, miré la hora en mi reloj, era medio día, y la emoción de mi estómago crecía más y más, los latidos de mi corazón se aceleraban y no sabía porque.

Pero una cosa era segura, estaba a punto de iniciar algo nuevo, y me acompañaban las dos personas que más amaba en el mundo.

Era tiempo de cerrar viejos ciclos y darle la bienvenida a nuevas experiencias, nuevas aventuras. Yo solo quería olvidar el dolor que me carcomía por dentro.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo