Capítulo 7

Siempre había sido una persona muy curiosa, era algo que sencillamente no podía ocultar ni evitar, por lo que decidí bajar y averiguar de quien se trataba, de paso podría hacer alguna nueva amistad. Me parecía perfecta aquella idea, por lo que salí rápidamente de mi habitación, al bajar a la estancia principal, observé que mi madre se hallaba sentada en el sofá viendo un programa de televisión, de esos en los que ganas dinero haciendo alguna ridiculez.

—¿Adónde vas? —me preguntó sin quitar la mirada del televisor de plasma—. Es muy noche para escapar.

—No estés de broma mamá —puse los ojos en blanco—. No tardo, se me olvidó algo en el coche.

Estaba a punto de salir, cuando mi madre me detuvo con su voz por segunda vez.

—Crys.

—¿¡Qué!?.

—No se te olviden las llaves del carro, están colocadas en el mueble de la entrada, cerca del recibidor

—¡Oh, cierto!, gracias, no tardo.

Al salir, el aire fresco de la noche chocó contra mi rostro, provocándome un leve escalofrío, mi piel parecía algo sensible. Me acerqué rápidamente al otro lado del bosque, pero me decepcioné al ver que aquel chico ya no estaba, aunque lo que robó toda mi atención era el gran árbol de cerezos, no había tenido la oportunidad de observarlo tan cerca, incluso hace algunas horas atrás, no sabía de su existencia.

Era tan fuerte, lleno de vida y hasta daba un poco de miedo, al mirarlo bien, no pude evitar pensar en como debió ser cada momento que vivieron aquellos ancianos, y al hacerlo, pensé en Tony y en mí.

Estaba a punto de irme cuando sin querer, mi mirada se dirigió a algo tirado en el suelo, al acercarme para ver qué era, dudosa me di cuenta de que se trataba de una fotografía rota por la mitad. La poca luz que regalaba la luna en ese instante, hizo que observara a un chico abrazando a una chica, él era guapo, y la chica tenía el cabello pelirrojo, parecían contentos, a excepción de la mirada del chico, quien a pesar de su sonrisa, sus ojos mostraban otra cosa, una frialdad envuelta en tristeza.

Decidí llevármela a casa, no sabía porqué, pero lo hice, la temperatura había bajado un poco y el sueño me vencía, eso sin contar que aún tenía que darme una ducha. Cuando entré a casa mi madre ya no estaba, y las luces se encontraban apagadas, se había subido a descansar por fin.

Entré a mi habitación pensando que Milan ya había terminado de bañarse, sé que no me había tardado mucho, pero él no acostumbraba exagerar con el tiempo en la regadera, por lo que tomé mi ropa, aquella foto rota en dos la puse dentro de mi álbum, y dirigí mis pasos sigilosos al baño de regadera. La simple idea de sentir el agua caliente recorriendo todo mi cuerpo, hizo que saliera de mí una pequeña sonrisa.

Todo iba bien, hasta que abrí la puerta sin la educada pregunta para saber si había alguien adentro, y en efecto, mi acto llevó una gran consecuencia, ya que Milan estaba de pie, frente a mí, completamente desnudo, al parecer se secaba el cabello con una toalla. Él me miró sorpresivamente y después sonrió, antes de que pudiera reclamarme algo salí corriendo de ahí con la cara roja de vergüenza.

Era mi mejor amigo, y de niños solíamos compartir ducha, pero ahora eramos mayores.

Al llegar a mi habitación, me recosté en mi cama intentando no pensar en el cuerpo de Milan, aunque era delgado, tenía unos músculos y unos pectorales bien marcados, entonces noto que entra a mi habitación sin avisar y me mira muy divertido.

—Debiste haber visto tu cara —me dice entre risas.

—¡No es gracioso! —le aventé un almohadón.

—Vamos, no ha pasado nada, tranquila, mejor ve a ducharte, yo no entraré a espiarte —me sonrió.

—No te estaba espiando —puse los ojos en blanco.

—Era broma, hasta mañana Crys, recuerda que temprano iremos a la plaza del pueblo de compras —se despidió en tono cansado.

—Si, hasta mañana.

Milan salió de mi habitación y me sentí más tranquila, pero aun así esperé unos cuantos minutos antes de ir al baño, después salí y me duché, tal como lo había pensado, el agua caliente relajó mi mente y mis músculos, estaba cansada.

Terminé de inmediato, ya me encontraba lista para dormir y me recosté en mi cama para por fin descansar, una pregunta rondaba mis pensamientos y al parecer no me dejaría en paz, ¿Quiénes eran aquellos chicos de la fotografía?.

Conforme pensaba en eso, mis ojos se cerraban lentamente hasta adentrarme en mis sueños más profundos, ya no supe nada, ya no pude seguir inventando quienes eran aquellos enamorados.

A la mañana siguiente todo parecía normal, me había despertado a una hora prudente, esta vez acaparé el baño primero, Milan aún no se despertaba para mi fortuna, observé el reloj colgado en el pasillo, eran las 9:00 am, debido a la ausencia de mi madre supe que debía estar dormida o algo por el estilo.

Me puse unos jeans rojos, unos tenis de descanso color blanco, y una blusa a cuadros color blanca con gris, cepillé mi cabello y coloqué dos pasadores de un solo lado, no me puse mucho maquillaje y bajé a la cocina para ver si podía preparar algo. Pero al abrir la alacena supe de inmediato porque a mi madre le urgía ir de compras, no había casi nada, y mucho menos algo para preparar, estaba segura de que la cena de anoche la había preparado con lo que trajo de New York.

En ese momento alguien tocó mi hombro y volteé rápidamente, solo escuché el sonido de una cámara al tomar una foto, Milan ya estaba bañado y cambiado, traía unos jeans ajustados azul cielo, y una playera color negro sin mangas demasiado pegada a su cuerpo, que dejaba ver sus brazos marcados y fuertes, y unos converse negros que hacían juego con su actitud de chico malo.

—¿Qué no te cansas de tomarme fotos? —le pregunté entre risas tontas.

—¡Claro que no!, eres toda una belleza —dijo al momento que acomodaba su cámara para un mejor enfoque de mí.

—Eres un bobo.

—Pues si, pero soy tu bobo favorito, ¿no?.

—Eres el único.

—Eso es una fortuna.

Le sonreí.

—¿Qué hay de desayunar? —Milan me preguntó muy impaciente.

—No hay nada, tendremos que ir de compras primero —le dije.

En ese momento bajó mi madre, tenía puestos unos sencillos jeans azul marino, una blusa sin mangas del mismo color, y unos zapatos abiertos color blanco, su rostro se veía fresco.

—¡Vámonos de compras! —anunció mi madre mientras se colocaba unos lentes de sol.

—Me parece buena idea, hace hambre, y me gustaría tomar algunas fotos del lugar —habló Milan.

Los tres salimos de casa, pero antes de subir al coche, mi celular comenzó a sonar, mi madre no le dio importancia pero Milan volteó rápidamente, yo miré la pantalla, se trataba de un mensaje de texto, de un número que no tenía registrado en mi celular, lo abrí y me dejó muy sorprendida lo que decían aquellas palabras.

Mensaje de texto:

"Tienes que ver tu f******k".

No entendía nada y no tenía el tiempo para ver mis redes sociales, decidí no tomarle demasiada atención, aunque por la forma en la que me miraba Milan, sospechaba que él sabía algo de ello, no me quitaba la mirada de encima, y tal vez eso era lo que anoche no me dejó ver en la cena, guardé el celular en uno de mis bolsillos y subí rápidamente.

Al salir de la zona de nuestra casa, observé las de nuestros vecinos, una me llamó mucho la atención y no sabía porque, era la más próxima a la nuestra, una gran casa de dos pisos, amarilla y con hermosos arbustos, nuestros vecinos. En todo el trayecto Milan guardó silencio, lo cual no era muy común en él, y mi madre tarareaba una canción que transmitían en la radio.

Cuando llegamos a la entrada principal de la plaza, me sorprendió ver lo hermosa que era, había muchos locales de comida, cafeterías con inmensos adornos modernos, tiendas de antigüedades, un parque y por supuesto el supermercado, la gente que nos veía llegar y nos saludaba cordialmente, me sentía cómoda.

Mi madre estacionó el carro y los tres bajamos, el clima era perfecto, al entrar, nos sorprendió mucho ver que casi no había gente, la encargada del lugar nos sonrió y después apartó la vista de nosotros.

—¿Qué les parece si cada quien toma su carrito, nos dividimos y nos vemos en la entrada al terminar? —dijo mi madre dirigiendo su mirada a la sección de horneados.

—Buena idea —contestó Milan muy sonriente.

—Bueno, los dejo, nos veremos más tarde —mi madre tomó su carrito y como era de esperarse, se dirigió a la sección de pastelería y decoración.

—Necesito comprar algunas cosas personales —me dijo Milan quien dirigió su atención al siguiente pasillo—. ¿Estarás bien sin mí?.

—¡Claro!, nos veremos en un rato —le sonreí—. No te pierdas con algún chico.

—Lo mismo te digo, hay tiburones nadando alrededor de ti, esperando comerte —dijo entre risas.

Yo tomé un carrito de metal y me quedé observando unos segundos como mi mejor amigo se perdía entre los productos de belleza, y algunos medicamentos.

De pronto al dar unos pasos hacia tras, choqué con alguien, de inmediato me di la vuelta para pedir una disculpa.

Al darme cuenta que se trataba de un chico, me sonrojé rápidamente, era alto, tez apiñonada, ojos negros, cabello café claro.

—¡Lo siento! —dije de inmediato.

—No te preocupes —aquel chico me regaló una sonrisa, parecía sorprendido y feliz.

Irradiaba amabilidad, como ese tipo de personas que por naturaleza es caballeroso y cortés en todo momento, era demasiado guapo.

—Si, disculpa no me fijé, y he tirado lo que llevabas en las manos —le dije observando la pequeña caja de condones que estaba en el suelo.

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