Por fin llegó el tan esperado baile de invierno y cierre del ciclo escolar, desde que Bastian había hecho público su noviazgo con Reachel, mi vida se convirtió en un infierno. Era como si todos la respetaran y no se quisieran meter con ella por ser la chica de él, cosa que me perjudicaba notablemente, era como si la escuela entera estuviera dividida, una parte estaba conmigo y la otra parte con Reachel. Bastian no paraba de observarme en todo momento y de restregarme en la cara sus besos con Reachel. Yo trataba de ignorarlo la mayor parte del tiempo, pero a veces me era imposible, cuando nos encontrábamos por los pasillos, y si no había gente alrededor, me acorralaba e intentaba besarme, no dejaba de recordarme que yo era suya, y yo no paraba de abofetearlo cada que intentaba besarme, se enfurecía y se marchaba azotando y maldiciendo.
Bastianestaba muy furioso, se acercó hasta a mi y se colocó detrás, ambos nos veíamos por el espejo.—Tienes razónCrystalle, ella es muy buena en la cama, ¿tienes idea de lo mucho quedisfrutocuando se la meto?, no verdad... Ella es una experta, no como tú. Que no eres...—No sigas, no lo digas, no mientas —volteo rápidamente, estabaa punto deromper en llanto.—No sirves en la cama.Eso acabó con todo,Bastianacababa de terminar por destruir lo poco que sentía por él, una cosa era el juego que estábamos llevando, pero insultarme de esa manera era pasar mis límites, no pod&iacu
Sus pasos se escuchan por toda la habitación, camina de un lado a otro trazando pequeños círculos en el aire, estaba planeando su siguiente estrategia, sabía perfectamente que todo lo que había hecho hasta ahora le había funcionado a la perfección, eso le hacía muy feliz.Pero era tiempo de dar el siguiente paso, pronto, muy pronto su venganza estaría completa. Remoja sus labios pasmosamente con su lengua y sonríe, de pronto alguien la saca de sus pensamientos, era él.—Veo que estás muy contenta —aquel chico la saluda sin muchos ánimos.—¿Y por qué no lo estaría? —sonríe nuevamente— si todo salió tal y como lo planeamos.&mdas
Las luces de las series navideñas de la gran ciudad, roban mi atención inmediatamente, es como si me arrancaran suspiros del alma cada vez que se prenden, y apagan al ritmo de su melodía ocasional.Recuerdo que cuando era pequeña, les rogaba casi de rodillas a mis padres para que me llevaran al centro de la cuidad, únicamente para ver las casas adornadas, el olor a pavo recién horneado, y de pasteles adornados con temas de la festividad, me llenaban de un hermoso sentimiento de emoción y bondad, todo olía a navidad, mi época favorita del año.Pero claro, las cosas cambian, conforme vas creciendo, te das cuenta que aquello que te emocionaba, ahora te da alegría, pero con menos intensidad, aún me siguen hipnotizando las festividades de invierno, solo que a mis dieciocho años ya no le tomo tanta importancia.
La suave brisa que anunciaba la llegada del otoño, choca contra la delicada piel de mi rostro. Un miedo crecía en mi estómago, provocando una explosión de nervios que recorría cada centímetro de mi ser. Ha pasado algo de tiempo desde aquel atroz día, en el que me rompieron el corazón, es viernes, y es el último día de escuela para que den comienzo las vacaciones, al menos para mí, lo es. Tomé la decisión de darme de baja por algunos meses, ya que no me encontraba nada bien emocionalmente, no quería hacer alguna locura, después me repondría al iniciar el próximo año, la razón era sencilla, temía entrar en depresión, la simple idea de que eso me sucediera, me enfurecía.Estaba iniciando el mes de agosto, y debía acudir al colegio p
Cwoweltom, así se llamaba el magnífico y pequeño parque del pueblo. El cual, estaba iluminado con todo el esplendor de una mañana de agosto, los delicados rayos del sol alumbraban el camino de muchos, dando como resultado un cálido día para pasear, o salir de la rutina sedentaria.Era el escenario perfecto para un paseo con la familia, o amigos. Mientras algunos habitantes del pueblo se paseaban por el sendero adyacente, a lo lejos, a mitad de un claro de hierba que quedaba a la vista desde el sendero, una pelea de jóvenes daba inicio, aunque muchos de los paseantes no le daban tanta importancia.—¡VamosBastian, relajate! —decía un joven alto, muy fornido, tez morena, y cabello corto color café, ojos negros, quien intentaba darle un golpe en el rostro, aBastian.
El clima era espectacular, los rayos del sol iluminaban la carretera, dándole un fugaz pero llamativo aspecto de relajación.Las nubes, aunque eran pocas, servían de adorno en el cielo, y a pesar del poco calor que se sentía, una ligera y fresca ráfaga de viento nos acompañaba en nuestro viaje. Casi no pasaban carros y eso era bueno, era una época en la que comenzaban las vacaciones, me sentía tranquila y emocionada de poder pasar estos meses al lado de las dos personas que más amaba en el mundo.Mi madre manejaba con todas las precauciones de seguridad, su rostro reflejaba una calidez humana que pocas veces era visible en las personas, estaba orgullosa de poder ser hija de alguien así, sus mejillas eran rosadas, y de vez en cuando soltaba una pequeña risa al escuchar a la locutora de radio, aunque en sus o
La música hacía que cierto ambiente de relajación se colocara a nuestro alrededor, y eso era bueno. No faltaba mucho para llegar aCalypso, a decir verdad, a lo lejos se podía ver la entrada principal. Cuando por fin llegamos, al principio pensé que sería otro pueblo aburrido, pero no fue así, era muy colorido, en mi opinión diría que rústico es la palabra adecuada, le quedaba perfecta aquella definición.Los habitantes del lugar nos observaban, y a pesar de que por breves momentos imaginé que nos verían como bichos raros, estaba equivocada, ya que cada persona que se cruzaba por nuestro camino nos saludaba cordialmente, unos más iban adentrados en sus cosas, y algunos otros hacían como que no nos veían. AMilanle divertía eso, le gustaba sentirse el chic
Los camiones de la mudanza ya habían llegado, y debo admitir que me sorprendió mucho el gran tamaño que tenían, me preguntaba porquéeran tantos y tan grandes, si solo estaríamos viviendo cinco meses aquí, tenía planeado preguntárselo más tarde a mi madre. Mientras tanto, ella se dirigía a uno de los señores que bajaban de los camiones, detrás de ella iba el oficialWilsonk, al parecer firmaría unas hojas para que posteriormente se dedicaran a descargar e instalar todo.Cuando por fin firmó,Milany yo nos acercamos.—Hola chicos —nos saludó el oficialWilsonk—. ¿Cómo están?.—De maravilla —respondi&o