Desde aquella vez, Mark no la ha vuelto a ver. Hace ocho semanas Camila pidió adelanto de vacaciones y luego un descanso médico, después de eso se marchó. No responde el teléfono celular, nadie sabe dónde está.Habló con Steven, su asistente, quien le comentó acerca de los calmantes que toma, sus crisis y alucinaciones:«A Camila le sucedió algo terrible hace un tiempo y dejó de ser la misma, a partir de ahí toma medicinas y tiene crisis que yo mismo he presenciado, siempre he estado con ella para ayudarla. Algunos dicen que enloqueció cuando su prometido desapareció o murió, otros dicen que sus novelas esconden algo extraño y tiene que ver con su vida; no lo sé muy bien, pero ella es muy buena y se ha ganado el cariño de todos... Últimamente se encontraba más alegre y había dejado de tener esas alucinaciones, pero de repente recayó y se ha ido a descansar. Quizá se siente avergonzada porque usted la vio en ese estado. Ya volverá, dele su tiempo...», fueron las palabras de Steven.—Dio
Acomodo mi falda corta y me pongo una camisa blanca con mangas tipo tres cuartos, acompañando mi atuendo con unos tacones rojos a juego. Tomo mi bolso que está algo sucio, ya que trabajo y escribo tanto, que no me queda mucho tiempo para limpiar y consentirme a mí misma. Otro día lo haré. Por último, pinto mis labios con un rojo cereza y peino mi largo cabello de color castaño, el cual amaneció rebelde hoy como nunca en la vida. Guardo el ejemplar de mi novela en físico —por si acaso—, mis llaves, identificación y lentes de aumento. Salgo del departamento corriendo hacia el ascensor y llego rápidamente a la estación del Metrobus, aquí en Downtown, el centro de Miami.Tengo un buen sueldo y soy una de las más sobresalientes editoras en la compañía literaria donde trabajo, gracias a mis estudios en lenguas. Me introduje en la escritura sin darle muchas vueltas, solo le permití a mi imaginación volar y escribí una novela romántica que me puso en el ojo de la mejor editorial de América de
Acomodo muy bien la bufanda en mi cuello y las oscuras gafas de sol en mis ojos, ya que he intentado salir dos veces a la calle y ha sido una misión fallida. Por fortuna mi plan ha sido exitoso ahora que voy cubierta, creí que se darían cuenta que soy yo, pero no ha sido así.Avanzo con café en mano a través del pasillo que lleva hacia mi oficina. Todavía es temprano por la mañana y eso quiere decir que mis compañeros y jefe tardan en llegar. Entro y me pongo cómoda sobre el asiento, tomo un sorbo de la bebida caliente y comienzo a teclear en mi computadora para buscar los documentos y escritos pendientes por edición o corrección. Estoy tan concentrada que ni siquiera me doy cuenta que el tiempo se ha ido casi volando. Escucho un bullicio afuera, pero le resto importancia al ver entrar a mi jefe a la oficina. —Camila... —Se planta frente a mí.Me aclaro la garganta y me levanto como un resorte.—Dígame, señor Roberto. —Pestañeo algunas veces, la pantalla del aparato me cansa la vista
Tomo asiento frente al escritorio y enciendo el computador, para enviarle unas cuantas verdades a la editorial, pero las notificaciones de mi blog saltan a la vista, una tras otra. No paran. Temiendo lo peor, abro la ventana del navegador y pongo los ojos casi como platos al ver insultos, horribles y dolorosos insultos.Así que ya se enteraron...Me tomo la cabeza entre las manos y desordeno mi cabello con frustración, el cual ahora cae sobre mi frente. El sonido de cosas golpear el vidrio de las ventanas me hace levantar la mirada: hay huevos, tomates y más tomates deslizándose sobre el cristal.¿Cómo es que supieron dónde vivo?Ahora me he quedado sin el pan y sin el queso... Me pregunto qué hará Mark, quien parece odiarme ahora. Y yo que pensaba invitarlo a tomar un café algún día no muy lejano...Mi teléfono suena insistentemente, así que respondo al llamado de mi molesto ex jefe, Roberto.—¡Vega, tiene que venir y solucionar esto!Tengo que apartar el móvil de mi oreja debido a s
Corro de inmediato hacia la pantalla y miro la fecha del día de hoy: 14 de febrero, es la misma del lunes de la semana pasada. Y precisamente, día de San Valentín. ¡¿Qué clase de broma pesada es esta?! Busco en mi correo electrónico el borrador de la novela que envié la semana pasada a la editorial y veo que no ha sido enviado... ¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que haya podido regresar en el tiempo, o más bien, soñar con el futuro? —¿Camila? —Mi jefe de nuevo me habla. —S-sí, señor. Voy en camino, nos vemos en un m-momento... Cuelgo y dejo el móvil a un lado. ¿Qué significa esto? «Okay, Camila... —inhalo y exhalo profundo—, no pasa nada, creo que fuiste al futuro o volviste al pasado como Marty Mcfly... No pasa nada...», me doy aliento. A partir de ese momento empiezo a susurrarme cosas a mí misma, pero sólo consigo reírme un tanto nerviosa. Creo que estoy a punto de tener un ataque de pánico. Observo el borrador del correo dirigido a la editorial Rogers y lo elimino de inmediato,
Me mira un poco dudoso y yo me quedo muda de repente, se aleja con una sonrisa boba y se disculpa, yo solo lo observo mientras que se acerca a la barra para pedir algo de tomar. Aparto la mirada de él y voy a la mesa donde me espera mi amigo, sonríe espléndido apenas me ve llegar. —¡Camila! Qué hermosa estás. —Deposita un beso en mi mejilla—. Mira cómo te dejó ese hombre. Ven, te ayudo a limpiar la blusa, te ha quedado toda mojada. Agarra un par de servilletas y me las entrega para que me seque. —Muchas gracias... ¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo? Mueve la silla para que tome asiento, dejo mi bolso sobre la mesa y acomodo mi cabello. Retiro mis lentes y masajeo mis ojos para descansar por un momento la vista. —Excelente. Como te lo dije hace un rato, estoy vendiendo la editorial, ya que me voy del país. —Me observa expectante, con sus grandes ojos azules. —Espero que te vaya muy bien con tus nuevos planes y... —Un mesero se acerca y deja sobre la mesa dos tazas de café bien caliente
—Hola, Mark... ¿Q-qué tal? —Ya me dio la verborrea.¡De nuevo peco por tonta! Se supone que no sé su nombre...—Sabes mi nombre, eso es interesante. —Ladea la cabeza y se cruza de brazos, me observa con una expresión neutral.Sus brazos son perfectos. —Ah..., yo... —Pienso en alguna mentira—. Es que me hablaron sobre ti, ¿trabajas en la editorial Rogers, no? Yo soy editora en W.R.Sonríe y asiente. Su sonrisa es tan hermosa, la más hermosa.—Quizá allí nos topamos algunas vez. Pero lastimosamente he sido despedido ayer y estoy buscando empleo.¿Qué? ¿Pero entonces por qué yo sigo trabajando en W.R. y él ha sido despedido de todas formas? Ex extraño: hay cosas que se suceden de la misma manera, pero hay otras que cambian por completo. —El destino juega con nosotros... —Se me escapa aquel pensamiento.—Así es. Siempre he creído tal cosa. —Asiente y clava sus ojos miel en los míos.Me quedo embelesada observando su cabello un poco largo y del color de las castañas, su nariz algo resping
Parqueo en el lugar sin darle mucha importancia y busco las llaves en el fondo de mi bolso. —¡Es una pasada! ¿Es aquí? Pero si dijiste que el lugar era un asco... —Aly se escucha emocionada. —Aquí es, es insípido... No sé qué le ves de bonito. Ah... No encuentro las llaves... —¿A quién mataste o qué banco robaste? ¡Joder! —Aquí está... ¿De qué hablas? —Levanto la mirada, pero lo que veo me hace abrir la boca y los ojos casi como platos—. Por Dios... Debí equivocarme de calle. E-es que... —¡Señorita Vega! —Un hombre muy bien vestido con traje elegante abre las altísimas puertas dobles del lugar y se dirige al auto con pasos presurosos. Miro atónita a Aly y ella me ve como si le estuviera dando una parálisis facial. —Oh, señorita... No debió venir en este auto, por fortuna su Ferrari se encuentra en perfecto estado y ya lo dejaron en su mansión. El choque que tuvo fue mínimo, solo un pequeño rasguño. —El chico abre la puerta y me tiende la mano. La tomo con suavidad y salgo de ah