Tomo asiento frente al escritorio y enciendo el computador, para enviarle unas cuantas verdades a la editorial, pero las notificaciones de mi blog saltan a la vista, una tras otra. No paran. Temiendo lo peor, abro la ventana del navegador y pongo los ojos casi como platos al ver insultos, horribles y dolorosos insultos.
Así que ya se enteraron...
Me tomo la cabeza entre las manos y desordeno mi cabello con frustración, el cual ahora cae sobre mi frente. El sonido de cosas golpear el vidrio de las ventanas me hace levantar la mirada: hay huevos, tomates y más tomates deslizándose sobre el cristal.
¿Cómo es que supieron dónde vivo?
Ahora me he quedado sin el pan y sin el queso... Me pregunto qué hará Mark, quien parece odiarme ahora. Y yo que pensaba invitarlo a tomar un café algún día no muy lejano...
Mi teléfono suena insistentemente, así que respondo al llamado de mi molesto ex jefe, Roberto.
—¡Vega, tiene que venir y solucionar esto!
Tengo que apartar el móvil de mi oreja debido a sus gritos.
—¿Y ahora, qué pasó? —Dejo salir el aire retenido.
—¡Sus benditos fanáticos están lanzado huevos y tomates hacia la editorial! Muy mal Vega... ¿Lo ve? A veces es mejor ser un empleado más y tener una vida simple...
Gruño molesta y lanzo el teléfono sobre la cama. ¡¿Y a él que le importa?!
Tarde por la noche, cuando ya esas personas revoltosas se han calmado, salgo del edificio y observo las ventanas de mi departamento totalmente sucias. Siento mucha tristeza y ansiedad, así que decido ir a caminar hacia donde me lleven los pies. Camino frente a bonitos restaurantes, el delicioso olor a comida que emana de ellos me atrae. Pero solo traigo en mis bolsillos un dólar y eso solo alcanza para un bollo de canela. Me he olvidado de traer la billetera... Entro en una de las cafeterías y pido uno de los bollos que lucen deliciosos, la señora lo empaca y me tiende la pequeña bolsa, pero hago una mueca al buscar en mis bolsillos y no encontrar el dichoso dólar que juraba estaba ahí.
¿Se habrá salido de mi pantalón?
Me agacho para buscar en el suelo, pero no hay nada. Un leve toque en la cabeza me hace levantar de un salto y enviar al suelo una de las estanterías de revistas por accidente.
—Perdón, perdón... —Me disculpo con la vendedora de edad mayor que me observa con mala cara.
Recojo las revistas lo más rápido que puedo y las dejo en su lugar. Siento una fuerte mirada sobre mí, así que volteo a ver hacia todos lados, pero me encuentro con la intimidante mirada de Mark.
—Eres como un huracán... —Se acerca a mí, caminando con tanta desenvoltura.
Salgo de mi ensimismamiento y acepto su ayuda, después suelto su mano suave mientras me pierdo en su mirada y observo su gran estatura, cabello, anchos hombros, fuertes brazos; y esa sonrisa arrolladora, esa que me eclipsa... Tiene una cazadora de cuero que le da un toque de rockero rebelde y a la vez vintage.
—G-gracias. —Le agradezco su ayuda.
—Te imaginaba encerrada en tu departamento. De verdad lo siento mucho, tomaron esa decisión sin razón alguna, o bueno, una que no quisieron revelar.
Lo miro de reojo y asiento.
—Yo lo siento también, ahora te has quedado sin empleo por mi culpa.
Avanzamos hacia la salida, pero la voz de la mujer nos detiene.
—Ya empaqué el bollo. Debe pagarlo...
Hago una mueca y me rasco la cabeza, algo incómoda.
—Disculpe, pero no tengo dinero. No sé a dónde se fue mi billete... —susurro algo apenada, porque ya estoy acostumbrada a que me sucedan cosas como esta.
—Yo pago, no se preocupe. —Mark saca un dólar de su billetera y se lo entrega a la señora que le tiende la bolsa, muy sonriente.
¡Qué vergüenza! Ahora pensará que ya llegué al punto de mendigar... Camino en silencio junto a él, sin saber muy bien qué decir, me siento demasiado incómoda y avergonzada.
—Hmm, creo que mejor me voy a mi casa, siento haberte incomodado...
—No te vayas, no me incómodas. —Me mira con su recurrente expresión neutral—. ¿Por qué siento que siempre tratas de huir de mí?
¿Siempre? Mis ojos se abren casi como platos debido a sus confusas palabras.
—Pero si tú te fuiste esta mañana y... ¿Cómo sabías que era yo la que estaba en el pequeño restaurante?
—¿Será porque eres inolvidable?—Atrapa mi mirada en la suya y se detiene frente a mí, guardando una distancia prudente.
Oh, Dios...
Mi corazón parece rebelarse en mi contra e iniciar una danza descontrolada sin mi permiso. Jamás he experimentado una sensación similar y me asusta, me aterra.
—Yo... Discúlpame, tengo que irme...
Muevo la cabeza en señal de disculpa y me alejo a paso rápido. No soy capaz de voltear a verlo, por más que me muera por seguir hablando con él.
«¡Bravo Camila! Por eso es que estás sola!», la voz de mi conciencia me acusa.
Exhalo y camino de vuelta al edificio, solo deseando meterme bajo las sábanas y pensar en lo que haré desde mañana.
Quisiera tener una vida emocionante y dramáticamente perfecta, como en las novelas famosas, pero esas cosas no suceden... susurro nostálgica mientras veo al cielo y hago una mueca pesimista. De repente, una estrella fugaz surca el cielo oscuro, al cual lo adornan unas cuantas estrellas pequeñitas y brillantes. Recuerdo que mi abuela Macarena me decía que ellas cumplen los deseos más fuertes de tu corazón, dependiendo que se trate del deseo correcto...
El sonido escandaloso del tono de llamada del celular me despierta. Froto mis ojos y me levanto de un salto como siempre, sin embargo, tropiezo con una de las estanterías y caigo de bruces sobre la alfombra que amortigua el golpe.
—Un momento...
Me detengo en medio de la habitación. Hace un par de semanas estaba organizada al igual que ahora, y lo más extraño es que el número de teléfono de mi ex jefe sigue apareciendo constantemente en la pantalla del móvil, lo tomo sin pensarlo de nuevo.
—¿Hola? Buenos días... —respondo un tanto dudosa.
Me pregunto qué querrá ahora ese hombre.
—¡Querrás decir tardes, Vega! ¿A qué hora vendrás a la editorial? Recuerda que hoy tenemos una reunión con el periódico. ¿Ya solucionaste el asunto por el que te di las dos primeras dos horas de la mañana libres?
¡¿Pero qué es lo que ocurre aquí?!
—Pero esa reunión ya la tuvimos la semana pasada y fue todo un éxito... —Arrugo el entrecejo al escuchar la carcajada del hombre.
—Muy graciosa, Vega...
No, no, no. Debo estar soñando...
Corro de inmediato hacia la pantalla y miro la fecha del día de hoy: 14 de febrero, es la misma del lunes de la semana pasada. Y precisamente, día de San Valentín. ¡¿Qué clase de broma pesada es esta?! Busco en mi correo electrónico el borrador de la novela que envié la semana pasada a la editorial y veo que no ha sido enviado... ¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que haya podido regresar en el tiempo, o más bien, soñar con el futuro? —¿Camila? —Mi jefe de nuevo me habla. —S-sí, señor. Voy en camino, nos vemos en un m-momento... Cuelgo y dejo el móvil a un lado. ¿Qué significa esto? «Okay, Camila... —inhalo y exhalo profundo—, no pasa nada, creo que fuiste al futuro o volviste al pasado como Marty Mcfly... No pasa nada...», me doy aliento. A partir de ese momento empiezo a susurrarme cosas a mí misma, pero sólo consigo reírme un tanto nerviosa. Creo que estoy a punto de tener un ataque de pánico. Observo el borrador del correo dirigido a la editorial Rogers y lo elimino de inmediato,
Me mira un poco dudoso y yo me quedo muda de repente, se aleja con una sonrisa boba y se disculpa, yo solo lo observo mientras que se acerca a la barra para pedir algo de tomar. Aparto la mirada de él y voy a la mesa donde me espera mi amigo, sonríe espléndido apenas me ve llegar. —¡Camila! Qué hermosa estás. —Deposita un beso en mi mejilla—. Mira cómo te dejó ese hombre. Ven, te ayudo a limpiar la blusa, te ha quedado toda mojada. Agarra un par de servilletas y me las entrega para que me seque. —Muchas gracias... ¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo? Mueve la silla para que tome asiento, dejo mi bolso sobre la mesa y acomodo mi cabello. Retiro mis lentes y masajeo mis ojos para descansar por un momento la vista. —Excelente. Como te lo dije hace un rato, estoy vendiendo la editorial, ya que me voy del país. —Me observa expectante, con sus grandes ojos azules. —Espero que te vaya muy bien con tus nuevos planes y... —Un mesero se acerca y deja sobre la mesa dos tazas de café bien caliente
—Hola, Mark... ¿Q-qué tal? —Ya me dio la verborrea.¡De nuevo peco por tonta! Se supone que no sé su nombre...—Sabes mi nombre, eso es interesante. —Ladea la cabeza y se cruza de brazos, me observa con una expresión neutral.Sus brazos son perfectos. —Ah..., yo... —Pienso en alguna mentira—. Es que me hablaron sobre ti, ¿trabajas en la editorial Rogers, no? Yo soy editora en W.R.Sonríe y asiente. Su sonrisa es tan hermosa, la más hermosa.—Quizá allí nos topamos algunas vez. Pero lastimosamente he sido despedido ayer y estoy buscando empleo.¿Qué? ¿Pero entonces por qué yo sigo trabajando en W.R. y él ha sido despedido de todas formas? Ex extraño: hay cosas que se suceden de la misma manera, pero hay otras que cambian por completo. —El destino juega con nosotros... —Se me escapa aquel pensamiento.—Así es. Siempre he creído tal cosa. —Asiente y clava sus ojos miel en los míos.Me quedo embelesada observando su cabello un poco largo y del color de las castañas, su nariz algo resping
Parqueo en el lugar sin darle mucha importancia y busco las llaves en el fondo de mi bolso. —¡Es una pasada! ¿Es aquí? Pero si dijiste que el lugar era un asco... —Aly se escucha emocionada. —Aquí es, es insípido... No sé qué le ves de bonito. Ah... No encuentro las llaves... —¿A quién mataste o qué banco robaste? ¡Joder! —Aquí está... ¿De qué hablas? —Levanto la mirada, pero lo que veo me hace abrir la boca y los ojos casi como platos—. Por Dios... Debí equivocarme de calle. E-es que... —¡Señorita Vega! —Un hombre muy bien vestido con traje elegante abre las altísimas puertas dobles del lugar y se dirige al auto con pasos presurosos. Miro atónita a Aly y ella me ve como si le estuviera dando una parálisis facial. —Oh, señorita... No debió venir en este auto, por fortuna su Ferrari se encuentra en perfecto estado y ya lo dejaron en su mansión. El choque que tuvo fue mínimo, solo un pequeño rasguño. —El chico abre la puerta y me tiende la mano. La tomo con suavidad y salgo de ah
—¿Cómo sabes que pedí un deseo? Ah, y ya sé que eres Mark Michaels, no sigas tratando de engañarme con eso de ser "un trabajador de editorial", porque te conozco bien, como la palma de mi mano...Lo veo cómo sonríe levemente y asiente, mientras se rasca una de sus tupidas cejas oscuras, sus ojos miel ahora se clavan en los míos.Trago en seco. —¿Por qué estás tan a la defensiva? —De nuevo se acerca y yo retrocedo.¿Qué por qué retrocedo? Nadie lo conoce en realidad como yo, nadie sabe que él es un hombre posesivo, intimidante, todo un apasionado; capaz de enamorarte con uno de sus adictivos besos y hacerte caer rendida entre sus brazos.El reloj marca las doce y una dulce melodía inunda el lugar. Desvío la mirada y ubico el gran calendario rosa colgado en la pared, veo cómo el número del día 14 de febrero desaparece y es reemplazado por un espacio de color gris. Ahora todo el póster es de ese color y solo en el quedan los días desde el miércoles número 15 hasta el martes 21.¿Qué clas
El sonido del hermoso canto de los pájaros me despierta y los tenues rayos de sol se filtran entre las blancas cortinas.—Buenos días, señorita Vega... ¿Qué desea desayunar esta mañana?Abro los ojos de golpe y ubico frente a mi cama a dos mujeres, ambas están prolijamente vestidas y muy bien peinadas. Son Bianca y Gisela, una especie de asistentes de Amanda... Jesús... Todo es tan idéntico... Es como si se hubiera creado un mundo paralelo aquí en Miami, de la casa y las personas que habitan la mansión de Amanda y Mark, la cual originalmente se encuentra en el fabuloso estado de Nueva York.Me desperezo entre las suaves mantas, recordando las palabras de Mark y dudando. Quizá no esté bien seguir con esto, ¿pero acaso tengo otra opción? Al diablo con Mark. —Buenos días... Hmm... No lo sé, me encantarían unos huevos revueltos con bacon, tostadas, mermelada de mora y una buena taza de café con leche —suspiro, ya imaginado lo delicioso que sería.Hace meses que solo como pasta, una que ot
Niego con la cabeza, mientras sonrio levemente. —Okay Mark, una disculpa siempre arregla las cosas, no te preocupes. —Cierro los ojos y recuesto mi cabeza sobre el asiento.De repente, el auto se detiene abruptamente y el humo empieza a emanar de la defensa.—¿Qué sucede? —Me quito el cinturón.—Demonios... De nuevo se averió... —Mark golpea el volante con un poco de fuerza—. Disculpa...Yo le di ese carácter, soy la responsable. Me pregunto si esto será algún karma...Desvío la mirada y echo un vistazo a la calle.—Oye, pero mira, por suerte llegamos al lugar... —Señalo la entrada de una casa un tanto particular, ya que es muy pequeña—. Es la dirección que decía en la página de lectura del Tarot.Mark se baja del auto y corre, atónita veo cómo abre mi puerta para que salga.—Vamos entonces... —Me tiende la mano.La tomo con un poco de duda y salgo, su mirada parece esperarme, llamarme como un imán y hacerme olvidar hasta mi nombre y solo centrarme en todo él. Observo cómo de pronto s
Carraspea detrás de mí, una leve sonrisa adorna sus labios. —Estoy bien, no me duele en absoluto. —Se limpia las manos—. ¿Tú estás bien?Tan orgulloso...—Estoy bien, gracias por defenderme. —Doy palmadas sobre su hombro y trato de ignorar lo bien que se ven sus fornidos brazos—. ¿Ahora qué haremos?Miro hacia el auto, el cual ha dejado de emanar humo. Todavía siento el rubor en mis mejillas, estoy un poco avergonzada por lo de hace un momento atrás. Trato de no hacer mucho caso, quizá me estoy confundiendo, ya que él es muy apuesto y también me coquetea. No es mi culpa, sino de mi pobre corazoncito. —No soporto que maltraten a una mujer... No lo sé, creí que lo del adivino sería una buena idea pero... —Niega con la cabeza, como buscando las palabras.—Una charlatana nos ha timado y aparte de todo, golpeado. Es que no soporto ver cómo te han dejado la cara. ¡Son unos idiotas! —Le doy una patada a la puerta y grito.Escucho su risa a mis espaldas.—Estás loca... —Niega y sonríe con es