Camila observa el cielo lleno de estrellas desde el amplio balcón de su habitación, la que se encuentra en el tercer piso de su mansión alejada de la ciudad. El cantar de los grillos y el sonido del viento vienen y van en la silenciosa madrugada llena de calma. Eleva el rostro y cierra los ojos, olfateando el aroma a rocío de la mañana. Esperar el amanecer se ha convertido en uno de sus pasatiempos favoritos.Después de llenarse de energía, comienza el día tomando un largo baño de burbujas y un desayuno bajo en grasas y calorías. Ahora que es famosa, el superficial manager Patrick le exige mantener una buena figura. Se ve un poco más delgada y alta, tiene la presencia de una modelo. Su cabello castaño luce largo y recto hasta las caderas, y su expresión es seria y muchas veces severa. Ha recibido educación de etiqueta y protocolo en todos los aspectos, tanto de su día a día, como en su trabajo. Se comporta recatada, callada y un poco despreocupada. Hubo un cambio en ella desde que Mar
Camila se detiene frente a su cama y seca sus lágrimas. ¡Era él! Son la misma persona. ¡Mark Michaels sí existe! Corre hacia la computadora y busca información acerca del nuevo dueño de la editorial y de inmediato aparecen datos importantes: tiene 30 años, es tauro, mide 1.90, es doctor en economía y soltero. Bueno... puede que algunas cosas sean muy distintas, pero se podría decir que el Mark que ella conoció era físicamente igual.Sonríe al pensar que todo se trata de una simple coincidencia y que esa noche no alucinó nada. A lo mejor esté mejorando su salud mental. Quien sabe.Se mete a la cama luego de beber un poco de agua, lista para tener un sueño reparador...A la mañana siguiente se levanta a las nueve y va hacia el parque, para hacer un poco de ejercicio. Es sábado y aún está muy solitario por allí. Aprovecha para calentar y hacer unos estiramientos antes de trotar. Coloca los audífonos en sus oídos, mientras hace lo suyo con mucho esfuerzo.Mark se detiene en el parque y beb
Camila despierta enredada entre las sedosas sábanas, con un sabor extraño en la boca. Oh, cielos, parece que bebió mucho la noche anterior. Bosteza y sus ojos caen sobre el cuerpo desnudo de Mark. —Oh-Di-os-mí-o... —Cubre su boca con ambas manos. —Hmmm Mamasita... ¿Despertaste? —Mark dice aquello con cierta gracia en el tono de voz. Ella no deja de apreciar el cuerpo musculoso que se encuentra a su lado. De repente frunce el ceño apenas escucha aquella palabra en español. —¿Mamasita? —Anoche me pediste que te llamara así y tú me llamabas papi... Ven aquí, bonita... Camila se queda con las palabras atoradas en la garganta. Mark la toma de la cintura y la trae hacia su pecho, ambos se quedan acostados de lado. —No recuerdo nada. ¿Esta es tu casa? —inquiere, un poco confundida. —Sí, esta es mi casa. —Mark responde, con una sonrisa dibujada en los labios y le roba un beso que se torna intenso—. Yo podría hacerte recordar...—Sí, por favor... —dice aquello mordiéndose el labio infe
Desde aquella vez, Mark no la ha vuelto a ver. Hace ocho semanas Camila pidió adelanto de vacaciones y luego un descanso médico, después de eso se marchó. No responde el teléfono celular, nadie sabe dónde está.Habló con Steven, su asistente, quien le comentó acerca de los calmantes que toma, sus crisis y alucinaciones:«A Camila le sucedió algo terrible hace un tiempo y dejó de ser la misma, a partir de ahí toma medicinas y tiene crisis que yo mismo he presenciado, siempre he estado con ella para ayudarla. Algunos dicen que enloqueció cuando su prometido desapareció o murió, otros dicen que sus novelas esconden algo extraño y tiene que ver con su vida; no lo sé muy bien, pero ella es muy buena y se ha ganado el cariño de todos... Últimamente se encontraba más alegre y había dejado de tener esas alucinaciones, pero de repente recayó y se ha ido a descansar. Quizá se siente avergonzada porque usted la vio en ese estado. Ya volverá, dele su tiempo...», fueron las palabras de Steven.—Dio
Acomodo mi falda corta y me pongo una camisa blanca con mangas tipo tres cuartos, acompañando mi atuendo con unos tacones rojos a juego. Tomo mi bolso que está algo sucio, ya que trabajo y escribo tanto, que no me queda mucho tiempo para limpiar y consentirme a mí misma. Otro día lo haré. Por último, pinto mis labios con un rojo cereza y peino mi largo cabello de color castaño, el cual amaneció rebelde hoy como nunca en la vida. Guardo el ejemplar de mi novela en físico —por si acaso—, mis llaves, identificación y lentes de aumento. Salgo del departamento corriendo hacia el ascensor y llego rápidamente a la estación del Metrobus, aquí en Downtown, el centro de Miami.Tengo un buen sueldo y soy una de las más sobresalientes editoras en la compañía literaria donde trabajo, gracias a mis estudios en lenguas. Me introduje en la escritura sin darle muchas vueltas, solo le permití a mi imaginación volar y escribí una novela romántica que me puso en el ojo de la mejor editorial de América de
Acomodo muy bien la bufanda en mi cuello y las oscuras gafas de sol en mis ojos, ya que he intentado salir dos veces a la calle y ha sido una misión fallida. Por fortuna mi plan ha sido exitoso ahora que voy cubierta, creí que se darían cuenta que soy yo, pero no ha sido así.Avanzo con café en mano a través del pasillo que lleva hacia mi oficina. Todavía es temprano por la mañana y eso quiere decir que mis compañeros y jefe tardan en llegar. Entro y me pongo cómoda sobre el asiento, tomo un sorbo de la bebida caliente y comienzo a teclear en mi computadora para buscar los documentos y escritos pendientes por edición o corrección. Estoy tan concentrada que ni siquiera me doy cuenta que el tiempo se ha ido casi volando. Escucho un bullicio afuera, pero le resto importancia al ver entrar a mi jefe a la oficina. —Camila... —Se planta frente a mí.Me aclaro la garganta y me levanto como un resorte.—Dígame, señor Roberto. —Pestañeo algunas veces, la pantalla del aparato me cansa la vista
Tomo asiento frente al escritorio y enciendo el computador, para enviarle unas cuantas verdades a la editorial, pero las notificaciones de mi blog saltan a la vista, una tras otra. No paran. Temiendo lo peor, abro la ventana del navegador y pongo los ojos casi como platos al ver insultos, horribles y dolorosos insultos.Así que ya se enteraron...Me tomo la cabeza entre las manos y desordeno mi cabello con frustración, el cual ahora cae sobre mi frente. El sonido de cosas golpear el vidrio de las ventanas me hace levantar la mirada: hay huevos, tomates y más tomates deslizándose sobre el cristal.¿Cómo es que supieron dónde vivo?Ahora me he quedado sin el pan y sin el queso... Me pregunto qué hará Mark, quien parece odiarme ahora. Y yo que pensaba invitarlo a tomar un café algún día no muy lejano...Mi teléfono suena insistentemente, así que respondo al llamado de mi molesto ex jefe, Roberto.—¡Vega, tiene que venir y solucionar esto!Tengo que apartar el móvil de mi oreja debido a s
Corro de inmediato hacia la pantalla y miro la fecha del día de hoy: 14 de febrero, es la misma del lunes de la semana pasada. Y precisamente, día de San Valentín. ¡¿Qué clase de broma pesada es esta?! Busco en mi correo electrónico el borrador de la novela que envié la semana pasada a la editorial y veo que no ha sido enviado... ¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que haya podido regresar en el tiempo, o más bien, soñar con el futuro? —¿Camila? —Mi jefe de nuevo me habla. —S-sí, señor. Voy en camino, nos vemos en un m-momento... Cuelgo y dejo el móvil a un lado. ¿Qué significa esto? «Okay, Camila... —inhalo y exhalo profundo—, no pasa nada, creo que fuiste al futuro o volviste al pasado como Marty Mcfly... No pasa nada...», me doy aliento. A partir de ese momento empiezo a susurrarme cosas a mí misma, pero sólo consigo reírme un tanto nerviosa. Creo que estoy a punto de tener un ataque de pánico. Observo el borrador del correo dirigido a la editorial Rogers y lo elimino de inmediato,