Siete días con su esposo
Siete días con su esposo
Por: Brenda Balzac
CAPÍTULO 1

Acomodo mi falda corta y me pongo una camisa blanca con mangas tipo tres cuartos, acompañando mi atuendo con unos tacones rojos a juego. Tomo mi bolso que está algo sucio, ya que trabajo y escribo tanto, que no me queda mucho tiempo para limpiar y consentirme a mí misma. Otro día lo haré. Por último, pinto mis labios con un rojo cereza y peino mi largo cabello de color castaño, el cual amaneció rebelde hoy como nunca en la vida. Guardo el ejemplar de mi novela en físico —por si acaso—, mis llaves, identificación y lentes de aumento. Salgo del departamento corriendo hacia el ascensor y llego rápidamente a la estación del Metrobus, aquí en Downtown, el centro de Miami.

Tengo un buen sueldo y soy una de las más sobresalientes editoras en la compañía literaria donde trabajo, gracias a mis estudios en lenguas. Me introduje en la escritura sin darle muchas vueltas, solo le permití a mi imaginación volar y escribí una novela romántica que me puso en el ojo de la mejor editorial de América del Norte, luego de haber enviado mi manuscrito en cinco ocasiones. No me doy por vencida tan rápido... Todavía no me lo puedo creer, pero ya lo voy digiriendo con mas calma a medida que pasan las horas. 

Luego de viajar por algunos minutos, llego a una bonita cafetería, donde quedé reunirme con los dos agentes de la editorial que quiere publicar mi libro. Me empino un poco y busco la mesa donde me dijeron que esperarían. Miro un poco nerviosa hacia uno de los dos hombres de traje, el cual b**e la mano con la finalidad de atraer mi atención, respiro profundo y doy un paso hacia el frente, pero accidentalmente me llevo por delante a uno de los meseros.

¡Por Dios, qué vergüenza!

Miro el suelo manchado de café frío, por lo que doy gracias al cielo de no habernos quemado con algo caliente. Pongo mis lentes de aumento sobre mi cabeza y enderezo mi cuerpo, el cual terminó empapado específicamente en la zona de mis pechos. Oh, cielos... Mi sostén de color rojo ahora se marca por completo bajo la tela blanca. 

—L-lo siento señorita, no mi...

Levanto la mano e interrumpo al pobre mesero que también está todo sucio de café. 

—Ha sido mi culpa, no te preocupes... —respondo abatida. 

Inhalo y exhalo, regañándome a mí misma, porque esta es una más de las mil torpezas diarias que acostumbro hacer. Me acomodo la camisa, con la mirada de todas las personas sobre mi cuerpo y rostro. Bueno, solo me queda aceptar la realidad. Veo hacia la tele y agacho la cabeza, con algo de timidez. 

Los agentes de la editorial se acercan a mí y uno de ellos me cubre amablemente con su saco. 

—Felicidades señorita Vega, su novela es todo un éxito en las páginas de internet. —Uno de ellos tiene la voz profunda, muy profunda.

—Muchas... —Desvío la mirada hacia el hombre, restándole importancia a su físico, pero tengo que volver a mirarlo de inmediato para corroborar que no estoy soñando—, gracias...

¡Virgen santísima! Pero, ¿de dónde ha salido este bizcocho? 

Es exquisito, exorbitante, impresionante... Es alto y tiene cuerpo de esos que te deja soñando. Sus ojos son de un perfecto color ámbar y tiene un rostro que parece haber sido esculpido por el mismísimo ángel Gabriel; pestañas largas y una sonrisa encantadora como la de un dios...

—...Ya que hemos resuelto el pequeño percance, pasemos a la mesa, ya que tenemos una excelente oferta para usted. —El otro agente de mediana edad me indica que tome asiento.

Guardo la compostura y no dejo que la curiosidad me haga hacer algo torpe como siempre, por lo que solo me limito a escuchar la propuesta y no quedarme mirando como una boba al hombre que se robó mi atención hace unos momentos atrás. Me ofrecen un millón de dólares por firmar el contrato con ellos y cederles los derechos de mi obra, su reproducción en físico y firmas de autógrafos en los días de su lanzamiento a la venta. Yo me quedaré con una buena parte de las regalías también. 

Jamás había visto tantos ceros en mi vida, y pueden ser míos si firmo ese papel que ya hasta parece brillar ante mis ojos. 

—¡Me parece estupendo! Claro que acepto. —Dejo mi vaso de té rojo y el contrato sobre la mesa.

—Ha tomado una excelente decisión. Entonces procedemos a firmar el contrato que ya hemos preparado previamente para usted.

Firmo despacio varias hojas, quiero que mi firma sea impecable. Pongo la pluma y el contrato frente a ellos.

—Muy bien, señorita Vega, nos comunicaremos con usted más tarde o mañana para darle los últimos detalles.

El hombre de ojos miel que ahora sé que se llama Mark y el cual habla poco, me sonríe y da la mano. Cuando rozo su cálida piel siento una especie de energía que me recorre de pies a cabeza, lo que me deja atontada durante algunos segundos.

—¡Oh! Su saco... —Hago un intento por quitármelo, pero me lo impide.

—No, no... Quédese con el, y si gusta me lo regresa después. —Me sonríe con aquellos labios perfectos y acomoda su flequillo un poco largo.

—¿Si habrá un después...? —Noto que frunce el ceño, entonces me doy cuenta que he pensado en voz alta.

«Pero qué tonta eres, Vega...», me digo aquello a mí misma entre mis pensamientos.

—Claro que habrá un después, de ahora en adelante trabajaremos juntos, ¿no? —Me guiña un ojo y no puedo evitar pensar en lo bello que es.

—Claro...

Tiene una melena que luce suave y abundante, en un color castaño claro y... ¡¿Pero qué me pasa?! Jamás en mi vida había detallado tanto a un hombre. No lo sé, es extraño para mí, ya que no creo en el amor o en eso de relaciones de cualquier tipo; y en realidad tampoco me he enamorado de alguien de verdad. Aunque este hombre ha logrado encantarme como si fuera un hechicero. 

—Hasta pronto, señorita Vega. —El hombre de edad mayor me da un apretón de manos.

—Entonces, hasta pronto, ha sido un gusto conocerlos... —Les regalo una sonrisa a ambos.

Lamento que la conversación haya muerto aquí.

—Hasta pronto... —Mark me da la mano y un último vistazo intenso antes de marcharse junto a su compañero de trabajo.

No puedo evitar quedarme observando su espalda. En fin, debo retirarme del lugar porque ya se está haciendo de noche. 

Al llegar a casa, ceno algo y disfruto una película de ciencia ficción, de las que tanto me gustan. Después me voy a la habitación y me pongo el pijama con mucha flojera. Entonces la canción High de Sivik, se escucha por toda la habitación, avisándome que alguien me está llamando al móvil.

Lo tomo y descuelgo la llamada. Es aly, mi mejor amiga.

—¡Enciende la televisión tía! —grita y escucho sus pasos al otro lado de la línea.

—Ve a dormir Aly, no son horas para tus bromas pesadas... —bostezo.

—¡Joder, estás en la televisión!

Corro casi como un coyote hacia el control y enciendo la tele.

«La autora del libro llamado Pasiones, quien recientemente ha sido anunciada como la nueva integrante de la exclusiva editorial Rogers y con la cual firmó un contrato millonario, fue vista hoy en una de las mejores cafeterías de Miami, con el pecho empapado de café y luciendo bastante sensual. Lo que quizá podríamos ver como bochornoso, resultó causando sensación en las redes y blogs del país. Ya le llaman "la diosa de las letras" y por si fuera poco...».

—¿Desde cuándo te volviste famosa? Camila, Camila... ¿estás ahí...?

Corto la llamada y me siento sobre el sofá, atónita y casi en estado de trauma.

Ay no... 

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