Acomodo mi falda corta y me pongo una camisa blanca con mangas tipo tres cuartos, acompañando mi atuendo con unos tacones rojos a juego. Tomo mi bolso que está algo sucio, ya que trabajo y escribo tanto, que no me queda mucho tiempo para limpiar y consentirme a mí misma. Otro día lo haré. Por último, pinto mis labios con un rojo cereza y peino mi largo cabello de color castaño, el cual amaneció rebelde hoy como nunca en la vida. Guardo el ejemplar de mi novela en físico —por si acaso—, mis llaves, identificación y lentes de aumento. Salgo del departamento corriendo hacia el ascensor y llego rápidamente a la estación del Metrobus, aquí en Downtown, el centro de Miami.
Tengo un buen sueldo y soy una de las más sobresalientes editoras en la compañía literaria donde trabajo, gracias a mis estudios en lenguas. Me introduje en la escritura sin darle muchas vueltas, solo le permití a mi imaginación volar y escribí una novela romántica que me puso en el ojo de la mejor editorial de América del Norte, luego de haber enviado mi manuscrito en cinco ocasiones. No me doy por vencida tan rápido... Todavía no me lo puedo creer, pero ya lo voy digiriendo con mas calma a medida que pasan las horas.
Luego de viajar por algunos minutos, llego a una bonita cafetería, donde quedé reunirme con los dos agentes de la editorial que quiere publicar mi libro. Me empino un poco y busco la mesa donde me dijeron que esperarían. Miro un poco nerviosa hacia uno de los dos hombres de traje, el cual b**e la mano con la finalidad de atraer mi atención, respiro profundo y doy un paso hacia el frente, pero accidentalmente me llevo por delante a uno de los meseros.
¡Por Dios, qué vergüenza!
Miro el suelo manchado de café frío, por lo que doy gracias al cielo de no habernos quemado con algo caliente. Pongo mis lentes de aumento sobre mi cabeza y enderezo mi cuerpo, el cual terminó empapado específicamente en la zona de mis pechos. Oh, cielos... Mi sostén de color rojo ahora se marca por completo bajo la tela blanca.
—L-lo siento señorita, no mi...
Levanto la mano e interrumpo al pobre mesero que también está todo sucio de café.
—Ha sido mi culpa, no te preocupes... —respondo abatida.
Inhalo y exhalo, regañándome a mí misma, porque esta es una más de las mil torpezas diarias que acostumbro hacer. Me acomodo la camisa, con la mirada de todas las personas sobre mi cuerpo y rostro. Bueno, solo me queda aceptar la realidad. Veo hacia la tele y agacho la cabeza, con algo de timidez.
Los agentes de la editorial se acercan a mí y uno de ellos me cubre amablemente con su saco.
—Felicidades señorita Vega, su novela es todo un éxito en las páginas de internet. —Uno de ellos tiene la voz profunda, muy profunda.
—Muchas... —Desvío la mirada hacia el hombre, restándole importancia a su físico, pero tengo que volver a mirarlo de inmediato para corroborar que no estoy soñando—, gracias...
¡Virgen santísima! Pero, ¿de dónde ha salido este bizcocho?
Es exquisito, exorbitante, impresionante... Es alto y tiene cuerpo de esos que te deja soñando. Sus ojos son de un perfecto color ámbar y tiene un rostro que parece haber sido esculpido por el mismísimo ángel Gabriel; pestañas largas y una sonrisa encantadora como la de un dios...
—...Ya que hemos resuelto el pequeño percance, pasemos a la mesa, ya que tenemos una excelente oferta para usted. —El otro agente de mediana edad me indica que tome asiento.
Guardo la compostura y no dejo que la curiosidad me haga hacer algo torpe como siempre, por lo que solo me limito a escuchar la propuesta y no quedarme mirando como una boba al hombre que se robó mi atención hace unos momentos atrás. Me ofrecen un millón de dólares por firmar el contrato con ellos y cederles los derechos de mi obra, su reproducción en físico y firmas de autógrafos en los días de su lanzamiento a la venta. Yo me quedaré con una buena parte de las regalías también.
Jamás había visto tantos ceros en mi vida, y pueden ser míos si firmo ese papel que ya hasta parece brillar ante mis ojos.
—¡Me parece estupendo! Claro que acepto. —Dejo mi vaso de té rojo y el contrato sobre la mesa.
—Ha tomado una excelente decisión. Entonces procedemos a firmar el contrato que ya hemos preparado previamente para usted.
Firmo despacio varias hojas, quiero que mi firma sea impecable. Pongo la pluma y el contrato frente a ellos.
—Muy bien, señorita Vega, nos comunicaremos con usted más tarde o mañana para darle los últimos detalles.
El hombre de ojos miel que ahora sé que se llama Mark y el cual habla poco, me sonríe y da la mano. Cuando rozo su cálida piel siento una especie de energía que me recorre de pies a cabeza, lo que me deja atontada durante algunos segundos.
—¡Oh! Su saco... —Hago un intento por quitármelo, pero me lo impide.
—No, no... Quédese con el, y si gusta me lo regresa después. —Me sonríe con aquellos labios perfectos y acomoda su flequillo un poco largo.
—¿Si habrá un después...? —Noto que frunce el ceño, entonces me doy cuenta que he pensado en voz alta.
«Pero qué tonta eres, Vega...», me digo aquello a mí misma entre mis pensamientos.
—Claro que habrá un después, de ahora en adelante trabajaremos juntos, ¿no? —Me guiña un ojo y no puedo evitar pensar en lo bello que es.
—Claro...
Tiene una melena que luce suave y abundante, en un color castaño claro y... ¡¿Pero qué me pasa?! Jamás en mi vida había detallado tanto a un hombre. No lo sé, es extraño para mí, ya que no creo en el amor o en eso de relaciones de cualquier tipo; y en realidad tampoco me he enamorado de alguien de verdad. Aunque este hombre ha logrado encantarme como si fuera un hechicero.
—Hasta pronto, señorita Vega. —El hombre de edad mayor me da un apretón de manos.
—Entonces, hasta pronto, ha sido un gusto conocerlos... —Les regalo una sonrisa a ambos.
Lamento que la conversación haya muerto aquí.
—Hasta pronto... —Mark me da la mano y un último vistazo intenso antes de marcharse junto a su compañero de trabajo.
No puedo evitar quedarme observando su espalda. En fin, debo retirarme del lugar porque ya se está haciendo de noche.
Al llegar a casa, ceno algo y disfruto una película de ciencia ficción, de las que tanto me gustan. Después me voy a la habitación y me pongo el pijama con mucha flojera. Entonces la canción High de Sivik, se escucha por toda la habitación, avisándome que alguien me está llamando al móvil.
Lo tomo y descuelgo la llamada. Es aly, mi mejor amiga.
—¡Enciende la televisión tía! —grita y escucho sus pasos al otro lado de la línea.
—Ve a dormir Aly, no son horas para tus bromas pesadas... —bostezo.
—¡Joder, estás en la televisión!
Corro casi como un coyote hacia el control y enciendo la tele.
«La autora del libro llamado Pasiones, quien recientemente ha sido anunciada como la nueva integrante de la exclusiva editorial Rogers y con la cual firmó un contrato millonario, fue vista hoy en una de las mejores cafeterías de Miami, con el pecho empapado de café y luciendo bastante sensual. Lo que quizá podríamos ver como bochornoso, resultó causando sensación en las redes y blogs del país. Ya le llaman "la diosa de las letras" y por si fuera poco...».
—¿Desde cuándo te volviste famosa? Camila, Camila... ¿estás ahí...?
Corto la llamada y me siento sobre el sofá, atónita y casi en estado de trauma.Ay no...
Acomodo muy bien la bufanda en mi cuello y las oscuras gafas de sol en mis ojos, ya que he intentado salir dos veces a la calle y ha sido una misión fallida. Por fortuna mi plan ha sido exitoso ahora que voy cubierta, creí que se darían cuenta que soy yo, pero no ha sido así.Avanzo con café en mano a través del pasillo que lleva hacia mi oficina. Todavía es temprano por la mañana y eso quiere decir que mis compañeros y jefe tardan en llegar. Entro y me pongo cómoda sobre el asiento, tomo un sorbo de la bebida caliente y comienzo a teclear en mi computadora para buscar los documentos y escritos pendientes por edición o corrección. Estoy tan concentrada que ni siquiera me doy cuenta que el tiempo se ha ido casi volando. Escucho un bullicio afuera, pero le resto importancia al ver entrar a mi jefe a la oficina. —Camila... —Se planta frente a mí.Me aclaro la garganta y me levanto como un resorte.—Dígame, señor Roberto. —Pestañeo algunas veces, la pantalla del aparato me cansa la vista
Tomo asiento frente al escritorio y enciendo el computador, para enviarle unas cuantas verdades a la editorial, pero las notificaciones de mi blog saltan a la vista, una tras otra. No paran. Temiendo lo peor, abro la ventana del navegador y pongo los ojos casi como platos al ver insultos, horribles y dolorosos insultos.Así que ya se enteraron...Me tomo la cabeza entre las manos y desordeno mi cabello con frustración, el cual ahora cae sobre mi frente. El sonido de cosas golpear el vidrio de las ventanas me hace levantar la mirada: hay huevos, tomates y más tomates deslizándose sobre el cristal.¿Cómo es que supieron dónde vivo?Ahora me he quedado sin el pan y sin el queso... Me pregunto qué hará Mark, quien parece odiarme ahora. Y yo que pensaba invitarlo a tomar un café algún día no muy lejano...Mi teléfono suena insistentemente, así que respondo al llamado de mi molesto ex jefe, Roberto.—¡Vega, tiene que venir y solucionar esto!Tengo que apartar el móvil de mi oreja debido a s
Corro de inmediato hacia la pantalla y miro la fecha del día de hoy: 14 de febrero, es la misma del lunes de la semana pasada. Y precisamente, día de San Valentín. ¡¿Qué clase de broma pesada es esta?! Busco en mi correo electrónico el borrador de la novela que envié la semana pasada a la editorial y veo que no ha sido enviado... ¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que haya podido regresar en el tiempo, o más bien, soñar con el futuro? —¿Camila? —Mi jefe de nuevo me habla. —S-sí, señor. Voy en camino, nos vemos en un m-momento... Cuelgo y dejo el móvil a un lado. ¿Qué significa esto? «Okay, Camila... —inhalo y exhalo profundo—, no pasa nada, creo que fuiste al futuro o volviste al pasado como Marty Mcfly... No pasa nada...», me doy aliento. A partir de ese momento empiezo a susurrarme cosas a mí misma, pero sólo consigo reírme un tanto nerviosa. Creo que estoy a punto de tener un ataque de pánico. Observo el borrador del correo dirigido a la editorial Rogers y lo elimino de inmediato,
Me mira un poco dudoso y yo me quedo muda de repente, se aleja con una sonrisa boba y se disculpa, yo solo lo observo mientras que se acerca a la barra para pedir algo de tomar. Aparto la mirada de él y voy a la mesa donde me espera mi amigo, sonríe espléndido apenas me ve llegar. —¡Camila! Qué hermosa estás. —Deposita un beso en mi mejilla—. Mira cómo te dejó ese hombre. Ven, te ayudo a limpiar la blusa, te ha quedado toda mojada. Agarra un par de servilletas y me las entrega para que me seque. —Muchas gracias... ¿Cómo estás? ¿Qué tal va todo? Mueve la silla para que tome asiento, dejo mi bolso sobre la mesa y acomodo mi cabello. Retiro mis lentes y masajeo mis ojos para descansar por un momento la vista. —Excelente. Como te lo dije hace un rato, estoy vendiendo la editorial, ya que me voy del país. —Me observa expectante, con sus grandes ojos azules. —Espero que te vaya muy bien con tus nuevos planes y... —Un mesero se acerca y deja sobre la mesa dos tazas de café bien caliente
—Hola, Mark... ¿Q-qué tal? —Ya me dio la verborrea.¡De nuevo peco por tonta! Se supone que no sé su nombre...—Sabes mi nombre, eso es interesante. —Ladea la cabeza y se cruza de brazos, me observa con una expresión neutral.Sus brazos son perfectos. —Ah..., yo... —Pienso en alguna mentira—. Es que me hablaron sobre ti, ¿trabajas en la editorial Rogers, no? Yo soy editora en W.R.Sonríe y asiente. Su sonrisa es tan hermosa, la más hermosa.—Quizá allí nos topamos algunas vez. Pero lastimosamente he sido despedido ayer y estoy buscando empleo.¿Qué? ¿Pero entonces por qué yo sigo trabajando en W.R. y él ha sido despedido de todas formas? Ex extraño: hay cosas que se suceden de la misma manera, pero hay otras que cambian por completo. —El destino juega con nosotros... —Se me escapa aquel pensamiento.—Así es. Siempre he creído tal cosa. —Asiente y clava sus ojos miel en los míos.Me quedo embelesada observando su cabello un poco largo y del color de las castañas, su nariz algo resping
Parqueo en el lugar sin darle mucha importancia y busco las llaves en el fondo de mi bolso. —¡Es una pasada! ¿Es aquí? Pero si dijiste que el lugar era un asco... —Aly se escucha emocionada. —Aquí es, es insípido... No sé qué le ves de bonito. Ah... No encuentro las llaves... —¿A quién mataste o qué banco robaste? ¡Joder! —Aquí está... ¿De qué hablas? —Levanto la mirada, pero lo que veo me hace abrir la boca y los ojos casi como platos—. Por Dios... Debí equivocarme de calle. E-es que... —¡Señorita Vega! —Un hombre muy bien vestido con traje elegante abre las altísimas puertas dobles del lugar y se dirige al auto con pasos presurosos. Miro atónita a Aly y ella me ve como si le estuviera dando una parálisis facial. —Oh, señorita... No debió venir en este auto, por fortuna su Ferrari se encuentra en perfecto estado y ya lo dejaron en su mansión. El choque que tuvo fue mínimo, solo un pequeño rasguño. —El chico abre la puerta y me tiende la mano. La tomo con suavidad y salgo de ah
—¿Cómo sabes que pedí un deseo? Ah, y ya sé que eres Mark Michaels, no sigas tratando de engañarme con eso de ser "un trabajador de editorial", porque te conozco bien, como la palma de mi mano...Lo veo cómo sonríe levemente y asiente, mientras se rasca una de sus tupidas cejas oscuras, sus ojos miel ahora se clavan en los míos.Trago en seco. —¿Por qué estás tan a la defensiva? —De nuevo se acerca y yo retrocedo.¿Qué por qué retrocedo? Nadie lo conoce en realidad como yo, nadie sabe que él es un hombre posesivo, intimidante, todo un apasionado; capaz de enamorarte con uno de sus adictivos besos y hacerte caer rendida entre sus brazos.El reloj marca las doce y una dulce melodía inunda el lugar. Desvío la mirada y ubico el gran calendario rosa colgado en la pared, veo cómo el número del día 14 de febrero desaparece y es reemplazado por un espacio de color gris. Ahora todo el póster es de ese color y solo en el quedan los días desde el miércoles número 15 hasta el martes 21.¿Qué clas
El sonido del hermoso canto de los pájaros me despierta y los tenues rayos de sol se filtran entre las blancas cortinas.—Buenos días, señorita Vega... ¿Qué desea desayunar esta mañana?Abro los ojos de golpe y ubico frente a mi cama a dos mujeres, ambas están prolijamente vestidas y muy bien peinadas. Son Bianca y Gisela, una especie de asistentes de Amanda... Jesús... Todo es tan idéntico... Es como si se hubiera creado un mundo paralelo aquí en Miami, de la casa y las personas que habitan la mansión de Amanda y Mark, la cual originalmente se encuentra en el fabuloso estado de Nueva York.Me desperezo entre las suaves mantas, recordando las palabras de Mark y dudando. Quizá no esté bien seguir con esto, ¿pero acaso tengo otra opción? Al diablo con Mark. —Buenos días... Hmm... No lo sé, me encantarían unos huevos revueltos con bacon, tostadas, mermelada de mora y una buena taza de café con leche —suspiro, ya imaginado lo delicioso que sería.Hace meses que solo como pasta, una que ot