Muchísimas gracias por tomarse el tiempo de leer esta novela. También le agradezco a amigos que perdí con el tiempo y que estuvieron conmigo mientras la escribía. Aunque ya no me brindan más su amistad por circunstancias de la vida que me duelen, les agradezco por haberme apoyado y por haber estado allí para leer mis desvariaciones sobre ideas futuras para con esta novela.
Si me preguntan cuando la empecé a escribir, no sabría darles una fecha exacta. Lo siento, soy pésima con la noción del tiempo. Si no estoy mal, hace tres años la escribí, cuando era estudiante de bachiller y me decantada por qué estudiar luego. Ahora desempeño una labor que me encanta, la cual no reflejo en este escrito, ya que cuando me senté a escribirlo no desempeñaba lo que ahora amo con todo mi corazón. Recuerdo muy bien que llegué a desvelarme. Recuerdo bastante bi
La humanidad se había ido al desagüe. Eso era lo que pensaban las personas que sufrieron el gran día. Aquel día en donde el ser humano dejó de ser el superior y empezó a convertirse poco a poco en el inferior, en el animal amaestrado. Pensaron que podrían ganar como en otras guerras; qué equivocados estaban.Esos seres que los volvieron en esclavos estaban más allá de la superioridad ficticia. Nos llevaron a probar qué era la inmundicia y el verdadero horror. No obstante, algunos de los nuestros resistieron y huyeron a las profundidades de los bosques más cercanos, en donde podrían vivir en pueblos unidos con la desazón de una gran pérdida, pero sin extraviar la temerosa esperanza. Y entonces, los mundos fantásticos que llegamos a leer una vez se volvieron realidad; la brujería, la hechicería y los seres fantásticos refugiados en nuestro
PARTE IEn el umbral de la ignoranciaObservo las frondosas ramas moverse con el vaivén de la brisa; tan libres son las hojas que no tardo en sentir envidia.Algunas memorias regresan por tan solo mirar el gran árbol. Han pasado diez años desde que nos hemos refugiado en los bosques como animales y las ciudades allanadas por vampiros, viles sin corazón, que se han hecho suyas pertenencias de los nuestros. Este es el único lugar seguro. Cuando esos monstruos decidieron salir de las sombras saboreamos qué es la cobardía.Mis recuerdos de esos días son difusos, como si me los hubieran arrancado sin mi permiso. Y lo único que he podido hacer es preguntarle a mi padre sobre los momentos que perdí en la batalla. Después de todo, estaba muy pequeña cuando todo se desató.—Es hora de trabajar.S
No conocemos nuestros verdaderos nombres, solo los apodos que nos designan al unirnos a la guardia. Apodos que salen a la luz por algún aspecto o habilidad que tengamos. Aunque bien podemos decir nuestros nombres, corremos con el riesgo de exclamarlo en plena batalla y, de ese modo, dejar al descubierto alguna identidad. Por eso se eligió tener un apelativo, por llana seguridad, dado que esos monstruos nunca olvidan. Al tener algo mínimo podrán cazarnos con suma facilidad, ya que todos los registros de nacimiento, médicos y demás están en sus manos.Puede ser improbable el hallar la persona indicada entre miles con el mismo nombre, pero no imposible el encontrar los rasgos del desalmado a través de otro, de algún compañero.Mi apodo es Red por mi cabello y el de mi compañero Tiger por sus ojos.Suspiro ante el frío que se cala por mis pantalones, pero ese gélido me hace se
Gruño.Lo que menos me gusta es que finjan ser como ellos. Y ahora, que su cerebro se iluminó para molestarme, el mío lo hizo de igual modo para pegarle un manotazo a quemarropa en su abdomen. Chilla, lo hace tan fuerte que me deleito lo suficiente.—No volveré a molestarte en mi maldita vida —gime.Me arranco la máscara al tiempo que se retuerce.—No es para tanto, te pegué suave.Agita su cabeza en desacuerdo. No tardo en apoyar la espalda contra el tronco y pasear los ojos por su figura.—Me hubiese gustado que siguieras como mi compañero.Deja caer los hombros, sin mirarme tan siquiera.—Mi hermano es bueno, dale más oportunidades. —Alzo las cejas—. Vale, sé que le falta mucho para estar a tu altura, pero tiene ese don inigualable de percibir lo que tú o yo no podemos. Ya sabes a qué me refiero.
El filo de la espada está excelente. Reviso si en mi cinturón tengo suficientes cuchillas y frascos de hierbas. Examino mi vestuario; gabardina de hombre, botas de paso ligero, guantes con los dedos al aire, blusa manga larga negra, cabello trenzado en corona, pantalones ligeros y máscara de porcelana.—Ya estoy preparada.Me giro para revisar su compostura.—Yo igual.Se prepara para salir. Sin embargo, lo detengo en el umbral.—Suerte. —Asiente sin decir más.Es una noche fría, parece como si fuese invierno en esta zona. Pensé que habría alguien más, qué equivocada estaba. Igual ya estoy acostumbrada a pasar la madrugada sola. Me detengo para acariciar la corteza de un pino caído; allá en el horizonte se atisban las luces de la ciudad; estoy a veinte kilómetros de ella, justo al frente de una carretera desalmada, ya des
—¡Estás suspendida por una semana por esa estupidez!Cabizbaja, recibo ese grito con toda la vergüenza del mundo.—Te vas a casa y con pena, le dirás a tu padre tu suspensión, ¡para que así te entrene hasta que tus huesos se pulvericen! —continúa.—Sí, señor —musito.—Y cuando vuelvas, espero que tengas la misma cordura que ayer. ¿Entendido? —Asiento—. ¡¿Entendido?!—¡Sí, señor!—Bien, largo de mi vista.El estrépito de su asiento siendo arrastrado no es lo suficiente como para que levante la mirada de nuevo.Me dirijo con pasos pesados a la sala donde se hallan los demás, a la espera de encontrarme. Ingreso en ella, y el silencio retoma fuerzas. Agarro mi mochila del colchón, al igual que la espada en su estuche, apretada en tela negra. Bird m
Golpeo el tronco con los puños; siento la piel de los nudillos desprenderse, al igual que la sangre gotear hasta el césped. Este dolor físico calmará el hambriento dolor emocional. Me siento embaucada, traicionada y en tan pocos días. No tenía dudas de los otros secretos que papá me ocultaba, mas no esperaba que uno de ellos fuese tan grande; una información que debí obtener en el momento que me fui de casa, por el simple hecho de sentirme un poco más segura o al tanto de lo que puede sucederme. ¿Y ahora cómo me sentiré cuando retome mi posición? Estresada, nerviosa, eso es muy seguro. No solo eso, estaré aturdida, desconfiando hasta de las palomas. Reviso mis manos, están hechas un asco. Necesitaré un buen analgésico, desinfectante, pomada y vendas. Suelto una carcajada. Ni siquiera tenemos la regeneración de esos apestosos. ¿Apestosos? ¿Cómo puedo pensar eso tan a la ligera? Mi madre pertenece o perteneció a ese linaje, y si desprecio a su raza, la desprec
Permanece callado mientras argumento sobre todo lo que hallo en mi mente y le sea de utilidad. Le advierto casi todo lo que pasé en entrenamientos; los horarios: te despertabas a las tres de la mañana, si no dormías lo suficiente, valías, hasta adaptarte. El entrenamiento: diez horas de él, en donde te ganabas moretones a cada minuto. Ah, y la comida, no tan sabrosa, pues altas cantidades de avena es… aberrante.—¿No se emplean armas de fuego?Sacudo la cabeza.—No, sería mucho ruido. Solemos utilizar silenciosas. Como mi espada, por ejemplo.Sonríe, tímido.—Es una katana —aclara.—Espada es su nombre —mascullo—, en fin, también cuchillas, navajas, arcos, entre otros. Estamos chapados a la antigua.—Ya veo.—Para ser del sureste, estás muy sumido en la ignorancia —añado con burl