—Ve, ¡búscala!
Padre retiene a un vampiro que hace lo posible para llegar a mí. Trago, titubeante.
—¡Hazlo!
Entonces no dudo en acatar. Echo a correr en dirección a dicha casa campestre en donde se refugia el rey. Ese maldito que me retuvo durante una década para no verla ni a papá.
Estuve casi dos semanas preparándome antes de salir del lugar en donde estaba aprisionado. Una clase de vereda, a unos cien kilómetros de Berlín. No obstante, antes de eso, me la pasaba todo el día mirando la ventana, la cual se hallaba con reja, pidiéndole al cielo que me devolviera con mi familia, al lado de mi mellizo con mi padre a unos centímetros, con ese hombre robusto que seria capaz de sacrificarse por nosotros.
Me hallé sumido en la penumbra desde muy pequeño, acurrucado en un rincón abrazado a mis rodillas, siempre con el anhelo de salir d
UNA DESPEDIDA NO TAN AMARGA—No es irrelevante —lo escucho con interés. Me vuelvo para observarle y prestarle toda mi atención—. ¿Te parece irrelevante? ¿Tú qué opinas, Red?Hundo el ceño y me cruzo de brazos.Intercalo la mirada en ambos y pienso mejor mi respuesta.—No me parece irrelevante que desees demostrarle al pueblo que sigues siendo tú, Atlas —contesto sonriente.Él enarca una ceja y Zelig se echa a reír.«La gente que tiene la capacidad de enarcar una sola ceja me sigue generando envidia».—¿Ves que no estoy equivocado? —Golpea su hombro.Atlas, colmado de irritación, lo abraza y lo tumba en el pasto verde refugiado por el follaje del gran samán. Aquí, en su sombra, no cae la nieve, lo que nos permite lanzarno
UN MOMENTO DULCELe lanzo la pelota, me giro y me escondo detrás del árbol en el jardín de nuestra casa. Osen’ le frunce el ceño y le saca la lengua antes de correr hacia los brazos de mamá, que está sentada en el porche con mi padre, que nos observa ceñudo con los brazos cruzados sobre su pecho.Mi tío lo ignora, me sonríe y, en un parpadeo, me enjaula entre sus brazos.Por un momento me siento asustada porque mis pies ya no tocan el suelo, pero cuando sé que estoy segura y sé que no me soltará, me echo a reír y abrazo su cuello con mis brazos. Cuando hago esto, llena mi rostro de besos y muerde mis mejillas, que, según mamá, están muy regordetas. Le hago un puchero cuando se separa y jugueteo con mis trenzas.—¿Quién es la niña más preciosa de es
Muchísimas gracias por tomarse el tiempo de leer esta novela. También le agradezco a amigos que perdí con el tiempo y que estuvieron conmigo mientras la escribía. Aunque ya no me brindan más su amistad por circunstancias de la vida que me duelen, les agradezco por haberme apoyado y por haber estado allí para leer mis desvariaciones sobre ideas futuras para con esta novela.Si me preguntan cuando la empecé a escribir, no sabría darles una fecha exacta. Lo siento, soy pésima con la noción del tiempo. Si no estoy mal, hace tres años la escribí, cuando era estudiante de bachiller y me decantada por qué estudiar luego. Ahora desempeño una labor que me encanta, la cual no reflejo en este escrito, ya que cuando me senté a escribirlo no desempeñaba lo que ahora amo con todo mi corazón. Recuerdo muy bien que llegué a desvelarme. Recuerdo bastante bi
La humanidad se había ido al desagüe. Eso era lo que pensaban las personas que sufrieron el gran día. Aquel día en donde el ser humano dejó de ser el superior y empezó a convertirse poco a poco en el inferior, en el animal amaestrado. Pensaron que podrían ganar como en otras guerras; qué equivocados estaban.Esos seres que los volvieron en esclavos estaban más allá de la superioridad ficticia. Nos llevaron a probar qué era la inmundicia y el verdadero horror. No obstante, algunos de los nuestros resistieron y huyeron a las profundidades de los bosques más cercanos, en donde podrían vivir en pueblos unidos con la desazón de una gran pérdida, pero sin extraviar la temerosa esperanza. Y entonces, los mundos fantásticos que llegamos a leer una vez se volvieron realidad; la brujería, la hechicería y los seres fantásticos refugiados en nuestro
PARTE IEn el umbral de la ignoranciaObservo las frondosas ramas moverse con el vaivén de la brisa; tan libres son las hojas que no tardo en sentir envidia.Algunas memorias regresan por tan solo mirar el gran árbol. Han pasado diez años desde que nos hemos refugiado en los bosques como animales y las ciudades allanadas por vampiros, viles sin corazón, que se han hecho suyas pertenencias de los nuestros. Este es el único lugar seguro. Cuando esos monstruos decidieron salir de las sombras saboreamos qué es la cobardía.Mis recuerdos de esos días son difusos, como si me los hubieran arrancado sin mi permiso. Y lo único que he podido hacer es preguntarle a mi padre sobre los momentos que perdí en la batalla. Después de todo, estaba muy pequeña cuando todo se desató.—Es hora de trabajar.S
No conocemos nuestros verdaderos nombres, solo los apodos que nos designan al unirnos a la guardia. Apodos que salen a la luz por algún aspecto o habilidad que tengamos. Aunque bien podemos decir nuestros nombres, corremos con el riesgo de exclamarlo en plena batalla y, de ese modo, dejar al descubierto alguna identidad. Por eso se eligió tener un apelativo, por llana seguridad, dado que esos monstruos nunca olvidan. Al tener algo mínimo podrán cazarnos con suma facilidad, ya que todos los registros de nacimiento, médicos y demás están en sus manos.Puede ser improbable el hallar la persona indicada entre miles con el mismo nombre, pero no imposible el encontrar los rasgos del desalmado a través de otro, de algún compañero.Mi apodo es Red por mi cabello y el de mi compañero Tiger por sus ojos.Suspiro ante el frío que se cala por mis pantalones, pero ese gélido me hace se
Gruño.Lo que menos me gusta es que finjan ser como ellos. Y ahora, que su cerebro se iluminó para molestarme, el mío lo hizo de igual modo para pegarle un manotazo a quemarropa en su abdomen. Chilla, lo hace tan fuerte que me deleito lo suficiente.—No volveré a molestarte en mi maldita vida —gime.Me arranco la máscara al tiempo que se retuerce.—No es para tanto, te pegué suave.Agita su cabeza en desacuerdo. No tardo en apoyar la espalda contra el tronco y pasear los ojos por su figura.—Me hubiese gustado que siguieras como mi compañero.Deja caer los hombros, sin mirarme tan siquiera.—Mi hermano es bueno, dale más oportunidades. —Alzo las cejas—. Vale, sé que le falta mucho para estar a tu altura, pero tiene ese don inigualable de percibir lo que tú o yo no podemos. Ya sabes a qué me refiero.
El filo de la espada está excelente. Reviso si en mi cinturón tengo suficientes cuchillas y frascos de hierbas. Examino mi vestuario; gabardina de hombre, botas de paso ligero, guantes con los dedos al aire, blusa manga larga negra, cabello trenzado en corona, pantalones ligeros y máscara de porcelana.—Ya estoy preparada.Me giro para revisar su compostura.—Yo igual.Se prepara para salir. Sin embargo, lo detengo en el umbral.—Suerte. —Asiente sin decir más.Es una noche fría, parece como si fuese invierno en esta zona. Pensé que habría alguien más, qué equivocada estaba. Igual ya estoy acostumbrada a pasar la madrugada sola. Me detengo para acariciar la corteza de un pino caído; allá en el horizonte se atisban las luces de la ciudad; estoy a veinte kilómetros de ella, justo al frente de una carretera desalmada, ya des