PARTE XI
La reina no es la más fuerte
De una patada frontal, derrumbo al primer soldado enemigo.
Tiger me agarra del brazo para impulsarme de medio lado y así juntar las piernas para una de canguro. Jadeo al reincorporarme. Oteo el entorno lleno de humanos vestidos de cuero con gabardinas y vampiros vestidos similar al traje militar, pero también en color neutro, parecido al gris.
Recién empezamos con la pelea y ya hay caídos de los nuestros. Son el doble, son unos malnacidos que se benefician por el número. Gruño.
La contienda empezó hace diez minutos. Antes de eso, formamos un grupo para recibir, de boca del mayor, las estrategias propuestas para el momento indicado. En ese instante, empecé a mover mis dedos, inquieta, al igual que el intento de rubio junto al pelinegro, que empezaron a titubear, pero a su vez, la seguridad en sus
«—Pase lo que pase, elijas lo que elijas, siempre me sentiré orgulloso de ti. —Me revuelve el cabello—. Siempre te apoyaré sin importar qué».Ruedo en el suelo, dolorida. Mis brazos flaquean al levantarme.Contemplo mi costado magullado; las costillas se resienten y la sangre filtrándose por las heridas calientes, mancha la tela oscura, volviéndola más neutra. Siempre me lástimo en esa maldita zona.Jadeo a la vez que me muerdo el interior de la mejilla al incorporarme y deshacerme de las manos con uñas largas que intentan derribarme de nuevo.«—Puedes contra un grupo de vampiros, no importa el número… pueden ser siete, princesa, pero sé que podrás si sabes repartir tu fuerza y entusiasmo en cada uno —musita, echándole yodo al raspón en mi codo que se suma a la colección—. No te dejes c
«—Venga, no seáis tímidos. —Nos empuja para que podamos ver nuestros reflejos—. Sois los niños más bonitos que he podido ver.Papá se ríe con ella.Arrugo las cejas.—Somos tus hijos, es normal que nos veas bonitos —reprocho.Papá se ahoga por la risa, tanta, que mamá lo mira, ofuscada.—Rojita tiene razón —exclama Osen’, enfurruñado.—Pero, mis niños, tenéis que estar presentables para conocer a vuestros tíos. Hay que dar una buena bienvenido —nos dice, suave, algo extraña. —Así es —dicta mi padre que se pone a su lado, pero en él también noto algo raro. ¿Estarán asustados?, ¿de qué?».Hace unos años, tal vez tres, no sab
—Ve, ¡búscala!Padre retiene a un vampiro que hace lo posible para llegar a mí. Trago, titubeante.—¡Hazlo!Entonces no dudo en acatar. Echo a correr en dirección a dicha casa campestre en donde se refugia el rey. Ese maldito que me retuvo durante una década para no verla ni a papá.Estuve casi dos semanas preparándome antes de salir del lugar en donde estaba aprisionado. Una clase de vereda, a unos cien kilómetros de Berlín. No obstante, antes de eso, me la pasaba todo el día mirando la ventana, la cual se hallaba con reja, pidiéndole al cielo que me devolviera con mi familia, al lado de mi mellizo con mi padre a unos centímetros, con ese hombre robusto que seria capaz de sacrificarse por nosotros.Me hallé sumido en la penumbra desde muy pequeño, acurrucado en un rincón abrazado a mis rodillas, siempre con el anhelo de salir d
UNA DESPEDIDA NO TAN AMARGA—No es irrelevante —lo escucho con interés. Me vuelvo para observarle y prestarle toda mi atención—. ¿Te parece irrelevante? ¿Tú qué opinas, Red?Hundo el ceño y me cruzo de brazos.Intercalo la mirada en ambos y pienso mejor mi respuesta.—No me parece irrelevante que desees demostrarle al pueblo que sigues siendo tú, Atlas —contesto sonriente.Él enarca una ceja y Zelig se echa a reír.«La gente que tiene la capacidad de enarcar una sola ceja me sigue generando envidia».—¿Ves que no estoy equivocado? —Golpea su hombro.Atlas, colmado de irritación, lo abraza y lo tumba en el pasto verde refugiado por el follaje del gran samán. Aquí, en su sombra, no cae la nieve, lo que nos permite lanzarno
UN MOMENTO DULCELe lanzo la pelota, me giro y me escondo detrás del árbol en el jardín de nuestra casa. Osen’ le frunce el ceño y le saca la lengua antes de correr hacia los brazos de mamá, que está sentada en el porche con mi padre, que nos observa ceñudo con los brazos cruzados sobre su pecho.Mi tío lo ignora, me sonríe y, en un parpadeo, me enjaula entre sus brazos.Por un momento me siento asustada porque mis pies ya no tocan el suelo, pero cuando sé que estoy segura y sé que no me soltará, me echo a reír y abrazo su cuello con mis brazos. Cuando hago esto, llena mi rostro de besos y muerde mis mejillas, que, según mamá, están muy regordetas. Le hago un puchero cuando se separa y jugueteo con mis trenzas.—¿Quién es la niña más preciosa de es
Muchísimas gracias por tomarse el tiempo de leer esta novela. También le agradezco a amigos que perdí con el tiempo y que estuvieron conmigo mientras la escribía. Aunque ya no me brindan más su amistad por circunstancias de la vida que me duelen, les agradezco por haberme apoyado y por haber estado allí para leer mis desvariaciones sobre ideas futuras para con esta novela.Si me preguntan cuando la empecé a escribir, no sabría darles una fecha exacta. Lo siento, soy pésima con la noción del tiempo. Si no estoy mal, hace tres años la escribí, cuando era estudiante de bachiller y me decantada por qué estudiar luego. Ahora desempeño una labor que me encanta, la cual no reflejo en este escrito, ya que cuando me senté a escribirlo no desempeñaba lo que ahora amo con todo mi corazón. Recuerdo muy bien que llegué a desvelarme. Recuerdo bastante bi
La humanidad se había ido al desagüe. Eso era lo que pensaban las personas que sufrieron el gran día. Aquel día en donde el ser humano dejó de ser el superior y empezó a convertirse poco a poco en el inferior, en el animal amaestrado. Pensaron que podrían ganar como en otras guerras; qué equivocados estaban.Esos seres que los volvieron en esclavos estaban más allá de la superioridad ficticia. Nos llevaron a probar qué era la inmundicia y el verdadero horror. No obstante, algunos de los nuestros resistieron y huyeron a las profundidades de los bosques más cercanos, en donde podrían vivir en pueblos unidos con la desazón de una gran pérdida, pero sin extraviar la temerosa esperanza. Y entonces, los mundos fantásticos que llegamos a leer una vez se volvieron realidad; la brujería, la hechicería y los seres fantásticos refugiados en nuestro
PARTE IEn el umbral de la ignoranciaObservo las frondosas ramas moverse con el vaivén de la brisa; tan libres son las hojas que no tardo en sentir envidia.Algunas memorias regresan por tan solo mirar el gran árbol. Han pasado diez años desde que nos hemos refugiado en los bosques como animales y las ciudades allanadas por vampiros, viles sin corazón, que se han hecho suyas pertenencias de los nuestros. Este es el único lugar seguro. Cuando esos monstruos decidieron salir de las sombras saboreamos qué es la cobardía.Mis recuerdos de esos días son difusos, como si me los hubieran arrancado sin mi permiso. Y lo único que he podido hacer es preguntarle a mi padre sobre los momentos que perdí en la batalla. Después de todo, estaba muy pequeña cuando todo se desató.—Es hora de trabajar.S