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Se hizo la hora de almorzar muy pronto, y empezaron a buscar un restaurante donde comer. El teléfono de Rubén sonó y vio que era su madre. No le había avisado que hoy pasaría el día con Santiago, y lo iba a matar.

—Hola, mamá –la saludó.

—Hijo, ¿te esperamos para almorzar?

—Lo siento –contestó él—. Almorzaré con Emilia y Santiago.

—Ah… —Rubén elevó sus cejas cuando su madre se quedó en silencio. Imaginó que en cuanto lo supiera propondrí

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