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En los siguientes días, las noches de Emilia estuvieron muy ocupadas. Si no estaba con Rubén en su apartamento muy ocupada, estaba en casa de sus suegros, o en la de su cuñada, o planeando su boda.

Gemima, tal como lo auguró Rubén, quería una súper fiesta, por todo lo alto. Ella tuvo que insistirle en que quería algo privado.

—¡Se casa mi hijo! –Exclamó Gemima—. Es la única vez que lo veré de novio, quiero que sea memorable.

—Para hacerlo memorable no se necesitan seiscientas personas –dijo Emilia, rotunda. Gemima tuvo que ceder, Emilia era más terca que ella.

De todos modos, insistió en anunciar el com

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