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Santiago se sentó en el asiento de atrás del auto tal como la última vez y observó en silencio cómo Rubén le abrochaba el cinturón.

—Yo puedo solo –dijo, y le quitó las manos para hacerlo él.

—Claro, ya estás grande –dijo Rubén con una sonrisa. Emilia miró a su hijo apretando sus labios y luego a Rubén algo afectada por la actitud de su hijo. Él agitó su cabeza tratando de decirle que no se preocupara por nada.

—¿A dónde iremos? –preguntó Emilia en el momento en que Rubén encendía el auto y salía de la z

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