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Rubén observó a su hijo jugar en el jardín con Pablo, su recién descubierto primo.

De inmediato se llevaron bien y Pablo le mostró todos sus juguetes, con los que Santiago quedó encantado, y Viviana los hizo ir al jardín para que jugasen allí y disfrutasen un poco el sol.

Ahora estaban concentrados en un lego de casi mil piezas, carritos de carrera no más grandes que sus manos, y pistas donde sufrían aparatosos accidentes.

Sonrió pensando en su propia niñez, también tuvo primos con los que jugó mucho, pero su hermana fue la que más lo sonsacó, aún en su adolescencia.

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