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Emilia bajó a la cocina mientras escuchaba a Darío Cardozo que le seguía explicando cosas acerca de la casa. Era una cocina preciosa, con encimera en mármol negro y gabinetes blancos. Desde el ventanal vio a Rubén y a Santiago abrazados y quedó paralizada en el lugar. Darío siguió hablando, pero ella ya no escuchaba nada. ¿Qué había pasado?

—Disculpe –le dijo al hombre, y salió de la casa hacia el jardín. Cuando llegó a ellos, Santiago ya se había bajado y corría libre y salvaje hacia el otro extremo del jardín.

—¡Mamá! Voy a bus

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