Rubén miró a Emilia por un largo minuto en silencio, mientras ella dio un paso atrás y miró en derredor los libros, los muebles… cualquier cosa, menos a él.
—¿Debo… debo estar preparado? ¿Vas a terminarme? –preguntó él con voz suave. Emilia apretó sus dientes.
—No lo sé. Cualquier cosa puede pasar—. Rubén pestañeó y frunció el ceño.
—No. Cuando me preguntan por mi relación contigo, yo sonrío y digo: seguiremos adelante, estaremos bien. Nunca, siquiera, menciono la posibilidad de terminar. Lo que tengo contigo es algo
Rubén miró a Emilia por un largo minuto en silencio, mientras ella dio un paso atrás y miró en derredor los libros, los muebles… cualquier cosa, menos a él.—¿Debo… debo estar preparado? ¿Vas a terminarme? –preguntó él con voz suave. Emilia apretó sus dientes.—No lo sé. Cualquier cosa puede pasar—. Rubén pestañeó y frunció el ceño.—No. Cuando me preguntan por mi relación contigo, yo sonrío y digo: seguiremos adelante, estaremos bien. Nunca, siquiera, menciono la posibilidad de terminar. Lo que tengo contigo es algo
Emilia se sentó en su cama sin poder dormir. Una a una todas las palabras de Rubén venían a su mente, dando y dando vueltas en su cabeza.Las palabras que le dijera con respecto a Santiago y al posible bebé que había en su vientre se parecían mucho a las que le había dicho su madre cuando se supo que estaba embarazada. Sí, el bebé era hijo de ese hombre, pero también era suyo. Tan sólo por eso debió haberlo amado desde que supo que estaba en su vientre, había dicho ella.Dio unos pasos y corrió la cortina para mirar afuera la noche oscura y solitaria.En esa época no lo habí
—¡Emilia! –la llamó Adrián el lunes por la mañana separándose del grupo en el que estaban Rubén y Álvaro conversando. Ella se detuvo en su camino hacia su cubículo y vio que Adrián se acercaba a paso rápido mientras Rubén seguía hablando con los otros—. Te estaba buscando –le dijo Adrián—. Iniciaremos un recorrido por las obras. Te necesito.—Ah… bueno…—Espero hayas traído zapatos adecuados.—Sí, siempre.—Bien, salimos en media hora&mda
—¿Está todo bien? –le preguntó Emilia a Rubén por teléfono; lo había llamado justo a las dos horas para saber cómo le había ido con el niño. Tal vez ya estaban en casa, aunque lo dudaba. Sabía lo preocupado que Rubén era por su hijo, seguramente lo había llevado a almorzar por allí y ahora paseaban o jugaban en algún lado.—Sí –contestó él—. Más o menos—. Emilia miró a su espalda, sintiéndose observada. No deseaba que Adrián la escuchara, así que se alejó un poco más.—¿Más o menos? Rubén… ¿le pasó algo al niño?—El niño está bien, no te preocupes –le dijo él—. Tal vez su compañerito no lo esté tanto.—¿Qué compañerito?
Hacia las nueve de la noche ya estaba cansado y durmiéndose de pie. Había sido un día largo para él, así que decidieron volver a casa. No bien Rubén le abrochó el cinturón en el asiento de atrás, se quedó dormido.—Lo ha pasado muy bien –dijo Emilia—. Muchas gracias por ocuparte de él hoy.—Es mi hijo, Emilia. Ocuparme de él es un deber, no tienes que agradecerme—. Ella lo miró fijamente por unos minutos. Lo echaba de menos. Ya no le sonreía, ya no la miraba con miel en los ojos, ya no era igual.Necesitaba recuperarlo, era urgente.—Los llevaré a casa, tú también madrugas mañana –siguió él poniendo la mano en la palanca de cambios del auto y Emilia puso la suya encima de la de él deteniéndolo.—No, no nos lleves aún.—Santiago es
Le tomó el rostro para devolverle los besos, y él lo hizo suave, profundo y a conciencia. Se restregó contra ella al interior de su boca buscando excitarla, y también fue metiendo la mano debajo de la blusa, hasta que ella lo detuvo.Él la miró un poco aprensivo. ¿Qué tan lento debían ir?—No podemos –sonrió ella—. Estoy con la regla, lo siento.—Ah… —sin embargo, por varios segundos, no la bajó de su regazo, sino que volvió a besarla.Hasta que una idea se fue filtrando al fin en su mente obnubilada por el deseo. Si ella estaba menstruando ahora, quería decir que no estaba embarazada.Se alejó ahora.—Tienes la regla –dijo él. Ella asintió.—Me llegó ayer. Lo siento.—No estás embarazada—. Ella lo miró fijamente.—No&
Santiago se despertó sentándose en la enorme cama y miró en derredor. Se frotó los ojos sin ubicarse. Esta no era la cama de los abuelos, ni la de su mamá… ni ninguna que conociera.Y ahora… ¿dónde estaba el baño?Se bajó y sintió el suelo cubierto por una alfombra muy abullonadita. Mejor, porque su mamá le decía que levantarse descalzo era malo.Luego sintió voces. Era gente hablando. Y risas. ¡Era su mama!Caminó hacia las voces y encontró a su papá y a su mamá en el sofá hablando, riendo y besándose. Saltó varias veces celebrando en silencio, pero ellos lo vieron. Quiso esconderse, pero era demasiado tarde, además, recordó que necesitaba el baño.—¿Santi? –lo llamó Rubén, su papá, y él volvió a asomar su carita.
—Encontramos una casa –le dijo Aurora a Emilia llena de entusiasmo—. Es la ideal.Ella apenas venía entrando después de un largo día de trabajo. Hoy otra vez había almorzado con Rubén, al igual que ayer y anteayer, pero visto que eran incapaces de verse por la noche sin alterar el sueño de Santiago, habían restringido un poco estas salidas nocturnas.—Hoy –siguió Aurora con una sonrisa— luego de tanto salir y mirar y mirar, encontramos la casa perfecta.—¿Cómo es? –preguntó Emilia sentándose frente a ella en el comedor, mientras recibía el saludo de su hijo, que le preguntaba por Rubén.—Es grande –dijo Aurora, mirando a Emilia ponerse en pie y caminar a la cocina para prepararse algo de comer—. Cuatro habitaciones. Perfecto para nosotros, Santiago tendrá su propia habitació