Llegó a casa y ya iban a ser las once. Rubén la había dejado abajo y ella abrió la puerta entrando casi en puntillas de pie. No había nadie en la sala, las luces estaban apagadas, y se quitó los zapatos para ir hasta su habitación sin hacer ruido.
—No es necesario que te congeles los pies –dijo la voz de su padre desde la oscuridad, y Emilia se llevó la mano al pecho asustada.
—¡Papá!
—¿Qué estás haciendo, Emilia?
—Lo siento, no quería hacer ruido y…
Lo primero que hizo Rubén esa mañana al despertar fue mirar su teléfono. Ningún mensaje.Se sentó despacio en el colchón haciendo mentalmente la lista de las cosas que tenía que hacer hoy; a primera hora, encontrarse con Alfonso Linares, un conocido maestro de obras con el que iniciaría un proyecto, luego, con Darío Cardozo, un agente de bienes raíces que casi se mea en los pantalones cuando lo llamó. Las dos citas eran importantes, así que se puso en pie sin más dilación y se introdujo en la ducha.Este apartamento era demasiado pequeño. Si pretendía convencer a Emilia para que se viniera a vivir con él, debía buscar un espacio donde e
—¡Emilia! –la saludó Rubén al contestar su llamada.—Ah… hola. Buenos días—. Rubén sonrió de oreja a oreja.—Buenos días –contestó a su saludo—. Justo iba a llamarte. ¿Puedo pasar por ti para que almorcemos juntos? Con Santiago, si te parece.—¿Ibas a llamarme?—En este mismo momento. Estuve un poco ocupado, y no pude hablarte antes. Es un poco precipitado, pero necesito que vengas conmigo.—Ah, y
Santiago se sentó en el asiento de atrás del auto tal como la última vez y observó en silencio cómo Rubén le abrochaba el cinturón.—Yo puedo solo –dijo, y le quitó las manos para hacerlo él.—Claro, ya estás grande –dijo Rubén con una sonrisa. Emilia miró a su hijo apretando sus labios y luego a Rubén algo afectada por la actitud de su hijo. Él agitó su cabeza tratando de decirle que no se preocupara por nada.—¿A dónde iremos? –preguntó Emilia en el momento en que Rubén encendía el auto y salía de la z
Emilia bajó a la cocina mientras escuchaba a Darío Cardozo que le seguía explicando cosas acerca de la casa. Era una cocina preciosa, con encimera en mármol negro y gabinetes blancos. Desde el ventanal vio a Rubén y a Santiago abrazados y quedó paralizada en el lugar. Darío siguió hablando, pero ella ya no escuchaba nada. ¿Qué había pasado?—Disculpe –le dijo al hombre, y salió de la casa hacia el jardín. Cuando llegó a ellos, Santiago ya se había bajado y corría libre y salvaje hacia el otro extremo del jardín.—¡Mamá! Voy a bus
Rubén observó a su hijo jugar en el jardín con Pablo, su recién descubierto primo.De inmediato se llevaron bien y Pablo le mostró todos sus juguetes, con los que Santiago quedó encantado, y Viviana los hizo ir al jardín para que jugasen allí y disfrutasen un poco el sol.Ahora estaban concentrados en un lego de casi mil piezas, carritos de carrera no más grandes que sus manos, y pistas donde sufrían aparatosos accidentes.Sonrió pensando en su propia niñez, también tuvo primos con los que jugó mucho, pero su hermana fue la que más lo sonsacó, aún en su adolescencia.
Rubén miró a Emilia por un largo minuto en silencio, mientras ella dio un paso atrás y miró en derredor los libros, los muebles… cualquier cosa, menos a él.—¿Debo… debo estar preparado? ¿Vas a terminarme? –preguntó él con voz suave. Emilia apretó sus dientes.—No lo sé. Cualquier cosa puede pasar—. Rubén pestañeó y frunció el ceño.—No. Cuando me preguntan por mi relación contigo, yo sonrío y digo: seguiremos adelante, estaremos bien. Nunca, siquiera, menciono la posibilidad de terminar. Lo que tengo contigo es algo
Rubén miró a Emilia por un largo minuto en silencio, mientras ella dio un paso atrás y miró en derredor los libros, los muebles… cualquier cosa, menos a él.—¿Debo… debo estar preparado? ¿Vas a terminarme? –preguntó él con voz suave. Emilia apretó sus dientes.—No lo sé. Cualquier cosa puede pasar—. Rubén pestañeó y frunció el ceño.—No. Cuando me preguntan por mi relación contigo, yo sonrío y digo: seguiremos adelante, estaremos bien. Nunca, siquiera, menciono la posibilidad de terminar. Lo que tengo contigo es algo
Emilia se sentó en su cama sin poder dormir. Una a una todas las palabras de Rubén venían a su mente, dando y dando vueltas en su cabeza.Las palabras que le dijera con respecto a Santiago y al posible bebé que había en su vientre se parecían mucho a las que le había dicho su madre cuando se supo que estaba embarazada. Sí, el bebé era hijo de ese hombre, pero también era suyo. Tan sólo por eso debió haberlo amado desde que supo que estaba en su vientre, había dicho ella.Dio unos pasos y corrió la cortina para mirar afuera la noche oscura y solitaria.En esa época no lo habí