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Emilia notó a Santiago un poco taciturno mientras le abrochaba el abrigo esa mañana.

El día estaba soleado, el cielo bastante despejado, lo que anunciaba que sería un buen día para correr al aire libre tal como le gustaba, pero él estaba silencioso y un poco pensativo cuando en otra ocasión habría alborotado el edificio con su energía.

Rubén le había caído bien hasta que se enteró de que era su novio, pensó. Pero no podía cambiar ya ese hecho, a ella le hubiese gustado que su hijo se enterara de otra manera.

A lo hecho, pecho, se dijo, y se encaminó a la cocina a contestar

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