CAPÍTULO 29. MALA INTERPRETACIÓN

Todos estaban totalmente indignados por las palabras de la bruja, y la niña más que ninguno, las lagrimitas corrían por sus mejillas, mientras lloraba no con escándalo, sino con un profundo sentimiento que conmovía el corazón más duro, menos el de Graciela. Marino le entregó a Karina a Tara y luego tomó a Katherine, sentándola en su pecho, buscando calmarla.

—¡Hey! —Llamó la atención de la pequeña, quien lo observó con párpados caídos, mirada triste y ojos humedecidos por las lágrimas que aún seguía derramando y que bañaban el pequeño rostro—¡No llores! Claro que soy tu padre, es más, te escogí desde que te vi por primera vez, me enamoré de tu sonrisa, de tus ojos, de tus ocurrencias. Nadie puede hacerte sentir mal porque venga a decirte

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