Regálame una cita
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Por: Ninoska
Prólogo

En cuanto las puertas del ascensor se cerraron, Amanda se apoyó en la pared.

Xavier le había gustado, mucho, sabía que podía desilusionarse otra vez, aun así, quería intentarlo, él lo valía, pero no sabía que le pertenecía a otra mujer. Lo mismo había pasado con Andrés hace casi un año ya. Agradeció porque aún no era tarde como para que su corazón se rompiera en mil pedazos igual como cuando Franco se lo había roto cuando aún era muy joven.

En ese entonces conocía a Franco desde que eran niños, él siempre la había tratado de una manera única y especial, su corazón palpitaba fuerte cada vez que lo miraba, cada vez que pensaba en él, pero de pronto su actitud cambió mostrándole una parte de él que no conocía.

Ahí en aquel ascensor de una compañía que no era la suya, se prometió que esta sería la última vez que iría detrás de un hombre, la última vez que se ilusionaría como una adolecente.

Recordó las palabras que Xavier le dijo antes de salir de su oficina. Él creía en que ella, Amanda era una mujer extraordinaria y él se lo hizo saber.

No debe olvidar quien era ella. «Soy Amanda Viena» Se dijo a ella misma, dueña de un imperio. Si la vida, el destino o lo que sea, tiene preparado un amor para ella, lo encontrará cuando sea el momento. sino, su vida no se iba a detener.

Cuadró sus hombros y recuperó su postura. No iba a derrumbarse.

Al salir del ascensor se encontró con Maurizio, asistente de Xavier. Las veces que lo había visto le había parecido un buen chico. Tenía algo que le daba confianza, podía decir que, hasta algo de familiaridad a pensar que no lo conocía. Ambos se saludaron con un asentimiento y una sonrisa amable antes de que cada uno siguiera su camino.

Algunas semanas después.

Amanda venía de realizar una inspección en unos de sus hoteles. Como siempre lo hacía se había sumergido en su trabajo las últimas cuatro semanas y un poco más. Ya ni siquiera se acordaba tanto de la existencia de Xavier, su boda con Sofía Ferrandino se había llevado a cabo hace algunos días y lo habría olvidado si su padre no lo hubiera mencionado en el desayuno esta mañana. Él había tenido que asistir, la familia Ferrandino había enviado una invitación, ahora con el proyecto que llevaban juntos era de esperarse. Fue un alivio que su padre no le insistiera tanto para que ella también asistiera a la boda.

Abrió su bolso, tomó su teléfono y marcó el número de su mejor amiga.

—¡Aman!

—¿Salimos a tomar algo esta noche?

—¡Hola! Yo bien ¿Y tú?

—Lo siento Fiore, ¿Entonces, vamos? —Su amiga no respondió nada de inmediato, tratando de comprender si algo estaba pasando. Aunque ellas a veces salían juntas. Amanda era algo reservada y casi nunca tomaba la iniciativa de salir, menos a tomarse unos tragos.

—Amiga ¿Está todo bien?

—Sí, solo he tenido mucho trabajo.

—Uhm —su amiga decidió creerle—, no sabes cuánto me encantaría, hace días no salimos. Pero esta noche no puedo, mañana tengo un juicio y aún tengo algunos detalles que terminar. Además, mi hermano vuelve esta noche y mamá ha preparado una cena familiar.

—¿Franco? —Su corazón hizo un pequeño salto cuando mencionó su nombre, pero rápidamente ignoró esa reacción.

—Sí obvio, es mi único hermano. ¿Por qué no vienes conmigo a la cena?

—¿Qué? —No estaba preparada para volver a verlo, aún después de tanto tiempo— no, tú lo has dicho es una cena familiar.

—Venga Aman. Eres como mi hermana y mi familia de adora —las puertas del ascensor se abrieron, era hora de volver al trabajo. Y decidió terminar la llamada.

—Fiorella, debo irme mejor quedamos para otro día ¿De acuerdo?

—Está bien, Adiós. —Se despidió su amiga, luego cortó la llamada.

“Franco” —Repitió en su mente.

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