Querid@s lectores, se acerca el fina de esta historia.
Se levantó de su sitio mientras Franco estaba concentrado en una conversación con Gino y Santiago. Su hermano y Antonella jugaban con los bebés.—Solo puedo agradecerles por lo que han hecho por mi hermano —Dijo ella después de haberse acercado a Andrés y Xavier.—Ni hablar, Maurizio ha salido adelante por sus propios esfuerzos y se merece lo que hasta ahora ha logrado —Dijo Xavier.—Y estoy seguro que puede lograr mucho más. Es un buen chico —Musitó Andrés.—Lo sé. De todas formas; gracias por estar ahí para él.—Ni se te ocurra quitárnoslos —Advirtió Xavier queriendo parecer serio, pero su sonrisa lo delataba.—No les prometo nada —respondió ella de la misma manera.—Tienes que saber que vamos a luchar por que se quede con nosotros.—Entonces, prepárense para la decepción, porque perderán —Ahora que lo pensaba le gustaría mucho poder trabajar con su hermano y de seguro su padre también. Así que; ¿Por qué no intentarlo?—Ya veremos —contestó esta vez Andrés.—Como quieran —Musitó ell
—Sí. —Respondió él mientras rascaba su cuello. Ella esperó un poco más antes de hablar, unos segundos después decidió acabar con su sufrimiento. —No estoy molesta. Solo me sorprendió que mi primo no me las ofreciera a mí. No quería que las comprara alguien con el que fuera muy difícil de tratar. Ahora entiendo por qué no me quiso decir a quien se la había vendido cuando me llamó para darme la noticia. —Le pedí que no lo hiciera, quería decírtelo yo mismo. —Él rodeó su cintura abrazándola por detrás. —Entonces ¿Crees que podamos entendernos como socios? —Ya veremos señor Ferri. ¿Puedo saber que te llevó hacerlo? —Podría decirle que le pareció un buen negocio, pero sería mentirle y esa no era una opción para él. La prensa ya se había enterado de su relación, y la mayor pregunta que se hacían era: ¿Quién era él? Nunca fue un hombre inseguro, sabía lo que él y Amanda tenían y eso era suficiente, pero a veces las personas suelen juzgar y dar sus propios criterios. Aunque él tenía su pro
—Amanda Viena ¿Me darías el honor de ser tu esposo? Sus ojos se volvieron acuosos, no tenía ni que pensarlo, sabía cuál era su respuesta, porque no tenía dudas de que lo amaba con todas sus fuerzas y corazón, no tenía dudas de que también deseaba despertar con él en la misma cama por el resto de su vida. El corazón de Franco latía con fuerza, como queriendo salir de su pecho. Hace más de una semana que había comprado el anillo. Pensaba llevar a Amanda a cenar a un hermoso lugar y le propondría matrimonio ahí, aún pensaba llevarla a cenar, pero cuando vio el anuncio del concierto de Claudia, se puso en contacto con ella y le ayudó a planear ese momento. —Sí, acepto —Dijo al fin. Franco soltó el aire de sus pulmones y sonrió como niño. Se colocó de pie, la abrazó por la cintura levantándola unos centímetros del suelo. Luego tomó su rostro y la llenó de besos. La voz de Claudia volvió a sonar con la última frase de la canción: «Te amaré, por siempre» Tomó su mano y deslizó el anillo
Tres meses después.Siempre había soñado con ese momento. Desde que Franco le propuso matrimonio apenas podía esperar para llegar al día en que se uniera a él para siempre. No se había sentido nerviosa en ningún momento, ni un poco, hasta ahora, justamente cuando estaba a punto de salir de la limusina para ingresar a la iglesia.—¿Cariño? —Su padre estaba inclinado a su lado. Ella lo miró y tenía una sonrisa divertida en sus labios. Lorenzo tomó su mano— ¿Nerviosa? —Ella asintió.—¿Franco…—No te preocupes, él no faltaría a su boda. Aunque hubiera tenido que traerlo amenazado con una pistola sobre sus costillas. —Su comentario le sacó una sonrisa. Eso era todo lo que necesitaba saber, ahora ella solo deberá caminar hasta donde él la estaba esperando, el altar.» Tu madre estaría muy orgullosa de ver la mujer en la que te has convertido. Eres el mejor regalo que ella pudo haberme dado. Deseo que sean felices, como yo y tú madre lo fuimos —Los ojos de su padre se volvieron acuosos y los
Cada momento que compartió con su esposa mientras estaba embaraza fue una experiencia única, como cuando sintió por primera vez a su hijo moverse dentro del vientre de su madre. Nunca se imaginó que ser padre fuera de esa manera, había sentido tantas emociones y sentimientos al mismo tiempo, desde felicidad hasta temor. Pero no cambiaría nada, volvería a tomar las mismas decisiones, una y mil veces, las que lo llevaron de regreso a la vida de Amanda. Miró correr a su hijo Vincenzo de seis años por el jardín tomado de la mano de la hermosa Elizabeth, hija de Xavier y Sofía. Quienes eran perseguidos por la pequeña Rosalina de tan solo tres años, ella era hija de Maurizio y Antonella. La pareja se había casado hace poco más de tres años. Sintió a alguien colocarse a su lado, de reojo pudo ver que se trataba de su hermana. Ella estaba embarazada y estaba ya en su último mes. Sonrió y pasó su brazo sobre su hombro. —Hola, tú —Musitó ella. —¿Cómo estás? —Preguntó él. —Te diría que bien,
En cuanto las puertas del ascensor se cerraron, Amanda se apoyó en la pared. Xavier le había gustado, mucho, sabía que podía desilusionarse otra vez, aun así, quería intentarlo, él lo valía, pero no sabía que le pertenecía a otra mujer. Lo mismo había pasado con Andrés hace casi un año ya. Agradeció porque aún no era tarde como para que su corazón se rompiera en mil pedazos igual como cuando Franco se lo había roto cuando aún era muy joven. En ese entonces conocía a Franco desde que eran niños, él siempre la había tratado de una manera única y especial, su corazón palpitaba fuerte cada vez que lo miraba, cada vez que pensaba en él, pero de pronto su actitud cambió mostrándole una parte de él que no conocía. Ahí en aquel ascensor de una compañía que no era la suya, se prometió que esta sería la última vez que iría detrás de un hombre, la última vez que se ilusionaría como una adolecente. Recordó las palabras que Xavier le dijo antes de salir de su oficina. Él creía en que ella, Aman
—Señorita Viena, su padre la está buscando —le anunció su secretaría en cuanto pasó por su escritorio, sacándola de sus pensamientos. —Gracias Jianna, iré en seguida —Amanda entró a su oficina, dejó su bolso a un lado y se quitó su abrigo, luego caminó hacia el enorme ventanal desde donde se podía ver la ciudad. Su padre confiaba en ella para hacerse cargo de la compañía incluso desde ahora, y no pensaba defraudarlo. Todo por lo que se ha esforzado hasta ahora ha sido para que él se sintiera orgullo de ella. Cuando se llegó el momento de decidir cuál carrera tomaría, no lo pensó mucho porque nunca había querido nada más que hacer feliz a su padre. Aunque le gustaba cantar y tocar la guitarra nunca pensó en hacerlo de forma profesional. Desde niña se imaginaba como sería su familia si su madre no hubiera muerto, apenas tenía tres años cuando eso sucedió y aunque no la recuerda en el fondo la ha extrañado siempre y sabe que su padre también, quizás por eso nunca se volvió a casar. El
Amanda estaba confundida, le daba vuelta la cabeza. Su padre no le había querido decir de que estaba hablando con el señor Leandro. Y después sale con que deberá tener cuidado con Min-joon. Y ahora la historia de su tío Choi. A sus 18 años tuvo acceso al testamento de su madre, ella había heredado no solo sus acciones, también todas las propiedades que eran de su madre pasó a su nombre. Ni siquiera su padre podía meter mano ahí, Su abogado le había explicado como todo estaba bien protegido. Terminó de trabajar cerca de las seis de la tarde. Miró su teléfono y tenía un mensaje de Fiorella. Lo abrió y leyó: “Julia y Luciana han reservado en el mismo lugar de siempre. Ve y Diviértete” Dejó el teléfono a un lado después de leer el mensaje. Ella tenía ganas de salir, pero con su amiga Fiorella. No era que no le gustara salir con las otras chicas, es solo que ellas eran mucho más alocadas y de seguro terminaría sola la noche. Al menos Fiorella siempre le hacía compañía. —No importa, Iré