Amanda estaba confundida, le daba vuelta la cabeza. Su padre no le había querido decir de que estaba hablando con el señor Leandro. Y después sale con que deberá tener cuidado con Min-joon. Y ahora la historia de su tío Choi.
A sus 18 años tuvo acceso al testamento de su madre, ella había heredado no solo sus acciones, también todas las propiedades que eran de su madre pasó a su nombre. Ni siquiera su padre podía meter mano ahí, Su abogado le había explicado como todo estaba bien protegido.
Terminó de trabajar cerca de las seis de la tarde. Miró su teléfono y tenía un mensaje de Fiorella. Lo abrió y leyó:
“Julia y Luciana han reservado en el mismo lugar de siempre. Ve y Diviértete”
Dejó el teléfono a un lado después de leer el mensaje. Ella tenía ganas de salir, pero con su amiga Fiorella. No era que no le gustara salir con las otras chicas, es solo que ellas eran mucho más alocadas y de seguro terminaría sola la noche. Al menos Fiorella siempre le hacía compañía.
—No importa, Iré —dijo convencida. Lo que más quería en ese momento era distraer su mente de todo, darse un tiempo para ella no parecía que la fuera a dañar. Tomó su bolso y su abrigo.
No tenía ganas de que nadie la siguiera esta noche. Vio que la estaba esperando el guardaespaldas que su padre le impuso hace un tiempo. Él estaba de espaldas a ella cerca del ascensor. Entonces se dirigió hacia las escaleras y bajó sin ser vista. En lugar de ir por su auto, tomó un taxi.
¡Qué locura! Se dijo, pero no se iba a echar para atrás. Su chofer también la estaría esperando. Le enviaría un mensaje en cuando llegara a su destino.
***
—¡Madre! —Franco levantó a su mamá en un abrazo en cuanto cruzó las puertas de su casa.
—Mi pequeño, que gusto que volvieras.
—¿Pequeño? —dijo su hermana.
—¿Estás celosa?
—Ven aquí tonto —dijo su hermana extendiendo sus brazos. Él la abrazó y le dio un beso en sus mejillas y ella hizo lo mismo.
—Papá.
—Hijo.
Ambos se unieron en un abrazo con palmaditas. Luego su madre lo tomó del brazo y lo arrastró hacia el comedor. Ahí estaban los demás miembros de la familia para darle la bienvenida. Su abuelo, sus tíos y sus primos. Después de los saludos. Se sentaron a la mesa.
—Cariño ¿no iba a venir tu novia, contigo?
—No.
—¿Pero… vendrá?
—No creo madre. Terminamos.
—Oh.
—Te ves muy feliz, como para haber terminado una relación —comentó su primo Dante.
—Bueno… eso suele suceder, no soy el primero —contestó Franco sin mirarlo mientras cortaba un trozo de carne.
—Tienes razón. Por cierto ¿Qué hacías en el ejército?
—Eso es un secreto de estado —contestó, apuntando con su cubierto, Su primo levantó las manos y no hizo más preguntas al respecto.
—¿Hijo, me acompañas? —le pidió su padre después de un rato. Franco había estado conversando con su abuelo sobre algún partido de futbol.
—¿Esta vez te quedarás o planeas irte otra vez? —Franco miró a su padre por un momento. Al principio cuando decidió enlistarse después de terminar sus estudios lo hizo porque de verdad soñaba con eso desde pequeño.
Su padre no dejaba de pedirle que volviera, pero en el último año no volvió a pedírselo y quizás era porque ha considerado colocar al frente de la compañía a su primo Dante. Eso se lo había insinuado su abuelo hace unos meses que habló con él. Pero no fue solo por eso que volvió, sino porque de verdad pensó que ya era hora de volver a casa. Año y medio en Irak había sido suficiente para él.
—Planeo quedarme. Si estás de acuerdo y si aún hay un lugar para mí.
—Me da mucho gusto. Y por supuesto que sí hijo. Yo ya estoy viejo y nada me daría más feliz que verte trabajar para la compañía que levanté con mis propias manos —su padre se levantó de su silla caminó hacia él—, pero antes de tener tú puesto en la empresa, debes trabajar como guardaespaldas, un tiempo —a Franco no le sorprendieron sus palabras. Sus primos también debieron pasar por lo mismo y con él no iba hacer una excepción.
—De acuerdo —aceptó sin más. El teléfono de su padre notificó que tenía una llamada.
—Un momento —dijo su padre, mientras contestaba— ¿Qué? ¿Cómo pasó? —su padre tiró algunas palabras de furia contra quien sea que estuviera del otro lado de la línea— no puede ser —musitó. Mientras cortaba la llamada. Su padre lo miró por algunos segundos. Y él temió preguntar qué pasaba.
—Hijo, tu primera misión.
—¿Ahora? —cuestionó su madre— Leandro, ¿Por qué tienes que enviar a nuestro hijo? Acaba de llegar y…
—Está bien, madre —la tranquilizó. Franco miró a su hermana— envíame la dirección del lugar— ella asintió.
Franco condujo hasta un club en el centro de la ciudad, era uno muy exclusivo, su hermana le había dado su tarjeta para poder ingresar. Esperaba que Amanda estuviera ahí sino, no tenía idea de dónde buscarla. Tenía que llevarla sana y salva a su casa.
¿Por qué de pronto esta chica se escapó? Había escuchado de ella y que era muy obediente y responsable. No lo pensó más. De todos modos, en algún momento todos se revelan, él mismo lo hizo hace un tiempo.
—Espera aquí —le dijo al hombre que su padre había enviado con él. Iba a decirle a su padre que él podía solo con una chica, pero decidió no llevarle la contraria.
Aunque no la miraba en persona desde hace muchos años, no era como si no la recordara, además su hermana siempre estaba subiendo fotos junto a ella.
No tardó mucho tiempo en dar con la mesa donde se supone que estaría con sus amigas. Pero ella no estaba.
—Buenas noches —saludó a una chica que supuso era una de sus amigas.
—Hola guapo. ¿quieres tomar algo? —lo invitó la chica. Él aceptó.
—Soy Franco Ferri, hermano de Fiorella —le extendió la mano.
—Luciana Bianco, Mucho gusto.
—¿Sabes dónde está Amanda?
La chica lo evaluó un momento, su parecido con Fiorella era bastante. Le hubiera ofrecido otro trago, pero parecía interesado en su amiga Amanda. Sería divertido ver como ella lo ignora como siempre hace con todos, aunque no está segura si esta vez sería igual. Franco era muy atractivo y Amanda hoy estaba diferente, más suelta y divertida y hasta ebria la había visto, cuando ella era la más sensata de sus todas.
—Creo que está en la pista de baile —contestó.
—Gracias —dijo antes de alejarse.
Franco se giró y caminó hacia ahí. Se abrió paso entre la multitud. Se detuvo a penas ella entró en su rango de visión, la figura de ella moviendo sus caderas al ritmo de la música, lo dejó inmóvil y sin poder ser capaz de apartar su mirada de ella. Sacudió su cabeza unos segundos después cuando se dio cuenta que de seguro parecía un idiota. Se sentó en la barra y decidió que la dejaría disfrutar un rato más sin perderla de vista. Ok, eso se dijo.
Se colocó de pie cuando un tipo se le acercó por detrás y colocó sus manos en la cintura de Amanda. Ella se giró de inmediato y colocó sus manos en los hombros del chico para seguir bailando. No le quedó más que quedarse en el mismo lugar observando, hubiera preferido llevársela desde el inicio, así no hubiera tenido que ver como otro hombre la tocaba.
“¿Pero qué rayos estás pensando, Franco? Concéntrate”
Tiempo después el chico empezó a manosearla y a ella pareció no gustarle, entonces empezó a empujarlo. Él no parecía entender el mensaje así que...
Amanda sintió como el hombre que estaba pegado a ella fue apartado de un solo movimiento. No fue necesario decirle una sola palabra al hombre, con la mirada llena de furia que le dio Franco fue suficiente para que se alejara. Al girarse Amanda perdió un poco el equilibrio, pero rápidamente fue sostenida por dos grandes y fuertes manos. Alzó su mirada y se encontró con un rostro muy cerca del suyo. Cerró los ojos, porque todo le daba vueltas. Volvió a mirarlo y pudo darse cuenta que los ojos de la persona frente a ella, eran grises.
“Esos ojos” —Jamás podría olvidarlos.
—¿Franco? —musitó. Antes de que se desmayara. Franco la atrapó y la levantó en sus brazos.
—La llevaré a casa —les dijo a las chicas. Sus amigas se habían acercado cuando la vieron resistirse al chico que la molestaba. Pero Franco fue más rápido que ellas. Asintieron como tontas. Y una de ellas corrió a entregarle el bolso de Amanda.
Franco llegó a su auto. Su compañero le abrió la puerta de la parte trasera. Colocó con cuidado a Amanda, luego él entró también. Su blusa de tirantes parecía no darle el suficiente calor por que se pegó a su cuerpo. Era seguro que llevaba un abrigo, pero podría ser que lo dejó en el club. No tuvo más opción que quitarse su propio abrigo y colocárselo a ella. Aun así, ella se aferró a su cintura y colocó su cabeza en su pecho. Franco maldijo en voz baja. No podía creer que terminaría esa noche de niñera. Para Leandro fue un alivio que el padre de Amanda tuviera que viajar a otra ciudad y no estuviera en casa esa noche, sino le reclamaría por descuidar a su hija. El equipo de seguridad de la mansión Viena dejó entrar a Franco. Se detuvo un momento en medio de la sala. Aunque muchos de los muebles y la decoración eran diferentes a como lo recordaba el ambiente seguía siendo como el hogar de una familia numerosa, algo que nunca había sido, pero así se sentía. No pudo evitar recordar que
Franco se colocó su traje negro, cuando estuvo listo para su primer día de trabajo, bajó las escaleras y fue directo a la cocina, su madre lo envió a sentarse para servirle el desayuno. Ella le insistía en que descansara unos días más, pero él prefirió empezar de una vez a trabajar para su padre. Además, ya había descansado, antes de volver a casa se había tomado varios días libres, y fue por eso que su novia de hace tres años lo dejó. Habían estado separados mientras él estuvo en Irak. Una semana después de haber vuelto habían acordado venir para que ella conociera a sus padres. Pero antes de viajar, Franco se había ido a Verona a visitar a un amigo al que le habían amputado una pierna. Así le daba tiempo a ella para arreglaba las cosas en su trabajo, cuando volvió, ella rompió la relación incluso cuando le había explicado por teléfono la razón de su viaje. —No te preocupes madre, ya descansé lo necesario antes de venir. —Deja de tratarlo como un niño —se quejó su padre. —Es el n
—¿No vas a saludarme? Hace mucho tiempo que no nos vemos y me recibes con esa seriedad. —¿Franco? Oh Disculpa, a penas y te reconocí —era una mentira, se había quedado sin la capacidad para hablar, pero él no tenía por qué saberlo. —¡Aush! —musitó Franco, mientras se llevaba una mano a su pecho— eso dolió pequeña. —¿Ustedes se conocen? —preguntó Jianna. Ambos asintieron. Él se acercó a ella y le dio un beso en su mejilla, como si no había sido suficiente el solo verlo. Y él, como si el haberla besado en los labios la noche anterior no era suficiente también. Pero no pudo evitarlo. —¿Qué... que haces aquí? —le cuestionó ella— oh, perdona pasa, por favor —dijo señalando la puerta. Franco se adelantó y abrió la puerta para que ella pasara primero. —Tú secretaría ya lo dijo, estaré encargado de tu seguridad. —¿Es una broma? —dijo sonriendo. Él negó con la cabeza. —No, no lo es —respondió él mientras observaba el lugar. —¿Por qué tu padre haría eso? —Debo hacer esto antes de tomar
—¿Y él quién es? —Claudia había arrastrado a Amanda hasta el bar del hotel. Lo único que ella quería era llegar a su habitación y descansar ya eran cerca de las ocho de la noche cuando llegaron al hotel. Pero no todos los días uno podía encontrarse con una estrella como Claudia, además había hecho buena amistad hace un tiempo y no la miraba desde navidad del año pasado. —Es mi guardaespaldas. —Oye, que envidia —Amanda sonrió y negó con la cabeza— si lo pruebas dime a que sabe —ella le guiño un ojo. —¡Oye! —Claudia soltó una carcajada. Claudia no dudó en hacer que Franco se sentara con ellas. —Ese era el lugar del futuro esposo de Amanda, pero no importa, podemos buscarle otra silla. —¡Claudia! —la regañó Amanda, se le había olvidado lo incontrolable que era su amiga cuando hablaba. —¿Esposo? —cuestionó Franco. —Mi representante ha estado locamente enamorado de ella, desde hace mucho tiempo —respondió ella inclinándose a él como si le estuviera contando un secreto— pero ella es m
Amanda vestía un jeans azul claro, una camisa blanca, una chaqueta de cuero negro y unas gafas de sol, su cabello estaba recogido en una coleta con trenzas. Ella dio un par de vueltas en su propio eje observando todo el lugar, aunque ya había estado una vez antes en el hotel. Nunca había ido a esa zona. El lugar era hermoso, las cabañas estaban entre los árboles, y la playa estaba muy cerca, desde ahí se podía sentir la brisa del mar. —Entonces, cree que aprueben el presupuesto para la renovación de todas las cabañas —preguntó el gerente. —No —el gerente y el arquitecto la vieron muy sorprendida por su rápida respuesta— ya no es necesario, no vamos a renovar. —Pero aún no se ha analizado bien… —Ya lo hice, tengo el informe anual de los ingresos y los gastos de mantenimiento, la renovación no es poco, no planeo renovar este lugar. Estas cabañas se mantienen ocupadas solo en temporada alta. —¿Entonces qué piensa hacer? —Toda esta área será para que las personas que les gusta avent
—¿Desean algo más? —preguntó la joven, en ese momento Franco tomó la mano de Amanda por encima de la mesa, ella se tensó, pero no retiró su mano. —Bonita, ¿quieres comer algo más? —preguntó Franco con cariño, llevó su mirada de sus manos a los ojos de él, Amanda solo negó con la cabeza— entonces, está bien así —le dijo a la chica, Amanda retiró su mano a penas la joven se fue, él no desaprovechó la oportunidad de acariciar hasta la punta de sus dedos. Pasaban por el vestíbulo cuando una de las recepcionistas los detuvo. —Señorita Viena —ella se giró hacia quien sea que la estuviese llamando, la recepcionista se acercó a ella—, el señor Camilo Leone, dejó esto para usted —dijo extendiéndole unas entradas para el concierto de Claudia. Amanda las miró un momento. —Déjatelas —dijo antes de darse la vuelta. —Pero… Ella había dado un par de pasos cuando de pronto se detuvo haciendo que Franco por poco chocara con su espalda. —Espera… —Amanda observó el nombre de la joven en su unifor
Después de eso no hubo más mensajes de texto, porque el auto se detuvo frente a casa de Valeria, era una suerte que no quedaba muy lejos del hotel. Ella los invitó a pasar. Amanda vio su reloj de pulsera, tenía algo de tiempo. Era una casa modesta, al menos el padre del hijo del Valeria le había comprado esa casa y le pasaba una mensualidad. Cuando entraron una señora como de mediana edad los recibió con un bebé en brazos, supuso que era el hijo de su nueva “¿amiga?” talvez, su compañía era agradable tenía una facilidad para tratar a las personas y parecía ser alguien sencilla. Valeria tomó en brazos al pequeño. —Señorita Viena. —Dime Amanda —Valeria sonrió. —Amanda, él es mi hijo, Valentino, la luz de mi vida —Valeria sonrió con amor al ver a su pequeño. Amanda tomó la manita de Valentino. —Hola campeón —ella le sonrió mientras que el bebé parecía evaluarla, pero al final también sonrió— es hermoso —musito acariciando la mejilla del niño. —Y ella es mi madre, Cristina. Mamá ven
Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo