Amanda sintió unas caricias en su rostro, no quería despertar estaba bien donde estaba. —Bonita —escuchó la voz de Franco. —Uhm, déjame —se aferró más a él. —Nos quedaremos aquí toda la noche abrazados o te llevo en brazos hasta la casa de tu abuela, tu escoges. Abrió de golpe sus ojos, cuando escuchó la palabra “abuela” podría quedarse ahí, pero no era correcto. Levantó su rostro para verlo y la sonrisa de Franco la recibió. Tuvo el impulso de llevar una mano a su rostro, pero fue él quien la acarició primero. —No te he mentido, déjame demostrarlo. Talvez aún estaba un poco dormida, porque no entendió de que estaba hablando, le costó unos segundos recordar su última conversación. Necesitaba tiempo para asimilar sus palabras, pero ese era el problema, él no le daba tiempo para pensar. Franco sostenía su mentón con sus dedos, y en un segundo cerró la distancia que los separaba, unió sus labios en un casto beso. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces la había besado en un solo
El día con la abuela fue bastante entretenido, era sábado, le ayudó a trabajar en su jardín de orquídeas y eso la mantuvo distraída. Había recibido un mensaje de Franco por la mañana, pero ella logró ignorarlo y él pareció entender porque no volvió a escribirle durante el día, debió sentirse aliviada por eso, pero no se sentía así.El fin de semana pasó rápido, contrario a lo que se imaginó, pero había tenido tiempo suficiente para pensar y decidir lo que realmente quiere hacer. Aunque el día domingo Franco llenó su móvil de mensajes, bromearon en un par de ocasiones cuando ella le contestó uno que otro mensaje, pero la mayoría de los mensajes de él eran sobre lo linda que era, cuanto la extrañaba y algunos que hicieron que su cuerpo se calentara, como el mensaje que decía que apenas estuvieran a solas la iba a estrechar en sus brazos y la besaría hasta quedar sin aliento. Deseaba que esa fuera una promesa que él cumpliera tal y como lo había dicho.Después de recogerla en casa de su
Y como un ángel enviado del cielo, su amiga hizo su aparición.—¡Aman! —Fiorella bajó las escaleras, corrió a su lado y la abrazó. Amanda se apoyó en ella, deseaba derrumbarse ahí mismo, pero no se lo permitió, no sabe de donde encontró las fuerzas para mantener su elegante e inquebrantable postura— ¿Qué haces aquí? —preguntó su amiga cuando la dejó ir.—Le prometí a tu padre que pasaría a saludar —miró a Leandro y este asintió—, pero ya me tengo que ir.—Oh no, quédate —le pidió su amiga.—Fiorella, no puedo de verdad —dio una rápida mirada a Franco y a la chica llamada Stella que colgaba de su brazo—, Felicidades —luego se giró hacia los padres de su amiga y su abuelo— buenas noches, fue un gusto verlos —no esperó respuesta y caminó hacia la salida.—Alto ahí —debió suponerlo, su amiga la conocía muy bien. La voz de Fiorella la detuvo antes de subir a su auto, para entonces sus lágrimas ya habían empañado su vista, no quería que nadie más supiera de lo que había pasado entre ella y
Rodeó por completo su cuerpo con sus brazos y la pegó a él. Ella colocó sus manos sobre su pecho con la clara intención de alejarlo, pero no había ningún esfuerzo de su parte por llevar a cabo lo que estaba pensando, era como si su cuerpo no quisiera obedecerle.—Franco… —su voz era de súplica, no le estaba ordenando nada con su firmeza de siempre.—Shhh, bonita te necesito —susurró él cerca de sus labios. Ella cerró sus ojos y en un segundo él la estaba besando, abrió su boca para recibirlo. Aquello era un error, sabía desde el inicio que no debió dejar que él se acercara de esa manera a ella.Siempre había sabido hacer lo que creía correcto cuando algo estaba mal, pero actuar de la misma forma en este momento estaba lejos de suceder. Ella también lo necesitaba, lo quería y hasta lo deseaba. Dejó que todo aquello que él la hacía sentir se apoderara de ella y cualquier pensamiento coherente desapareció de su mente cuando rodeó su cuello con sus brazos para acercarlo más a ella, si es
Su nuevo guardaespaldas se tomaba su trabajo muy en serio, no es que Franco no lo hacía, lo había visto en muchas ocasiones fruncir el ceño cuando algo no le gustaba y lo sentía como si él fuera un escudo que estaba dispuesto a recibir una bala por ella. Benedetto, así era como se llamaba su nuevo jefe de seguridad, él miró hacia todos lados evaluando el lugar y hablando con su compañero atreves de sus auriculares, el otro guardaespaldas estaba en algún lugar manteniendo la distancia. El señor Leandro había insistido que para este viaje tuviera dos guardaespaldas. Luego de estar seguro abrió la puerta del auto para ella. Era un tipo grande, calvo y musculoso, le recordaba al actor de cine Dwayne Johnson. Incluso usaba ropa deportiva a petición de ella misma, era lo mínimo que podía hacer para no llamar tanto la atención, aunque parecía inútil, por sí solo llamaba la atención de las personas. Miró hacia arriba, el imponente hotel que su abuelo materno inauguró hace más de treinta añ
Cuando era adolecente había venido a Corea con su padre, pero solo se quedaban uno o dos días lo mucho y habían recorrido juntos algunos lugares. Cuando se dio cuenta eran casi las cinco de la tarde, había parado a almorzar algo en un pequeño restaurante, y como se lo esperaba unas cuantas horas no le alcanzarían para casi nada, a penas y había visitado el museo nacional, el Mercado Namdaemun y el palacio Changdeokgung, y fueron visitas rápidas unas cuantas fotos y eso era todo. Amanda sabía que Seúl es la combinación perfecta de herencia y estilo moderno, y esto la convierte en uno de los destinos turísticos más emocionantes del mundo. Se prometió que sacaría un tiempo libre en su agenda para visitar cada lugar de ese hermoso país donde había nacido su madre. Cruzaba por un parque para poder llegar hasta su auto y mientras tomaba algunas fotos un niño se estrelló contra sus piernas, ella reaccionó de inmediato para evitar que el pequeño cayera, lo logró, sostuvo al niño de sus bra
—Me da gusto ser quien te abrigue siempre —Su voz y su aliento la hicieron cerrar sus ojos porque una corriente empezó a recorrerla desde la cabeza hasta la punta de sus pies. —Franco —susurró. Él la sujetaba de sus hombros y podía sentir su cuerpo estremecerse debajo de las palmas de sus manos. Ella no podía reaccionar, no quería enfrentarlo. Y podía casi escuchar sus propios latidos, él estaba ahí, había ido a buscarla. Franco deslizó sus manos sobre sus brazos y luego la abrazó, apoyando su barbilla sobre el hombro de Amanda. —No sabes el vacío que sentí cuando no te encontré —musitó muy cerca de su oído. Quizás si lo sabía, fue así como se sintió las dos ocasiones que lo vio con otra, fue así como se sintió cuando salió de su departamento dejándolo atrás. Estaba siendo débil, no encontraba las fuerzas por ninguna parte de ella para luchar contra lo que sentía y alejarse de él, quería quedarse ahí en sus brazos. —No hagas esto, por favor —suplicó, pero se aferró a sus brazos,
Franco confrontó a Stella con las pruebas que tenía en sus manos. Él no le había hecho ningún reclamo sobre que había estado con otro hombre mientras se supone que aun mantenían una relación. Eso no quería decir que no le doliera su engaño, por supuesto que sí, estaba decepcionado y no solo lo engañó a él, sino que también le mintió a su familia.—¿Me mandaste a investigar? —Le había cuestionado ella cuando él le mostró el informe de la ecografía. Franco solo quería que reconociera la verdad.—Te di la oportunidad de decirme la verdad cuando te recordé que yo me cuidé las veces que estuvimos juntos desde mi regreso, y te mantuviste diciendo que fue la noche que me embriagué, Stella no debiste hacer esto.Ella se abalanzó a sus brazos.—Mi amor, lo siento. Perdóname, yo solo quiero que volvamos a estar juntos, por eso vine a buscarte, sabes que no necesito que te hagas cargo del bebé —Franco lo sabía, la familia de Stella tenía comodidades y ella un excelente trabajo. Aun así, él la ap