Franco confrontó a Stella con las pruebas que tenía en sus manos. Él no le había hecho ningún reclamo sobre que había estado con otro hombre mientras se supone que aun mantenían una relación. Eso no quería decir que no le doliera su engaño, por supuesto que sí, estaba decepcionado y no solo lo engañó a él, sino que también le mintió a su familia.—¿Me mandaste a investigar? —Le había cuestionado ella cuando él le mostró el informe de la ecografía. Franco solo quería que reconociera la verdad.—Te di la oportunidad de decirme la verdad cuando te recordé que yo me cuidé las veces que estuvimos juntos desde mi regreso, y te mantuviste diciendo que fue la noche que me embriagué, Stella no debiste hacer esto.Ella se abalanzó a sus brazos.—Mi amor, lo siento. Perdóname, yo solo quiero que volvamos a estar juntos, por eso vine a buscarte, sabes que no necesito que te hagas cargo del bebé —Franco lo sabía, la familia de Stella tenía comodidades y ella un excelente trabajo. Aun así, él la ap
Ambos despertaron por el sonido persistente de los golpes en la puerta. Amanda se removió en sus brazos quejándose.—Yo me encargo, bonita. —Le dio un beso en la frente y eso fue suficiente para que ella volviera a tomar otra postura y siguiera en lo suyo. Ella era muy madrugadora, pero si su tiempo de dormir podría durar un poco más, no se iba a quejar. Además, estaba demasiado cansada como para levantarse a atender a quien sea que estuviera tocando.Franco se preguntó a quien se le había ocurrido la grandiosa idea de tocar a esa hora de la mañana. Si no era algo importante, era mejor que esa persona tuviera una buena excusa, porque no se quería perder ni un segundo que podría disfrutar cerca de su mujer. Sonrió ante ese pensamiento, le encantó como sonó eso, ella era su mujer.Después de colocarse su pantalón y una camiseta, se apresuró a abrir la puerta.“¡Rayos!” —Pensó.—¿Franco? —No se había detenido a pensar en el padre de Amanda, no es como si le temiera, solo esperaba que él
—Anoche que hablamos sobre cómo me alejaste de ti, no me dijiste lo de mi padre, también fue por él ¿cierto?—Es tu padre, solo estaba protegiéndote, no podría decirte sin que sonara mal.—Confío en ti, pero también en mi padre. Sé que te dije que ya te había perdonado y eso no cambiará, lo prometo, pero necesito saber si…—No —Franco colocó un dedo en sus labios—. Te puedo asegurar que no te miraba de la misma forma en cómo te veo ahora, y talvez no pueda encontrar las palabras adecuadas para explicar el sentimiento. Era algo especial lo que sentía por ti. Deseaba protegerte, verte sonreír siempre, estar ahí para ti cuando lo necesitaras, en cada uno de tus logros, lo mismo quería para mi hermana y por eso me convencía a mí mismo de que era así como te miraba, pero no fue siempre así, y supongo que tu padre me atrapó y aunque no era como él decía y jamás me habría aprovechado de ti, pero fui estúpido y te lastimé, debí encontrar la forma adecuada para evitar que tus sentimientos y lo
—Bonita ¿estás bien? —Ella seguía con su mirada clavada en el piso y pareció no escucharlo ni sentirlo, era como si su mente no estuviera ahí. Él volvió a hablarle mientras la sacudía con delicadeza. Ella levantó su rostro y lo miró con dolor, uno que no había visto nunca en ella.—Cariño, ¿Qué tienes? —La voz de su padre la trajo a la realidad. Miró en su dirección, tragó el nudo en su garganta y limpió sus mejillas humedecidas.—¿Por qué? —Le preguntó a su padre con un hilo de voz. Él la vio confundido sin saber que responder. Ella le extendió su teléfono y él lo tomó— Ada, Tú hija acaba de llamar y yo contesté.Su padre abrió los ojos muy sorprendido y pudo ver como también se llenaban de lágrimas, dolor y culpa.—Cariño —Lorenzo intentó acercársele, pero ella retrocedió mientras levantaba una mano rechazándolo— Por favor hija, necesito explicarte —ella negó con la cabeza.—No.—Hija, escucha…—No puedo papá, no ahora. No logro entender porque no podías decirme que tengo dos herman
La madrugada llegó. Había dormido tanto el día anterior que su cuerpo parecía ya no querer hacerlo. Miró a Franco dormir en su cama, se sentía completa con él. Se había convertido en alguien muy importante que no podía evitar sentir miedo a que las cosas no funcionaran a como estuvo a punto de suceder hace algunos días en Italia, el pensar que podía perderlo nuevamente no le hacía ningún bien. Pero tenía que intentarlo, no sería ella misma si no lo hiciera. Amaba a Franco. Por otro lado, estaba el engaño de su padre. Aun le parecía como si estuviera en una pesadilla. Le costaba creer que su propio padre quien la había criado dándole todo para que ella fuera quien es ahora, le hubiera ocultado que tenía una familia. Una familia a la que no le hubiera importado ser parte. La vida, el destino y su padre le había arrebato no solo una familia sino dos. Aún no se sentía capaz de perdonarlo, pero sabía que en algún momento debía de hablar con él, además de conocer a sus hermanos “Sus herma
—¿Está todo bien? Estás muy callado —la voz de Antonella lo atrajo a la realidad. —Lo siento, pelirroja, estaba distraído. —Puedo verlo. —Todo esto es una locura, hace poco más de una semana no tenía ningún familiar y ahora tengo padres y dos hermanas. —Sí, es impresionante. —Hace mucho que había aceptado que no tenía familia —ella tomó su mano y le dio un apretón— aunque ya me reuní con ellos la primera vez, no puedo evitar sentirme nervioso. —Entiendo, yo también estoy muy nerviosa ¿Y si no les agrado a tu familia? Maurizio iba conduciendo camino a casa de su madre, aunque ella y su hermana vivían en otra ciudad, su padre las había traído para que pudieran reunirse con él. Miró un segundo a Antonella, tomó su mano, se la llevó a sus labios y depositó un beso en su dorso. —Por supuesto que te amarán. Mi madre estaba contenta cuando le hablé de ti —ella sonrió y el hizo lo mismo. Se sentía tan bien que él le hablara a su familia de ella en su primer día de conocerlos—. Se senti
—Sí, muy hermosa —musitó Franco— la recuerdo —ella giró su cabeza para verlo— la última vez que la vi fue cuando cumplí ocho años ¿recuerdas aquellos juguetes en mi habitación? eran unos soldados con armas y tanques…—Lo recuerdo.—Tu madre me los dio de regalo ese día.—Nunca me hablaste de eso.—No sabía si te lastimaría.—Desde entonces ya te preocupabas por mí.—Supongo que sí ¿nos vamos? —ella asintió, él se colocó de pie para luego ayudarla a ella a levantarse.—Deberías llamar a tus padres —propuso ella cuando entraron a la casa. Sabía que desde que había abordado aquel avión rumbo a Corea, no había hablado con nadie de su familia.—Está bien, lo haré.—Yo llamaré a casa y a Fiorella, debe estar preocupada por mí —Amanda fue a la habitación y Franco se quedó en la sala. Ella tomó su laptop e hizo una video llamada.—¡Gracias al cielo, estás viva! —su amiga la recibió con una sonrisa en cuanto contestó su llamada.—Lo estoy.—Me tenías preocupada, dijiste que serían solo un par
Aquellos dos días que habían planeado se convirtieron en tres, luego en cinco y ahora ya tenían dos semanas en aquel bello y tranquilo lugar. Se habían dado una escapada el fin de semana a un pueblo cercano a orillas de la costa, disfrutaron de cada pequeño detalle, desde las deliciosas comidas; hasta los recorridos por el pueblo y sus actividades.Amanda estaba sentada en los escalones de la parte trasera de la casa, mientras observaba a Franco entrenar con los otros guardaespaldas sobre una lona. En los últimos días habían adoptado la costumbre de enfrentarse entre ellos a esa hora del día, además de levantar pesas. Al principio le había parecido una locura, pero luego entendió que ellos necesitaban estar activos para mantenerse en forma o talvez eran sus instintos competidores de saber quién era el más fuerte.—Levántate soldado —gritó ella cuando Franco cayó al suelo mientras peleaba con «La roca» no perdón, era Benedetto. Franco se levantó hizo un movimiento que no sabía que era